Vivian Trías, aportes al pensamiento de la izquierda sobre la cuestión agraria en el Uruguay

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Heber Freitas| Vivian Trías, profesor de historia en el Liceo de Las Piedras, historiador, ensayista, autor de libros y artículos de análisis de la realidad nacional, latinoamericana y mundial. Disecó las entrañas del imperialismo y su rol hegemónico en América Latina. Sembró como pocos las ideas que alumbraron el camino de la izquierda. Fue además un brillante legislador, de esos que no se olvidan y que la izquierda no ha recuperado.

Trías explicaba en sus clases y en sus escritos la importancia de llevar adelante una “reforma agraria”. Tema de debate a mediados del siglo pasado y problema pendiente, que hundía sus raíces en la política de tierras colonial, oligárquica y latifundista; atravesaba con cambios revolucionarios el período artiguista y se reestructuraba como un nuevo modelo latifundista, en el Uruguay de la modernización capitalista y la primera mitad del siglo XX.

Los diversos planes para “el arreglo de los campos” en el último tramo del dominio español no habían logrado resolver el reclamo de las familias desposeídas de la campaña. Las “mercedes” y la Real Instrucción de 1754, habían propiciado la concentración de tierras en manos de pocas familias casi todas ausentistas, apropiándose de latifundios improductivos.

La revolución artiguista heredó la problemática. Artigas vinculado a la campaña desde adolescente, conocía los problemas de esta y su gente. Siendo oficial de Blandengues estuvo con Azara y luego como Juez de Tierras en época de Elio. Su personalidad lo transformó en pleno desarrollo revolucionario en el Caudillo principal y Jefe de los Orientales. Desde el pique del alzamiento- explicaba Trías- comenzó a repartir tierras de los españoles junto con sus Comandantes. En 1815 expulsados los españoles se abría la disyuntiva para la revolución: las oligarquías portuarias de B.As y Mdeo creían que era tiempo de “ponerle fin a la revolución”. Esto significaba un cambio “revolucionario” epidérmico. Artigas desde Purificación en cambio dispone profundizar y radicalizar la revolución. La transformación pasaba por confiscar las tierras de los enemigos y premiar a los desposeídos que estaban dando su vida por la causa de la libertad. Trías enfatizaba: Artigas había entendido que el momento revolucionario era ese y apretaba el acelerador de la historia.

Era un momento histórico clave, Artigas había empoderado de derechos y de tierras a los más humildes; la oligarquía clamaba contra esa “anarquía” que Barran describe como “el miedo a la revolución social”(1) al tiempo que promovía la invasión lusitana que lograra detener el reparto revolucionario;  Artigas, además, había puesto en marcha un proyecto nacionalista y popular que paralelamente articula lazos confederales con Entre Ríos, Misiones, Corrientes, Santa Fe y Córdoba conformando la Liga Federal a cuyo frente gobierna como Protector de los Pueblos Libres. En pocos meses promulga el Reglamento de Puertos, el Reglamento de Aranceles y el Reglamento Provisorio de Tierras, símbolos del triunfo de un proyecto al servicio de los pueblos frente al de la oligarquía portuaria y los intereses de las potencias extranjeras. Era un proyecto auténtico, alejado del liberalismo económico europeizante sostenido por los patriciados rioplatenses. “Artigas concibe un Estado intervencionista –dice Trías- que regula el comercio, protege la industria doméstica, reparte las tierras; el Estado es el instrumento popular para forjar la independencia y el progreso”. “Un conjunto de ideas que convierte su acción y su pensamiento en algo coherente y orgánico, una verdadera concepción; es el conjunto de ideas que integran su doctrina y configuran soluciones realistas y visionarias para los problemas de su tierra y su tiempo”(2).

Vivian Trías tomaba este antecedente profundamente revolucionario, americano, integrador como plataforma para proponer los cambios que debían realizarse a partir que la izquierda tomara el gobierno (¿el poder?). Recogía también los antecedentes rioplatenses del siglo XVII donde se había desarrollado un modelo de comercio interregional y producción especializada, con redes comerciales y burguesías locales en cada ciudad-cabecera del interior profundo. Respuesta rioplatense al aislamiento del modelo colonial español de monopolio y puerto único. Z. Moutoukias(3) lo describe y fundamenta demostrando que era posible iniciar un camino que rompiera con la dependencia del control imperial; que en ese siglo el 90% de lo que se comercializaba y consumía en el Río de la Plata era producción local, desmintiendo el viejo aserto tradicional que el contrabando había sido la respuesta fundamental al desabastecimiento y que no había condiciones para desarrollar producción y talleres preindustriales. Esta experiencia va a ser devastada por las reformas liberales del reformismo borbónico y las políticas liberales del centralismo porteño. El camino artiguista en cambio, era recoger esa experiencia de protección al trabajo y la producción local y sus reglamentos lo confirman.

Vivian Trías rescataba legítimamente el programa revolucionario artiguista para la izquierda en una dimensión que los partidos tradicionales ignoraron. Reescribió la historia de la figura del “héroe nacional uruguayo”, imagen hierática, de bronce y mármol despojado de su programa social y agrario, e instaló al Artigas caudillo popular auténtico, “conductor y conducido”(4) que ilumina el camino de los cambios sociales que 150 después los sectores populares siguen reclamando. Trías desde sus textos, desde sus clases, desde su banca parlamentaria marcaba el sendero de la izquierda; muestra “la realidad viva de la reforma agraria… descubre la ruta de la liberación”(5). Vivian Trías estaba demostrando que el artiguismo no era solo un recuerdo, sino un programa vivo.

En un artículo reciente Martin Buxedas(6) analiza la realidad uruguaya comparándola con década de los 60. Allí refiere a los documentos fundacionales del FA y a los pensadores marxistas que identificaron al núcleo de familias que históricamente controlaba el Estado, la concentración de la riqueza y sus vínculos con los inversores extranjeros. El autor afirma “La principal referencia sobre el tema es la obra de Vivian Trías “Reforma Agraria en el Uruguay”, publicada originalmente en 1961…”. Esta investigación de Trías(7) desnudaba el rol “de las 500 familias” e identificaba a la oligarquía criolla como la responsable de la crisis económica y de sus consecuencias sociales. “Los miembros de la oligarquía se unen entre sí de diversas maneras, pero dos de ellas se destacan por su frecuencia: los lazos familiares y la constitución de sociedades o grupos financieros. Estos dos modos de juntar intereses se confunden y mezclan en proporciones muy variadas”(8).

Comparaba con los enemigos del artiguismo y afirmaba desde su banca parlamentaria: “Yo quiero decir que esta situación se repite en nuestros días. En el Uruguay, actualmente, existe también una oligarquía con otros nombres (…) Si entonces eran los Maciel, los García de Zúñiga, los Martínez de Haedo, hoy podrían ser los Mailhos, los Santayana, etc. Una oligarquía que acapara la tierra en la forma más atrasada. Que acapara el comercio interno y exterior. Que acapara el crédito, los monopolios industriales. Que tiene en sus manos todos los factores de la economía nacional y que impide a través del tiempo que los hombres humildes que desean trabajar la tierra y procesarla en sus niveles más avanzados del punto de vista técnico y desarrollar realmente la economía agraria al servicio de la nación y del pueblo…”(9).

Como dice Buxedas, “después de Trías la izquierda dejó de mencionar la concentración de riqueza y a la oligarquía”. M. I. Moraes coincide en que “a fines del siglo XX el tema ha perdido atractivo y han aparecido apenas algunas contribuciones recientes”(10). En “La reforma agraria en el Uruguay”, Trías denunciaba con nombre y apellido en una larga lista todas las familias poseedoras de más de 2.500 hectáreas y la superficie que cada una poseía. Se alarmaba “que había identificado que los capitales extranjeros explotaban 90.000 hectáreas”.

La realidad actual es muy otra, hacia 2014, dice Buxedas “la compra por parte de los inversores extranjeros es de unos dos millones de hectáreas: 12% de la superficie total. Que 27 inversores extranjeros concentran 1.6 millones de hectáreas…”. A dicha superficie se deben agregar los millones de hectáreas que además arriendan esos inversores que orientan sus negocios a la explotación forestal y la soja. Solo 2 empresas extranjeras controlan medio millón de hectáreas!! Es una tendencia a la concentración hija de los últimos 15 años, así como la reducción del número de productores. Estas manifestaciones no tuvieron respuestas suficientes ni adecuadas de los gobiernos de ese período.

Otras cosas también cambiaron, el vínculo que Trías expuso entre los propietarios de la tierra y la banca nacional ya no existe. Hoy el control de la riqueza ya no está exclusivamente en manos de aquella oligarquía criolla. En pocos años se ha abierto un cauce que parece ilimitado para los inversores extranjeros. La inversión extranjera directa se ha extendido exponencialmente al sector financiero y a las empresas nacionales. Buxedas estima que esa presencia extranjera en estos 15 años se multiplicó por 8 y concentra cerca de la mitad de las empresas que eran de uruguayos. Moraes se pregunta “lo poco que sabemos sobre los nuevos dueños de la tierra y el capital invertido en el campo, hace empalidecer el poderío de la antigua clase alta rural”.

¿Qué fue lo que no cambió? Vivian Trías lo identificaba como la “constelación del latifundio”: “El Uruguay cumple, en el sistema imperialista, el papel de proveedor de carnes y lanas baratas, y éstas se obtienen en los cuadros del capitalismo colonial, mediante la ganadería extensiva (latifundio) y la intensa explotación de la mano de obra. Esta es la médula de nuestro estatuto colonial y, por ende, de nuestro subdesarrollo”(11). En los últimos años podríamos agregar la actividad agrícola y forestal extensiva; así como los impactos ambientales que dichos cambios provocan.

El Estado uruguayo ya no es el Estado intervencionista en la economía, en los últimos años se retiró de las actividades productivas mediante el cierre de empresas estatales o las tercerizaciones. El gobierno ha marcado su presencia solo en el sector financiero, olvidando su participación y estímulo a las actividades productivas; Han quedado en “modo espera” los objetivos fundacionales del programa de 1971, como la nacionalización de la banca y la reforma agraria, temas sobre los cuales no se debate. La tenue presencia del Instituto de Colonización pasa casi inadvertida interviniendo en estos años del nuevo siglo, en no más de 100.000 hectáreas, mientras las sociedades anónimas extranjeras acumulan millones.

La izquierda debería preguntarse por qué, pues todo esto ocurre mientras el Frente Amplio está en el gobierno. Seguramente si Vivian Trías estuviera, no permanecería en silencio.

Notas

  1. Barran JP, La independencia y el miedo a la revolución social. 1986, Revista de la Biblioteca Nacional
  2. Trías, Vivian, las montoneras y el imperio británico, Montevideo, 1961, Ediciones Uruguay
  3. Moutoukias, Z. Contrabando y control colonial en el siglo XVII. 1988, Centro Ed. Am. Latina
  4. Barran J.P. , Artigas del culto a la traición, Brechas de la historia, 1996
  5. Trías, op cit.
  6. Buxedas, Martin, La riqueza y el poder. ¿Dónde está la oligarquía? hemisferio izquierdo, julio 2016
  7. Trías, Vivian, la reforma agraria en el Uruguay, en Obras de Vivian Trías, tomo 7, EBO,1990
  8. Trías, V, op cit.
  9. Trías, V, op cit.
  10. Moraes María I. La cuestión agraria en el Uruguay. Una reflexión a partir de la historiografía. Hemisferio izquierdo. nov 2016
  11. Trías, Vivian op cit.

* Profesor de Historia en el Instituto de Profesores Artigas y en el Instituto Magisterial de Uruguay. Fue profesor de Historia y director en Enseñanza Secundaria. Maestrando en Historia Rioplatense, FHCE, Universidad de la República. Publicado en Hemisferio Izquierdo

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