Amenazas trumpistas

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Jorge Elbaum

El triunfo electoral de Donald Trump y las amenazas arancelarias proferidas contra adversarios políticos, migrantes,, diversidades y países considerados como enemigos se constituyen como la evidencia irrefutable del doble fracaso del proyecto hegemónico estadounidense. Dicho naufragio progresivo es el resultado de asumir el fracaso del programa neoliberal financiarista –que generó la desindustrialización interna dentro de Estados Unidos– y la admisión mas o menos disimulada de una debilidad manifiesta frente a la economía y la tecnología generada por la República Popular China durante las últimas cuatro décadas.Globovisión | El presidente electo estadounidense, Donald Trump, prometió  introducir en su primer día de mandato aranceles radicales a todos los... |  Instagram

Durante los dos últimos siglos, Washington se vanaglorió de sus instituciones políticas y de su productividad frente al resto del mundo, utilizando dicha (pretendida) superioridad como una evidencia de su excepcionalidad y de su concurrente derecho para guiar, orientar e incluso disciplinar al resto del mundo. En este marco, las sanciones unilaterales, el injerencismo y los aranceles “defensivos” propuestos por Trump no hacen más que asumir la debilidad frente a la ventaja evidenciada por Beijing.

Esta fragilidad, apenas disimulada, aparece como estructural y solo tiene en el presidente electo una retórica descarnada y efusiva que pretende reconvertirse en fortaleza.

En la última semana, Joe Biden firmó la tercera ronda de sanciones y trabas comerciales contra China desde que asumió la presidencia en 2020. Entre sus medidas unilaterales prohibió la venta de insumos tecnológicos para 140 empresas chinas, vedando además la exportación de bienes de capital utilizables para la fabricación de semiconductores.

Beijín respondió, de forma inmediata, inhibiendo la exportación a Estados Unidos de algunas de las llamadas “tierras raras”, que no son más que minerales imprescindibles para la producción de componentes electrónicos: China es responsable del 94 por ciento de la posesión de galio (imprescindible para la fabricación de los paneles fotovoltaicos), del 83 por ciento del germanio (necesario para la producción de la fibra óptica) y es líder en el control de las reservas del antimonio y grafito.

La guerra comercial motorizada tanto por republicanos como por demócratas tiene dos objetivos centrales: reindustrializar Estados Unidos y reducir la brecha comercial. En más de una década de medidas orientadas a ambos designios, los datos parecen contrariar dichos objetivos: los consumidores estadounidenses han sido las víctimas de esas transformaciones: debieron abonar el costo de los aranceles impuestos por el Departamento de Comercio, alrededor de 380 mil millones de dólares, sin que se sustituyeran dichas importaciones. Esas regulaciones proteccionistas tampoco lograron que las inversiones se reorientaran hacia la inversión productiva a nivel doméstico. Es indudable que la timba financiera –basada en el endeudamiento sistémico y la expoliación del Sur Global– sigue siendo más redituable para los pulpos de Wall Street que invertir en la economía real.

El programa de Donald Trump tiene cinco ejes: (a) la política arancelaria orientada a recuperar el estatus de potencia económica, ya sea como herramienta de negociación, de disciplinamiento o de castigo, (b) la rebaja de impuestos, privilegiando a las grandes fortunas, (c) el ajuste fiscal orientado a limitar las inversiones del Estado, (d) la maximización del extractivismo basado en energías fósiles, justificado en el negacionismo del calentamiento global, y (d) la agenda cultural conservadora denominada anti-woke.

Es hora de boicotear a todos los hombres': el movimiento viral tras la  victoria de TrumpPoco antes de finalizar su primer mandato, Trump firmó una orden ejecutiva orientada a condenar las luchas reivindicativas de las mujeres, las diversidades sexuales, los afrodescendientes y los latinos. Se espera que el magnate neoyorquino vuelva recargado contra las “iniciativas de diversidad, equidad e inclusión” (DEI, por sus siglas en inglés) presentes en las instituciones públicas y privadas.

Las medidas trumpistas tendrán efectos negativos sobre la Argentina. Una potencial concesión de nuevo endeudamiento –motorizado por el FMI– supondrá un mayor sometimiento a los intereses extranjeros. Pero los riesgos no son solo vinculados a los condicionantes financieros. También repercutirán los que se relacionan con el comercio exterior. Si Trump se dispusiese, como lo ha advertido, a imponer un diez por ciento de aranceles a todas las importaciones que recibe, impactaría en forma negativa en la balanza comercial doméstica. Si además se produjera un incremento en la inflación en Estados Unidos –producto de los aranceles– y una consiguiente suba de las tasas de interés por la FED, conllevaría un impacto negativo sobre la descomunal deuda externa argentina.

El supremacismo de los WASP estadounidenses tiene su correlato en su creencia de excepcionalidad manifiesta: siempre consideraron que sus instituciones políticas debían ser el ejemplo del resto de los países. Esta última semana dieron un ejemplo: Joe Biden indultó a su hijo Hunter luego de que este fuera declarado culpable por la compra y posesión ilegal de un arma y por defraudación fiscal. Debe ser por eso que Javier Milei los admira.

*Sociólogo, doctor en Ciencias Económicas, columnista de Página12, analista senior del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)

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