Todavía estoy aquí y la memoria brasileña

Ainda estou aquí, la película brasileña de Walter Salles estrenada en noviembre es un éxito de taquilla en su país. Narra la historia de la desaparición, tortura y muerte del diputado Rubens Paiva, pero centrada en la vida de su mujer, Eunice, quien lo buscó desde 1970 hasta que la atrapó el Alzheimer. En estos días de procesos judiciales contra los responsables del intento de golpe del 8 de enero de 2023, es un catalizador de la memoria en una nación donde los responsables de la represión no fueron juzgados.

Las imágenes en Super 8 ubican la escena en la playa de Leblon. Las cuatro hermanas Paiva toman sol y juegan al vóley. Marcelo el único hijo varón gambetea a los amigos con una pelota. Es diciembre de 1970. La familia que completan Eunice y Rubens vive frente al mar en Rio de Janeiro. Compone el retrato de una felicidad plena que no se corresponde con la época. La dictadura brasileña lleva más de seis años en el poder. Todavía estoy aquí, la película de Walter Salles, describe la etapa entre esa aparente armonía social y la tragedia que sobrevendrá. Ya la vieron 2,5 millones de espectadores desde el 7 de noviembre cuando se estrenó. Soy uno de ellos. El cine de Porto Alegre está lleno. Hay un respetuoso silencio al final. Muchas personas siguen los créditos hasta que la imagen se funde a negro.

La trama del filme le da centralidad al personaje que compone Fernanda Torres. Eunice, una mujer abnegada que pierde el rastro de su marido en las catacumbas del régimen militar: Rubens Paiva, el ex diputado del Partido Trabalhista Brasileño (PTB). Ex porque fue cesado en su cargo el día del golpe. Salió hacia el exilio en Yugoslavia y Francia y retornó nueve meses después para vivir de su profesión de ingeniero. Datos en los que no repara la película, pero que sí acompaña el calvario de su esposa. Desde el secuestro de doce días que sufre en el mismo centro clandestino de detención del DOI-CODI donde llevan a Paiva, hasta los últimos años de su vida afectada por el Alzheimer. Este papel lo interpretó Fernanda Montenegro, la madre de Torres, una prestigiosa actriz de 95 años.

Ainda estou aquí, tal su título en portugués, refresca las consecuencias del terrorismo de Estado en un país que tuvo una de las dictaduras más largas de América Latina (1964-1985). Su proyección en salas colmadas por más de un mes es un indicio de que ese pasado de oprobio todavía tiene calado en el inconsciente colectivo de Brasil. Más en estos días de investigaciones y procesos judiciales contra los responsables del intento de golpe del 8 de enero de 2023.

Acaba de ser detenido el general Walter Braga Netto, un colaborador clave de Jair Bolsonaro. Su ex ministro de gobierno, compañero de fórmula en la elección que les ganó Lula en 2022 y primer general cuatro estrellas que cae preso en la historia democrática del país.

La película remueve las heridas no suturadas de la dictadura que ya había anticipado en 1982 la pionera Pra Frente Brasil, una ficción histórica que se estrenó en los anos de chumbo, como se conoce al período del régimen que cruzó tres décadas. Podría decirse que Todavía estoy aquí es un catalizador semejante a La historia oficial para la Argentina, ganadora del Óscar en 1985. Aquel trabajo de Luis Puenzo con Norma Aleandro y Héctor Alterio en los papeles protagónicos. Una pareja que adopta a una hija de desaparecidos que busca su abuela, interpretada por Chela Ruiz.

En el filme de Salles, Selton Mello es Paiva, el diputado detenido-desaparecido que nació en 1929 y cuyo rastro se perdió el 20 de enero de 1971. Gobernaba Ernesto Garrastazu Médici, un general que utilizó al Mundial de fútbol en México ´70 que ganó Brasil como materia prima para su propaganda y endurecer la represión contra la guerrilla de izquierda que lo combatía.

Brasil, disciplinado en la estrategia hemisférica de Estados Unidos, fue un socio clave de Richard Nixon en la entronización de otra dictadura. La que lideró Augusto Pinochet en Chile para derrocar a Salvador Allende el 11 de septiembre de 1973. Paiva tenía contactos con los exiliados en ese país gobernado por la Unión Popular. El secuestro de una carta dirigida a él por Helena Bocayuva, integrante del MR-8, una organización que luchaba contra la dictadura brasileña, provocó su secuestro, tortura y muerte.

El diputado del PTB fue sepultado, desenterrado y vuelto a inhumar en varias ocasiones. Su cadáver se transformó en una presencia molesta para el régimen cívico-militar. Amílcar Lobo, un psicoanalista que colaboraba en las sesiones de tortura confesó en 1986 en una entrevista para la revista Veja que vio a Paiva moribundo en el cuartel del DOI (acrónimo con que se conoce al Departamento de Operaciones de Información). El testimonio posterior de un represor a la prensa señala que su cuerpo fue arrojado al mar en Rio de Janeiro. Hasta hoy nunca fueron encontrados sus restos.

Eunice y sus cinco hijos siguieron bajo un régimen de vigilancia que la dictadura mantuvo hasta que se mudaron a Santos, en San Pablo. Ahí vivían los padres de Rubens. Nacido en el principal puerto paulista, Paiva se había formado como ingeniero en la Universidad Mackenzie, fue vicepresidente de la Unión Estadual de Estudiantes y ocupó una banca en el Congreso en 1962 por el PTB. Criticó el derrocamiento de Joao Goulart y quedó en la mira de los militares desde 1964 cuando lo expulsaron del Parlamento.

Hubo 41 diputados cesados y el Congreso continuó funcionando en una parodia de bipartidismo, pero intervenido a menudo por las llamadas Actas Institucionales (AI). En 1965 solo quedaban dos fuerzas políticas. ARENA que representaba al régimen y el MDB, una simulada oposición dócil a los militares.

En ese laberinto de pseudo democracia parlamentaria, con las guerrillas ya derrotadas, Eunice inició la búsqueda de su esposo. Solo 24 años después, en 1995, consiguió el documento oficial de que el Estado brasileño había matado a Paiva. Se le extendió el certificado de defunción durante el gobierno de Fernando Henrique Cardoso gracias a la ley 9.140 que reconoció como muertas a las personas desaparecidas.

Eunice, en la formidable interpretación de Fernanda Torres, se recibió de abogada a los 48 años, se dedicó a defender el derecho de los pueblos originarios a sus tierras y mantuvo su temple y lucidez hasta que la atrapó el Alzheimer. Murió el 13 diciembre de 2018, pero la sobreviven sus hijos Vera, Ana Lucía, Eliana, María Beatriz y Marcelo. El único varón es un escritor de los más leídos en Brasil. Cuando su madre fue afectada por la enfermedad neurodegenerativa decidió que era el momento de homenajearla con su libro Todavía estoy aquí, hoy hecho película.

Bolsonaro y sus crías fascistoides intentan regresar a los años de plomo. Como el huevo de la serpiente, el expresidente ya demostró de lo que es capaz. Cuando era diputado federal vomitó su bilis al menos un par de veces. Juró el Impeachment a Dilma Rousseff por la memoria del peor torturador de la dictadura, Carlos Brilhante Ustra. Pero no fue todo. También simuló escupir el busto de Rubens Paiva que se inauguró en la Cámara de Diputados cuando se cumplió el 50 aniversario del golpe. El hecho ocurrió en 2014 y lo denunció Chico Avelino Paiva, el nieto de la víctima en 2018.

El busto no se movió de su lugar. Se salvó de la invasión de una turba ultraderechista al Congreso durante el frustrado golpe de Estado cuando se destruyeron varias obras de arte. Tampoco decayó la película en su poder de convocatoria. Todavía estoy aquí continúa en cartelera, para dar testimonio de una historia no perecedera.

* Periodista y docente por concurso de la carrera de Comunicación Social de la Universidad de Buenos Aires (UBA) en la materia Taller de Expresión III.y de la tecnicatura de Periodismo Deportivo en la Universidad de La Plata (UNLP) en la materia Comunicación, Deporte y Derechos Humanos. Colaborador del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)