Virus, mercado y guerra: la contradicción entre modelos de codicia y los que cuidan la vida
Las crisis provocadas por grandes desequilibrios económicos, conflictos armados, catástrofes naturales o desastres epidemiológicos exponen las vulnerabilidades y las fortalezas de las instituciones. Durante los periodos de gran inestabilidad se producen situaciones de disputa en las que se rivaliza por nuevos posicionamientos relativos, tanto a nivel geopolítico como doméstico. Las situaciones de confusión y de debilitamiento son momentos en los que diferentes actores sociales, empresariales y/o políticos también buscan alcanzar ventajas o, al menos, limitar sus pérdidas.
Estados Unidos posee la quinta parte de los contagiados a nivel mundial. Más de 244.000 habitantes de ese país, la mitad de ellos en el Estado de Nueva York, son víctimas de contagio del Covid-19. Donald Trump asumió públicamente la posibilidad de sufrir 200.000 muertes en el lapso de los dos próximos meses. Los centros de salud del país más poderoso el mundo –en términos de PBI y capacidad bélica– se encuentran colapsados.
Frente a esta compleja realidad, el magnate neoyorquino devenido primer mandatario intenta desviar la atención del desastre sanitario imponiendo en la agenda el conflicto con Venezuela con el objetivo de darle continuidad a su carrera electoral de noviembre de 2020. En la misma semana en que Washington reconoció el probable desastre sanitario, Trump anunció el despliegue de tropas frente a Venezuela para combatir al narcoterrorismo, apelando al rancio apotegma de la guerra como válvula de escape frente al caos producido por la pandemia.
La ofensiva contra Venezuela tiene además una explicación de índole electoral: Florida es uno de los Estados clave para la próxima elección de noviembre y uno de sus referentes republicanos, el senador Marco Rubio, comprometió su apoyo a Trump si este último contribuye al hostigamiento de La Habana y Caracas. El acuerdo de cara a las elecciones explica las declaraciones de Mark Milley, jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas, el último martes.
“Hace un tiempo obtuvimos información de Inteligencia que asegura que los carteles de la droga, como resultado del Covid-19, iban a tratar de aprovechar la situación e intentar infiltrar drogas adicionales en nuestro país”, señaló. Por su parte, el secretario de Defensa Mark Esper dijo que las fuerzas militares fueron enviadas al Océano Pacífico oriental y al Mar Caribe para impedir la libre circulación de los carteles. Sin embargo es sabido que el 80% del narcotráfico que llega a Estados Unidos proviene de Colombia, Perú y México
. El 20% restante, de Paquistán, Afganistán y el sudeste asiático. Se estima que la comercialización de estupefacientes alcanza los 300.000 millones de dólares anuales y un 60% de ese monto es sufragado por consumidores de Estados Unidos. Gran parte del lucrativo negocio, además, es lavado en guaridas fiscales y casinos emplazados en ese mismo país.
Para disimular la vulnerabilidad de un sistema político que durante más de un siglo se ha mostrado como paradigma exportable de eficiencia, supremacía científico-tecnológica y superioridad bélica, el Presidente de Estados Unidos apela a las soluciones potenciales que ofrecen los CEOs de las grandes corporaciones, quienes prometen reconvertir sus fábricas vacías e inactivas en gigantescas plantas productoras de ventiladores para terapia intensiva.
Al tiempo, varios Estados se desesperan por adquirirlos en China, Rusia y Alemania. Ante el agotamiento de los suministros médicos (escasez de equipos de protección, máscaras, alcohol en gel, pruebas de detección y respiradores) Trump instó a los gobiernos estatales a negociar en forma directa con los proveedores.
Libertad de mercado
El último miércoles, el Washington Post (WP) confirmó, a través de una fuente confidencial del Departamento de Seguridad Nacional, que la Casa Blanca conminó a los jefes estaduales a negociar por sí mismos en un “mercado global desenfrenado, plagado de especulación, con grandes aumentos de precios». Esta situación motivó una insólita competencia entre Estados por respiradores mecánicos, que se expandió por todo el mundo.
El último jueves los matutinos franceses informaron que funcionarios de Estados Unidos se agolpaban en los aeropuertos de Shanghai para arrebatar insumos médicos comprometidos inicialmente para el aeropuerto de París. “En la pista, los estadounidenses intentan pagar en efectivo tres o cuatro veces el precio de los pedidos con el objeto de arrebatarnos el embarque”, manifestó Jean Rottner, premier de Grand Est, una de las regiones más afectadas por el brote de coronavirus.
El sistema político promovido desde Wall Street, ofrecido como ejemplo internacional durante gran parte del último siglo, ha despedido 10 millones de personas en una semana, sin otorgarle indemnización alguna. Ese número multiplicó en un 500 % lo sufrido por los trabajadores de ese mismo país durante la crisis de 2008, cuando el viscoso sistema financiero generó la quiebra de miles de empresas y el posterior salvataje estatal de los bancos, las grandes empresas y las aseguradoras.
Durante los últimos tres años, los republicanos redujeron en forma despiadada la gran mayoría de los programas contra la pobreza, volvieron a liberalizar las pocas medidas de protección de los asalariados y redujeron el salario a costa de atemorizar a los inmigrantes, que se dispusieron a trabajar más horas por igual o menor salario. La pandemia se desencadena en un espacio de desigualdad estructural donde la flexibilidad laboral y el trabajo precario han desestructurado la sociedad en su conjunto, destruyendo su tejido social.
Este es el caso de Detroit, la ciudad más grande del Estado de Michigan, otrora centro neurálgico de la industria automotriz, sede de la desmantelada producción de las empresas General Motors, Ford y Chrysler, donde un tercio de su población vive en situación de pobreza. La doctora Teena Chopra, profesora de enfermedades infecciosas en la Universidad Estatal de Wayne, que en la actualidad coordina la atención a enfermos de coronavirus, manifestó el último lunes: “Las altas tasas de desventaja social y las mayores co-morbilidades hacen que la ciudad de Detroit sea más vulnerable al Covid-19.
Estas son las razones por las cuales Detroit, en lo que respecta a las predicciones, muestra una curva más pronunciada que Nueva York en lo que respecta a contagios. (…) Somos más vulnerables debido a la alta incidencia de la pobreza, la falta de suministro de agua y el hecho de que tenemos bajas tasas de alfabetización”.
Mientras millones de personas pierden sus empleos y el respectivo seguro de salud proporcionado por los empleadores, se ha decidido no reabrir la inscripción al sistema de Cuidado de Salud de Bajo Precio, institución que atiende a quienes carecen de medicina privada o financiada por las empresas contratistas.
La diputada demócrata por Texas Verónica Escobar ha denunciado que “esta no es solo una decisión escandalosa, sino que también es una condena a muerte. (…) Hace unas horas Donald Trump anunció que deberíamos esperar entre 100 y 200.000 muertes en los Estados Unidos. Para aquellos que no poseen seguros médicos, esto es fatal. Es hora de poner fin a esta guerra sin sentido contra la atención médica”.
En 2018 la revista Forbes publicó los resultados de un relevamiento nacional sobre los usos de los servicios de salud, diseñado por la Universidad de Chicago. Allí se consignaba que un 44% de los y las estadounidenses evitaban las consultas médicas debido al alto costo de la atención sanitaria, pese a sentirse enfermos o lesionados”. Otro 32% “no compró medicamentos recetados, debido a su alto costo”.
Apuestas de muerte
La ausencia de regulaciones respecto a los despidos muestra que la crisis probablemente supere los peores indicadores sufridos durante la Gran Depresión de 1929. Sin embargo, el líder de la mayoría republicana del Senado advirtió que no iban a aceptar el regreso de las políticas keynesianas similares a las implementadas por Roosevelt durante el New Deal.
Para legitimar lo que se avecina, varios referentes de la derecha supremacista han citado al ensayista británico Toby Young, quien ha cuestionado el denominado rescate económico de 2, 2 billones de dólares dispuesto por Washington: “Es un error gastar esa cantidad de dinero para extender la vida de unos cientos de miles de personas mayores con problemas de salud subyacentes en uno o dos años (…) Es necesario abrir la economía porque esas muertes son un mal menor, un daño colateral doloroso”.
Para contribuir a esa misma lógica, el gobierno de Trump ha dispuesto con una orden ejecutiva la incorporación de los negocios de venta de armas a la lista de servicios esenciales que deben permanecer abiertos durante la etapa de aislamiento, junto a los de alimentos, farmacias y suministros médicos. “En lugar de tomar medidas para frenar la violencia armada –criticó Ernest Coverson, director de la campaña End Gun Violence (EGV) de Amnistía Internacional—, el gobierno federal ha priorizado nuevamente la posesión de armas sobre el derecho básico a vivir en condiciones de seguridad”.
Las ventas de armas se han incrementado desde que el coronavirus comenzó a extenderse, en el marco de una situación de pánico frente a potenciales desbordes sociales y hurtos motivados por la carestía, la especulación y las potenciales situaciones de desabastecimiento. EGV informó que sólo en Oklahoma se constató un 800% de incremento en las ventas gracias a la medida gubernamental de declarar como servicio esencial la comercialización de armas.
Los Estados Unidos cuentan con 330 millones de personas, 82 millones de jornaleros contratados por hora y 28 millones sin seguro médico. En el último número de la prestigiosa revista Foreign Affairs, uno de sus analistas más renombrados, Mark Blyth, conjetura que “Trump y quienes lo rodean parecen estar dispuestos a apostar unos pocos millones de vidas para salvar sus activos, apostando a que el sistema de atención médica siempre podrá cuidar de ellos y del resto de la élite norteamericana”. Una opción demasiado arriesgada para quien se presenta como modelo dentro del sistema democrático a nivel mundial.
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*Sociólogo, doctor en Ciencias Económicas, analista senior del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la). Nota publicada en elcohetealaluna.com