El impacto global de la batalla de Trump y el “sentido común” contra las vacunas

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Pedro Brieger

El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, está llevando adelante múltiples batallas en diversos frentes al mismo tiempo.  Una de ellas es la cultural profundamente conectada con la sanitaria.  Trump nombró como Secretario de Salud y Servicios Humanos (HHS) a Robert F. Kennedy Jr. (RFK Jr.) -hijo de Robert Kennedy y sobrino de John F. Kennedy- que hace años tiene un lugar central en el movimiento “antivacunas”. 

Robert F. Kennedy Jr.

Él fundó y lideró organizaciones que han difundido información falsa sobre las vacunas.  RFK Jr. dijo que causan autismo; cuestionó la seguridad de múltiples vacunas infantiles y se opuso a los mandatos de vacunación en escuelas y en el ámbito laboral.  Además, durante la pandemia fue una de las principales voces de rechazo a las vacunas ARN (mensajero) de Pfizer-BioNTech y Moderna.

Una vez que asumió el cargo, ni lerdo ni perezoso,  RFK Jr. echó a todos los miembros del Comité Asesor sobre Prácticas de Inmunización (ACIP) de los CDC y lo reconstruyó con figuras cercanas al movimiento antivacunas.  El 5 de diciembre el comité votó a favor de eliminar la recomendación universal de aplicar la dosis al nacer de la vacuna contra la hepatitis B en contra de la opinión mayoritaria del arco científico-médico del país.

Esto es solo el comienzo.  El objetivo es modificar todo el sistema sanitario y aprovechar el apoyo del creciente grupo de antivacunas que hace años difunde informaciones falsas en las redes sociales. 

Los efectos de la pandemia de COVID-19 todavía no han sido suficientemente estudiados.  Pero no hay duda de que las reacciones contra las medidas restrictivas fortalecieron ideologías individualistas extremas que rechazan toda intervención estatal. En ese clima también crecieron las posiciones conservadoras, libertarias y ciertos movimientos religiosos que históricamente cuestionan o se oponen a los programas de vacunación.

Coronavirus en Estados Unidos: "Perdí mi empleo como profesor por ...El movimiento antivacunas en Estados Unidos hace tiempo que tiene un alto impacto sobre la vacunación infantil: bajaron las tasas de inmunización y crecieron los casos de enfermedades controladas como sarampión, poliomielitis y tos convulsa.  Si bien la vacunación escolar es obligatoria, cada Estado permite exenciones y en aquellos con leyes más flexibles sobre el tema (Texas, Idaho, Utah) se incrementaron los contagios.

La salud no es del ámbito privado y de decisiones individuales como gustan decir los extremistas libertarios.  Médicos y pediatras ya han informado del tiempo extra que deben dedicar a combatir la desinformación en cada consulta y cómo algunos padres cambian de médico buscando profesionales más indulgentes.  Por otra parte, para contrarrestar la influencia de los antivacunas las autoridades sanitarias invierten más en campañas educativas, monitoreo de brotes y vacunaciones escolares obligatorias en situaciones de emergencia. 

Pero el riesgo mayor es que aparezca una generación de niños y niñas con deficiente inmunización que facilite la reaparición de enfermedades erradicadas, aumenten hospitalizaciones y se encarezca la salud pública.  Concretamente, y respecto de la hepatitis B, una obstetra y ginecóloga que trabaja en un hospital de Oregón, dijo que la enfermedad es 100 veces más infecciosa que el VIH y que ahora el contagio de la hepatitis B se incrementará.

Donald Trump aplaudió los cambios impulsados por RFK Jr. y en su red Truth Social los presentó como “una cuestión de SENTIDO COMÚN!” (en mayúsculas en el original).  Trump apela al famoso “sentido común” para presentar su posición como la única razonable, desactivar la discusión y deslegitimar las voces expertas y científicas. La pandemia no aplaca la militancia de los grupos que rechazan la ...

Desde su lugar de presidente está diciendo que lo suyo es lo razonable, mientras descalifica a los expertos y justifica los cambios sin necesidad de presentar evidencias científicas.  Recordando el título de aquella obra monumental del escritor paraguayo Augusto Roa Bastos podríamos decir que -en este tema, como en tantos otros- Trump se presenta como “Yo el Supremo”.

Ningún hecho político-cultural en Estados Unidos queda encerrado dentro de sus fronteras.  El poder de irradiación e influencia que tiene la primera potencia mundial es inigualable y ser “antivacunas” se convirtió en sinónimo de una identidad político-cultural.  Por este motivo los cambios de orientación sanitaria que se producen en Estados Unidos impactan en todo el mundo.  Esto permite comprender por qué en la Argentina se pudo realizar un acto estrambótico contra las vacunas en la Cámara de Diputados a pesar de las protestas de la comunidad científica.

Las vacunaciones masivas organizadas por los Estados son parte del progreso de la humanidad en su conjunto.  Hoy, quienes gustan hablar en nombre de la “modernización”, proponen un mundo más parecido al siglo XIX cuando no existían la salud o la educación universal.

*Sociólogo y periodista argentino