La UE fuera de las negociaciones para poner fin a la guerra en Ucrania
Trump maneja el plan sólo con Rusia
Isabella Arria
La propuesta acordada por Washington y Moscú de espaldas a Kiev y a Bruselas contiene muchos puntos que hasta ahora han sido inadmisibles para Zelensky y sus patrocinadores europeos, incluidos algunos como la cesión de territorios a Rusia, la reducción en el número de efectivos de las fuerzas armadas ucranias o la renuncia a misiles de largo alcance usados para atacar territorio ruso.

Ante la presión que ejerce Trump para que Rusia y Ucrania firmen lo antes posible su plan de paz de 28 puntos, el presidente ruso Vladimir Putin y su par ucranio, Volodymir Zelensky, hablaron este viernes sobre un borrador que, a juicio de ambos, todavía hay que negociar al contener no pocas líneas rojas tanto para uno como para otro.
Putin, aunque dijo estar satisfecho con la dinámica de lo que denomina “operación militar especial”, afirmó que la propuesta de Trump puede servir de base para un arreglo político en Ucrania. En tanto, Zelensky planteó que su país tendrá que elegir entre perder la dignidad o renunciar a un aliado clave, en alusión a Estados Unidos.
La gira reciente de Volodímir Zelenski por Grecia, Francia y España no puede interpretarse como una serie de gestos protocolarios. Llega en un momento especialmente delicado para Ucrania con la guerra en fase de cronificación, con un apoyo internacional cada vez más complicado y difícil de mantener y en el plano interno con escándalos de corrupción que vuelven a poner en duda la solidez institucional de un Estado que lleva tres años resistiendo la agresión rusa.
Y es en este cruce de vulnerabilidades donde cada movimiento diplomático adquiere un peso extraordinario, analiza Ruth Ferrero-Turrión, profesora de Ciencia Política y Estudios Europeos en la Universidad Complutense de Madrid. La actual posición de la mayoría de las capitales está siendo la de mantener acríticamente el apoyo a Ucrania con todo lo que lleva aparejado y que aún muchos se resisten a admitir. Esto es, se hace imprescindible la exigibilidad de transparencia al gobierno de Kiev, acosado por casos de corrupción y que se parapeta tras el velo de la guerra, añade.
El viaje de Zelenski pivotó sobre tres ejes: el energético, el de defensa y el político. La parada en Grecia tuvo un objetivo asegurar suministros energéticos para el próximo invierno: asegurar gas licuado. En París, buscó reforzar la cooperación en defensa con Emmanuel Macron, especialmente en sistemas de defensa aérea y capacidades estratégicas. Francia observa con preocupación los escándalos internos que erosionan la legitimidad del gobierno ucraniano.
El cierre de la gira en Madrid tuvo una dimensión más política que buscaba garantizar que España mantenga su compromiso parlamentario y social con la causa ucraniana. Para los analistas, España se ha convertido en un termómetro del sentimiento europeo, solidaria, pero también cansada.
Europa, el plan Trump y Ucrania
Después que este miércoles se hiciera público la reanudación de los intercambios entre Estados Unidos y Rusia por un plan de paz en el país ucraniano, tanto la Comisión Europea como los Estados miembros han salido a reivindicar su silla en la mesa de negociaciones en el marco del Consejo de Exteriores de la UE, que se ha celebrado este jueves en Bruselas. «Para que se acabe la guerra, los ucranianos y los europeos tienen que estar de acuerdo con los planes», ha asegurado la jefa de la diplomacia europea, Kaja Kallas, en declaraciones a los medios.
«Cualquier decisión sobre fjuturo de Ucrania no puede hacerse de espaldas a de la Unión Europea y los europeos», ha asegurado el titular de Exteriores del Gobierno, José Manuel Albares, que incluso pidió que Kiev y Bruselas estuvieran en el «centro absoluto»de cualquier movimiento o potencial acuerdo sobre la guerra de Ucrania.
Los países europeos se enfrentan a un reto del que todavía no saben cómo van a salir, máxime cuando la última oferta de Trump encuentra a Zelensky en una situación de extrema debilidad militar y política. Por una parte, su liderazgo atraviesa fuertes cuestionamientos por las revelaciones de que altos funcionarios, de los que al menos uno es su amigo personal y ex socio de negocios, malversaron más de 100 millones de dólares de la empresa estatal de energía nuclear.
Este escándalo, grave en sí mismo, se produce semanas después de que el mandatario reculara en su intento de controlar la Oficina Nacional Anticorrupción y la Fiscalía Especializada Anticorrupción (NABU y SAPO, por sus siglas en ucranio): las modificaciones legales que impulsó le habrían dado, entre otras, las facultades de firmar (o no) todas las acusaciones contra altos funcionarios y cerrar procesos penales contra altos cargos, incluido el suyo.

Resultó claro que se trató de maniobras con el objeto de protegerse a sí mismo y a sus cercanos de malas conductas que Zelensky conocía y en las que pudo haber participado, por lo que se ha resquebrajado su imagen cuidadosamente cultivada de austeridad personal y compromiso permanente con la causa patria.
Las condiciones en el frente de batalla no son mejores. Si bien Moscú dista de avanzar en sus metas a la velocidad deseada, como admite el propio Putin, las tropas ucranias ceden terreno en prácticamente toda la línea del frente. Hasta los observadores más rusófobos reconocen el mal momento de Kiev y el avance ruso en varias localidades cuya caída tendrá un gran peso simbólico tras meses de encarnizada disputa.
Consciente de las dificultades, Zelensky dio un giro sorprendente en su intransigencia a las concesiones territoriales: en un discurso a la nación pronunciado ayer, dijo que el país se encuentra bajo una presión enorme, con la muy difícil decisión de “perder su dignidad o correr el riesgo de perder a un socio clave”.
Si Trump no cambia su postura (lo cual nunca puede descartarse), todo apunta a que Ucrania perderá de manera inexorable la guerra, ya sea en la mesa de negociaciones o en el campo de batalla: si Zelensky rechaza los términos draconianos impuestos por Washington, deberá continuar peleando sin las armas, el dinero ni, lo más valioso, la
información de inteligencia estadunidense, un insumo que le ha permitido localizar y destruir objetivos estratégicos rusos, desde buques insignia hasta generales de alta graduación.
Incluso si Bruselas respondiera a este revés ampliando su apoyo a Kiev, parece imposible que su limitada capacidad industrial y sus recursos logísticos y financieros llenen el hueco dejado por la superpotencia. Además, debe considerarse que la autonomía europea es limitada, pues muchas de sus exportaciones de armamento requieren autorización de la Casa Blanca.
Después de casi cuatro años de una guerra brutal, de centenares de miles de muertos y heridos, además de millones de desplazados en ambos bandos, Kiev y Bruselas podrían verse obligadas a capitular y aceptar la existencia de Rusia como una potencia regional cuyos intereses y líneas rojas han de tener en cuenta.
*Periodista chilena residenciada en Europa, analista asociada al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, estrategia.la)