Argentina y su espejo trágico: el progresismo actúa como la derecha

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Observatorio en Comunicación y Democracia-FILA

En Argentina, el llamado progresismo actúa como la derecha. Y lo que es peor aún, como la ultraderecha de última generación, representada por un personaje patético. Impensable para algunos pero previsto por otros, justamente porque la democracia que rige desde diciembre de 1983 viene fracasando estrepitosamente.

Tras 40 años de vigencia constitucional – sólo en las formas – Argentina es el país con menos inversión de América Latina y uno de los últimos en el ranking internacional.

Más de la mitad de su población es pobre y un 70 por ciento indigente si se contempla la franja etaria de los menores de 18 años que habitan en las periferias de las principales ciudades.

Carga con una deuda externa de alrededor de 400 mil millones de dólares y se debate en medio de una debacle en las representaciones políticas y sociales que solo es superada en profundidad por lo que algunos analistas denominan “crisis moral y cultural”, un contexto que ni siquiera se registró durante la dictadura cívico militar y genocida que rigió desde marzo de 1976 hasta diciembre de 1983.

Así fue como en las últimas elecciones presidenciales se impuso un panelista de la TV, un economista improvisado y con antecedentes de insanía mental (ver su reciente foto en Wall Street, que recorrió el mundo) y sospechas de prácticas pedofílicas (el turbulento periodista Santiago Cúneo, supuestamente vinculado a los servicios de inteligencia ya habló de ello en junio de este año).

Algunos de sus allegados más íntimos temen que todo ello pueda estallar en los medios de comunicación en cuanto se lance a pleno la campaña electoral de medio término para la renovación parcial de los escaños parlamentarios, lo cual redundaría en una suerte de escándalo político sin precedentes en la historia argentina.

Javier Milei es un presidente que no cuenta con partido político propio, no tiene diputados ni senadores suficientes para lograr mayorías en el Congreso ni gobernadores de provincias ni intendentes que le sean directamente afines.

Cabalgando sobre un discurso supuestamente antisistema, logró el apoyo de algo más del 50 por ciento del electorado, una verdadera combinación explosiva: desencantados de la política, negacionistas de ultraderecha y una masa amorfa de manipulados por redes sociales y medios varios.

Bots y trolls: los agentes del caos en la era digital | Rosario3Sin embargo, su cuadrilla de expertos en comunicación y expertos en trolls y campañas de desinformación, formados en la consultora del ecuatoriano Jaime Durán Barba – aquí fue asesor estrella del ex presidente Mauricio Macri, un empresario que vio desgranar su influencia en manos de Milei- no pueden evitar los que ya es inexorable, pues los grandes medios de comunicación en su mayoría voceros de la ultraderecha hace muy pocos días no lo ocultan.

Después de tan solo 10 meses de gobierno, todas la encuestadoras – algunas en más, otras en menos, según sean o no proveedoras del oficialismo – dan cuenta de una caída en picada en el apoyo social al presidente, con un retroceso de entre seis y 17 puntos porcentuales en el último mes.

Los desaguisados en la gestión de gobierno, las intervenciones desquiciadas e irresponsables del presidente, como el haberse equivocado por un margen de 40 mil millones de dólares en estimaciones que formulara al presentar la Ley de Presupuesto ante el Congreso, la represión a ancianos que protestan por la políticas oficiales de jubilaciones y pensiones – hasta el Papa acaba de lanzar duras críticas por el uso de gas pimienta contra la población pacífica e indefensa – su política de desmantelamiento de la educación y la salud pública – ámbitos que gozan de altísima consideración social entre los argentinos más allá de sus banderías políticas – son todas bombas en profundidad que al gobierno le implosionaron frente a sus propias narices.

En mismo sentido sus reciente palabras ante la ONU – no mencionó el permanente reclamo de soberanía en las Islas Malvinas y dejó expresamente de lado las históricas posiciones de neutralidad y multilateralidad en la política exterior de este país- cayeron como una bomba atómica entre dirigentes políticos, empresarios, militares y otros sectores del poder.

El tradicional diario La Nación, que desde su páginas y hace unos años en las pantallas de su canal de TV -La Nación + – siempre se alineó con las derechas y no ocultó sus operaciones a favor de Milei, acaba de afirmar entre sus titulares que se trata de un presidente que quedó solo en el mundo.

Los consultores económicos y sus clientes – empresas líderes, bancos y entidades financieras – reconocen que la intervención presidencial fue un mazazo sobre las expectativas en torno a inversiones procedentes del exterior.

En tanto mayor, el ministro de Economía, Luis Caputo, un experto en lavado y fuga de capitales que ocupó la cartera de Finanzas durante el gobierno de Macri y que por entonces Milei calificaba de “desastre”, conduce el ajuste para pagar el mega endeudamiento que el mismo contrajera para el país en su anterior gestión.

Todo ello podría ser interpretado como buenas noticias en el intento de salir de la catástrofe que se abatió sobre la democracia argentina. Sin embargo, el panorama dista de contar con motivos suficientes para el optimismo, y todo porque no se percibe la existencia de alternativas reales.

Si se acepta que la única posibilidad a priori visible de trastocar el escenario está en manos del ya más poliforme que multitudinario peronismo, dentro del cual el espacio con más dinamismo aparentemente sería el conformado por los seguidores del ex presidente fallecido Néstor Kirchner y su esposa la ex presidenta dos veces, Cristina Fernández de Kirchner, entonces el ojo debería estar puesto sobre esos campamentos.

Pero las conclusiones que arrojan esas miradas son decepcionantes.

El hijo del matrimonio Kirchner, Máximo, es un cincuentón de quien no se conoce actividad productiva alguna, ni estudios serios sobre ninguna asignatura, pero que es tan millonario como su madre, ejerce como válido el liderazgo de La Cámpora.

Se trata de una organización que nació como juvenil cuando el gobierno de Néstor, pero que con el paso de tiempo se convirtió en guardia rentada de dirigentes al servicio de Cristina y opera como una verdadera agencia de contratación para la repartija de cargos públicos y de negocios oscuros.

Máximo Kirchner es el mascarón de proa en la campaña para impedir la candidatura a la presidencia de Axel Kicillof, el actual gobernador de la provincia de Buenos Aires, la más poblada y de mayor impacto económico del país. El ex joven brillante del kirchnerismo es doctor en Economía y fue ministro estrella de Cristina.

Los discursos públicos que salen de Máximo y de su entorno suponen diferencias políticas y hasta ideológicas, pero detrás de esa apariencia se esconde otra realidad.

Cristina Fernández de Kirchner manda a su hijo, el válido de indubitable minusvalía intelectual y de poca reputación moral, a cortarle el paso a su ex ministro, simplemente porque éste se ha convertido en una amenaza para el amplio abanico de negocios que los Kirchner despliegan desde sus posiciones de influencia entre empresarios, banqueros, gobernadores y demás actores centrales de la economía y la política argentina.

Gobernadores de otras provincias, sólo preocupados por conservar sus parcelas locales de poder; dirigentes Kicillof apuntó contra Milei y el intento de privatizar Aerolíneas Argentinassindicales convertidos hace años en empresarios y  funcionarios y dirigentes varios del peronismo tratan de acomodarse como pueden sobre el tablero confuso y líquido del que fuera alguna vez un poderoso movimiento de masas. La jugada para que Cristina Kirchner sea la presidenta del Partido Justicialista (PJ) aparece como un contrafuego contra Kiciloff.

El desbande del peronismo es de tal magnitud que varios de sus dirigentes y operadores en las sombras dieron el salto hacia el rejuntado de aventureros que acompañan a Milei, entre los que se encuentran “terraplanistas” y figuras que hace menos de un año acompañaron al mutante Sergio Massa, de sólidos lazos con el narcotráfico, en su candidatura a la presidencia por…¡el peronismo!; y con fuerte apoyo de Máximo Kirchner. En esas elecciones y en segunda vuelta se impuso Milei.

La afirmación de que la oposición del clan Kirchner y el gobernador Kicillof se debe simplemente a la férrea actitud anticorrupción de este último es vox populi en el peronismo. Se oyen todos los días en bocas de ambos bandos, aunque nadie se anima a decirlo en público.

Cabe cierta mención a otras fuerzas políticas que son más o menos: cierto peronismo residual y vinculado a organizaciones sociales y a la Iglesia Católica y el sector minoritario del histórico radicalismo que se abstuvo de apoyar a Milei, entre otras fuerzas menores. Todas se presentan atomizadas y con dudosas representaciones parlamentarias.

Queda a salvo de este desguace político generalizado la izquierda, que a sí misma así se denomina y es mayoritariamente trotskista. El problema para ellos es que, su relativa influencia entre bases sindicales no se traduce en capacidad electoral. Ante las urnas siguen siendo apenas testimoniales.

Pese a ello, un par de diputados alza su voz en un Congreso que, como las máximas autoridades del Poder Judicial, mira para otro lado, cuando no es cómplice sin reparos.

En medio de la catástrofe, la sociedad que pugna por el día a día y ve todo por la televisión y las redes sociales. Sobre los bordes, una militancia y contingentes sociales de importancia numérica destacable, que no pueden salir de lo que parece por ahora una trampa mortal.

Y en el fondo del abismo, un país que cada día se parece más a un ensayo fallido. Sólo están a salvo de la caída los agentes de la economía concentrada, exportadora y de especulación financiera, y sus mandatarios políticos, de derecha, de ultraderecha y dizque progresistas o nacionales y populares.

Argentina, un espejo siniestro.

 

*Observatorio en Comunicación y Democracia. Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA)

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