Argentina: El dólar se va, se va, el gobierno se queda
Juan Guahán|
Otra vez el dólar vuelve a ocupar el centrop de la escena económica argentina. En el horizonte hay nubes, que presagian tormentas. Como en la metáfora acerca de qué fue primero, el huevo o la gallina, aquí se duda si la causa es política o económica. Lo cierto es que uno de esos aspectos fortalece al otro y –de todas maneras- la desconfianza es la clave para entender a ambos.
Los problemas derivados de cuestiones tan elementales, como una economía parada y el trabajo que escasea o se pierde, terminan generando desconfianza sobre el sistema político y sus protagonistas. A su vez, la falta de confianza política interfiere en el desarrollo de los planes, propuestas y medidas económicas.
Cuando llegamos a puntos críticos el tema se manifiesta a través de nuestra moneda más real, efectiva y reconocida que, guste o no, es el dólar. Es bueno recordar la necesidad de ese dinero para mantener, entre otras cuestiones, las necesidades del pueblo y la compra de los bienes imprescindibles para mantener en funcionamiento el aparato productivo.
Más allá de los avisos que se veían planteando, en estos días, el Presidente Alberto Fernández fue anoticiado que el país se estaba quedando sin dólares. Las reservas son del orden de los 42,5 mil millones de dólares, cifra lejana a los fondos líquidos y disponibles.
Porque unos 12 mil millones forman parte de encajes bancarios que garantizan los depósitos existentes; otros 22.500 millones se corresponden a los swaps chinos, DEG del FMI y préstamos internacionales.
Ccerca de unos mil millones pertenecen a la Caja del Tesoro del Banco Central. Restan unos siete mil millones de dólares, de reserva netas, pero cerca de cuatro mil millones están en oro, de modo que el líquido que se puede utilizar para financiar importaciones y cubrir otras demandas de dólares, rondaría los tres mil millones.
Es una cifra insignificante si se tiene en cuenta que se han perdido unos siete mil millones desde el inicio de la pandemia del Covid 19 y que en la primera quincena de setiembre ya se han “ido” cerca de mil millones con destino a cubrir las compras de los 200 dólares por persona y por mes, que estaban permitidos. En agosto, practicaron esta modalidad unas cuatro millones de personas.
Esta situación está dejando sin capacidad de maniobra al Banco Central. Cualquier “corrida” bancaria puede terminar con los fondos líquidos y puede pasar lo que adelantó –este semana- exministro Guillermo Moreno, al sostener que “Si no cambian, esto termina mal y llegará el momento en que no van a poder tomar decisiones”.
Con esta medida, promovida por Miguel Pesce -Presidente del Banco Central-, éste ha logrado postergar lo que ven venir. Se trata de una medida que Martín Guzmán, el Ministro de Economía, había desechado -un par de días- antes porque “no vinimos acá a aguantar”.
El gobierno necesita sobrevivir a los próximos meses de un duro pasar. Recién en la segunda quincena de marzo comenzará a llegar el “maná” de la economía Argentina. Para esa fecha ingresarían las divisas de la cosecha gruesa y el país urbano volverá a pensar que el “Dios de los argentinos proveerá” y una buena cosecha volverá a salvar al país.
Tal como se viene reproduciendo –solo con algunas excepciones- en los últimos 140 años (desde1880), Argentina vuelve a gastar esos recursos y esta rueda -cada vez más desgastada- seguirá girando. Los dueños de esta economía, agroexportadora y superconcentrada, seguirán cobrando un importante peaje.
Se enriquecerán ellos y contribuirán a la empobrecida subsistencia de otros al precio que se mantenga a todos en el respeto a los principios indelebles del sometimiento a sus valores y cultura. Ésa es la triste y dolorosa historia de nuestra patria, salvo algunos pequeños momentos diferentes, como el peronismo de 1945 al 1955.
Algunas medidas adoptadas
El gobierno planteó una serie de medidas, todas ellas enderezadas hacia el objetivo de contener la pérdida de divisas y establecer ese puente hasta el mes de marzo, período crítico para las reservas del Banco Central. Una de esas medidas es la restricción de la compra de divisas en el mercado oficial.
La medida que se venía aplicando suponía que se podían adquirir hasta 200 dólares por mes, al cambio oficial, más un impuesto del 30%. Ella fue ampliada agregándose otro impuesto del 35%. De ese modo el valor de cada dólar adquirido sería semejante al valor del dólar “blue”, “paralelo” o “delictual o ilegal”, según caracterización oficial. Pero éste –conocida la medida- pegó un salto y quedó cerca de duplicar el valor del oficial. Difícilmente estas tendencias no impacten sobre la inflación y el salario real.
Otra decisión con múltiples aristas tiene que ver con una perspectiva que puede llevar a algunas empresas hasta el borde de un default. Según la misma las deudas de capital de empresas endeudas en dólares podrán pagar sus vencimientos con divisas conseguidas al cambio oficial, hasta un 40% del monto a pagar.
El 60% restante deberán cubrirlo como puedan. Se trata de una medida que -en este contexto- puede profundizar la caída de la actividad productiva.
Por otra parte se obliga a los grandes exportadores a financiarse con entidades del exterior. Esta medida, al igual que la anterior, en un contexto donde se está creando un modelo alternativo podría entenderse como un fortalecimiento de las entidades locales reduciendo la dependencia del exterior.
El Presidente había intentado convencer a los argentinos que con los “arreglos” de la deuda los problemas externos se podían enderezar. La realidad prueba lo contrario.
El Presidente aturdido por la realidad y con posibilidades decisorias cada día más acotadas siente que está pedaleando en el aire. Invoca ahorrar en pesos, mientras que la mayoría de los funcionarios han declarado importantes cantidad de dólares como parte de su patrimonio. Inclusive el hijo de la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner tiene cifras varias veces millonarias declaradas en esa moneda.
Sabe que el país debe salir de esta encrucijada, sobre la base de una mayor confianza y reactivando la producción, pero el rumbo concreto apuntalan parate y desconfianza. Es por eso que su palabra aparece devaluada y empieza a gestarse un reclamo por una presencia más efectiva y directa de quien detenta la mayor parte del poder y es la fuerza de la coalición gobernante con más votos: Cristina.
De seguir estas orientaciones cada día será más potente la voz de quienes, como el expresidente Eduardo Duhalde pronostican un negro futuro. Sus recientes declaraciones diciendo: “Mi impresión es que Alberto Fernández está grogui, como (el expresidente Fernando) De la Rúa”, no ayudan a restablecer autoridad y credibilidad. No son pocos
quienes coinciden con Duhalde y su perspectiva acerca de su propia situación personal, cuando éste dice: “Es muy posible que yo también esté afectado psicológicamente”. El mayor problema es que sus delirios, cada día que pasa, se parecen más a la realidad.
El Presupuesto en debate
El mismo día en el que el Presidente aprobaba las mencionadas restricciones al cambio de divisas, ingresaba al Parlamento el Presupuesto para el años 2021. Es sabida la tradición que los presupuestos se parecen más a un escrito en el agua que a “la ley de leyes”. Sin embargo los datos que surgen del presentado por Guzmán dan una idea de las perspectivas que imagina para su gestión.
Algunas de sus previsiones para el año próximo, con el agregado de las perspectivas para el 2022 y 2023, son las siguientes: Inflación 29% y 24% y 20% para los dos años siguientes; crecimiento de la economía de un 5,5%, a lo que cabria agregar otros del 4,5% y 3,5% para 2022 y 2023 respectivamente, estimando una caída del 12,1% para este año; el consumo del 2021 también crecería un 5,5%, partiendo de una caída del 13,6% para el presente año.
Estima una mejora del 11,1% en el superávit de la balanza comercial. En lo que respecta a las inversiones, luego de una caída estimada en 25,6% para este año, su recuperación sería del 18,1%.
Para hacer posible estos números se parte de la base de un déficit fiscal (de Caja) del 4,5% del PBI. Guzmán prevé que ese déficit se puede cubrir con un 40% de emisión títulos de nuevos endeudamientos y un 60% de emisión monetaria. Son muchas las advertencias sobre los riesgos inflacionarios que podría encerrar ese nivel de emisión si no es acompañado por un fuerte crecimiento económico.
Acerca del tipo de cambio evalúa un dólar oficial a 102,40 pesos, es decir un 24,7% por encima al previsto (81,40) al cierre del 31 de diciembre de este año, según esta misma apreciación el valor del dólar al 31 de diciembre de 2022 sería de 123,80 y de 145,40 pesos para fines de diciembre de 2023.
Todo lo dicho según estimaciones oficiales, donde el motor de la economía sería el despliegue de la infraestructura productiva y social. Al ver estos números oficiales muchos se preguntan cómo puede ser que para el 2024 estaremos igual que a fines del 2019, cuando ya veníamos mal.
El conjunto de las medidas adoptadas tiene por objetivo alejar los riesgos de una devaluación, que haría aún más costoso este período hasta la mejora de la situación externa con la temporada habitual donde se fortalecen los ingresos de divisas.
*Analista político y dirigente social argentino, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)