Piñera y sus dos primeros meses en la presidencia/ Piñera e seus dois primeiros meses
Juan Pablo Cárdenas|
El gobierno de la nación es, por, sobre todo, una entidad que reparte miles de cargos públicos siempre muy apetecidos por la política, los partidos y muchos chilenos atraídos por las buenas remuneraciones que representa ser reconocido como operador político o parte de la” cuota de poder” que distribuyen quienes entran a La Moneda. De norte a sur del país, los ministerios, los seremis, las intendencias y gobernaciones son el coto de caza de la administración de turno que, al mismo tiempo que designa cargos, remueve de éstos a los del régimen anterior, sin importar demasiado su solvencia y trayectoria.
Lo más noticioso de estos dos primeros meses del gobierno de Sebastián Piñera ha sido la designación de su personal de confianza y de quienes los partidos oficialistas solicitaron nombramiento. El periodismo debe esforzarse en estos días en reconocer demasiados nombres nuevos, aunque de verdad son muchos los que todavía quedan por asumir en las embajadas, las empresas fiscales o simplemente como asesores: una de las funciones mejor remuneradas, pero cuya estabilidad depende casi estrictamente de lo que permanezcan en el cargo sus superiores o empleadores. Porque en esto del “servicio público” es muy frecuente que al poco tiempo de ser nombrados los ministros, subsecretarios y otros puedan ser removidos.
Al inicio de la nueva administración advertimos que entre los que perdieron el Gobierno iba a ver no pocos que entrarían a cuestionarse sus militancias en los partidos de la Nueva Mayoría con la disolución de este referente, como en su ambición de permanecer en la administración pública. Sabemos, además, que en el propósito del nuevo mandatario claramente está la voluntad de hacer un gobierno inclusivo, que atraiga a grupos y movimientos que han quedado a la deriva política, especialmente si entre ellos hay quienes sean parlamentarios o puedan ejercer algún influjo en los legisladores amigos. Pese a su triunfo, Chile Vamos, la coalición oficialista, no fue capaz de asegurar una mayoría en el Congreso Nacional, por lo que la suerte de muchas de sus leyes estará en entredicho si los opositores logran actuar unidos. Lo que ciertamente no es tan seguro si se observa la enorme variedad de expresiones, tendencias e intereses que reinan en los ex colaboradores de Michelle Bachelet y, también, en el emergente Frente Amplio.
La propia Ley Electoral ha decidido clausurar legalmente a varios partidos que no alcanzaron un apoyo ciudadano destacado, lo que obligará a sus militantes a buscar refugio en otras colectividades, o a ponerse al abrigo del piñerismo, cuando se sabe que el Jefe de Estado por ningún motivo quiere ser hegemonizado por la UDI y/o Renovación Nacional, los partidos más fuertes de su alianza. Como dicen muchos, la carrera que está corriendo Sebastián Piñera es la de convertirse en “estadista”, en un refundador de nuestra política, con Constitución y todo, al mismo tiempo que asegurar la permanencia de la centro derecha en el gobierno al menos por uno o dos períodos más.
Para esto último, ya se sabe, quienes gobiernan en Chile necesitan fortalecer sus lazos con los poderes reales o fácticos del país, especialmente con los militares y la clase empresarial. Así como, también, con el Departamento de Estado norteamericano y la propia Casa Blanca, aunque su titular actual esté tan desprestigiado y hasta sus adláteres del gobierno chileno y de los países aliados europeos hagan chistes respecto de sus extravagancias mediáticas y su errático desempeño en materia internacional. Es en este último propósito que puede explicarse la curiosa designación del nuevo Canciller chileno, habiendo tanta gente más capacitada en la derecha para representar al país, si consideramos que el designado es un escritor poco renombrado, sin prácticamente ninguna trayectoria en la diplomacia, más allá de ser un ex izquierdista renegado de sus convicciones juveniles, para convertirse, como ya se le ve, en un activista anti cubano y venezolano al son de Donald Trump.
Todo esto pudiera estar en contradicción con el reciente y caluroso recibimiento que nuestro Jefe de Estado le ha brindado al presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, pero sabemos que ese gesto no tuvo más propósito que agradar a la populosa comunidad árabe de nuestro país que, en buena medida, se trata de gente de derecha, de acaudalados empresarios y otros que, sin embargo, quieren el reconocimiento pleno del Estado Palestino. En el ahora abortado viaje que se proponía Piñera a Europa, estaba en sus planes saltar a Marruecos, en el norte de África, con lo cual pudo o podrá en el futuro contrapesar esta recepción que no debe haber agradado a Estados Unidos ni, tampoco, al régimen israelí.
Diversas voces destacan la madurez alcanzada por el Mandatario en su segunda administración, como de la forma en que ha morigerando sus frecuentes desatinos. Realmente, se nota que Piñera ya no es el mismo que antes, pero todavía existen muchas dudas de que pueda alcanzar reconocimiento de estadista y de ser un gobernante capaz de ponerse por encima de la chimuchina política criolla, al tiempo que mantener cohesionados a sus partidarios. Los que se muestran, por lo demás, tan ansiosos como los de la Concertación y Nueva Mayoría a la hora de ganar espacio dentro de la gran repartija de cargos y prebendas del Ejecutivo, que más parece en Chile una gran agencia de empleos que un poder verdaderamente rector del Estado.
*Director de Radio U de Chile
EN PORTUGUÉS
Por Juan Pablo Cárdenas
O governo da nação é uma entidade que distribui milhares de cargos públicos sempre muito disputados pela classe política, os partidos e muitos chilenos atraídos pelas boas remunerações que representa ser reconhecido como operador político ou parte da “quota de poder”, os que se sentem mais próximos do Palácio de La Moneda. De norte a sul do país, os ministérios, as autoridades regionais e as intendências são as novas figuras da atual administração que, ao mesmo tempo, remove os que faziam parte da gestão anterior, sem importar currículos e trajetórias nem dos que chegam nem dos que se vão.
O mais noticioso destes dois primeiros meses de governo de Sebastián Piñera foi a designação de seu pessoal de confiança, muitos dos quais oriundos daqueles partidos governistas, que solicitaram nomeações. O jornalismo teve que se esforçar nestes dias em reconhecer nomes novos, e ainda faltam muitos que ainda estão por assumir em algumas embaixadas, empresas estatais ou simples assessorias: uma das funções melhor remuneradas, mas cuja estabilidade depende quase sempre da permanência de quem está no cargo diretamente acima, um ministro, subsecretário ou diretor. Porque em termos de “serviço público” é muito frequente que, mesmo em pouco tempo, alguns desses terminem sendo removidos.
Neste início de nova administração advertimos que entre os que perderam o governo entraram numa dinâmica de questionar suas militâncias nos partidos da Nova Maioria com a dissolução desse referente, como movimento compreensível de sua ambição em permanecer na administração pública. Sabemos também que o propósito do novo mandatário claramente é o de fazer um governo inclusivo, que possa atrair grupos e movimentos que ficaram à deriva política, especialmente se entre eles há quem seja parlamentar ou possa exercer alguma influência entre os legisladores amigos. Apesar de seu triunfo para o Executivo, a aliança governista Chile Vamos não foi capaz de assegurar uma maioria no Congresso Nacional, e por isso a sorte de muitas de suas leis estará nas mãos dos opositores, sempre que o outro lado souber atuar unido. O que certamente não é tão simples, basta observar a enorme variedade de expressões, tendências e interesses que existe entre os ex-colaboradores de Michelle Bachelet e também dentro da emergente Frente Ampla.
A própria Lei Eleitoral decidiu clausurar legalmente vários partidos que não alcançaram um apoio cidadão destacado, o que obrigará os seus militantes a buscar refúgio em outras coletividades, ou a se abrigarem no piñerismo, quando se sabe que o chefe de Estado por nenhum motivo quer ser hegemonizado por UDI (União Democrata Independente, de extrema direita) e/ou RN (Renovação Nacional, direita liberal), os partidos mais fortes de sua aliança. Como dizem, a corrida que está correndo Sebastián Piñera é a de se tornar um “estadista”, um refundador da política, com Constituição e tudo, ao mesmo tempo que assegura a permanência da centro direita no governo ao menos por um ou dois períodos mais.
Aqueles que governam o Chile necessitam fortalecer seus laços com os poderes reais ou fáticos do país, especialmente com os militares e a classe empresarial. Assim como aumentar a proximidade com o Departamento de Estado norte-americano e a própria Casa Branca, embora o residente desse edifício atualmente esteja tão desprestigiado que os funcionários de corredor do governo chileno e dos países aliados europeus fazem piadas a respeito suas extravagâncias midiáticas e seu errático desempenho em matéria internacional. É neste último propósito que se pode explicar a curiosa designação do novo chanceler chileno, havendo tanta gente mais capacitada na direita para representar o país, se consideramos que o designado é Roberto Ampuero, um escritor pouco renomado, com praticamente nenhuma trajetória na diplomacia – apesar de ser um ex-esquerdista que renegou suas convicções juvenis para se tornar um ativista anticubano e antivenezuelano, ao estilo de Donald Trump.
A surpreendente viagem do ministro da Fazenda, Felipe Larraín, para ditar uma conferência numa destacada universidade norte-americana se justificou pelo alto interesse do nosso governo por atrair investimentos estadunidenses. Uma viagem financiada pelo Estado, a respeito da qual surgiram fortes acusações, por sua falta à probidade, o que, finalmente, levou o ministro a devolver os recursos fiscais comprometidos na incursão.
Tudo isso poderia estar em contradição com o recente e caloroso recebimento que o chefe de Estado deu ao presidente da Autoridade Palestina, Mahmud Abbas, mas que sabemos ser um gesto que não teve outro propósito senão agradar a populosa comunidade árabe do país que, em boa medida, se trata de gente de direita, de ricos empresários e outros que querem o reconhecimento pleno do Estado Palestino. A já abortada viagem de Piñera à Europa buscaria também fazer algumas paradas em países do norte da África, como o Marrocos, que poderia servir de contrapeso para esta recepção que não deve ter agradado nem um pouco aos Estados Unidos, e muito menos ao regime israelense.
Diversas vozes destacam a maturidade alcançada pelo mandatário em sua segunda administração, como a forma em que vem diminuindo suas frequentes gafes. Realmente, se nota que Piñera já não é o mesmo que antes, mas ainda existem muitas dúvidas de que possa alcançar reconhecimento de estadista, e ser um governante capaz de se colocar por cima das picuinhas da política local, mantendo a coesão dos seus partidários – os quais se mostram tão ansiosos como os da Concertação e da Nova Maioria (antigas coalizões de centro-esquerda) na hora de ganhar espaço dentro da grande divisão de cargos do Executivo, que mais parece fazer uma agência de empregos e não um poder verdadeiramente reitor do Estado.
Juan Pablo Cárdenas é diretor de Rádio UChile e colaborador do Centro Latino-Americano de Análise Estratégica (CLAE)