El huevo de la serpiente

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 Dani Almendra

Durante un tiempo fue un debate el porqué Victoria Villarruel, actual vicepresidenta, traía la agenda del negacionismo a la arena política. Si era puro convencimiento individual, si era una disputa interna de su partido, si estaba poniendo a prueba la opinión pública. Pero no, no era nada de eso. Había algo más, sustancioso y feroz.

Y en diez días nada más de gestión, tomando el 20 de diciembre como provocadora fecha para hacer el círculo constrictor completo, se expresó con claridad qué serpiente se estaba agazapado esperando su momento. Esa agenda no era una sobreideologización, no era una reivindicación caprichosa, era el nexo más claro con la identificación profunda con la última dictadura militar.  Victoria Villarruel, el ariete de Milei que reivindica la dictadura y se  opone al aborto y las bodas gay | EL PAÍS Argentina

Y también con su continuador y final ejecutor, el menemismo, que logró resolver las últimas trabas que faltaban para la implantación del modelo económico neoliberal. Todo esto acompañado de expresiones represivas del más terrorífico relato histórico. No hay nada de simbólico en la liberación de represores y en el deseo de convertir a la ex Esma en un parque recreativo. Esas acciones son parte de una estructura completa: lo dejó claro Milei, este es el paquete de reformas más profundo de los últimos 40 años. Los últimos 40 años. La dictadura fue su antecesor. Y si bien es verdad que no logró cumplir con todos los objetivos que tenía en su momento y fue Menem el que completó el proceso (también intentó De la Rúa, pero se lo llevó puesto la historia), por algún lado se inicia.

Anarcocapitalismo nada. Es otra vez la presencia del Estado para re-regular todo a favor de los más poderosos y después desregular todo lo que ellos mismos necesitan para redistribuir la riqueza a su favor. Estatización de la deuda privada; liberación de tarifas, tasas de interés y mercado inmobiliario; reforma laboral; tablita devaluadora. Gobernando por decreto como lo hizo Menem y como obviamente lo hizo también la dictadura que había cerrado el congreso.

Por eso Macri está a bordo. Macri, el hijo de uno de los empresarios más beneficiados por la última dictadura militar, hizo su autocrítica, se olvidó de las palomas y entendió que no es necesario gobernar directamente para hacer valer su voluntad. Lo que sí es necesario es reprimir. Por eso lo hizo su gobierno y también lo hizo el delarruismo y el menemismo. Y dentro de lo simbólico como no van a reivindicar a los mayores represores de todos. Porque el tema es que la historia no se distrae, eso es así en términos de la resistencia popular, pero también para las “fuerzas del cielo” que encima cuentan de su lado con la paciencia que te aporta el hecho de que te sobre la guita.

La identificación cultural con la dictadura es total. Muchos no creyeron que esa parte del discurso, la parte negacionista, fuera relevante. Muchos pensaron que si estaban peleando electoralmente, en vez de realizar un golpe de Estado, no iban a ejercer realmente prácticas dictatoriales. El tema es que la democracia estuvo siempre en disputa. Se lo advirtió la CGT de Ubaldini al propio Alfonsín, tan reivindicado este año por institucionalista pero olvidado como ajustador: “no hay democracia sin justicia social”. No alcanza con los mecanismos institucionales. Es más, en este momento esos mismos mecanismos están validando un ajuste feroz, una entrega absoluta del país y la fuerte presencia del Estado en su cara más oscura: la represión.

Ahora no sirve de nada buscar responsabilizar con el voto. Aunque estemos enojados, dolidos y conscientes de lo que se viene. Porque la serpiente que se pretende libertaria ya se desató y ante esto solo queda la unidad del pueblo. Ojalá también pudiera decir “y la conducción de nuestros dirigentes”. Pero ya lo mencionamos antes, arriba sigue sin haber nada.

La justicia social no parece que hoy sea una consigna que convoque. Habrá que reconstruir el camino para que eso pase. Hoy convoca el sobrevivir y llegar a fin de mes, razones extremadamente importantes, pero eso no es justicia social. Mientras tanto, tendremos que buscar ejes que puedan unir al movimiento popular y tal vez puedan ser los derechos humanos. Que no es agenda de las clases medias como dicen algunos, que no es progresismo liberal como les gusta acusar a otros.

Es el aquí y el ahora. Es el represor liberado y el regreso de la cara relamida de Bullrich mientras le pegan a un laburante. Es el parecido político-económico de este proyecto con la dictadura ante la que dijimos nunca más. Son los mismos empresarios los que festejan, incluso aquellos que venían cayendo presos en los últimos años por mucho más que simples “complicidades” con delitos de lesa humanidad.

Tal vez ahí haya un principio de unidad. Porque entre los derechos humanos también está la vida, la educación, la vivienda digna, poder comer. Y es un ámbito en el que la resistencia nunca paró. No nos olvidemos que Macri también intentó avanzar por esa vía y la marcha del 2×1, tal vez una de las más grandes de la que yo tenga memoria, lo paró en seco. Empezar por algún lado a reconstruirnos y desde ahí recuperar la ligazón y la importancia de la justicia social para tener una democracia real.

Hemos alimentado y subestimado al enemigo y ahora la serpiente pretende llevarse todo. Pero no deberían tener demasiado poder, por eso se apuran, por que tal vez sepan que es cierta la frase del único referente popular que le puso un freno a Macri: “tener poder es que la gente te quiera”. Y me gustaría creer que es así porque nadie puede querer a un asesino, a un torturador, a un endeudador, a menos que se le parezca. Tal vez haya que empezar por ahí. Peleando con el amor, por la alegría contra la muerte.

*Historiadora y militante gremial.

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