A 48 años de la creación del Frente Amplio de Uruguay: ¿y ahora qué?
Nicolás Centurión|
Casi medio siglo ha pasado de la creación del Frente Amplio (FA) y en este aniversario se presentan nuevos y viejos desafíos para este crisol de distintas expresiones políticas.
El Frente Amplio se podría decir que es un caso único en la historia política mundial. Un frente amplio que ha durado casi medio siglo en base a la unidad y el diálogo; más una estructura orgánica que permite que las voces y el voto de las bases sean tomadas en cuenta.
Como dice el slogan del aniversario del FA, son 48 años de lucha y 14 de gobierno… y aquí se empieza a dificultar la cuestión.
El Frente Amplio obtiene por primera vez y de manera consecutiva hasta el presente, la intendencia municipal de Montevideo en el año 1989 pero accede al gobierno nacional recién en octubre del 2004. Luego de la crisis del 2002 y un Partido Colorado que dejó por el suelo al país y aún más por debajo su intención de voto, el FA sale victorioso en primera rueda.
De allí en adelante se han sucedido distintas cuestiones que dejan un sabor agridulce a los que pretendemos una sociedad al menos poscapitalista.
A no confundir(se)
No hay lugar a dudas que desde que el FA asumió el gobierno, la calidad de vida de gran parte de la población ha mejorado notoriamente. Pero incluir a los sectores postergados al mercado de consumo, distribuyendo la renta y no la riqueza, es pan para hoy y hambre para mañana.
Es difícil poder dar grandes saltos cualitativos cuando se viene de décadas de capitalismo del desastre, al decir de Naomi Klein. Es verdad también que muchas veces no se ha tenido el coraje político o se le dio más importancia a las encuestas que a las convicciones propias. El Frente Amplio no supo hacer las reformas necesarias a la Constitución en su momento, por ejemplo en su primer mandato.
EL FA tiene el desgaste inherente al tiempo en la gestión. Amén de los errores cometidos, los oportunistas que se subieron al barco luego del 2004, los que juegan en cualquier partido porque su único ideal son ellos mismos y el dinero.
Las medias tintas han desembocado en posiciones reaccionarias que tienden a polarizar la sociedad. Una polarización estéril para la clase trabajadora, ya que muchas veces se confunde lucha de clases con expresiones distintas en el plano electoral y terminan enfrentándose el último de esta sociedad contra los penúltimos. La salida debe ser profunda, amplia, con los de abajo y por la izquierda.
El progresismo tiene sus límites. ¿Hasta cuanto se puede reducir la pobreza? ¿Cómo se sostiene el medioambiente en un sistema depredador? ¿Cómo se sostiene el consumismo con la vida, el ocio y el arte? ¿Cómo se detiene la indigencia en un sistema que precisa de pobres, excluidos y marginales para sobrevivir? ¿Cómo se puede construir y resistir localmente ante la imparable magnitud del sistema global?
Et verbo caro factum est et habitabit in nobis (y la palabra se hizo carne y habitó entre nosotros)
El Frente Amplio cometió los pecados de todos los gobiernos progresistas de la región (falta de comunicación de sus propios logros, corrupción, hegemonizar los medios de comunicación, pensar que las conquistas serían eternas, creer que las victorias son solo electorales).
La batalla cultural es una de las batallas primordiales. Un marxista ortodoxo pretenderá hacer entender que lo económico define todo. En última instancia podremos estar de acuerdo, mas la batalla cultural contrahegemónica por la construcción de la subjetividad y la identidad de un nuevo ser humano es la tarea medular que tenemos día a día.
La cultura -en un sentido gramsciano- es la capa que reviste, protege y alarga la vida de este sistema. Si no, no se explicaría como los trabajadores se vuelven sus propios verdugos, como se justifican guerras y saqueos, como permitimos la desigualdad reinante.
La cuestión pasa por la construcción de sentido que se viene forjando desde hace décadas y décadas con respecto al campo nacional y popular. En épocas de la fundación del FA la derecha decía que se iban a llevar a los niños a Cuba y que vendrían los tanques rusos. Antes de la victoria del FA en el 2004 se asustaba a la gente diciendo que iban a bajar del Cerro de Montevideo las hordas de lúmpenes a saquear todo.
Claramente fueron mitos urbanos más parecidos a burlas, pero lamentablemente los pilares que sostuvieron la Guerra Fría como el miedo al “comunismo internacional”, persiste aun hoy día. Y contra ello deben luchar los frenteamplistas.
La derecha es así, marca los tópicos de la agenda y además de qué manera se deben abordar. Secciona, disemina todo, los pone por separado para no notar el carácter sistémico de los problemas. Así, entonces, la corrupción por ejemplo, pasa a ser personalizada. Y si esta persona es de un partido de izquierdas, mejor. Y si es de un partido de derechas, es solo una manzana podrida.
La oruga y la metamorfosis
El FA debe de tener la capacidad de reinventarse a sí mismo si pretende seguir existiendo por 48 años más y tener la capacidad de ser la fuerza renovadora de este país. Si no, pasará a la historia como un partido que tuvo sus años dorados y luego los dinamitó por vanidades, conformismo y resignación.
En caso de que pase a enfilar la triste lista de partidos que prometían “algo” y murieron en el intento, o también sufrir la suerte en la que devino el PSOE español, el FA tendrá que ser desbordado tanto por sus militantes como por las nuevas generaciones y tener el ciclo de la oruga. Muchos dirán que es una traición. Otros apelarán al cantito de que eso significas fracturar a la izquierda.
Dos cosas están claras. La primera es que si el FA sigue en el gobierno sin dar grandes cambios radicales hacia una profundización estructural: tendrá las horas contadas o será un partido moderado más de tantos que existen en este mundo. Y segundo, si este desborde por dentro y por fuera es con una visión de izquierda y estratégica, no hay nada que temer.
Porque como se dice por ahí, para lo que la oruga es el fin del mundo, para la mariposa es un nuevo amanecer.
* Estudiante de Licenciatura en Psicología, Universidad de la República, Uruguay. Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE,
estrategia.la)