La inserción laboral en la región, y la resiliencia (o el pretexto de la flexibilidad laboral)
Eduardo Camín
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT) llamaron a los gobiernos de la región a adoptar medidas urgentes para apoyar la reinserción laboral de mujeres y jóvenes, los segmentos más vulnerables de las sociedades de la región y, al mismo tiempo, favorecer las condiciones para la creación de empleo decente, sobre todo entre las micro, pequeñas y medianas empresas.
En un informe conjunto, los dos organismos de la ONU indican que a mediano plazo y en el actual contexto de crisis, será necesario implementar reformas que permitan avanzar hacia mercados laborales más resilientes, acompañando las medidas de reactivación con programas para favorecer el paso de la informalidad a la formalidad laboral, junto a un rediseño de la protección social.
El concepto de resiliencia se ha convertido, en forma lenta pero firme, en un tema de gran interés para la Academia. En los últimos años se han llevado a cabo numerosas investigaciones en torno a ella, en el intento de conceptualizarla, esencialmente en psicología con el objetivo de utilizarla tanto en la prevención como en el tratamiento de distintas patologías.
De ahí se generó el siguiente paso: cocinarla en todas las salsas, y hoy se ha transformado en la palabra fetiche a lo largo y ancho de todas las ciencias, incluyendo una gran parte de los informes internacionales, así como el caballito de batalla de muchas organizaciones de diferentes colectivos sociales, que se sirven como un concepto esencial, que abarca todo, pero que en el fondo, a nuestro entender, no define nada.
Según el informe, durante 2021 la recuperación y creación de empleo ha sido parcial y más lenta que la reactivación en la actividad económica observada. Si bien se prevé que el año cerrará con un crecimiento económico del 5,9% para la región, este no será suficiente para recuperar el nivel del producto ni de empleo registrado en 2019. Por lo tanto, los mercados laborales habrán enfrentado su segundo año de una crisis sin precedentes.
Durante el primer semestre de 2021 se registra un aumento en la tasa de participación laboral (que llegó al 60,0%, es decir 2,7 puntos porcentuales por debajo de los niveles del mismo período de 2019) y una recuperación del empleo, aunque sin alcanzar los niveles observados previo a la pandemia (la tasa de ocupación alcanzó 54,0%, todavía 3,4 puntos porcentuales por debajo de la observada en el mismo período de 2019).
Como resultado, la tasa de desocupación se ha reducido levemente con respecto al segundo trimestre de 2020 pero aún se mantiene 1,7 puntos porcentuales por encima de mismo trimestre de 2019, alcanzando 10,1% en promedio. Por otro lado, las brechas de inserción laboral entre hombres y mujeres se han profundizado en 2021, y las mujeres presentan una reinserción laboral más lenta y enfrentan más dificultades para encontrar trabajo.
La recuperación del empleo se ha constatado principalmente entre los trabajadores por cuenta propia, mientras que el empleo asalariado aún se encuentra rezagado, lo que sugiere que el aumento de la tasa de ocupación está asociado a una menor calidad del empleo. A su vez, la dinámica inflacionaria observada en los primeros seis meses del año podría tener un impacto negativo en la remuneración real de los trabajadores y, por lo tanto, en el consumo de los hogares.
“Dada la lenta recuperación de los mercados laborales, las políticas para dinamizar el empleo siguen siendo muy pertinentes y el desafío es avanzar tanto en la creación de nuevos puestos de trabajo, como en evitar la destrucción de las fuentes actuales de empleo”, señalan Alicia Bárcena, Secretaria Ejecutiva de la CEPAL, y Vinícius Pinheiro, Director de la Oficina Regional de la OIT para América Latina y el Caribe, en el prólogo del documento.
El informe hace un balance de las medidas de mantenimiento de puestos de trabajo implementadas en la región principalmente durante 2020, las que probaron ser eficaces para disminuir la caída del empleo. El diseño de estos programas incluyó principalmente requisitos vinculados al salario y al uso del salario mínimo como referencia para determinar el monto del beneficio, con lo que se orientaron principalmente a los trabajadores asalariados formales de menores ingresos.
Sin embargo, la alta incidencia de la informalidad y la ausencia de seguros de desempleo en varios países hicieron más compleja la tarea de diseño e implementación de estos programas de soporte económico para grupos vulnerables.
En tanto, en 2021, en un contexto de recuperación incipiente con medidas de confinamiento más puntuales, de menor duración y cobertura geográfica, se inició la transición hacia otro tipo de políticas, en particular los subsidios a la contratación, siguiendo la misma secuencia de los países más desarrollados. En algunos casos, conforme la vacunación ha avanzado, estos subsidios se han focalizado en los sectores y grupos que fueron más afectados por la pandemia, y buscan beneficiar a jóvenes y mujeres, especialmente de baja calificación.
Según CEPAL y OIT, se aprecian similitudes entre los países respecto de algunas condicionalidades de los subsidios vinculadas al pago de impuestos y la formalización del empleo. Sin embargo, debido a restricciones presupuestarias y debilidades en la institucionalidad laboral, no todos los países de la región cuentan con programas específicos para incentivar nuevas contrataciones. En ese sentido, la continuidad de estos instrumentos de políticas de empleo para esta crisis y las que puedan desencadenarse en el futuro supone un gran desafío, concluyen ambas instituciones.
Entre eufemismos y sinonimos una cierta negación de la lucha de clases
Aunque la definición de la Real Academia Española señala que la resiliencia es la capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos, también establece una serie de sinónimos marcados por la flexibilidad, la capacidad de adaptación, resistencia, elasticidad, fortaleza, solidez… Todas estas palabras se pueden utilizar como sinónimos de resiliencia.
Hoy día se nos enseña, que la inteligencia no se mide por el cociente intelectual, sino por la capacidad de adaptación. Al parecer las personas menos resilientes son las que siempre están mirando atrás, al pasado. Entonces se neurotizan y se producen depresiones por problemas de adaptación. Todo esto se engloba en la actitud, como factor multiplicador.
Se nos dice que, la actitud positiva te hace crecer. En cambio, la gente que siempre ve «el vaso medio vacío» tiene mucho estrés, se queja de todo, aunque trabaje por un salario de miseria en un empleo precario … ¿Y de que se queja, si tiene trabajo?
La resiliencia en el marco de relaciones capitalistas es ante todo un eufemismo de flexibilidad laboral y mercantilización de la naturaleza, un mecanismo para continuar fomentando la injusticia social, con rebajas salariales y la degradación medioambiental. Una innovación psicológica para asegurar la docilidad y complicidad de la clase trabajadora ante los desmanes y fechorías del capital, cuyo mensaje subliminal es el de aceptar, la realidad que no puedes cambiar. Cuando te resistes y no aceptas la situación, sufres el doble y no puedes avanzar.
En definitiva se nos invita a una estrategia para incrementar los niveles de corrupción de las relaciones capitalistas, es decir, la capacidad y habilidad de evadir las regulaciones sean estas laborales, sindicales, de competencia, ambientales, de derechos de los consumidores y las responsabilidades de los daños sociales y ecológicos causados.
A mayor capacidad resiliente de las clases sociales explotadas, mayor capacidad corrupta de las clases explotadoras. La legalidad del trabajo asalariado ya no es suficiente para mantener las contradicciones del proceso de acumulación capitalista.
De esta manera la conciliación de clases se transforma, elaborando una aceptación y tolerancia social de la corrupción mediante una identificación (ficticia) del explotado con su explotador. Desarrollando un síndrome de Estocolmo que a escala global es el objetivo de la operación resiliencia
Pero cabría preguntarnos ¿cuál es el límite a partir del cual ya no podemos hablar de resiliencia sino de destrucción, aniquilación? Nos parece que hay un uso ideológico, nada inocente, de la capacidad resiliente de las personas y el medio natural para prolongar la vida bajo las tensiones y contradicciones inherentes al capital, y no solo de los conflictos sociales, legalmente aceptados y “democráticamente” votados.
La nueva fase de expansión capitalista neoliberal tras las políticas de austeridad ya no es la conquista del espacio material, sino del inmaterial. Los espacios mentales alienados son el nuevo territorio en el que desembarcan los procesos neocoloniales del imperialismo capitalista. El sometimiento feliz de toda criatura a la graciosa voluntad del capital, introduciendo en nuestras mentes su fantasía resiliente. En realidad percibimos soslayadamente otra lectura de la realidad de los Informes.
*Periodista uruguayo acreditado en la ONU- Ginebra .Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)
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