Chile: El triunfo de Kast
Juan Pablo Cárdenas S.
El nuevo presidente de la república de Chile será José Antonio Kast. Así lo ha decidido la ciudadanía en la segunda ronda electoral en la que el candidato del Partido Republicano ha reunido más de 7 millones de sufragios (59%), una cifra que supera los sufragios de todos los mandatarios anteriores. Su contrincante comunista tuvo también a su haber un considerable apoyo electoral, mucho más de las cifras históricas de su colectividad y de la izquierda.
Luego de largos meses de campaña, lo cierto es que esta vez las encuestas sí acertaron en marcar la preferencia ciudadana por Kast, aunque muchos estimaron que el buen desempeño de Jeannette Jara en los debates mediáticos podría inclinar la aguja a su favor. Sin embargo, parece ser que estas confrontaciones favorecieron más al voto nulo o en blanco, entre los que hay que consignar un amplio repudio hacia ambos candidatos, marcando una cifra que supera con creces al voto de quienes habían favorecido en primera vuelta a Franco Parisi, cuyo “Partido de la Gente” llamó a no manifestarse en favor de los candidatos que pasaron a la segunda ronda.
Como era de esperarse, las celebraciones de la derecha fueron contundentes, así como se hizo evidente la frustración de ese numeroso conjunto de partidos de la centro izquierda. No faltan ahora quienes aseguran que la mejor candidata para enfrentar a la derecha habría sido la PPD Carolina Tohá quien, sin embargo, perdió en las primarias de este sector cuando se impuso Jeannette Jara. Así como entre quienes terminaron dándole su apoyo a Kast aseguran que el triunfo de la derecha habría sido más contundente todavía si la candidata hubiera sido Evelyn Matthei. Pero el resultado de la primera ronda electoral inclinó la balanza hacia los candidatos de los partidos más extremos del espectro partidista, por lo que ahora lo más derrotados son los centroderechistas y centroizquierdistas.
Kast ha llamado a la unidad nacional y se propone encabezar un gobierno de emergencia, en un “país que se cae a pedazos” según varios de sus partidarios. Parece muy propuesto, además, a combatir el crimen organizado, el narcotráfico y activar la repatriación de más de 350 mil extranjeros que se encontrarían ilegales en nuestro país. En un propósito que desconoce el enorme aporte de la mano de obra inmigrante a nuestra economía y, muy especialmente, a la agricultura y dentro del amplio sector de los servicios.
Aunque también es evidente que en los últimos años han ingresado a Chile numerosas bandas delictuales que los tribunales y las policías han logrado apresar y encarcelar parcialmente en recintos que hoy se encuentran sobrepoblados y donde la Gendarmería aparece sobrepasada por las acciones de muchos cabecillas dentro y fuera de estos reclusorios. Por todo lo cual el nuevo gobierno tendrá que encarar la urgente necesidad de construir más e inexpugnables centros de aislamiento.
Para el nuevo orden que quiere edificar el Presidente Electo tendrá que lograr acuerdos dentro de un Parlamento nuevamente dividido y tensionado, en que muy posiblemente se expresará una férrea oposición a su mandato. No logrará Kast obtener algunas leyes si no logra la mayoría que necesita, pero todo dependerá de su liderazgo y habilidad de gobernante, porque sí existe en el nuevo Legislativo un número de independientes posible de ser seducido.
Sin duda que la oposición al nuevo gobierno se expresará más en la sociedad civil, en las instituciones gremiales y sindicales, así como en el mundo de Derechos Humanos, donde se teme la gestión de un mandatario radical de quien se supone simpatías con el pinochetismo, incluso con las ideas del nazismo, en el cual habrían militado sus padres y abuelos que también en su hora fueron inmigrantes.
Ciertamente que la tranquilidad política en la calle durante el gobierno de Gabriel Boric se debió a que muchos de los que promovieron, por ejemplo, el Estallido Social del 2019, arribaron al Ejecutivo y a la colaboración con este desde las asesorías y fundaciones que le dieron cobijo. Se trata justamente de esa “costra parasitaria” que el gobierno de Kast se propone extirpar de toda la administración pública a partir del primer día de su gestión.
Suponemos que sí o sí se activarán los grupos opositores, ahora que todo el ex oficialismo va a estar con sus dos pies en la calle, además de lo que hagan los partidos de la centro izquierda desde los medios de comunicación y del propio Parlamento.
Sin embargo, no podemos ignorar el inmenso apoyo popular obtenido por Kast, su Partido Republicano y las colectividades de la centro derecha que también han logrado presencia en las movilizaciones callejeras. Todos los cuales ven en la derecha la posibilidad de mantenerse en el poder en más de uno o dos períodos presidenciales, como lo ha señalado el ex líder de la UDI, Pablo Longueira.
De esta forma, el nuevo gobierno debiera obligarse a mantener los derechos obtenidos por el pueblo en materia salarial y sindical. Incluso en cumplir nuevos avances que aseguren la paz social. No le bastará con combatir a los grupos más radicales de la izquierda sin resolver la trágica realidad de las miles de familias que viven en campamentos a lo largo de todo del país, la situación de ese millón de desocupados y, según lo prometido, terminar con las largas listas de espera en los hospitales. Sumado a todo esto enmendar el sistema previsional y atender las demandas educacionales, donde se observa hoy un clima extremo de tensión con violentas manifestaciones de los estudiantes.
La tarea del próximo gobernante será muy ardua cuando también se propone la drástica reducción del presupuesto fiscal, lo que implica el combate a la corrupción que compromete a toda la administración pública, incluyendo a los tribunales de justicia, a no pocos municipios e, incluso, a las policías y militares. Hasta donde se extiende la larga mano del narcotráfico en el soborno, el cohecho y la malversación de los caudales públicos.

El “cambio” prometido por Kast supone además una profunda innovación en nuestra diplomacia de manera de comprometer amistad, por ejemplo, con los regímenes de Argentina y El Salvador y alentar la desestabilización del gobierno venezolano. Muy conteste con las acciones en nuestro continente del presidente estadounidense Donald Trump que amenazan la soberanía de sus naciones.
Este viraje en nuestras relaciones exteriores nos augura tensiones internas si se considera los muchos chilenos latinoamericanistas y antiimperialistas no dispuestos al alineamiento de nuestra política exterior con los regímenes de derecha que ahora se prodigan en todo el mundo.
Aunque los resultados electorales son muy contundentes, en este caso en favor de la ultraderecha, no hay que descartar que en el voto a Kast hay muchos que lo apoyaron porque ven en él la posibilidad de neutralizar la delincuencia expresada e múltiples homicidios, robos, secuestros, asaltos y otros delitos. Apostando a que exista una acción gubernamental drástica que cumpla con la promesa de reubicar a Chile entre los países más seguros del mundo. Que siga, al respecto, los pasos del presidente salvadoreño Nayib Bukele para disminuir casi a cero el fenómeno de la delincuencia en su país.
Todo esto porque la propaganda electoral y la orientación mediática fue efectiva en convencernos de vivir una realidad ciertamente exagerada si se la compara con lo que realmente sucede en los países más afectados por la lacra de la inseguridad social.
Sumado a lo anterior, debemos consignar las denuncias acciones judiciales relativas a la corrupción de militantes y operadores políticos del gobierno de Gabriel Boric. Posiblemente exageradas, también, durante la contienda electoral. Procesos que podrían esclarecerse durante la gestión del nuevo gobierno generando las tensiones correspondientes.
Hay que reconocer la debilidad gubernativa de todos los últimos gobiernos de centro izquierda o derecha que dejaron al país con un mínimo de crecimiento económico y con altos índices de inconformidad social. Con mandatarios que se impusieron en elecciones, pero muy rápidamente perdieron apoyo popular en el poder.
Ello es lo que mejor explica la aguja electoral inclinada en favor ahora del candidato más radicalizado de la derecha. Tal como ha ocurrido en otros casos de la historia universal y regional que derivaron en gobiernos autoritarios o, incluso, totalitarios. Pero debemos aceptar que son principalmente el cúmulo de errores y despropósitos de los gobiernos precedentes los que llevaron a la ciudadanía nacional a apostar por la salida más extrema.
Es necesaria la autocrítica de los derrotados, así como la templanza de los nuevos mandatarios. Porque en muy claro, también, que tenemos una población profundamente dividida e indignada por las desigualdades sociales, el sectarismo, el caudillismo y el ideologismo insensato. Los que de prolongarse continuarán tensionando gravemente nuestra convivencia.
Conviene agregar que Chile vivió la campaña electoral más sucia de todas las últimas décadas, especialmente por el desempeño irresponsable en las redes sociales y el protagonismo televisivo de un periodismo gravemente sesgado. Todo lo cual no ayudó al voto libre e informado atendiendo al bajo nivel educacional de nuestra población y a su escasa vocación cívica.
* Periodista y profesor universitario chileno. En el 2005 recibió en premio nacional de Periodismo y, antes, la Pluma de Oro de la Libertad, otorgada por la Federación Mundial de la Prensa.
