La censura en Río de Janeiro a un cómic con un beso gay
Juraima Almeida
No sucedió en un país del Medio Oriente, sino en la turística Río de Janiero, donde inspectores municipales, cumpliendo funciones de Policía Moral a las órdenes del alcalde evangélico Marcelo Crivella –aliado de Jair Bolsonaro y sobrino del dueño de la Iglesia neopentecostal Universal del Reino de Dios, Edir Macedo–, invadieron la Bienal del Libro y comenzaron a recorrer los stands de las editoriales en busca de “escenas de homosexualismo”.
Hasta uno de los diarios más vendidos de Brasil, Folha de Sao Paulo, respondió a la homofobia del intendente de Río de Janeiro, , con una tapa en homenaje al cómic del beso entre dos hombres que el político y exobispo evangélico había censurado en la Bienal Internacional. Crivella ordenó el jueves que se retiraran de los estantes de la exposición el cómic de Marvel «Vengadores, la cruzada de los niños» por considerarlo «inapropiado» para menores.
Que el ultra homofóbico Crivella, obispo de la Iglesia Universal del Reino de Dios, censura un beso gay no podía sorprender a nadie.
«Más que una iglesia, la Universal, que ahora está en decenas de países, es una mafia con vinculaciones con el crimen organizado y el lavado de dinero, que se dedica a recaudar dinero de múltiples formas y que, además de hacer millonarios a sus dueños y sus socios, ha servido para fundar un proyecto político que llevó a varios pastores al Congreso, a los ministerios y a legislaturas provinciales y locales, y, en 2016, conquistó la alcaldía de la Ciudad Maravillosa», señala Bruno Bimbi.
Fue un mega operativo, con toda la pompa, como si buscaran un cargamento con toneladas de cocaína, una bomba, el escondite de una célula terrorista o algo aún más peligroso. Pero buscaban libros. “Libros impropios”, como los calificó el alcalde. El gobierno mandó inspectores a la Bienal para retirar de circulación los libros que tuvieran contenido LGBT. No quedó claro si, luego de identificarlos y decomisarlos, organizarían una quema en alguna plaza pública, como los nazis. A este punto llegó el Brasil de Bolsonaro, señala el periodista Bruno Bimbi.
Pero su decisión, que fue calificada por diversas instituciones como un acto de censura, generó el efecto contrario: rápidamente los números de la historieta se agotaron y los internautas inundaron las redes con el hashtag #LeaConOrgullo, en apoyo a la causa de la comunidad LGBT (lesbianas, gays, bisexuales y transgénero).
La Justicia ya condenó el acto de homofobia del intendente y aclaró que las autoridades deben «abstenerse de confiscar obras en función de su contenido, especialmente aquellas que tratan sobre homotransexualidad», y tampoco pueden «suspender la licencia de la Bienal», de acuerdo al fallo del magistrado Heleno Nunes, quien concedió una medida cautelar al constatar una «aparente afronta a los principios constitucionales pertinentes a la libertad de expresión».
«Hay una cierta controversia en los medios por la decisión de la Alcaldía de mandar recoger los libros que tenían contenido de homosexualidad, afectando a un público infantil, juvenil», afirmó Crivella este viernes en un video publicado en su cuenta de la red Twitter. «Lo que hicimos es para defender a la familia. Ese asunto debe ser tratado en la familia, no puede ser inducido, sea en la escuela, en la edición de libros, sea donde sea», justificó.
La Bienal del Libro es uno de los mayores eventos literarios de Brasil. Además de exhibir todo tipo de publicaciones, ofrece charlas, debates y conversatorios con escritores.
La Bienal reivindicó que se trata de un festival «plural» que da «voz a todos los públicos, sin distinción, como debe ser una democracia». «La dirección del festival entiende que, en caso de que algún visitante adquiera una obra que no le agrade, tiene todo el derecho de solicitar un cambio de producto, como prevé el Código de Defensa del Consumidor», subrayaron. Inclusive, están previstos paneles de debate sobre literatura trans y LGBT, añadieron sus organizadores.
A pesar de que el Congreso -de perfil conservador- nunca legisló al respecto, un fallo de la Corte Suprema de Brasil autorizó en 2011 la unión civil entre personas del mismo sexo. Este año el país criminalizó la homofobia, equiparándola al delito de racismo, un paso importante para las minorías sexuales en uno de los países con más asesinatos de personas de la comunidad LGBT del mundo.
Antes del operativo, las autoridades de la Bienal habían recibido una intimación extrajudicial del municipio, avisando que cualquier obra con contenido homosexual debería ser cubierta con una funda negra lacrada e identificada con una advertencia, o bien retirada de circulación. Los inspectores iban con órdenes de decomisar las obras prohibidas. El inédito e ilegal acto de censura e intimidación –Crivella llegó a amenazar con clausurar la bienal, quitándole la licencia para funcionar– fue comunicado, con orgullo, por el propio alcalde, a través de un video publicado en internet.
La historia de superhéroes de 264 páginas en la que dos de sus personajes hombres son novios, llevó al evangélico Crivella a denunciar que la publicación tenía “contenido sexual para menores” y a ordenar que deje de ser exhibida para «proteger a los menores de la ciudad».
Todo comenzó por culpa de un beso. Un simple y hermoso acto de amor, protagonizado por Hulkling y Wiccan, personajes de Los Jóvenes Vengadores, versión juvenil del clásico de Marvel. El cómic donde los superhéroes gay se besan en la boca, «Vengadores: La cruzada de los niños” #9, fue publicado en 2010 en Estados Unidos y llegó a Brasil en 2016. Estaba a la venta en el stand de la editorial Panini Comics. El guionista Allan Heinberg, que trabajó en la obra junto al dibujante Jim Cheung, ya fue nominado para el premio Eisner.
La imagen del beso circuló esta semana por whatsapp y provocó la indignación de los evangélicos brasileños, entre ellos el alcalde carioca. que inmediatamente decidió que ese cómic no podría ser vendido en la Bienal y dijo que la censura era necesaria para “proteger a los menores” de la peligrosísima influencia de un beso gay, porque con los besos heterosexuales no hay problema.
Lo que vino después fue una caza de brujas comandada personalmente por el subsecretario de operaciones de la Secretaría Municipal de Orden Público, coronel Wolney Dias, con los agentes de la Policía Moral del municipio recorriendo los stands para comprobar si, además de la osadía de Hulkling y Wiccan, había algún otro libro o revista a la venta en la Bienal con “escenas” de homosexualidad, o, como dice el alcalde, el homosexualismo.
Lo cierto es que la revista con el beso ya se había agotado cuando llegaron los censores: el público corrió a comprarla, algunos por curiosidad, otros como protesta. Según Folha de São Paulo, que hoy reprodujo en su tapa, gigante y a todo color, el beso prohibido, empleados de algunos stands reconocieron que recibieron órdenes para retirar cualquier obra de ese tipo, para evitar problemas.
Los organizadores de la Bienal recurrieron a la justicia y consiguieron una medida cautelar del juez Heleno Ribeiro Pereira Nunes, de la Quinta. Cámara Civil, que prohibía al alcalde “buscar y aprehender” obras en el evento o cancelar su licencia de funcionamiento. Pero el presidente del Tribunal de Justicia de Río de Janeiro, Claudio de Mello Tavares, dictó una nueva cautelar suspendiendo los efectos de la anterior y avalando la censura. Todo el episodio, inclusive con este preocupante aval de la justicia, es revelador del momento político que vive Brasil.
* Investigadora brasileña, analista asociada al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)