Fiesta: La alegría del pueblo argentino

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Carlos A Villalba *

 Estallido y alivio, alegría y esperanza, sufrimiento convertido en decisión, oasis soñado en pleno cruce del peor de los desiertos, desahogo, gol cuando la agonía apretaba el cuello… Fue la fiesta compartida, las marchas y los cantos, banderas, el humo incomparable de los choripanes, un alivio para aquel pedido estampado en los pechos de las pibas que reclamaban “abrazame hasta que vuelva”; fue canto y consigna, un mar de alegrías compartidas, una puerta que se cierra y un cielo que se abre.

 La argentinidad, si es que existe más allá del himno de la Bersuit Vergarabat, incluye la costumbre de la explosión callejera para acompañar decisiones, conquistas y exigencias; son expresiones de multitudes coordinadas por un mismo amor o por una bronca compartida cuando es protesta. El peronismovnació al calor de una de las epopeyas populares más impactantes de la Historia, por la masividad de las voluntades que se sumaron a una esperanza y caminaron, caminaron, caminaron hasta una Plaza de Mayo que, desde ese día y hasta este martes 10 de diciembre, fue el escenario principal de la expresión de las mayorías nacionales.

Multicolor, la fiesta de asunción de Los Fernández fue distinta a muchas otras expresiones de ese tipo. Las columnas impresionantes de los movimientos populares mostraron la musculatura solidaria y organizada que resistió el pasado que terminaba ese exacto día, y la satisfacción por cada acción mínima, como lo dice la convocatoria del epígrafe, la conquista de los panes horneados en cada comedor, de cada pibe que tuvo espacio para ser pibe, cada planta que germinó, cada guardapolvo confeccionado por la economía, popular, es el triunfo de haber aguantado “amasando, caminando, criando, sembrando, cosiendo el futuro para todos”.

 Los centenares de miles de mujeres y hombres, de familias enteras, que inundaron el centro de la ciudad por la suya, con sus expectativas de dejar atrás las frustraciones de una sequía difícil de recordar, se movían entre largas columnas sindicales, alrededor de las banderas multicolores de distintas agrupaciones políticas.

Fueron las fotos de una nueva plaza compartida y sin rejas,a la que muchas y muchos llegaron con sensaciones semejantes a las del 10 de diciembre de 1983, cuando “la democracia” regresaba a la Argentina después de la noche más sangrienta de la historia, recuperada por el sacrificio de los mártires que abonaron ese camino y de las mil caras de la protesta gremial y política, y bajo la decisión de que aquella tragedia no sucedería “Nunca Más”.

Trabajo bajo un cielo de colores

Mientras el pueblo festejaba en las calles, las oficinas legales y administrativas de la nueva gestión trabajaban a destajo. El retumbar de los bombos atravesaba las paredes rosadas de la Casa de Gobierno y llegaba hasta las computadoras en las que se tecleaban los decretos de nombramiento de los nuevos funcionarios; el estallido de las bengalas asustaba a las palomas y sorprendía a quienes preparaban la estructura funcional de la nueva administración y los  instrumentos jurídicos que soporten y den institucionalidad a las transformaciones económicas y financieras.

Entre ellos a los “Acuerdos Básicos de Solidaridad en la Emergencia” y al “Consejo Económico y Social para el Desarrollo”, a la reforma integral del sistema federal de justicia y a la intervención del aparato de inteligencia que su jefe acaba de anunciar, recibiendo la ovación más sostenida del parlamento y generando preocupaciones en jueces, espías y en muchos periodistas que quedarían privados de sus “sobres”.

“Sale pollo y entra asado”, “pero no tanto…, que hay que pagar la deuda”, el cronista podría haber inventado el diálogo, pero no fue necesario; la picaresca se mezcló una vez más con esa rareza local que es la comprensión técnica de la economía, a fuerza de que, una y otra vez, terminó perjudicando a quienes menos tienen.

El espiedo porteño ardía en su máximo esplendor cuando los dos muchachones, vaso en mano, se divertían con la misma profundidad del más sesudo de los integrantes de los equipos de Martín Guzmán, Matías Kulfas y Daniel Arroyo que, precisamente, estrujan cerebros y datos para armar ese modelo de emergencia, producción y respeto por los compromisos contraídos, por otros.

La jornada del 10 de diciembre, Día Internacional de los Derechos Humanos, fue elegida en 1983  por Raúl Alfonsín para recibir los atributos presidenciales de parte de Reynaldo Bignone, el último de los dictadores; fue una forma de simbolizar un mojón irreversible entre las dictaduras cívico militares que se sucedieron en la Argentina y estos gobiernos constitucionales a los que la sociedad ya se acostumbró, por encima de sus simpatías partidarias.

Treinta y seis años después, junto al festejo y las movilizaciones que se extendieron a lolargo de las provincias y los municipios a medida que fueron asumiendo o reasumiendo las y los gobernantes, en la capital del país se pronunciaron discursos. Uno de ellos en la Asamblea Legislativa, ante la cual el presidente Alberto Fernández presentó el diagnóstico de situación generada en solo cuatro años por Mauricio Macri y los gerentes cuyos jets ya carreteaban hacia lejanos paraísos, fiscales o turísticos.

En él diseñó su proyecto de gobierno a cuatro años vista, en función de un “Nuevo Contrato de Ciudadanía Social”, solidario porque, así lo expresó, “es tiempo de comenzar por los últimos, para después poder llegar a todos”. Por eso incrustó en la médula de su propuesta conceptos como los de   Lucha contra el Hambre, Economía Popular, Movimientos Sociales, Casa de Todos o  Solidaridad.

Esquivó la palabra “grieta” y usó la figura de un “muro”,que abarca desde el rencor y el odio, pasa por el hambre y llega al despilfarro de las energías productivas. Es decir, batalla cultural, medidas para poner freno a la “catástrofe social” que padecen millones  y un programa de desarrollo productivo,que deberá contemplar la inclusión.

Con un listado de 15 puntos mostró el desastre de la economía que recibió; al día siguiente el nuevo gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, hizo otro tanto. Los dos volvieron a recordarle a los desavisados que, detrás de esos números “terroríficos”,hay “seres humanos con sus expectativas diezmadas”.

A las 13 y 24 las vallas instaladas en la Avenida de Mayo, a la altura de la 9 de Julio, se abrieron al paso de los primeros vehículos de la caravana presidencial que se dirigía hacia la Rosada y los movimientos populares, con columnas tan inmensas como pocas veces, encabezaronla llegada del mandatario flamante a la Plaza al grito de “Alberto Presidente”. Fue la bendición de pueblo que necesita un jefe de Estado para llevar a buen puerto su gestión.

Anochecer de un día agitado

Fernández tomó juramento a su gabinete y después sí, llegó el momento que había generado semejante mar de cuerpos, emociones y alegrías, la salida al escenario frente a la multitud y otros dos discursos. Primero el de la vicepresidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchnerquien, apenas cuatro años antes, se había despedido frente a esa misma plazay “volvía”, ahora con palabras  tan o más significativas que la formalidad del traspaso del bastón presidencial que acababa de producirse en el Congreso. Frente a todas y a todos, le dio el mejor consejo que puede recibir un dirigente democrático: apoyarse en su pueblo.

Cerró la jornada eterna el Presidente de la Nación. Un Alberto Fernández que repasó las tareas que más lo ocuparán de aquí en más y el espíritu que pretende imprimirle a su gestión. Machacó sobre la necesidad de crear un sistema judicial “que deje de ser usado para perseguir a los opositores” y que no use la prisión preventiva “para amedrentarlos”.

Un rato antes acababa de anunciar la eliminación de los fondos reservados de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI), algo que ya había hecho CFK hasta que la administración Cambiemos reinstauró su secreto, y adelantó que esos recursos serán asignados al presupuesto del Plan contra el Hambre en la Argentina. Empezó la construcción de su propio “Nunca Más”, el de “los sótanos de la democracia”, usados hasta el momento para extorsionar, cooptar simpatías y voluntades, inducir opiniones y hasta líneas editoriales, además de decisiones judiciales, en definitiva para desestabilizar a las instituciones de la república.

No había terminado el día cuando la primera “operación” de prensa ya estaba en marcha, con medios sobredimensionando tanto la reacción electoral de uno de los enviados de Estados Unidos a la asunción como la reunión protocolar de la Vicepresidenta ya en funciones con representantes de China y Rusia y a menos de 24 horas de haber jurado como ministra de Seguridad, la cuenta de Sabina Friederic ya había sido hackeada. “Cosas” que suceden cuando esos subsuelos actúan.

La unidad lograda en el armado del Frente de Todxs como modelo necesario de trabajo futuro, también apareció como uno de los pilares propositivos del Día 0 del Gobierno, junto a la necesidad de recordar que ladivisión de los sectores nacionales “solo favorece a unos pocos, castiga a las mayorías populares” y genera “un sistema que empobrece y trae miseria, nos endeuda y nos atrapa en lo más cruel del sistema financiero internacional”.

Era noche en la Ciudad cuando el Jijijiji del Indio Solari convertía a la Plaza de los Fernández en un pogo más grande que “el pogo más grande del mundo” y los estallidos multicolores en el cielo marcaban el final de un comienzo que, como el de la letra de la canción, tampoco fue un sueño. Los hechos, las medidas, las decisiones, se encargarán de mostrar si los deseos lograron convertirse en realidad.

En La Plata, Kicillof recordó que quien sueña solo, sueña y sentenció que “el que sueña con otro hace Historia”. La Argentina de estas horas se muestra como un racimo de voluntades con ganas de transitar en esa dirección.

* Periodista y Psicólogo argentino. Investigador asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (https://estrategia.la). Miembro de La Usina del Pensamiento Nacional y Popular (http://www.usinadelpensamientonacional.com.ar)

 

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