¿Y si vamos a lo nuestro? Reflexiones no apresuradas de un militante

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Luis Wainer

Hace algunas semanas nos desayunamos –al menos, algunos, asomamos a pensar- con que el establishment había puesto (auspició / promovió) a sus candidatos, en defensa de un programa de ajuste. Programa básico: aplicar el ajuste fondomonetarista, negociar colaboraciones variopintas (por ejemplo, de las burocracias sindicales) como un modo de contener la conflictividad social, que se precipita, naturalmente.

Fundamentalmente esos candidatos eran Horacio Rodríguez Larreta y (por más que nos pese) Sergio Massa. Y en última instancia Patricia Bullrich, sobre todo por los niveles de conflictividad social que su figura supone.

 | Foto:Cedoc
Rodríguez Larreta y Massa

Pero al ser tan profundo el nivel de descomposición social, sin embargo, este esquema de contención no alcanza. Ni la derecha partidaria “clásica” ni el peronismo en su faceta de partido del orden, ofrece legitimidad para contener. Ni siquiera la dimensión que varias veces salvó las ropas a una burguesía/oligarquía amenazada (el recurrente Pacto Social o Gran Acuerdo Nacional) encuentra asidero, siquiera, en la composición actual de la partidocracia nacional. Allí Milei.

Parte importante de nuestro pueblo se le para de manos a las salidas organizadas que ofrece el poder económico. Y vota a Milei. ¿Hay rebeldía? Claro. ¿Se volvió de derecha? No necesariamente. A ese voto, le importa menos su programa y sí su condición cotidiana, y le extiende una factura a la política. Sobre todo, me importa decir, con razón, a la nuestra.

Milei absorbe el vacío de crítica política a este enjambre (deterioro agravado de las condiciones de vida, clase política abstraída de la vida cotidiana de grandes mayorías, oportunidad organizada activamente en el discurso mediático del poder económico). Y un poco, por qué no, de un acumulado, también, de disciplinamiento militante.

¿Absorbe por derecha? Sí, pero ese no es el dato, más allá de la coyuntura.

La reacción no es fascismo, ni micro fascismo (ni nada de esas elaboraciones que nos gustan a los estudiosos); independientemente de la centralidad de una narrativa que alumbra varios y razonables temores en ese sentido. ¿El programa de Milei, es fascista en lo político? Claro. Pero la reacción que coyunturalmente lo hace propio, se caracteriza por ese hartazgo exacerbado que cuando cala sobre la falta de esperanzas, irradia lo peor de nuestra condición: “me chupa un huevo lo colectivo, las minorías, y las explicaciones”.

“Porque los que me hablan de eso, en general, poco les importa los años que llevo viviendo como vivo”. Inclusive, pudieran decir otros que no viven del todo o nada mal, sobre el campo de la política: “no ofrecen un solo gesto que suprima privilegios en relación a un discurso que los denuncia”. Suprimir privilegios no es lo cuantitativo, es un gesto, que también es una referencia política.

Aun cuando el discurso también es “la política”; también en él, como en otros ámbitos de la vida, lo que se dice debe llevarnos al “por qué se lo dice”, “a quién” y “bajo qué condiciones”.

¿Que no se agota la reacción en eso? Lo sé. Que se entrelazan más variables, también. Y que componen acciones y sensaciones más indescifrables. Claro. Pero si comenzamos por darle centralidad al “a quién/es le hablan” y “por qué lo dicen”, posiblemente la cosa camine un poco mejor. La literalidad no es buena consejera en ninguna de sus formas. Mucho menos en tiempos de enojos, reacciones exacerbadas y actores políticos que las convocan.

Todo esto que nos abruma, es posible por medio de un gran vacío del campo popular (un acumulado de inconsistencia entre discurso y realidad) más una tendencia de abstención de hace unos cuantos años, de la que poco se quiso decir. Una primera aproximación: los votos que se van son “nuestros”. Dicho mejor: son los que perdemos por querer representar programas ajenos. Y por querer burlar reacciones que rápidamente nos gusta calificar.

De nuevo: no siempre importa qué dicen o cómo (nos) lo dicen. Muchos de esos votos a Milei, muchos, antes estaban de este lado, y no necesariamente pensaban tan distinto a cómo piensan. No pierdo de vista otras “novedades” que trae este voto, como, por ejemplo, lo generacional. Pero solo eso, explica poco. Volvemos a algo tantas veces referenciado: aun en la etapa de oro del kirchnerismo, cuando era una máquina de ganar elecciones; aun allí, continuaba (mos) siendo una minoría político-cultural. La batalla en ese campo, aun, por entonces, muy embrionariamente, una vez más, comenzaba, apenas, a desplegarse. El contrapeso, exitoso, por cierto, eran las acciones, la política.

Inclusive con reveses: elecciones 2009, 2013, 2015, 2017, 2021. La de 2021 (en la que había que parar la mirada y mirar y mirar) y la de ahora, traen dos grandes novedades por acumulación: la abstención (sobre todo su carácter cualitativo) y un “peronismo” que ahora unificado, pierde elecciones.

El abstencionismo total (no voto + en blanco + nulos + impugnados) suma aproximadamente el 35% sobre el padrón total. Primera mayoría. Recalculando los porcentajes obtenidos en función del padrón electoral, y no en función de los votos afirmativos, el resultado de Milei es del 20%, el de JxC 19%; y el de UP del 18%.

Ese 18% o 27% de UP (según cómo se quiera mirar al dato) aun con todo puede llegar a la segunda vuelta. ¿podremos tomar nota de cómo sí y cómo no? Está claro lo que representan Milei o Bullrich para el país, y que el canal con el pueblo será la violencia, el señalamiento, el escarnio. Pero caro favor les hacemos si allí se posa el foco, y no en descifrar por qué se los vota a ellos, por qué se nos cuestiona a nosotros.

El dúo fracaso: Alberto Fernández y Sergio Massa se reunieron en Olivos - Expreso News
El dúo fracaso: Alberto Fernández y Sergio Massa

Un gobierno que ajusta el cinturón no puede componer un discurso contra el ajuste. No solo porque no resulta consistente y en consecuencia enoja, sino porque se sigue (ya es tarde para este punto) dando aire a tales candidatos.

Para cerrar, todas obviedades:

Hay que hablar de lo propio. Y hay que hablar del futuro. Es una contienda electoral en donde se juega a ganar.

El Programa se expone cuando se gobierna. Mientras se gobierna, se lo explica, mientras se lo cumple.

Allí se enfrentan los modelos y se revisa la historia, todo lo que la hora demande. Y allí también se rectifica de cara al pueblo.  Hay margen para eso –en el mejor de los casos- cuando la gente te cree.Elecciones PASO 2023 en Argentina: cuál es el sitio web para seguir los resultados oficiales minuto a minuto - LA NACION

Y allí se debe ser muy celoso, puntillosos en representar las expectativas convocadas.

En el ahora, hay que consustanciarse con lo que le pasa a nuestro pueblo, sentarse en su mesa, hablarles menos de los otros y más de un nosotros del que tienen que sentirse parte. Que los contenga en la necesidad de sus soluciones concretas, inmediatas.

La burla sobre la pedantería y sobreactuación de los otros, es también hacia muchos compatriotas que por medio de esos otros (y a pesar de ellos) se expresan.

Hay margen para eso –en el mejor de los casos- cuando la gente te cree.

Y allí se debe ser muy celosos, puntillosos en representar las expectativas convocadas. En el ahora, hay que consustanciarse con lo que le pasa a nuestro pueblo, sentarse en su mesa, hablarles menos de los otros y más de un nosotros del que tienen que sentirse parte.

Que los contenga en la necesidad de sus soluciones concretas, inmediatas.

La burla sobre la pedantería y sobreactuación de los otros, es también hacia muchos compatriotas que por medio de esos otros (y a pesar de ellos) se expresan.

*Sociólogo, Doctor en Ciencias Sociales., colaborador del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)

 

 

 

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