Honduras y las trampas de los relatos electorales

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Pedro Brieger

El domingo 30 de noviembre Nasry Asfura, del Partido Nacional, festejaba porque el sistema de Transmisión de Resultados Electorales Preliminares (TREP) lo mostraba ganando la elección.  El TREP es un sistema que digitaliza y envía las planillas el mismo día, pero no es vinculante. Aún así, muchos lo tomaron como si fuera el resultado real. Salvador Nasralla, del Partido Liberal, recordó que lo único válido son las actas del escrutinio legal. 

Lo decía por experiencia: en 2017, cuando el TREP lo mostraba ganando el conteo se interrumpió y, al reanudarse, la tendencia se revirtió a favor de Juan Orlando Hernández. El lento cómputo final terminó consagrando a Hernández.

La reciente elección volvió a exponer un problema global: la obsesión por resultados inmediatos que construyen un relato antes de que exista el veredicto legal.

La ansiedad por saber antes de tiempo

En todo el mundo se multiplican sistemas que transmiten datos iniciales para “calmar la ansiedad” de la población y favorecer el show de los medios en tiempo real.  “Ao vivo!”, como dicen en Brasil. Lo mismo ocurre con las encuestas preelectorales: la ansiedad lleva a que se quiera conocer “el resultado” antes de que se emitan los votos. Esa presión por la inmediatez les da un peso desmesurado a las encuestas y a las transmisiones preliminares, que siempre son parciales y obviamente no son el escrutinio definitivo.

Para aproximarse y anticiparse al resultado oficial se usan distintas herramientas, algunas más sofisticadas que otras. La más extendida es la boca de urna o exit poll.  Las encuestadoras preguntan a la salida de los centros de votación y, al cerrar los comicios, difunden proyecciones. Su difusión masiva comenzó con la elección Nixon–Kennedy de 1960 en Estados Unidos, cuando NBC utilizó un método parecido al que luego desarrolló el célebre Warren Mitofsky.

Riguroso proceso: así fue el conteo de votos en las elecciones ...También existen modelos estadísticos que combinan boca de urna con registros de elecciones pasadas, participación por hora y perfiles de votación para proyectar una tendencia nacional. Las empresas suelen presentarlo como “tendencia”, para evitar reclamos cuando fallan, como ha ocurrido en numerosas ocasiones.

Otro mecanismo es el conteo rápido o paralelo, basado en fotos o copias de actas de una muestra representativa de mesas. También se pueden elegir “mesas testigo”, aquellas que históricamente cierran temprano y tienen buena conectividad o son fáciles de escrutar.  Apenas termina el recuento los delegados de los partidos reportan sus registros y de allí se realiza una proyección extrapolando ese comportamiento.  Suele funcionar bien en sistemas estables.

Tito Asfura y Juan Orlando Hernández candidatos más fuertes en PN para ...
Tito Asfura y Juan Orlando Hernández, los preferidos de Trump

Lo que estos mecanismos tienen en común es que instalan una percepción temprana sobre el resultado. La noche electoral se transforma en un espectáculo donde los medios anuncian “el resultado” apenas cierran las urnas. En ese clima, muchas veces los candidatos se declaran ganadores con datos parciales y las redes amplifican esa idea.  Muchos se fueron a dormir triunfantes y se despertaron derrotados.

Cuando el escrutinio oficial contradice la narrativa inicial, la sospecha aparece de inmediato; más aún en América Latina donde ha habido numerosos casos de fraude.  Justamente por temor al fraude, muchos partidos contratan sus propias consultoras para que hagan un conteo paralelo ya que no confían en las empresas que realizan los conteos preliminares ni en los institucionales.

Hay ejemplos de resultados conflictivos para todos los gustos. En Florida 2000, las cadenas de TV estadounidenses proyectaron primero a Al Gore como ganador y luego a George Bush.  Después de semanas de incertidumbre la Corte Suprema decidió suspender el conteo manual de cada voto y dictaminó que Bush había ganado por 537 votos.  Fue un verdadero escándalo.  En aras de respetar la “gobernabilidad” Gore no protestó más.

En Bolivia, en 2019, la suspensión del TREP durante varias horas alimentó la operación político-mediática impulsada por Luis Almagro al frente de la OEA para deslegitimar a Evo Morales, pese a que las actas certificadas le dieron la victoria.  Fue la narrativa inicial la que desató una gran campaña internacional sin que parecieran importar los resultados concretos.

Un negocio millonario

Almagro, exsecretario general de la OEA, de triste recuerdo

La transmisión temprana de datos mueve fortunas. Un puñado de empresas privadas domina la tecnología necesaria para digitalizar actas, asegurar servidores y gestionar la información. Los Estados terminan tercerizando la confianza democrática, delegando la percepción de legitimidad en corporaciones que actúan bajo secreto comercial y que nadie puede auditar. Aunque estas compañías no deciden el resultado final solo con el provisorio moldean la narrativa inicial, y eso incrementa el valor comercial de sus servicios.

Los gobiernos y los medios quieren resultados rápidos, y estas empresas venden justamente eso: velocidad y apariencia de precisión. Sus servicios se vuelven “indispensables” y pocos se animan a prescindir de ellos porque existe una gran presión de organismos internacionales por la “modernización” de los sistemas electorales.  Precisamente, las empresas privadas ofrecen el paquete completo a cambio de contratos millonarios; como en Honduras, donde la empresa Grupo ASD cobró 17 millones de dólares. Conozca el Grupo ASD: empresa que manejará el TREP - Criterio.hn

Incluso gobiernos progresistas han quedado atrapados en el laberinto porque eliminar los TREP generaría sospechas.  Mantenerlos es un problema, porque nunca se puede tener un control absoluto sobre ellos.

La gran pregunta 

¿Para qué sirve un escrutinio provisorio que ni siquiera es oficial?  

La democracia se sostiene con certezas, no por la velocidad.  Los diversos métodos no oficiales debilitan las autoridades electorales, sobre todo cuando los datos preliminares son desmentidos por el cómputo definitivo.   Es decir, el resultado preliminar a veces termina teniendo más peso político que el definitivo.

Vivimos en un mundo dominado por la ansiedad que genera la inmediatez, y eso incluye los procesos electorales.

*Sociólogo y periodista argentino