La imagen de Javier Milei sufrió un deterioro en el mes de julio, con caída de las opiniones positivas al 44 por ciento y aumento de las negativas al 55. En meses anteriores, las bajas tuvieron que ver con algo puntual, por ejemplo, el escándalo Libra. Pero ahora parece golpear el modelo en sí mismo, con la principal preocupación en los sueldos y las dificultades para llegar a fin de mes. Sus posibilidades dependen de la opinión pública, incluso si le va muy bien en las elecciones legislativas de octubre.

Pocos días antes del discurso en cadena de radio y tele visión ,  Milei anunció en la ultraderechista Fundación Faro que dejaría de insultar a sus adversarios. Lo hizo en el contexto de una serie de aseveraciones ideológicas y políticas que deberían ser tomadas en cuenta. Se dirigió a los “abanderados de la forma”. Dijo que “ahora vamos a usar las formas que a ustedes les gustan. ¿Saben para qué? Para que quede en evidencia que son una cáscara vacía”.

Milei no puede dialogar con nadie que lo contradiga. Cree que su palabra es santa. No se puede no pensar lo mismo que él, y para eso si es necesario hay que usar la libertad de dejarse morir, señala la periodista Sandra Russo. «Se tolera demasiado sufrimiento. Nuestro pueblo está siendo más que ajustado. Nos gozan. Nos humillan. Se ríen de nosotros. Y a estos chorros (ladrones) a la luz del día se les permite lo que a ningún líder político se le toleraría. Lo que no es pueblo, la muchedumbre, ha sido amaestrada para ver el diablo en la política y a dios en los multimillonarios. Es la más grande operación psicológica imaginable, pero es vieja, huele a azufre», añade.