“Inutilizar Gaza”: la misión israelí de destrucción urbana total
Meron Rapoport
A principios de abril, solo unas semanas después de reanudar su asalto contra Gaza, las fuerzas israelíes anunciaron que habían tomado el control de Rafah, la ciudad más meridional de la Franja, para crear el “Eje Morag”, un nuevo corredor militar que fragmenta Gaza todavía más. Según la Oficina de Medios del Gobierno de Gaza, durante su ofensiva el ejército ha destruido más de 50.000 viviendas en Rafah, el 90% de sus barrios residenciales. Ahora el ejército está procediendo a demoler las estructuras que quedaban en la ciudad para convertirla en una zona de amortiguación que aísle el único cruce fronterizo de Gaza con Egipto.
Y., soldado regresado recientemente de su servicio de reserva en Rafah, describe los métodos de demolición del ejército a +972 Magazine y Local Call: “Me hice con cuatro o cinco excavadoras [de otra unidad] que demolían 60 casas al día. Una casa de una o dos plantas la derriban en una hora; para una de tres o cuatro plantas se tarda un poco más. La misión oficial era abrir una ruta logística para maniobrar pero en la práctica las excavadoras simplemente destruyen viviendas. La zona sureste de Rafah está completamente destruida. El horizonte es plano. No hay ciudad”.
El testimonio de Y. concuerda con el de otros diez soldados que han servido en diferentes momentos en la Franja de Gaza y el sur de Líbano desde el 7 de octubre, y que han hablado con +972 y Local Call. También coincide con vídeos publicados por otros soldados, declaraciones oficiales y extraoficiales de oficiales superiores, tanto actuales como anteriores, análisis de imágenes por satélite e informes de organizaciones internacionales.
Estas fuentes exponen en su conjunto una realidad palmaria: la destrucción sistemática de edificios residenciales y estructuras públicas se ha convertido en parte central de las operaciones del ejército israelí y, en muchos casos, en su objetivo principal.
Parte de esta devastación es resultado de bombardeos aéreos y ataques terrestres israelíes, y artefactos explosivos improvisados colocados por militantes palestinos dentro de edificios de Gaza. Sin embargo, aunque es difícil obtener cifras precisas, la mayor parte de la destrucción de Gaza y del sur de Líbano no se lleva a cabo desde el aire ni por combates sino mediante excavadoras o explosivos israelíes: actos premeditados e intencionales.
Según la investigación de +972 y Local Call, ello obedece a una decisión consciente y estratégica de “arrasar la zona” para asegurar que “la gente no pueda regresar a estos espacios”, como señala Yotam, quien ha ejercido de subcomandante de compañía en una brigada blindada en Gaza.
La destrucción “no operativa” sin justificación militar directa empezó en los primeros meses de la guerra: ya en enero de 2024, el medio de investigación israelí The Hottest Place in Hell informó de que el ejército había llevado a cabo la “destrucción sistemática y completa de todos los edificios cercanos al muro en un radio de un kilómetro dentro de la Franja –aunque ni la inteligencia ni los soldados sobre el terreno los habían identificado como infraestructuras terroristas– con el objetivo de crear una ‘zona de seguridad’”.
El informe citaba a soldados que afirmaban que en zonas próximas a la valla fronteriza, como Beit Hanun y Beit Lahia, y el barrio de Shuja’iyya en la parte norte de la Franja, así como en Jirbet Juza’a, a las afueras de Jan Yunis, entre el 75 % y el 100 % de los edificios habían sido destruidos para entonces, casi indiscriminadamente. Lo que empezó a hacerse en las periferias de Gaza pronto se convirtió en un método ampliamente aplicado en toda la Franja, vinculado al plan general de Israel de hacer que la mayor parte de ese territorio sea inhabitable para los y las palestinas.
Estas acciones constituyen descarnadas violaciones de las leyes de la guerra, según Michael Sfard, abogado israelí y experto en derechos humanos. “La destrucción de la propiedad [individual] no exigida imperativamente por las necesidades de la guerra constituye un crimen de guerra”, explica, “y existe asimismo un crimen de guerra específico y más grave: la destrucción gratuita y extensa de propiedad no justificada por la necesidad militar. Existe un debate muy pertinente entre expertos legales, activistas de derechos humanos y académicos sobre la necesidad de tipificar como crimen de lesa humanidad el ‘domicidio’, es decir, la destrucción de zonas habitadas”.
“Que no haya a dónde volver”![]()
Desde que Israel violó el alto el fuego en marzo, aproximadamente 2.800 personas palestinas han sido asesinadas en Gaza, de entre las casi 53.000 muertas y 120.000 heridas durante la guerra; como ya informó +972, los ataques aéreos han causado la mayor parte de las bajas civiles. Pero es la destrucción sistemática del espacio urbano de Gaza lo que está sentando las bases para la limpieza étnica de la Franja, a la que el discurso político israelí se refiere como “ejecutar el Plan Trump”.
El primer ministro Benjamin Netanyahu respaldó sin ambages esta visión a finales de marzo, poco después de que Israel reanudara la guerra. “Hamás depondrá las armas. Sus dirigentes podrán marcharse. Velaremos por la seguridad general de la Franja de Gaza y permitiremos la realización del plan de Trump para la migración voluntaria”, afirmó Netanyahu. “Este es el plan. No lo ocultamos y estamos dispuestos a discutirlo en cualquier momento”.
Esta misma semana Netanyahu ha sido más explícito sobre la conexión entre la destrucción de edificios civiles y el desplazamiento forzado. “Cada vez destruimos mas viviendas; no tienen adónde regresar”, según declaró en una reunión del Comité de Asuntos Exteriores y Seguridad. “El único resultado posible será que los gazatíes deseen emigrar fuera de la Franja”.
En diciembre de 2024, la ONU estimó que el 69% de todos los edificios de la Franja, incluidas 245.000 viviendas, ya habían resultado dañados y más de 60.000 edificios completamente destruidos. A finales de febrero esa cifra había aumentado a 70.000, según Adi Ben Nun, especialista en SIG [Sistemas de Información Geográfica, por sus siglas en inglés] de la Universidad Hebrea de Jerusalén, quien ha llevado a cabo un análisis satelital para +972 y Local Call. Al menos 2.000 infraestructuras han sido destruidas en marzo, más de 1.000 solo en Rafah.

Según un análisis visual realizado por el investigador Ariel Caine para Local Call y +972, más del 73% de los edificios de Rafah y sus alrededores han quedado completamente destruidos, y solo menos del 4% no presentan daños visibles. La zona albergaba aproximadamente 28.332 edificios, desde el Corredor Filadelfia hasta el Eje Morag.
Algunos de los edificios de Gaza que han sido completamente arrasados por excavadoras o explosivos en demoliciones planificadas ya habían sufrido daños previos por ataques aéreos o durante combates terrestres. Sin embargo, un indicio de la gran cantidad de estructuras destruidas sin necesidad operativa proviene de datos de la ONU: entre septiembre y diciembre de 2024 —periodo sin combates intensos en Gaza—, el ejército destrozó más de 3.000 edificios adicionales de Rafah y alrededor de otros 3.100 en el norte de la Franja.
El arma principal del arsenal de destrucción del ejército es la excavadora blindada D9 de Caterpillar que [Israel] utiliza desde hace tiempo para cometer sus violaciones de derechos humanos en los territorios palestinos ocupados. Sin embargo, los soldados que han hablado con +972 y Local Call también describen otro método habitual para derribar bloques de viviendas enteros: llenar contenedores o vehículos militares fuera de servicio con material explosivo y detonarlos a distancia.
“Al final, la D9 [excavadora blindada] ha determinado el rumbo de la guerra”, tuiteó la periodista israelí de derechas Yinon Magal a principios de febrero. “Es lo que ha obligado a los gazatíes a regresar al sur después de que [volvieran a sus hogares del norte durante el alto el fuego y] se hayan dado cuenta de que no tienen adónde regresar… Y esto ha sido una directiva del Jefe de Estado Mayor ni del Estado Mayor; es una política de ‘campo’, de los comandantes de división, de brigada, de batallón e incluso de los equipos de ingeniería militar que han cambiado la realidad”.
Un ex alto cargo de seguridad del ejército israelí que ha mantenido contacto con muchos mandos, confirma que algunos comandantes sobre el terreno se han encargado de ordenar la destrucción de tantos edificios en Gaza como sea posible, incluso en ausencia de directivas militares formales de los altos mandos. “Recibí informes de oficiales sobre el terreno que indicaban que se estaban tomando medidas innecesarias desde una perspectiva operativa: demolición de viviendas, obligar a decenas y cientos de miles de residentes a irse, destruir sistemáticamente Beit Hanun y Beit Lahia. Me han dicho que las unidades D9 están operando fuera de control”, indica a +972 y Local Call. “No sé qué porcentaje corresponde a destrucción no operativa pero es mucho”.
Los comandantes en Gaza mantienen una discreción férrea sobre la demolición de edificios, admite una fuente militar oficial aunque niega que exista una directiva de “destruir por destruir” en Gaza. “Un comandante puede derribar un edificio que pueda representar una amenaza”, aludiendo a que los responsables de la destrucción más generalizada podrían ser comandantes de menor rango.
Mientras tanto, varios reservistas han testificado que el método del ejército israelí de destrucción sistemática y deliberada de infraestructuras civiles también se utilizó en el sur de Líbano durante la invasión terrestre de octubre-noviembre de 2024. Según un reservista, los preparativos para la invasión incluyeron entrenamiento de demolición, cuyo objetivo explícito era destruir aldeas chiíes, definidas casi todas como bastiones de Hezbolá, para impedir que sus residentes regresaran.
“Si los soldados se tomaban su tiempo comprobando en qué pared colocar los explosivos, saliendo después del edificio y filmando la explosión, demuestra que no había justificación [operativa] para ello”, explica Muhammad Shehada, investigador visitante del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores nacido en Gaza. Un amigo suyo, con pasaporte extranjero y que entró en la Franja de Gaza durante el alto el fuego, describe la metódica destrucción. “Decía que se podía ver que [los soldados] habían demolido una casa, limpiaban los escombros y pasaban a la siguiente”.
Antes de la ofensiva, el propio Shehadeh vivía en Tel Al Hawa, un distrito de Gaza conocido por sus rascacielos y hogar de funcionarios y académicos, no lejos del Corredor Netzarim. “Cuando los habitantes de Gaza se enteran de que el ejército va a abrir un corredor se dan cuenta de que no quedará ni un solo edificio, afirma. Nosotros ya sabíamos que Tel Al Hawa desaparecería”.
El mensaje es claro: lo vamos a destruir todo
Cuando el alto el fuego entró en vigor a finales de enero, miles de palestinos y palestinas se apresuraron a regresar a Yabalia, en el norte de Gaza, solo para descubrir que el campo de refugiados tal como lo conocían ya no existía y que sus barrios habían sido reducidos a escombros en su totalidad. Sus relatos de la destrucción coinciden con los testimonios de soldados que sirvieron en Yabalia desde octubre de 2024, cuando el ejército israelí reingresó al campo, hasta el alto el fuego.
Avraham Zarviv, operador de una D9 conocido como el “Aplanador de Yabalia” por los videos de destrucción que subía a redes sociales, explicó sus métodos en entrevista con el Canal 14.
“Nunca había visto un tractor en mi vida, solo en fotos”, decía Zarviv, que en su vida civil ejerce de juez de un tribunal rabínico. La Brigada Givati en la que sirvió decidió pocos meses después del inicio de la guerra establecer una unidad de ingeniería especializada en operaciones de demolición. Nos subimos a tractores, D9, excavadoras… aprendimos el oficio, nos volvimos muy profesionales. No puedes hacerte a la idea de lo que es derribar un edificio —siete, seis, cinco pisos— uno tras otro.
Zarviv afirmó que entre octubre de 2024 y enero de 2025, destruyó un promedio de “50 edificios, no pisos, sino edificios… por semana. En Rafah no tienen adónde ir; en Yabalia, no tienen adónde regresar”. Zarviv regresó recientemente para servir en Rafah. Antes de [la fiesta judía de] Séder de Pésaj en abril de este año, publicó un video suyo desde Rafah donde aparecía en una calle como telón de fondo en la que aún se conservaban algunos edificios. Zarviv no aclaraba en el video qué hacía exactamente en Rafah pero afirmaba que había regresado “para luchar hasta la victoria, hasta la colonización… Estamos aquí para quedarnos”.
La aniquilación total de Rafah por parte del ejército se ha producido a pesar de que, como señala Y., “no se han producido choques [con combatientes de Hamás]; solo nos hemos topado con paramédicos”, en referencia al incidente en el que soldados israelíes mataron a 15 paramédicos y bomberos en el barrio de Tel Al Sultan de la ciudad.
Al igual que Y., los otros soldados entrevistados por +972 y Local Call afirman no haber visto ninguna orden escrita del Estado Mayor del ejército para llevar a cabo las demoliciones y que normalmente dichas órdenes vienen del nivel de brigada o división.
El ex alto funcionario de seguridad afirmó haber contactado con el Estado Mayor tras enterarse de la destrucción sistemática en el norte de la Franja y estar “convencido de que esto no procedía del Jefe de Estado Mayor [Herzi Halevi], sino que perdió el control. La destrucción que no está relacionada con objetivos militares es un crimen de guerra. Esto vino desde abajo [de oficiales de rango medio, incluyendo comandantes de brigada y batallón]. La venganza no es un objetivo militar [oficial], pero se permitió que ocurriera”.
“Cuando entras en una casa, la vuelas por los aires”
H. ha servido en la reserva en Gaza dos veces: la primera a principios de 2024 y la segunda entre mayo y agosto, como comandante de la sala de operaciones de un batallón estacionado en el Corredor de Netzarim. “Durante mi primer servicio en la reserva estuve en Jirbet Juza’a [una aldea cerca de Jan Yunis]. Lo destruimos todo, aunque había una lógica: ampliar la línea de contacto (zona de contención) porque estaba cerca de la frontera”, declaró.
[La segunda vez,] la zona en la que nos encontrábamos estaba a lo largo del Corredor de Netzarim, junto al mar. No había justificación operativa para demoler edificios. No representaban ninguna amenaza para Israel. Se había convertido en una rutina: el ejército se había acostumbrado a la idea de que al entrar en una casa hay que volarla por los aires.
“Esa no fue una iniciativa local sino del comandante del batallón”, sostiene H. “Los objetivos de demolición [edificios marcados para su destrucción] se enviaban a la brigada. Supongo que también a la división. El comandante del batallón marcaba los edificios con una X y verificaba la cantidad de explosivos disponibles. Enviaban a un comandante de compañía para verificar que no hubiera prisioneros de guerra ni personas desaparecidas [rehenes] en el interior. En los casos en que aún había palestinos en las casas, se les ordenaba que se fueran, pero esos eran casos excepcionales”.
Según H., la destrucción era diaria. “Algunos días demolíamos de ocho a diez edificios, otros ninguno. Pero en total, en los 90 días que estuvimos allí, mi batallón destruyó entre 300 y 400 edificios. Nos alejábamos 300 metros [de los edificios] y los volábamos por los aires”.
Cuando H. llegó al corredor de Netzarim en mayo de 2024 el ancho del corredor era de solo unas pocas docenas de metros de norte a sur. Para cuando terminó su servicio tres meses después, las demoliciones habían ampliado el corredor a siete kilómetros a cada lado. “Tomamos tres kilómetros desde Zaytun [al norte de Netzarim] y también desde Al Bureiy y Nuseirat [al sur]. No queda nada, ni un solo muro de más de un metro de altura. La magnitud e intensidad de la destrucción son enormes; es indescriptible”.
“Al despertarnos, el batallón tenía asignada una compañía de ingeniería para ese día y una cantidad concreta de explosivos”, explica Yotam describiendo cómo comenzaron las misiones de demolición. “Eso significaba demoler entre uno y cinco edificios [cada día día]”.
Como subcomandante de la compañía, Yotam tenía la tarea de dirigir las misiones. Fui con el comandante del batallón, que me dijo: “Lo que encuentres de importante sobre el terreno, derrócalo”. Le dije: “No voy a hacer una misión así”. Así que fui con el comandante de la compañía de ingeniería, abrimos un mapa y seleccionamos cinco edificios. Si no lo hacíamos, simplemente elegirían edificios al azar; en fin, querían demoler todo el barrio. La sensación general era: “Hoy contamos con una compañía de ingenieros: vamos a destruir algo”.
Al igual que otros soldados que han hablado con +972 y Local Call, Yotam afirma que el principal objetivo militar en la segunda fase de la guerra, entre marzo y abril de 2024, era destruir por destruir. Añade que un comandante de división explicitó que se trataba de ejercer “presión sobre Hamás” para llegar a un acuerdo sobre la toma de rehenes pero en la práctica “no se trata de una misión operativa. Ni tiene un propósito concreto. No hay protocolos establecidos”.
Yotam afirma que en la zona de Netzarim, las unidades de campo han tenido considerable libertad para decidir qué destruir. “El razonamiento operativo era que se trata de un territorio controlado por las Fuerzas israelíes, que no se va a devolver pronto, y que a nadie le importa la vida de los palestinos que había allí. No es una zona que vaya a volver a convertirse en un barrio palestino”.
“Vi con mis propios ojos cientos de edificios derruidos. Barrios enteros al norte del Hospital Turco [en el centro de la Franja de Gaza] quedaron arrasados. Es imposible permanecer indiferente ante tal magnitud de destrucción”.
Un espectáculo cada noche
Muchos de los soldados entrevistados describen los rituales ceremoniales que acompañan las demoliciones en Gaza. Un cabo reservista de la Brigada 55 que ha servido cerca de Jan Yunis, se refiere a su experiencia en las misiones: “Revisábamos las casas, confirmábamos que no había información de interés ni ‘militantes’ presentes, y luego la unidad de ingenieros entraba en cada edificio con cargas de 10 kilos que fijaban a las columnas de soporte. Era como un espectáculo cada noche: un oficial de alto rango, generalmente un comandante de compañía o superior, se comunicaba por radio con la unidad de desactivación de bombas y el cuerpo de ingenieros, daba un discurso sobre por qué estábamos allí, hacía cuenta hacia atrás y… ¡bum!; mirábamos hacia atrás y ya no quedaba nada en pie”.
Yotam también habla de estos rituales durante su servicio de reserva en Gaza. “Cuando destruíamos una hilera de edificios, el comandante del batallón se comunicaba por radio, decía algo heroico sobre alguien que había muerto y sobre continuar la misión, y luego saltaban toda una hilera de edificios por los aires”.
Otra práctica común es quemar las casas que las fuerzas israelíes han utilizado como instalaciones militares temporales para marcar el final de una misión, como +972 ha documentado previamente. “Ea rutinario; lo hacían constantemente”, afirma Yotam. “Después dejaron de hacerlo y solo quemaban las casas que habían sido utilizadas como centros de mando”.
Los soldados comprenden bien el significado general de estas demoliciones ritualizadas. A falta de un objetivo operativo, cumplen un objetivo político e ideológico: hacer de Gaza un lugar inhabitable para las generaciones venideras.

“Al final, no luchamos contra un ejército, luchamos contra una idea”, declaraba el comandante del Batallón 74 al periódico israelí Makor Rishon en diciembre de 2024. “Si mato a los combatientes, la idea puede seguir existiendo. Pero lo que quiero es que la idea sea inviable. Se trata de que cuando miren a Shuja’iyya vean que allí ya no hay nada más que tierra. No creo que puedan regresar aquí al menos en 100 años”.
“Nadie sabe mejor que nosotros que los gazatíes no tienen adónde regresar”, explica un comandante cuyo batallón participó en la destrucción de unos mil edificios durante dos meses en 2025. Un soldado que sirvió en el mismo batallón añadió: “La idea era destruirlo todo. Simplemente crear franjas de destrucción”.
“Derribas una calle entera de una sola explosión”
En abril de 2025 el periodista israelí Yaniv Kubovich entró en el “Eje Morag” —la franja de tierra que el ejército despejó entre Jan Yunis y Rafah— e informó haber visto los restos de un antiguo vehículo blindado de transporte de personal (APC por sus siglas en inglés) cerca de uno de los edificios destruidos.
Los soldados le explican que se trata de otro método utilizado para derrumbar edificios, uno que causa graves daños alrededor. “Las Fuerzas israelíes cargan [el APC] con explosivos y lo lanzan de forma autónoma contra una calle o un edificio que la fuerza aérea habría bombardeado previamente. Tras un año y medio de ofensiva, el APC explosivo se ha convertido en la alternativa más económica”.
Según Kubovich, los restos de estos APC explosivos se pueden ver ahora por toda la Franja y parece que su uso se ha expandido tremendamente desde las primeras etapas de la guerra.
A., quien cumplió múltiples misiones en Gaza, afirmaque este método no se limita a los antiguos vehículos blindados de transporte de personal. “Se toman dos contenedores gigantes, se usan decenas, si no a cientos, de litros de material explosivo, y con una D9 o una Bobcat [pequeña excavadora], controlada a distancia, se colocan en un punto predeterminado y se detonan. Se destruye una calle entera de una sola explosión”.
“Una vez entramos en un recinto que había sido un centro educativo juvenil. Nos quedamos allí una noche y luego lo volaron. Estábamos a un kilómetro y medio [de la explosión] y aún sentíamos la onda expansiva pasar sobre nosotros, como una fuerte ráfaga de viento. Pensé que el edificio se había derrumbado sobre mí”. A. afirma que a veces este método se utiliza con fines operativos: por ejemplo, volar una zona sospechosa de tener un artefacto explosivo o despejar el camino para las tropas.
Pero Yotam lo describe como otra herramienta más utilizada principalmente para derribar edificios. “La misión se define una vez que se recibe la cantidad asignada [de explosivos]; entonces es: ‘Venga, adelante’. Parte de la misión ideológica es demoler edificios o inutilizar una zona”. Y., quien ha servido recientemente en Rafah, también afirma que “todas las noches hacen estallar uno o dos [de estos vehículos blindados]. La fuerza es descomunal: derriba todo a su alrededor”.
Mientras las fuerzas israelíes arrasan Rafah, las decenas de miles de palestinos y palestinas obligadas a evacuar en abril pueden oír la destrucción de sus hogares a lo lejos. El Dr. Ahmed al Sufi, alcalde de Rafah, nos confirma que al regresar a la ciudad en enero después del inicio del alto el fuego, quedó conmocionado al ver la magnitud de la destrucción. Ahora, desplazado de nuevo fuera de Rafah, oye bombardeos aéreos y constantes explosiones desde tierra y teme que la situación sea mucho peor. “Nadie sabe cómo se ve la ciudad ahora pero prevemos que quedará completamente destruida. El retorno será erá muy difícil para los residentes.
“El ejército israelí utiliza diversos métodos para destruir la ciudad: incesantes bombardeos aéreos o la voladura de edificios con trampas explosivas” cuenta Mohammed Al Mughair, director de Suministros de la Defensa Civil en Gaza. También hay robots con trampas explosivas que se introducen en las casas y en barrios enteros y se detonan en su interior. Varias zonas conservaban edificios intactos y habitables [durante el alto el fuego] pero con este bombardeo incesante desconocemos qué ha ocurrido allí, especialmente en las zonas que rodean el llamado Corredor Morag.
“[En Líbano] Nuestro objetivo era destruir aldeas chiíes”
Esta política de destrucción sistemática —una táctica para impedir que los civiles regresen a sus hogares— también se aplicó durante la invasión terrestre israelí de dos meses al sur del Líbano. Un análisis de imágenes vía satélite a finales de noviembre de 2024, poco después del alto el fuego entre Israel y Hezbolá, reveló que el 6,6 % de todos los edificios en los distritos al sur del río Litani habían sido destruidos total o parcialmente.
G., reservista del Batallón de Ingeniería 7064, se presentó para entrenamiento en el verano de 2024, antes de que se planease la invasión. Declara que la sesión informativa establecía explícitamente que el objetivo del batallón era destruir las aldeas chiíes. “En el entrenamiento de demolición previo a la invasión terrestre, un mayor del batallón nos explicó que nuestro objetivo al entrar en Líbano sería destruir las aldeas chiíes. No dijo ‘terroristas’, ni ‘enemigos’ ni ‘amenazas’. No usó términos militares, solo ‘aldeas chiíes’. Se trata de una destrucción sin fines militares, solo políticos.
“El objetivo era impedir el regreso de los residentes. Eso se declaró explícitamente. La idea era que no hubiera posibilidad de reconstrucción después de la ofensiva. En retrospectiva, vimos que destruyeron escuelas, mezquitas e instalaciones de tratamiento de aguas”. Se negó a presentarse a la reserva aunque no ha sido castigado.
Durante el entrenamiento de G., no se especificó una distancia desde la frontera como límite para la destrucción, pero “la Brigada 769, bajo cuya dirección estábamos, decidió un alcance de 3 kilómetros. Por lo que vi [desde el lado israelí de la frontera], lo lograron”. En entrevista en Srugim, el comandante de la Brigada 769 confirmó estas declaraciones: “Dondequiera que haya terrorismo, sospecha de terrorismo o incluso un atisbo de terrorismo, destruyo, demuelo y elimino”.
L., reservista que ha servido tanto en Gaza como en el frente oriental de Líbano, afirma que el ejército desplegó “una gran cantidad de fuerzas de ingeniería de combate, tanto regulares como de reserva”. Su unidad en Líbano “hizo frente escasa o ninguna resistencia, mucho menos de la esperada”, y uno de los objetivos era “destruir toda la infraestructura de las aldeas porque casi todas estaban descritas como bastiones de Hezbolá”.
“Comenzaron a destruir las aldeas de forma bastante exhaustiva e intensa: casi todas las casas, no solo las marcadas como residencias de comandantes de Hezbolá. Minas, explosivos, retroexcavadoras, D9… [utilizaron] todas las herramientas para demoler los edificios. También destruyeron la infraestructura eléctrica, hídrica y de comunicaciones, dejándola inutilizable a corto plazo; aunque [los residentes] regresen, la reconstrucción tardará mucho tiempo”.
Según L., las casas que se salvaron solían pertenecer a familias cristianas. “Observé que los edificios con cruces en su interior a menudo permanecían en pie”, explica.
G., como ya se ha señalado, se negó a entrar en Líbano para no participar en la destrucción de aldeas pero desde el lado israelí de la frontera vio y escuchó lo que su batallón hacía allí. “Parte de la destrucción se produjo después de que todo hubiera sido capturado y sin que hubiera más resistencia… Vi pruebas en el WhatsApp del batallón de destrucción intencionada. Soldados del batallón se filmaron haciendo estallar edificios. Mi batallón, en concreto, entró solo cuando ya no había ni presencia de Hezbolá, ni de armas, ni edificios que se estuvieran utilizando para ningún fin militar secundario [contra Israel]; nada que esté permitido atacar según las leyes de la guerra”.
Esta lógica de destrucción masiva también se ha aplicado en Cisjordania, aunque a menor escala. Una fuente militar nos explica que la naturaleza de la destrucción en Gaza se deriva de las tácticas que el ejército desarrolló en la Operación Escudo Defensivo en Cisjordania durante la Segunda Intifada: “exponer el terreno”, en el lenguaje militar.
Según un informe de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) de la ONU de marzo de 2025, desde principios de 2024 Israel ha demolido 463 edificios en Cisjordania como parte de su actividad militar, desplazando a casi 40.000 palestinos y palestinas de los campos de Yenín, Nur Shams y Tulkarem en el marco de la ‘Operación Muro de Hierro’. En el campamento de personas refugiadas de Yenín, como ya informó previamente +972, el ejército ha detonado bloques residenciales enteros y arrasado calles con excavadoras como parte de una estrategia para rediseñar el campo con el fin de reprimir la resistencia palestina y socavar el derecho al retorno. Asimismo el ejército ha anunciado recientemente planes para demoler 116 viviendas más en los campos de refugiados de Tulkarem y Nur Shams.
Según las cifras proporcionadas por soldados que han servido en Gaza, un solo batallón en la Franja podría destruir esa misma cantidad de edificios en una semana. Pero la idea subyacente es la misma. La destrucción ya no es simplemente una consecuencia de la actividad militar de Israel ni parte de una estrategia militar más amplia: parece ser el objetivo en sí mismo. El portavoz de las Fuerzas israelíes ha respondido a nuestra petición con la siguiente declaración: “Las Fuerzas israelíes no tienen una política de destrucción de edificios propiamente dicha, y cualquier demolición de una estructura debe cumplir con las condiciones establecidas por el derecho internacional.

Las afirmaciones sobre las declaraciones de los soldados acerca de demoliciones no relacionadas con fines operativos carecen de suficiente detalle y no se ajustan a las políticas y órdenes de las Fuerzas israelíes. Los incidentes excepcionales son examinados por los mecanismos de revisión e investigación de dichas Fuerzas. Las Fuerzas israelíes operan en todos los frentes con el objetivo de frustrar el terrorismo en una compleja realidad de seguridad, en la que las organizaciones terroristas establecen deliberadamente infraestructuras terroristas dentro de poblaciones y estructuras civiles. Las afirmaciones del artículo reflejan una comprensión errónea de las tácticas militares de Hamás en la Franja de Gaza y hasta qué punto estas tácticas involucran edificios civiles”.
En Cisjordania (Judea y Samaria), las organizaciones terroristas también operan y utilizan a la población civil como escudos humanos, poniéndola en peligro. Colocan explosivos y ocultan armas en la zona. Como parte de la campaña antiterrorista en el norte de Samaria, en ocasiones se producen cortes en las carreteras de la zona, lo que obliga a la demolición de edificios conforme a la ley. La decisión se tomó por razones operativas y tras examinar alternativas.
Las Fuerzas israelíes seguirán actuando de conformidad con la ley [israelí] y el derecho internacional, seguirán neutralizando los bastiones terroristas y tomarán todas las precauciones posibles para minimizar los daños a la población civil”.
* Periodista y escritor israelí, ganador del Premio Internacional de Periodismo de Nápoles por una investigación sobre el robo de olivos a sus propietarios palestinos. Fue director del Departamento de Noticias de Haaertz y actualmente es periodista independiente.