La ilustración sin enciclopedias: “el mundo va mal”
Eduardo Camín
De Voltaire a Rosseau pasando por Jean d’ Alembert y Diderot a encontrarnos con Emmanuel Macron, Keir Starmer, Giorga Meloni o Ursula von der Leyen etc… Las dudas nos asaltan en una Europa alejada del Siglo de las Luces, transformada en una pálida fotocopia en blanco y negro de sí misma, una víctima complaciente inmersa en un laberinto de dudas, y un desatino alarmante.
Si Europa era el continente donde el desarrollo de todas las componentes de la modernidad burguesa (democracia política representativa, producción y consumo masivos, estado de bienestar y derechos humanos) han alcanzado su más profunda expresión pasada, eso quedó sepultado en el pasado.
En la medida en que la sociedad y la historia universal es arrastrada como nunca por la deriva globalizadora, la duda y la desazón se ampara de sus pueblos y las consecuencias no se hacen esperar: el repunte de la extrema derecha fascista es un signo evidente del estado de ánimo de sus habitantes. Pero también hay otro grave componente político, la ausencia llamativa del debate dialécticamente serio de estos fenómenos en amplios círculos del pensamiento crítico europeo.
Sin conciencia crítica solo queda la aceptación tácita de la deriva de este continente.Sin dudas, vivimos una época de crisis de la globalización -eso es incuestionable-, pero es la globalización de la angustia y del pánico. La violencia inusual con la cual se debate el gran capital en el saqueo económico e industrial de la Tierra, desde el mar hasta la atmosfera, hace que todo se condensa en un único y terrible escenario… la expoliación de nuestro planeta.
Consecuencias del eurocentrismo: la negación de la voz del otro
Cuando Europa era apenas una periferia del Universo, en muchos de estos países a los cuales hoy se les desmitifica, ya tenían un principio, una génesis que marca el inicio de un desarrollo histórico, político, social y cultural, que el occidente desarrollado tiene tendencia a olvidarlo, cuando no a maltratarlos.
Sin dudas, que la Mesopotamia, sumerios y acadios -por no hablar de la civilización precolombina- representan ese origen, pues todas las civilizaciones que les sucederían incorporaron en su herencia cultural los principios y avances desarrollados por las que puedan considerarse las primeras civilizaciones.
Los sumerios tal vez sean más recordados debido a sus muchas invenciones, como la rueda y el torno alfarero. El cuneiforme fue el primer sistema de escritura del que se tenga evidencia, adelantándose a los jeroglíficos egipcios en siete décadas. Además, la escritura posibilitó a los sumerios el almacenamiento del conocimiento y la posibilidad de transferirlo a otros y a las generaciones posteriores.
Eso llevó a la creación de las escuelas, a la educación y oficialización de la matemática, religión, burocracia, división de trabajo y sistemas de clases sociales. Desarrollaron también conceptos matemáticos usando sistemas numéricos basados en 6 y 10. A través de ese sistema, inventaron el reloj con 60 segundos, 60 minutos y 12 horas, además del calendario de 12 meses que usamos actualmente. También construyeron sistemas legales y administrativos con cortes judiciales, prisiones y las primeras ciudades estado.
El eurocentrismo el carcamán de una historia que se derrumba ![Eurocentrismo - O que é, como surgiu, consequências e exemplos]()
Por lo tanto, diremos que fuimos educados en un mundo en que todo se ve principalmente desde una perspectiva europea, lo que lleva a ignorar o simplemente descartar las experiencias, historias y contribuciones de culturas no europeas. Sin dudas que esta visión dificulta el entendimiento de las dinámicas sociales de otros pueblos y la complejidad de las propias sociedades europeas.
Este eurocentrismo es la perspectiva que considera a Europa como el centro del mundo y sus valores culturales y sociales como universales, ignorando o minimizando – como hemos señalado – las contribuciones de otras culturas. Esta visión, desarrollada durante el expansionismo europeo y el imperialismo, ha influido en cómo se narra la historia y cómo se entiende la civilización, a menudo a expensas de otras sociedades. El eurocentrismo justifica la superioridad europea y la imposición de su visión sobre otras sociedades, a menudo con beneficios para los europeos.
Las potencias europeas, al dominar gran parte del mundo, establecieron su narrativa y sus valores como modelo, un proceso de colonización que se consolidó con el imperialismo y las revoluciones industriales. Europa y su historia se presentaron como el motor universal de la civilización, restando importancia o ignorando la complejidad y el desarrollo de otras sociedades. Sin dudas que la filosofía construyo un relato esencial una narrativa particularmente convincente.
Pero a la vez, se esconde un desconocimiento y desprecio hacia las demás culturas, tratándose, más bien, de un estado de constricción mental que impide entender lo diferente, facultando a Europa a la adopción cínica de actitudes paternalistas, además de otras más inmorales e inaceptables de explotación y dominación.
Nunca se podrá insistir bastante en lo falso que ha sido desde siempre este adoctrinamiento, y en lo funestamente que sigue actuando hoy. La obsesión por las culturas superiores es la mentira esencial y el error capital no sólo de la historia y de las humanidades, sino también de la ciencia política y sociales.
Digámoslo también el eurocentrismo en América fue fundamental, aunque de manera negativa, al establecer narrativas históricas que presentaban a Europa como el centro de la civilización y el progreso, minimizando y marginando las culturas y civilizaciones preexistentes en el continente.
Esta perspectiva, arraigada durante la colonia, justificó la dominación y la imposición de un modelo eurooccidental de pensamiento, ciencia y organización social, perpetuando un sistema de inferioridad para los pueblos colonizados y dificultando la comunicación y el diálogo intercultural, y su crítica busca la liberación de estas visiones hegemónicas. Todo esto a pesar de que pensadores y filosofías, especialmente en América Latina, han sido fundamentales para cuestionar la hegemonía del conocimiento eurocéntrico y proponer alternativas.
Vivimos ahora en una Europa sin alma, en una Europa que se hunde en las desigualdades, que se desfigura en cada crisis que pone cada día más al descubierto el desgarro de unos procedimientos democráticos vulnerados, donde hordas fascistas campan a sus anchas.
Las respuestas de los gobiernos hasta la fecha han sido erráticas, descoordinadas, … cuando no mal intencionadas. La suma de dolor, desorden, injusticia, tristeza que arrastra el mundo es muy grande, pero cabe preguntarse ¿cuándo no ha sido mayor? para aquellos países que no se hallan en la zona de confort. O acaso Palestina es ajena a esta concepción.
Ello es así por la misma forma en que tradicionalmente se ha abordado o planteado el problema de la pobreza o de la injusticia social. Por lo tanto, la tesis que “el mundo va mal”, si tiene algún sentido, habrá que ser comparativo; de otro modo nos remitiría a los problemas generales de la Teodicea, a las cuestiones de la imperfección y la existencia del mal.
Si nada será igual, como piensan algunos, … es porque será peor, el fascismo está presente no deberíamos mirar para el costado.
*Periodista uruguayo residente en Ginebra, exmiembro de la Asociación de Corresponsales de Prensa de Naciones Unidas en Ginebra. Analista Asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la