Secretario de Defensa de EEUU cometió crímenes de guerra en el Caribe

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Marcos Salgado

Los ataques contra lanchas en el Caribe de los que se vanagloria el gobierno estadounidense de Donald Trump son un terremoto de proporciones desconocidas, que puede arrastrar al oprobio de los crímenes de guerra a figuras de primera línea de la administración.

Los ataques ordenados por el autodeclarado “secretario de guerra” de los Estados Unidos, el histriónico y mediático Pete Hegseth, generaron una pocas veces vista reacción bipartidista en Washington, especialmente extraña ahora, en el clima político polarizado desde el comienzo del segundo mandato de Trump.

Sin sobrevivientes

Las reacciones se vienen cocinando a fuego no tan lento desde hace semanas, pero alcanzaron un punto máximo en los últimos días, desde que se conoció en medios estadounidenses que Hegseth ordenó no dejar sobrevivientes en los ataques cinéticos del Comando Sur contra lanchas en el Caribe y cerca de Venezuela.

Ahora se sabe que la instrucción verbal de Hegseth de “matar a todos” se cumplió a rajatabla el 2 de septiembre, en el primer ataque estadounidense a una lancha que se presume ocurrió cerca de Trinidad y Tobago. Según los medios estadounidenses, al menos dos funcionarios con acceso directo a la operación confirmaron la orden.

En virtud de la orden de Hegseth de no dejar a nadie vivo, un comandante de operaciones especiales ordenó un segundo ataque cuando se detectó que dos personas sobrevivieron, aferradas a los restos de la embarcación después del primer misil. Es una decisión táctica en el terreno que responde a una orden estratégica.

Se trata de una orden que viola el derecho de guerra. Así lo indican expertos en varios papers que comenzaron a circular en Washington tras las revelaciones. Indican que se trata de un clásico crimen de guerra por negar cuartel. Dicho de otra forma: desconocer la norma básica de proteger a quien está fuera de combate. Eso si se trataba realmente de enemigos armados, algo que nunca se probó.

Reacción bipartidista

Tanto el Comité de Servicios Armados del Senado, dominado por los republicanos, como el de la Cámara de Representantes, exigió acceso inmediato a las órdenes del Pentágono para el Caribe y también a la inteligencia que, se supone, las determinó.

Responder este reclamo bipartidista no parece una tarea fácil para Hegseth.

Candidate Questionnaire: | Jackson Free Press | Jackson, MS
Roger Wicker

Republicanos como Roger Wicker (presidente del Comité de Servicios Armados) y demócratas como Jack Reed (el opositor de mayor rango en el mismo comité) se parapetaron en bloque único. No se trata de altruismo. El precedente que intenta sentar Hegseth matando naúfragos y fuera de un conflicto armado reconocido pone en riesgo a sus tropas en otros escenarios internacionales.

Condena técnica

Un posicionamiento que resuena a esta hora en Washington es el del Former JAGs Working Group. Son los asesores legales militares destituidos por Donald Trump este mismo 2025, que se organizaron para vigilar decisiones del Pentágono y del mando civil desde la perspectiva del derecho militar y del derecho internacional humanitario.

El grupo considera de forma unánime que la emisión y ejecución de las órdenes de Hegseth de no dejar a nadie vivo constituyen crímenes de guerra, de homicidio o ambos. En un paper del 29 de noviembre, advierten que las órdenes de ese tipo son “manifiestamente ilegales” y que todo militar tiene el deber de desobedecerlas. Quienes las dan o las cumplen pueden y deben ser procesados por crímenes de guerra o asesinato.

Así es como las bravuconadas asesinas del trumpismo en el Caribe pusieron a sus militares contra las cuerdas. Aunque la Casa Blanca afirme que existe un conflicto armado, matar a náufragos es un crimen de guerra. Y si afirma que ese conflicto no existe, entonces son homicidios fuera de todo marco legal. No tienen escapatoria.

El Pentágono en su laberinto

Al laberinto en el que se metió el Pentágono se le ve la entrada, pero no la salida. Para empezar, si la nueva doctrina militar que encarna Hegseth como cabeza visible normaliza matar náufragos, pierde toda posibilidad de exigir trato humanitario para sus propios militares.

Por eso por primera vez desde la guerra de Irak republicanos y demócratas coinciden en que una acción militar propia sobrepasó límites éticos, legales y estratégicos. Todo mientras en el continente americano la Lanza del Sur está lejos de lograr algún tipo de consenso mínimo, así sea táctico.

Tal vez, a esta hora, algunas miradas en el Pentágono busquen respuestas, o responsables del momento laberíntico, al otro lado del río Potomac: en el Departamento de Estado de Marco Rubio. Un río que ya transcurre en aguas casi heladas. Es que empieza diciembre, y se acerca el invierno.

*Periodista argentino del equipo fundacional de Telesur. Corresponsal de HispanTv en Venezuel, editor de Questiondigital.com. Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, estrategia.la)