Estados Unidos: La diplomacia de las cañoneras contra Venezuela

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Observatorio de la Crisis

Venezuela, se ha convertido en un frente clave en la batalla global contra la dominación unipolar.

Estados Unidos ha entrado en una nueva fase de su larga guerra contra Venezuela. Tras agotar las herramientas económicas y diplomáticas, ha recurrido a la palanca militar, enviando buques de guerra al Caribe en una flagrante demostración de fuerza.

Esta escalada pone fin a años de ataques imperialistas contra el gobierno bolivariano en Caracas, que comenzaron con amplias sanciones durante el gobierno del ex presidente estadounidense Barack Obama, se endurecieron a niveles sin precedentes durante el gobierno del presidente Donald Trump y se mantuvieron gracias a un consenso bipartidista.

Oficialmente, Washington presenta esto como parte de una amplia campaña antinarcóticos dirigida contra las llamadas organizaciones terroristas. Pero esta historia se desmorona al ser analizada a fondo. Lo que Estados Unidos realmente busca es un cambio de régimen y el control regional, apenas disimulado tras la retórica de la guerra contra las drogas.

La guerra jurídica como preludio a la guerra

El marco legal que sustenta la operación estadounidense comenzó con una directiva presidencial secreta que otorgaba al Pentágono la autoridad para atacar a organizaciones terroristas extranjeras (FTO) designadas. Washington está enviando buques de asalto a aguas costeras de Venezuela para reprimir el narcotráfico, según declaró un funcionario de defensa estadounidense anónimo. La medida, confirmada por Trump, se dirige a los cárteles a los que culpa del contrabando de fentanilo y otras drogas.

Entre estos grupos se encuentra el llamado Cartel de los Soles, un término que antes se usaba informalmente para describir redes de corrupción dispersas en el ejército venezolano. Washington ahora lo ha reempaquetado como un cártel centralizado, y la administración Trump lo ha etiquetado como una organización terrorista, aunque su existencia es cuestionada. En julio, la administración Trump sugirió que el presidente venezolano, Nicolás Maduro, lideraba el Cártel de los Soles, con el apoyo de otros altos funcionarios venezolanos.The White House has issued a $50 million bounty on Venezuelan President Nicolás Maduro, pictured at Miraflores Palace in Caracas, Venezuela, on July 31, 2024, to face US drug charges.

El Departamento de Justicia de Estados Unidos redobló sus esfuerzos y ofreció una recompensa de 50 millones de dólares por la captura de Maduro. Esta estrategia de guerra legal, que despoja a un jefe de Estado de su inmunidad soberana y lo tilda de narcoterrorista, está diseñada para justificar una agresión abierta ante el público nacional e internacional.

Según Christopher Sabatini , investigador de Chatham House en Londres, el despliegue de barcos por parte de Estados Unidos, la designación del “Tren de Aragua” venezolano como organización terrorista y la mayor recompensa por Maduro son todos elementos de una estrategia de la Casa Blanca destinada a hacer “tanto ruido como sea posible” para complacer a la oposición de Venezuela –mucha de la cual apoya a Trump– y “maniobrar con miedo” a altos funcionarios del gobierno para que deserten.

Cárteles ficticios, despliegues reales

Análisis de expertos, incluyendo los de Inisght Crime —un centro de estudios especializado en corrupción en las Américas— y exoficiales de inteligencia estadounidenses, han desacreditado la afirmación de que Venezuela alberga un cártel de la droga estatal. A principios de este mes, InSight Crime declaró que las sanciones estadounidenses al Cártel de los Soles eran inapropiadas. «Las nuevas sanciones del gobierno estadounidense contra el llamado ‘Cártel de los Soles’ de Venezuela lo presentan incorrectamente como una organización jerárquica de narcotráfico con motivaciones ideológicas, en lugar de un sistema de corrupción generalizada con fines de lucro que involucra a militares de alto rango», escribió.

Informes emitidos por organismos internacionales imparciales, como el Informe Mundial sobre Drogas 2025 de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, señalan que las principales rutas del contrabando de cocaína desde la región andina hacia América del Norte se concentran principalmente en el Pacífico y a través de los corredores centroamericanos.

La Ruta Oriental a través del Mar Caribe constituye una parte de la cual pasa cerca de Venezuela, una proporción estadísticamente insignificante del flujo total. Esta disparidad hace que priorizar a Venezuela en la lucha contra las drogas sea desproporcionado en comparación con la magnitud de su papel real en las principales redes de contrabando.

Analistas del crimen organizado y exfuncionarios de inteligencia, como Fulton Armstrong, también cuestionan la narrativa estadounidense que presenta a la Carte de los Soles como una organización estatal jerárquica e integrada. Análisis especializados, incluyendo informes previos de organizaciones como InSight Crime, sugieren que el término surgió informalmente para describir redes de corrupción esporádicas dentro de las fuerzas armadas venezolanas que se lucran con actividades ilícitas, en lugar de como una estructura centralizada similar a los cárteles de la droga mexicanos.

La narrativa estadounidense parece haber reunido estos fenómenos dispares y los ha presentado como una entidad única y cohesiva para servir a un objetivo político, que es retratar falsamente al Estado venezolano como un “narcoestado”.

Por otra parte, la administración Trump no ha proporcionado ninguna evidencia física creíble que vincule a Venezuela específicamente con la producción o el tráfico de fentanilo, que actualmente es la máxima prioridad para la salud pública y la seguridad nacional en Estados Unidos.Blog de las Fuerzas de Defensa de la República Argentina: DDG: clase ...

Sin embargo, la presencia militar de Washington cuenta una historia diferente. El despliegue incluye destructores de la clase Arleigh Burke con sistemas de combate Aegis, misiles de crucero Tomahawk y el grupo de asalto anfibio Iwo Jima.

El precedente evoca ejemplos históricos preocupantes, como el incidente del Golfo de Tonkín, que intensificó la guerra de Vietnam, o la invasión estadounidense de Panamá en 1989 para arrestar al presidente Manuel Noriega por cargos de tráfico de drogas.

Guerra psicológica, señalización regional y petróleo

La notoria postura militar estadounidense, sumada a la vaguedad de sus declaraciones oficiales, constituye una poderosa herramienta de presión psicológica. Su objetivo es sembrar incertidumbre y tensión en las instituciones venezolanas, en particular en la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB), fomentando las deserciones o alterando la cohesión del mando, todo ello sin disparar un solo tiro. Además, proporciona a la oposición nacional la capacidad de recuperar la iniciativa política tras repetidos fracasos.

Al proyectar una fuerza abrumadora en alta mar, Washington espera recrear tales fisuras dentro de las fuerzas armadas bolivarianas, confiando en que la historia se repita. Sin embargo, a diferencia de hace dos décadas, la estructura de mando actual se ha visto reforzada por años de asedio, entrenamiento externo y vínculos más estrechos con sus homólogos militares rusos e iraníes.

La operación estadounidense cumple múltiples funciones. Además de fracturar el mando militar venezolano y revitalizar a una oposición fallida, también envía una señal a los aliados regionales de Caracas —Cuba y Nicaragua— y a sus patrocinadores internacionales —Rusia, China e Irán— de que Estados Unidos pretende mantener su supuesto patio trasero.

Más allá de La Habana y Managua, otros gobiernos latinoamericanos se han mostrado cautelosos ante la asertividad naval de Washington.

Nicolás Maduro y Lula da Silva tienen muy buena relación.
«Operación Imeri»: lsupuesta movida de Lula para rescatar a Maduro

Informes del portal militar Defensa Net describieron la «Operación Imeri», un plan clandestino presuntamente difundido dentro de Itamaraty para expulsar a Maduro y protegerlo de una intervención liderada por Estados Unidos. Aunque oficialmente desmentidas, las filtraciones sugieren un serio debate en la élite política y de seguridad brasileña sobre cómo abordar la escalada de Washington.

Dentro de la CELAC, la diplomacia de las cañoneras estadounidenses ha reavivado los temores de un retorno a las intervenciones del siglo XX, erosionando aún más la posición de Washington en la región.

Sin embargo, el petróleo es el núcleo de todo esto. Venezuela posee las mayores reservas comprobadas del mundo . Asegurar el acceso, o al menos negárselo a otros, sigue siendo un principio fundamental de la estrategia estadounidense en el hemisferio.

Caracas contraataca con asimetría y alianzas

El presidente Maduro ha respondido activando la doctrina de defensa de Venezuela: la » Guerra de Todo el Pueblo «. Esto implica movilizar hasta cinco millones de combatientes a través de la Milicia Bolivariana para crear una red de resistencia nacional diseñada para desangrar a cualquier invasor en una prolongada guerra de desgaste.

Esta doctrina, adoptada bajo el predecesor de Maduro, el fallecido Hugo Chávez, después del intento de golpe de 2002, pretende convertir cualquier invasión en una ocupación prolongada y de alto costo mediante una defensa civil arraigada en las comunidades locales.

En el ámbito diplomático, Venezuela denunció la acción estadounidense como una violación del derecho internacional y buscó apoyo en foros regionales e internacionales, como la CELAC y la ONU. Más crucial aún, Caracas aprovechó sus alianzas estratégicas. Seis muertos en enfrentamientos entre Ejército y grupo violento en ...

Rusia suministra armas avanzadas, realiza ejercicios conjuntos y bloquea las resoluciones impulsadas por Estados Unidos en el Consejo de Seguridad de la ONU. China sigue siendo el principal acreedor y socio económico de Venezuela, al proporcionar préstamos con respaldo petrolero e inversión en infraestructura. Durante años, Pekín ha otorgado miles de millones de dólares en préstamos al gobierno venezolano a cambio de futuros envíos de petróleo, lo que le ha proporcionado liquidez urgente.

Irán ofrece conocimientos técnicos para rehabilitar las refinerías venezolanas, transportar combustible a través de mares bloqueados y abastecer los supermercados con productos esenciales. La relación entre Caracas y Teherán es única, basada en la solidaridad objetiva entre dos países sometidos a la máxima presión y a las sanciones estadounidenses, y que comparten un discurso ideológico contra la hegemonía. Juntas, estas alianzas forman un escudo geopolítico que ha impedido que Venezuela se convierta en otro estado fallido tras las sanciones estadounidenses.

Cada actor aporta una capa de resiliencia: Rusia garantiza la fuerza militar, China se asegura el oxígeno económico e Irán ofrece soluciones prácticas para la supervivencia diaria. Juntos, han transformado lo que podría haber sido una intervención unilateral en un impasse crucial en el emergente orden multipolar.

Petrobras realiza 1ª operação de transbordo no terminal da Açu Petróleo ...En 2022, Teherán y Caracas intensificaron las transferencias de petróleo de barco a barco , trasladando crudo de forma encubierta en el mar para eludir las sanciones estadounidenses, lo que demuestra los esfuerzos creativos que han hecho para sostener los flujos energéticos bilaterales.

En Latinoamérica y más allá, la estrategia de Washington no es nueva. En Panamá, Noriega fue derrocado bajo el pretexto del narcotráfico, mientras que en Afganistán, el cultivo de amapola se integró a la «guerra contra el terrorismo», a pesar de que la industria narcotraficante del país prosperó bajo la ocupación estadounidense. Al reciclar estos tropos, Washington busca enmascarar su poderío con humo legalista.

Escenarios en el horizonte

Tres desenlaces definen ahora el camino a seguir. El primero es una crisis controlada, en la que Estados Unidos continúa su campaña de presión militar sin iniciar un conflicto directo. Washington mantiene activa su presencia naval en la región y la utiliza como moneda de cambio en negociaciones globales más amplias, especialmente con Rusia y China. En este escenario, el estancamiento se mantiene contenido, pero la amenaza persiste.

La segunda es una intervención limitada que desemboca en un caos. Esto podría manifestarse en un ataque selectivo o un bloqueo naval, lo que provocaría una férrea resistencia de las fuerzas y milicias venezolanas, generaría una conmoción económica en los mercados energéticos mundiales y desestabilizaría a los países limítrofes, en particular a Colombia.

El tercer escenario es una retirada calculada. Ante altos riesgos y rendimientos decrecientes, Washington podría reducir su presencia militar mientras mantiene las sanciones económicas. Caracas, a su vez, sobrevive gracias a sus alianzas extranjeras y mecanismos de resiliencia internos, preservando un statu quo tenso pero estable.

Queda claro que la escalada de Washington, encubierta bajo la retórica del control de narcóticos, es, en esencia, una campaña de presión multifacética con objetivos que van mucho más allá de la interdicción de drogas. El débil pretexto de los narcóticos, desvirtuado por datos de campo y análisis de expertos, simplemente sirve como cortina de humo política y legal para una ofensiva geopolítica y económica más amplia.

Cada camino conlleva altos costos. Pero algo es cierto: no se trata de narcóticos, sino de imperio. Y Venezuela, señalada desde hace tiempo por Washington como una potencia desestabilizadora, se ha convertido en un frente clave en la batalla global contra la dominación unipolar.

El resultado no sólo determinará el futuro de Venezuela; marcará un punto de inflexión en el equilibrio de poder en el siglo XXI.