Javier Tolcachier|
Nos hemos convertido en seres mediáticos, vivimos online, conectados, somos entre medios y muy poco de lo que hacemos no tiene que ver con ellos. Además, la comunicación ha superado hoy los límites del tiempo y del espacio. El mundo digital de la comunicación va suplantando al viejo mundo analógico. Todo es inmediato y cercano.
Los bits de información se nos introducen por todos los poros. 55% de las personas en el planeta ya tiene acceso a internet. Ya terminó aquel corto tiempo en que Internet parecía ser lo que prometía, una fabulosa red de intercambio de conocimiento. Hoy a través de la red viaja cada vez más basura. No podía ser de otro modo.
El conocimiento es poder y el poder no quiere compartirse, por eso impide que el conocimiento sea democratizado. El control del conocimiento es un hecho histórico. El antiguo rol de las tradiciones, los reyes y los sacerdotes hoy ha sido asumido por las corporaciones. Hablando sólo del mundo occidental, hoy en descenso pero aún condicionante, las cinco principales corporaciones en internet Alphabet-Google, Amazon, Facebook, Apple y Microsoft, pero también las productoras de contenido Disney, Time Warner, Comcast las propietarias de los sistemas de comunicación AT&T, Verizon, por sólo citar algunas, configuran gran parte de casi todo lo que ves – y por supuesto, de lo que no debes ver. Estas corporaciones a su vez son controladas por fondos de inversión. Siempre a la cabeza están los inversores institucionales Vanguard, BlackRock y State Street Global Advisors, manejando trillones de dólares, los mismos que son principales accionistas del 90% de las empresas listadas en el índice SP500.
O sea, los monopolios están monopolizados y el control de las empresas más grandes de comunicación del planeta, están bajo control del capital financiero a través del poder de voto que otorgan los paquetes accionarios de unos pocos fondos de inversión, cuya única lógica es la expansión de los negocios.
La ganancia de los inversionistas llega a través de dividendos y del valor de las acciones, que dependen a su vez de las ganancias de todas estas empresas. En su gran mayoría, estas ganancias y el valor de mercado dependen del número de usuarios. Por ello la lógica de las empresas es arrebatar usuarios a la competencia, hasta liquidarla. La de los inversores es invertir proporcionalmente en todas, para no perder nunca. La lógica del monopolio es la del negocio y la lógica del negocio, es el monopolio.
Esto devela por completa la mentira de la “libre competencia”, el “libre mercado” o el “libre comercio”, patrañas, ficciones sobre la cual está basada toda la ideología capitalista, la que en realidad, en su propio fundamento, es absolutamente monopólica.
En lo que solemos llamar NuestrAmérica – que nunca ha sido y no es todavía “nuestra” – los grupos de medios, aquellos que controlan la mayor parte de los medios y la opinión pública son más provincianos, aunque ya se vislumbra la tendencia de un aumento de participación extranjera. En muchos de ellos, Clarín, Globo, Cisneros, Santo Domingo-Valorem, González o Telmex, la mayoría accionaria es familiar. Las pocas excepciones son Televisa (61% controlada por fondos de inversión y bancos) Grupo Prisa (con mayoría accionaria de un fondo buitre estadounidense, aunque antes con mayoría propietaria de la familia Polanco) o Telefónica (controlada por bancos y fondos de inversión). Aunque todos ellos difunden y utilizan los mismos canales y contenidos.
Ese es el orden a subvertir. Ese es el firewall, la muralla a derribar para que la comunicación sea democrática, hecha por todos y para todos.
Ellos y nosotros
Ellos tienen las licencias, la tecnología, los canales, las leyes, los periodistas canallas, el dinero inventado pero mortífero de la banca. Tienen la censura, las noticias y las historias falsas, tienen los algoritmos, la propaganda y la confusión. Son los dueños de la mentira, pero también los dueños de la verdad, como ya dijimos, para no perder nunca.
¿Y nosotros? ¿Cómo vamos a derribar la muralla? Ante todo, tenemos que tener claras posibles acciones frente al diluvio ácido de la manipulación y el control del monopolio
.Consumo
Leemos, miramos, escuchamos, consumir información es – en mayor o menor medida – la principal acción que realizamos a diario. Pero, dónde lo hacemos es otra cosa. El monopolio quiere que lo hagamos en sus millones de sucursales. Nosotros podemos elegir consumir en otros lugares. Cuantos más medios “nuestros” consumamos, menos consumimos los de ellos. Está claro que esto tiene sus límites, pero es imprescindible variar la proporción, hacer el vacío a la estupidez, joderles el negocio en parte, negando nuestra colaboración.
Otro aspecto del consumo a conversar es ¿qué miramos, leemos, escuchamos y para qué?
El monopolio ofrece entretenernos, aunque la repetición lo vuelve aburrido. Ya todos sabemos que el protagonista rico se va a enamorar de la sirvienta y que aparecerá algún hijo ilegítimo, alguna bruja malvada y así siguiendo. Todo previsible. En cuanto a la información, ésta se ocupa de lo que quieren los que pagan. Por eso es desinformación. Incluso la crítica a sus agendas es bienvenida por ellos porque las instala.
Por último, ¿cómo miramos? Hay que mirar la intención, eso es lo primario y no el contenido, que es secundario. Ejercitar una mirada atenta frente a lo que se mira o escucha, ver quién lo dice y para qué lo dice, es un buen anticuerpo contra la manipulación.
Hoy la consigna es “los medios del monopolio son el opio del pueblo”, Nada con ellos! La mejor respuesta es el vacío a sus temas y modos de plantearlos. Hay que consumir agendas propias. ¿Y éstas, cuáles son? Los derechos humanos: la paz, la distribución del bienestar, la libertad, la equidad de géneros, la diversidad, por sólo mencionar los principales.
Reproducción
Ésta es la segunda acción en una escala cuantitativa. No sólo consumimos data, la reproducimos. Compartimos posteos, reenviamos fotografías y videos, conversamos de ciertas cosas. Y en esta reproducción también podemos ser colaboracionistas del régimen monopólico o revolucionarios de las causas de la democratización. Retransmitir agendas y fuentes propias marca la diferencia.
Producción
Esta es la parte más linda, la más creativa, la que permite que desaparezcan viejas barreras entre el trabajo intelectual y el manual, la que hace realidad el sueño del artista que hay en cada uno. La producción de contenidos nos convierte en actores, sujetos, protagonistas de la revolución. Las nuevas generaciones, nacidas en medio de la vorágine de la tecnología comunicacional, tienen a sus instrumentos como prótesis permanente
.Sin embargo, el sistema pondera positivamente la atomización, la producción individual, aislada y ocasional, eso no le hace daño y agrega datos y minutos a sus arcas. Para vencer al firewall, necesitamos producción organizada, articulada, permanente y en dirección revolucionaria.
Necesitamos crear y fortalecer radios, televisoras, agencias de noticias, sitios web y todo tipo de medios nuestros, que se constituyan en alternativa real al monopolio.
Para que eso sea posible, alianzas de comunicación poderosas, articulaciones que puedan producir colaborativamente y compartir y difundir masivamente contenido
.El concepto es de unidad en la diversidad, para que cada medio influya en su área de impacto real y a su vez, podamos llegar a grandes números.
Necesitamos servir y servirnos del cambio político que apueste a prohibir la concentración de medios y ayude a abrir la puerta para un nuevo sistema, necesitamos que los militantes del cambio se sirvan de nuestros medios, en una alianza de reciprocidad.
Se critica nuestra endogenia, de hablar para los nuestros, para los convencidos, pero ni siquiera llegamos a ellos como llegan los otros.
Hablar de lo que queremos no es endógeno si es que fortalecemos su alcance y son cada vez más “los nuestros para quienes hablamos”. Para ello es preciso: cantidad, calidad, protagonismo masivo de les jóvenes (eso asegura estilos y narrativas acordes a la época), organización horizontal y democrática, producción en todos los soportes, perfeccionar la técnica, actuar en red mundialmente, capacitar.
En definitiva, subvertir la idea de que el capitalismo voraz, que la competencia mortal son la única posibilidad de vida en común para la especie humana y proponer y vivir con la mayor coherencia posible las alternativas que planteamos.
El objetivo es esclarecer y llegar al 99% oprimido por un sistema de dominación enfermo, que prioriza al dinero como motor y objetivo de la vida. Avanzar sobre la mentira y exigir un nuevo modo de existencia. Crear un mundo nuevo es factible a partir de la utopía que se instala como imagen y posibilidad en la conciencia de millones de personas, sobre todo, de las y los jóvenes. A ello tenemos que contribuir, a crear y difundir la utopía como única salida a esta civilización decadente de compraventa.
Nuestros medios y su articulación creciente son el medio para hacerlo.
- Investigador del Centro Humanista de Córdoba, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, estrategia.la)
VERSIÓN EN PORTUGUÉS
O firewall dos monopólios contra a comunicação democrática na América Latina
Por Javier Tolcachier
Nos transformamos em seres midiáticos, vivemos online, conectados, somos produtos desses meios e é muito pouco do que fazemos que não tem nada a ver com eles. Ademais, a comunicação superou os limites do tempo e do espaço. O mundo digital da comunicação está suplantando o velho mundo analógico. Tudo é imediato e aproximado. Os bits de informação nos invadem por todos os poros. São 55% as pessoas do planeta que já têm acesso à internet. Já se foi aquele curto período em que a Internet parecia ser o que prometia: uma fabulosa rede de intercâmbio de conhecimento. Hoje, através da rede, viaja cada vez mais lixo. Não podia ser de outro modo.
Conhecimento é poder, e o poder não quer ser compartilhado, por isso os que o detém tentam impedir que esse conhecimento seja democratizado. O controle do conhecimento é um fato histórico. O antigo rol das tradições, dos reis e dos sacerdotes hoje foi assumido pelas corporações. Falando só do mundo ocidental – hoje em decadência, mas ainda condicionante –, as cinco principais corporações da Internet (Alphabet-Google, Amazon, Facebook, Apple e Microsoft), e também as produtoras de conteúdo (Disney, Time Warner, Comcast) e proprietárias dos sistemas de comunicação (AT&T, Verizon), só para citar algumas, configuram grande parte de quase tudo o que se vê – e, obviamente, o que não se deve ver. Estas corporações, por sua vez, são controladas por fundos de investimentos. Os investidores institucionais (Vanguard, BlackRock e State Street Global Advisors) são os que sempre estão manejando os trilhões de dólares, os mesmos que são os principais acionistas de 90% das empresas listadas no índice SP500.
Ou seja, os grandes veículos de comunicação estão monopolizados e o controle das maiores empresas do ramo no planeta estão sob controle do capital financeiro, através do poder de voto outorgado pelos pacotes acionários de alguns poucos fundos de investimentos, cuja única lógica é a expansão dos negócios.
O lucro dos investidores chega através dos dividendos e do valor das ações, que dependem, por sua vez, dos lucros de todas estas empresas. Em sua grande maioria, estes lucros e o valor de mercado dependem do número de usuários. Por isso, a lógica das empresas é arrebatar os usuários da concorrência, até liquidá-la. A estratégia dos investidores é colocar fichas proporcionalmente em todos os números, para não perder nunca. A lógica do monopólio é a do negócio e a lógica do negócio é o monopólio.
Isso mostra a mentira da “livre concorrência” e do “livre mercado” ou “livre comércio”, falácias, ficções sobre a qual está baseada toda a ideologia capitalista, que na verdade, em seu próprio fundamento, é absolutamente monopólica.
Neste lugar que costumamos chamar de “Nossa América” – que nunca foi e ainda não é “nossa” –, os grupos hegemônicos que controlam a maior parte dos meios e a opinião pública são mais provincianos, embora já se vislumbre a tendência de um aumento da participação estrangeira. Em muitos deles (Clarín, Globo, Cisneros, Santo Domingo-Valorem, González e Telmex), a maioria acionária é familiar. As poucas exceções são a Televisa (61% controlada por fundos de investimentos e bancos), o Grupo Prisa (com maioria acionária de um fundo abutre estadunidense, embora antes com maioria proprietária da família Polanco) e a Telefónica (controlada por bancos e fundos de investimentos). Ainda assim, todos difundem e utilizam os mesmos canais e conteúdos.
Esta é a ordem a subverter. Este é o firewall, a muralha a derrubar para que a comunicação seja democrática, feita por todos e para todos.
Eles e nós
Eles têm as licenças, a tecnologia, os canais, as leis, os jornalistas canalhas, o dinheiro inventado e mortífero da banca. Têm a censura, as notícias e as histórias falsas, têm os algoritmos, a propaganda e a confusão. São os donos da mentira, mas também os donos da verdade (como já dissemos), para não perder nunca.
E nós? Como vamos a derrubar a muralha?
Antes de tudo, devemos entender claramente as possíveis ações a tomar diante do dilúvio ácido da manipulação e do controle do monopólio.
Consumo
Nós lemos, assistimos, escutamos, consumimos informação, e – em maior ou menor medida – esta é a principal ação que realizamos diariamente. Mas, onde o fazemos é outra coisa. O monopólio quer que o façamos em suas milhões de sucursais. Nós podemos escolher consumir em outros lugares. Quanto mais consumamos dos “nossos” meios, menos consumimos dos deles. Está claro que isso tem seus limites, mas é imprescindível variar a proporção, combater a estupidez e a desinformação, estragar o negócio deles, em parte, negando a nossa colaboração.
Outro aspecto do consumo que devemos debater é: o que nós estamos assistindo, lendo, escutando, e para quê?
O monopólio oferece entretenimento, embora a repetição o torne maçante. Todos já sabemos que o protagonista rico vai se apaixonar pela empregada pobre e ter com ela algum filho ilegítimo, alguma bruxa malvada vai intervir na trama, ou algo nesse sentido. Tudo previsível. Com respeito à informação, eles se preocupam de entregar aos que pagam aquilo que eles querem. Por isso é desinformação. Inclusive a crítica às suas agendas é bem-vinda por eles, porque as instala, e as controla.
Por último, como nós consumimos essa informação? Devemos começar observando a intenção, que é o aspecto primário, e não o conteúdo em si, que é secundário. Exercitar um olhar atento diante do que se vê e se escuta, ver quem está dizendo e para quê está dizendo, é um bom anticorpo contra a manipulação.
Hoje, a consigna é a de que “os meios do monopólio são o ópio do povo”. Não quero nada deles! A melhor resposta, na verdade, é esvaziar os seus temas e modos de defender sua agenda. Para isso, temos que consumir nossas próprias agendas. E quais são elas? A dos direitos humanos: paz, distribuição do bem-estar, liberdade, equidade de gêneros e diversidade, só para mencionar os principais.
Reprodução
Esta é a segunda ação, numa escala quantitativa. Não só consumimos dados, também os reproduzimos. Compartilhamos postagens, reenviamos fotografias e vídeos, conversamos sobre certas coisas. Esta reprodução também pode estar colaborando com o regime monopolista, ou com os revolucionários da causa da democratização. Retransmitir agendas e fontes próprias daquela vertente na qual acreditamos é o que faz a diferença.
Produção
Esta é a parte mais linda, a mais criativa, a que permite que desapareçam as velhas barreiras entre o trabalho intelectual e o manual, a que torna realidade o sonho do artista que há em cada um. A produção de conteúdos nos transforma em atores, sujeitos, protagonistas da revolução. As novas gerações, nascidas em meio ao avanço vertiginoso da tecnologia comunicacional, consideram esses instrumentos digitais, que vão surgindo e se aperfeiçoando, quase que como suas próteses permanentes.
Entretanto, o sistema pondera positivamente sobre a atomização, a produção individual, isolada e ocasional, e isso não danifica nem agrega dados e minutos às suas arcas. Para vencer o firewall, necessitamos produção organizada, articulada, permanente e de caráter revolucionário.
Necessitamos criar e fortalecer rádios, canais de televisão, agências de notícias, sítios web e todos os tipos de meios nossos, que se constituam em alternativas reais ao monopólio.
Para que isso seja possível, é preciso haver alianças de comunicação poderosas, articulações que possam produzir de forma colaborativa, capazes de compartilhar e difundir o conteúdo massivamente.
O conceito é o de unidade na diversidade, para que cada meio influa em sua área de impacto real, e que assim possamos chegar a grandes números.
Necessitamos servir e nos servir das mudanças políticos que apostem em proibir a concentração de meios, e que ajudem a abrir a porta para um novo sistema, necessitamos que os militantes da mudança se sirvam dos nossos meios, numa aliança de reciprocidade.
Somos criticados por nosso caráter endógeno, por falar para os nossos, para os convencidos, mas na verdade sequer chegamos a eles, ou ao menos não tanto quanto os outros chegam.
Falar sobre o que queremos não é endógeno, se aproveitamos para fortalecer o seu alcance, para que sejam cada vez mais “os nossos”, o público para o qual falamos. Para isso, é preciso: quantidade, qualidade, protagonismo massivo dos jovens (isso assegura estilos e narrativas sintonizados com a época), organização horizontal e democrática, produção em todos os suportes, aperfeiçoar a técnica, atuar em rede mundialmente, capacitar. Finalmente, subverter a ideia de que o capitalismo voraz e a concorrência mortal são a única possibilidade de vida em comum para a espécie humana, e propor como alternativa uma vida com a maior coerência possível, através das alternativas que planteamos.
O objetivo é esclarecer, e chegar aos 99%, os oprimidos por um sistema de dominação doentio, que prioriza o dinheiro como motor e objetivo da vida. Avançar sobre a mentira e exigir um novo modo de existência. Criar um mundo novo é factível, a partir da utopia que se instala como imagem possível nas consciências de milhões de pessoas, sobretudo das e dos jovens. Também devemos contribuir para criar e difundir a utopia como única saída a esta civilização decadente de compra-venda.
Nossos meios de comunicação e sua articulação crescente são o meio para fazê-lo.
Javier Tolcachier é investigador do Centro Humanista de Córdoba, associado ao Centro Latino-Americano de Análise Estratégica (CLAE)
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