A Milei tampoco le gustan los estudiantes
Claudio della Croce
Luego del veto del presidente argentino Javier Milei a la Ley de Financiamiento Universitario, el movimiento estudiantil ha cobrado mayor fuerza, con más de 100 asambleas y 72 facultades tomadas, extendiendo la lucha en 30 universidades a lo largo del país. El proceso va más allá del ámbito universitario, involucrando distintos sectores en lucha.
El miércoles, nuevamente la comunidad universitaria (docentes, estudiantes, no docentes) tomó en las calles y fue multitudinaria la marcha de antorchas en Buenos Aires en defensa de la educación pública y en repudio a las agresiones del aparato represivo oficial, en connivencia con militantes ultraderechistas. La derecha se está poniendo nerviosa con un movimiento estudiantil que no esperaba.
La violencia quedó patentada en la Universidad Nacional de Quilmes, donde un grupo provocador atacó con gas pimienta –el mismo que usa la fuerza represiva en las calles.- una asamblea de estudiantes y docentes, ataque con ampliado por el ultraderechista mandatario Javier Milei con insultos y descalificaciones.
La ministra de seguridad Patricia Bullrich acusó a los universitarios de impulsar una «revuelta» a la chilena con «molotov». Bullrich agita fantasmas como parte de la cruzada del presidente ultraderechista Javier Milei para ahogar económicamente a las universidades públicas nacionales.
Milei dice que “no hay plata”, pero lo cierto es que la educación pública no está entre las prioridades del gobierno: en el Presupuesto 2025 las partidas para Educación y Cultura representan un 0,87% del PBI, Ciencia, Tecnología e Innovación un 0,22%, mientras que los Servicios para la Deuda Pública implican un 1,31% del PBI.
Para su equipo económico, resonsable junto a Milei de “la fábrica de pobreza” en la que convirtireron a la Argentina, la crisis la deben pagar los estudiantes, la ciencia, la cultura, los jubilados, los trabajadores de la salud y todo el pueblo con los tarifazos, en momentos en que el consumo masivo se derrumbó más de un 20% en septiembre: el rubro alimentación fue uno de los sectores más golpeados y donde las ventas más se resintieron.
Movilidad social
La magnitud de este conflicto es el resultado de un fenómeno estructural en la Argentina de los últimos 20 años: el crecimiento en la cantidad de universidades y en la población universitaria en cada rincón del país.
La matrícula universitaria se duplicó pasando de 28 universidades nacionales con 600.000 estudiantes en 1990, a 61 universidades con dos millones de estudiantes de grado y pregrado considerando sólo las estatales (hay más de 500.000 estudiantes más en universidades privadas).
Esta realidad dista del mundo paralelo de Milei que planteó que “La universidad pública nacional no le sirve a nadie más que a los hijos de los ricos y de la clase alta y media alta, en un país donde la gran mayoría de los niños son pobres». La realidad es bien difefrente: el 48% de los estudiantes de universidades públicas son pobres… y ahora les cercenan el sueño de poder prosperar en la vida.
Existe un profundo fenómeno de primera generación de estudiantes universitarios con familias trabajadoras (el 47,8% de los inscriptos en 2022), que tiene una extensión particular en las universidades del Gran Buenos Aires y los demás centros urbanos de todo el país. Este proceso es desigual según la zona.
Según datos del propio gobierno, en la Universidad de Buenos Aires hay un 39% de estudiantes que son primera generación, mientras que en universidades del conurbano bonaerense, como en José C. Paz, esta cifra asciende al 75%; en Florencio Varela, al 76%; y en Lanús, al 70%.
Milei desconoce el país y manifiesta su temor a la movilidad social: su gobierno solo beneficia a los grandes empresarios, los ricos y a las empresas extranjeras dispuestas a explotar las riquezas del país a su benficio.
Durante dos décadas se fue gestando un nuevo sujeto dentro del estudiantado, formado por estudiantes que trabajan o que provienen de familias trabajadoras, lo cual permite un lazo más directo con la clase trabajadora y sus organizaciones tradicionales como los sindicatos y los movimientos sociales.
El gobierno vetó la ley de Financiamiento Universitario, y despertó al movimiento estudiantil. Intenta matar el futuro, quebrar la ilusión de otros millones que sueñan con que sus hijos vayan a la universidad pública. La defensa de la universidad pública atraviesa no sólo a la clase media, sino a la clase trabajadora y puede mostrar el camino de cómo enfrentar a este gobierno. Por eso esta lucha tiene un amplísimo y masivo apoyo popular.
*Economista y docente argentino, investigador asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
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