¿Guerra sin fin en Siria?
OBSERVATORIO EN COMUNICACIÓN Y DEMOCRACIA – Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA)
Después de varios años de aparente calma cayó Bashar al-Assad- El 27 de noviembre diversos grupos islamistas armados tomaron por asalto la antigua e importante ciudad de Jalab (Alepo) en un golpe inesperado al gobierno y sus tropas.
Inesperado, porque, si bien había combates continuos en varias regiones desde que estalló la guerra civil en 2011, la foto era la de un territorio fragmentado con diversos compartimentos estancos. En menos de dos semanas avanzaron, tomaron más ciudades y la capital Damasco.
La guerra en Siria tiene dos elementos que se entrecruzan. Por un lado, el interno. Se trata de un levantamiento pacífico, que derivó en armado, para derrocar al gobierno de Bashar al-Assad. Por el otro, un entramado de fuerzas regionales e internacionales que tienen sus propios intereses con o sin guerra civil. Además del ejército sirio intervienen en el terreno tropas estadounidenses, rusas, iraníes, turcas, libanesas, múltiples movimientos islámicos y varias facciones kurdas.
La guerra civil que estalló en 2011 provocó divisiones profundas en todos los grupos sociales, étnicos, religiosos y nacionales. Por ejemplo, varios grupos palestinos vinculados a la histórica OLP apoyaban a Assad, mientras los seguidores de HAMAS lo combatían. La ofensiva militar de los últimos días de noviembre tuvo como principales actores a varios grupos islámicos que han sumado a sus filas combatientes de numerosas nacionalidades, como turkmenos y chechenos. Estos distan de ser un bloque homogéneo porque entre ellos existen diferencias abismales en su ideología y práctica.
Asimismo, tuvieron tantas escisiones y cambios de nombres que es difícil seguir sus trayectorias. Para simplificar podemos decir que, por un lado, están los que lucharon para tomar el poder central del país y gestionarlo como cualquier otro partido político. De hecho, algunos de estos grupos ya lo hacen en los territorios que controlan hace unos años.
Por el otro, hay varios movimientos con agendas más complejas y globales que exceden el territorio sirio. Uno de éstos es Daesh, acrónimo de Estado Islámico en árabe, y más conocido por la sigla ISIS en inglés. Su objetivo, desde su nacimiento, es crear un Estado regido por la ley islámica en Siria e Irak.
Consideran que las fronteras entre ambos países, trazadas por británicos y franceses en 1916 mediante los acuerdos de Sykes-Picot, son artificiales y no deben existir más. Pero Al Qaeda no tiene como objetivo la toma del poder en Siria o Irak, sino en librar una batalla global.
También el Hezbolá libanés es un actor importante porque apoyó con combatientes a Bashar al-Assad. Aunque ideológicamente están en las antípodas -nacionalismo árabe laico vs islamismo shiíta- tienen intereses en común. Esto lo ha explicado con claridad Naim Qassem, su actual secretario general, sucesor de Hassan Nasrala, asesinado por Israel.
En 2005 Qassem escribió el libro “Hizbullah, the story from within” y le dedicó un capítulo a la relación con Siria. Allí señalaba que tenían enormes diferencias con el gobierno sirio, pero que las dejaban de lado porque era el único país árabe que los apoyaba contra Israel. Hay otros dos factores que explican su intervención armada activa en la guerra civil al lado de Assad. A) Se oponen a los otros grupos islámicos que son sunnitas y tienen una visión teológica e ideológica contrapuesta. B) Consideran que la caída de Assad le allana el camino a Estados Unidos para destruir la República Islámica de Irán, su principal aliado.
No hay que olvidar que Hezbolá y los iraníes son shiitas y siempre combatieron a los sunnitas de Daesh y Al Qaeda.
Turquía en los últimos años incrementó su presencia regional y le disputa a Irán y Arabia Saudita la influencia en el mundo árabe e islámico. Entre otras razones, su intervención en Siria es para evitar que la minoría nacional kurda intente sumar en un Estado independiente a los kurdos de Turquía. Por otra parte, más de tres millones de sirios son refugiados en Turquía y representan un dolor decabeza para el presidente Erdogan.
Como si esto fuera poco interviene Rusia. Desde la época de la Unión Soviética y su apoyo a los nacionalistas árabes en Egipto, Siria e Irak tiene una agenda geoestratégica propia que incluye ahora una presencia militar activa. En el norte, en la ciudad de Latakia, tiene una base naval. En el sur, en Tartus, una base aérea. Ambas son claves para tener presencia directa en el mar Mediterráneo donde tienen hegemonía las fuerzas de la OTAN. Es más que probable que la caída de Assad los obligue a retirarse de las bases.
Para Estados Unidos e Israel el debilitamiento de Hezbolá, Irán y Siria es fundamental. Pero nadie puede asegurar que después de Assad no se constituya un régimen islámico radical e impredecible con agenda propia, y antiisraelí. Vale la pena recordar el precedente de Afganistán.
Reagan ayudó a los que denominó “combatientes por la libertad” contra los soviéticos después de la invasión de 1979. Pero aquellos nobles combatientes retratados en Rambo III luego se transformaron en los Talibán y Al Qaeda.
En estos momentos parece el fin de la dinastía Assad que comenzó cuando Jafez al-Assad tomó el poder en 1970-1971.
Ahora se abrió una caja de Pandora.
OBSERVATORIO EN COMUNICACIÓN Y DEMOCRACIA-Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA)
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Para Estados Unidos e Israel el debilitamiento de Hezbolá, Irán y Siria es fundamental. Pero nadie puede asegurar que si cae Assad no se constituya un régimen islámico radical e impredecible con agenda propia, y antiisraelí. Vale la pena recordar el precedente de Afganistán. Reagan ayudó a los que denominó “combatientes por la libertad” contra los soviéticos después de la invasión de 1979.
Pero aquellos nobles combatientes retratados en Rambo III luego se transformaron en los Talibán y Al Qaeda.
En este panorama complejo tal vez algunos actores consideren que es preferible tener a Assad confinado en Damasco sin control del resto del país. Hoy por hoy el final es incierto.
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