¡Fraude!

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OBSERVATORIO EN COMUNICACIÓN Y DEMOCRACIA – Fundación  para  la  Integración  Latinoamericana (FILA)

El 28 de julio, luego de que los venezolanos concurrieron a las urnas, la escena política regional ingresó en un momento inédito. Los circuitos de incidencia del poder de Washington pusieron al desenlace electoral de Venezuela en la picota, con el mismo estribillo que repiten desde el 6 de diciembre de 1998, cuando Hugo Chávez le ganó la presidencia al derechista Henrique Salas Romer y comenzó a cambiar todo: ¡Fraude!.

Cuatro meses después de las elecciones de este año, el gobierno de Estados Unidos sancionó a 21 altos cargos de las fuerzas policiales de Venezuela a los que acusa de «represión» y de «robar las elecciones» presidenciales del 28 de julio. ¿La despedida del presidente Joe Biden? El mismo estribillo: si perdemos es porque hubo fraude.

Este apego por los valores democráticos por parte de dirigentes latinoamericanos no se verifica en otros casos, como Perú, por ejemplo, donde existe un gobierno de facto, ilegítimo, y que se consolidó a través de la represión, lo cual pone en evidencia un doble estándar. El problema de Venezuela no es elegir entre los bigotones del presidente Nicolás Maduro o las cirugías plásticas de la autodesignada líder opositora María Corina Machado: es muchísimo más serio.

Más allá del reconocimiento inmediato de la reelección de Maduro por parte de China, Rusia e Irán, entre otras naciones, mientras Estados Unidos, la Unión Europea e Israel daban como ganador a Edmundo González, inscribe la disputa –nos guste o no- en la confrontación geopolítica contemporánea. Caracas cuenta con esta nueva relación de fuerzas global para reorientar los flujos económicos asociándose al vector oriental, gracias a las importantes reservas de petróleo y oro que posee.

La “crisis” de Venezuela deja en evidencia que Washington se niega a reconocer un mundo multipolar, pero lo cierto es que tampoco puede sostener el unilateralismo que detentaba debido a la pérdida de su influencia que da paso a una nueva guerra fría, con el consiguiente reparto de territorios e influencias.

La disputa por el poder real va más allá de la democracia formal, señalan los defensores de Venezuela. No hay condiciones para el sufragio transparente en un contexto de hostigamiento imperial como el que mantiene Estados Unidos contra Venezuela.

Aún hay quienes defienden al sistema republicano como piedra angular de la civilización, aunque el poder de decisión esté en manos de actores transnacionales que someten a los estados y expolian a las sociedades, haciendo caso omiso de la soberanía popular, principal fundamento de una comunidad política.

Como antecedente, el presidente ruso Vladimir Putin demostró que atreverse a desafiar los dictados de EEUU y la OTAN no condena a la inanición, y que pese al aislamiento comercial, a su virtual expulsión del sistema financiero, Rusia logró crecer económicamente, establecer nuevas cadenas productivas, consolidar un importante consenso interno, e incluso se encamina a ganar la guerra con Ucrania y sus financistas.

Caracas parece evaluar que patear el tablero, si bien conlleva costos, es negocio, señala un análisis de la revista argentina Crisis. Pasado el momento crítico de máxima presión, los incentivos para romper las reglas pueden ser mayores que apegarse al statu quo propuesto por Washington, aunque el riesgo es muy grande.

Mientras, desde aquel diciembre de 1998, la derecha venezolana, muy bien alentada y financiada por Estados Unidos y países de la Unión Europea, supo repetir lo del fraude, cada cuatro años, preparando golpes o  amedrentando  a la población (chavista y no) con sus violentas guarimbas. Ese proceso dejó en el camino a casi toda la dirigencia opositora.

Y para mantener el statu quo y poder seguir interviniendo en Venezuela, EEUU y la UE boicotearon cualquier acuerdo que pudiera haber entre las partes, hasta que Washington inventó al “presidente” Juan Guaidó (reconocido incluso por la Organización de Estados Americanos y varios gobiernos de derecha de la región), quien desde el exterior se dedicó a drenar los recursos del país, adueñándose de empresas estatales e incluso entregando el oro en reserva en Inglaterra…

En el plano internacional las sospechas de un fraude en las últimas elecciones se tornaron mayoritarias, gracias al bombardeo constante de los medios hegemónicos de comunicación y las interesadas y sesgadas opiniones de varios dirigentes políticos, repetidores del imaginario impuesto desde Estados Unidos. Y así, buena parte de los países de la región acataron no reconocer la legitimidad del proceso.

Otros gobiernos, más dignos, apuntaron a mediar con el objetivo de impedir un desenlace violento: el Brasil de Lula da Silva, la Colombia de Gustavo Petro y el México de Andrés Manuel López Obrador. Aunque poco después sería Lula el que vetara el ingreso de Venezuela a los BRICS, siguiendo el libreto original.

El endurecimiento de las sanciones internacionales tiene costos altos para Venezuela, y apuntan a atentar contra la recuperación que venía experimentando la economía, clave para la legitimación interna del chavismo luego de una agudísima crisis social y material. el bloqueo y la persecución económica y comercial contra Venezuela, le reportó a EEUU millones de migrantes, algunos de los cuales regresan ante las amenazas de Donald Trump y la recuperación económica de su país.

Maduro refirió que, en su momento, conversó sobre este tema con el entonces presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador, a quien aseguró que, “a más tardar un año del día en el que EE.UU. acabe con el bloqueo y la persecución económica contra Venezuela, […] no llegará ni un migrante venezolano a EE.UU.; al contrario, todos los que migraron producto del bloqueo y la guerra económica regresarán”.

Se ha creado la imagen de una Venezuela ingobernable, cuando la realidad muestra que el gobierno mantiene estabilizada la situación interna y también el control social y político, luego de las manifestaciones opositores del 29 y 30 de julio: la prensa occidental habla de 25 muertos en “protestas espontáneas”. El presidente Nicolás Maduro habló de dos mil 229 detenidos en esas manifestaciones poco pacíficas.

Los sectores socialdemócratas no vacilaron en atacar al gobierno de Venezuela, con análisis sobre si podrá sostenerse el proyecto político tras las elecciones, sobre la introducción de coordenadas bélicas en el continente, y la discusión sobre el  vínculo entre izquierda y democracia en la etapa que comenzó en Venezuela, mientras algunos países hasta reconocieron como “presidente electo” al anodino Edmundo González, que prefirió pasear por los jardines españoles, sin aporte alguno a la política.

El oficialismo asegura que ganó, pero no logró demostrarlo y la oposición tampoco pudo comprobar una victoria que venía proclamando desde semanas antes de las elecciones. Mientras, una tercera hipótesis introduce el posible ataque cibernético al dispositivo electoral, que impidió saber cuál fue realmente el resultado

El gobierno habla de movimientos desestabilizadores y golpistas coordinados desde el exterior, con apoyo de grupos criminales internos, tal y como sucedió en Bolivia en 2019 o en Brasil durante 2016. Durante años, Estados Unidos –y sus siempre necesarios cómplices- trató de salir del chavismo alentando y financiando golpes de estado, magnicidios, invasiones, atentados, desestabilización económica…

Tras las elecciones y la puesta en escena de la oposición, los seudoanalistas lanzan ahora la idea de un quiebre en el esquema de poder interno, especialmente en el Ejército.

Al coro de derechistas y socialdemócratas se sumaron, también, algunos de aquellos académicos españoles “progresistas” que fueron a Venezuela en épocas de Chávez a “enseñar a hacer la revolución y hacer política civilizadamente” y que ahora, en busca de un espacio para figurar, dicen que “la degeneración del proceso ha causado estragos sociales.(…) La situación de los derechos humanos al interior de Venezuela es dramática”, añaden.

Y, quizá en busca de nuevo conchabo, se atreven a señalar que “un sector de la izquierda (mundial), afortunadamente minoritario, se equivoca al apoyar al madurismo, que no tiene la más mínima credibilidad interna ni externa, y que ha derrochado todo el apoyo popular que alimentaba el proceso de regeneración original. La izquierda “democrática” -Boric, Petro, Lula-, saben que una vez perdidas las elecciones se esfuma cualquier justificación válida para gobernar”.

No importa la realidad, sino la imposición de relatos, de imaginarios en esta guerra de cuarta y quinta generación. ¿Será que América Latina entra en una nueva época tras los años de la revolución frustrada y la transición a la democracia que nunca llegó? Venezuela va, y ya parece ser hora de respetarla. y no tratar de cortarle las alas vetando su ingreso a los BRICS.

Parece que no importa traicionar al pueblo del país más rico, extenso y poblado de América del Sur, si a cambio se obtiene una efímera presidencia del G-20 desde la cual se puede defender los intereses de Estados Unidos vetando el ingreso al BRICS+ del país con mayores reservas probadas de energía fósil del mundo.

En definitiva todos parecen estar más interesados en el petróleo venezolano que en la democracia o el futuro del pueblo. Y eso es un fraude intelectual.

Ahora, la atención se centra en el próximo 10 de enero, fecha en que tendrá lugar la toma de posesión presidencial, acto que representa un nuevo capítulo en una prolongada disputa de dimensiones geopolíticas, ahora en el marco de “la nueva guerra fría”.

Con un tono retador, el excandidato de oposición Edmundo González anunció su intención de regresar a Caracas para asumir el cargo presidencial, como forma de mantener su figura en el foco mediático que más que en exponer un camino a seguir. Sin dudas, Estados Unidos es el factor determinante en la definición de las estrategias a seguir.
El epicentro del conflicto se encuentra en la disputa geopolítica entre el Estado venezolano y Washington, que ha buscado durante años reinsertar a Venezuela en su esfera de influencia. Washington declaró al país una amenaza para su seguridad e impuso sanciones económicas y financieras que siguen vigentes.


 

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