Venezuela: Ni fraude, ni apabullante victoria opositora, ni violencia generalizada

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Álvaro Verzi Rangel

El presidente Nicolás Maduro, logró su segunda reelección por seis años más, hasta 2031 cuando se cumplan 35 años del proceso de la Revolución Bolivariana que iniciara Hugo Chávez, en una reñida contienda en la que tuvo como principal contrincante al candidato de la Plataforma Unitaria Democrática (PUD), el exdiplomático de 74 años Edmundo González Urrutia, sin antecedente alguno como gobernante.

La realidad nuevamente sepultó las tres principales narrativas de la oposición venezolana, la derecha internacional y la prensa hegemónica mundial: ni la violencia generalizada en los comicios presidenciales, ni el fraude oficialista tan anunciado, ni la apabullante victoria del antichavismo, estuvieron ni cerca de constatarse.

La posverdad está teniendo una huella grande en nuestras democracias: uno piensa que va a ganar y si los votos dicen lo contrario no lo creen: así pasó con Donald Trump, también. En Venezuela, dirigentes opositores y la prensa hegemónica internacional comenzaron a conjugar la palabra fraude, incluso antes de conocerse los resultados, aun cuando no hubiera más que un sentimiento de frustración que lo avalara.

Es el enésimo triunfo democrático del bloque bolivariano pese al injerencismo y las múltiples insolencias neocoloniales estadounidenses y euroccidentales, que han alimentado durante todos estos años la convicción de que sólo los venezolanos pueden y deben definir el destino del país, a favor de todos y cada uno de los venezolanos. Desde la noche del domingo ya comenzó la tarea de la oposición y los medios hegemónicos de escalar la desinformación de los resultados.

Antes de conocerse los cómputos oficiales, aunque se sabía del triunfo oficialista, el propio González había afirmado que «los resultados eran inocultables» y «el país había elegido un cambio en paz». María Corina Machado, quien dirige el espacio opositor con González como candidato, afirmó que González era el «nuevo presidente de Venezuela» con el 70% de los votos.

Machado, quien a lo largo de la campaña insistió que no reconocería una victoria de Maduro porque era «imposible», según sus encuestas, envió un mensaje a los militares afirmando que «su deber» era hacer respetar la soberanía expresada en el voto».

El canciller venezolano, Yvan Gil, advirtió sobre «una operación de intervención en contra del proceso electoral, nuestro derecho a la libre autodeterminación y la soberanía de nuestra patria, de parte de un grupo de Gobiernos y poderes extranjeros», señalando a funcionarios de los gobiernos de Argentina, Costa Rica, Guatemala, Panamá o Perú, así como a expresidentes latinoamericanos y senadores estadounidenses.

El secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, afirmó que «nos preocupa seriamente que el resultado anunciado no refleje la voluntad ni los votos del pueblo venezolano». Seguramente se refería a las cifras que le había pasado Machado, demasiado lejanas ala realidad como para ser creíbles.

Mientras el gobierno argentino acosaba a la embajada venezolana en Caracas, Maduro le apuntó al mandatario Javier Milei: «Desde Caracas digo: no al nazi fascista de Milei. Tiene cara de monstruo, además. Es feo, estúpido. No me aguantas un round, bicho cobarde. Eres un tronco de fascista. Ya este pueblo ha dicho no al capitalismo salvaje, no al fascismo, no a Milei, no al nazi fascista de Milei. Estamos dando un ejemplo al mundo”, expresó.

Hay dos países que se mantienen en silencio: México y Brasil, cuyo excanciller, Celso Amorim, es uno de los observadores internacionales que ha participado en el proceso desde el terreno como parte del Grupo de Puebla, del que también han formado parte el expresidente español José Luis Rodríguez Zapatero y el dominicano Leonel Fernández. La semana pasada, el presidente Luiz Inácio Lula da Silva instó a Maduro a respetar el proceso electoral y a irse en caso de perder.

Con este triunfo, en el que obtuvo 51.2 por ciento de los votos, Maduro permanecerá en el cargo hasta 2031, cuando se cumplirán 35 años del proceso revolucionario iniciado por el fallecido Hugo Chávez Frías. El resultado de la contienda debiera desarmar los pretextos de la derecha golpista para desconocer la institucionalidad y llamar a la intervención extranjera en los asuntos venezolanos.

La victoria no fue apabullante. Logró el 51,2 por ciento de los sufragios, en un contexto de crecimiento económico pese a las duras sanciones y bloqueos impuestos por Estados Unidos, y una distensión social que contrasta con la violencia desatada por la derecha en cada ciclo electoral de la década reciente.

Hubo cambio de estrategia del grueso de la oposición, ya que los sectores “duros” que ensayan desde hace 22 años Cambio en la estrategia estadounidense para la desestabilización de  Venezuela – Motor Economicodiversas modalidades y formatos de golpe de Estado para terminar con los gobiernos bolivarianos, supusieron que podían derrotar al bolivarianismo en las urnas. Lo que suceda de aquí en más es pura especulación: González Urrutia fue el único de la decena de candidatos de oposición que no se comprometió a acatar los resultados.

Al haber participado en la medición de fuerzas, los sectores agrupados en la Plataforma Unitaria Democrática (PUD), aupada por Washington y dirigida en el terreno por la empresaria María Corina Machado (inhabilitada para ser candidata), debieran olvidarse de las maniobras desestabilizadoras, reconocer que siguen siendo minoría, y llevar adelante el trabajo democrático como oposición.

El periodista brasileño Breno Altman, señaló que las elecciones venezolanas deciden el futuro del país con una fuerte reflexión sobre la lucha antiimperialista y la construcción de un nuevo orden mundial. Recordó que fue en Venezuela, donde la izquierda “ganó no sólo el gobierno, sino también el poder: dirige todos los estamentos estatales, incluyendo la justicia y las fuerzas armadas. Por esta razón, el imperialismo odia el chavismo: ha perdido el poder”.

La oposición con Trump

Quedan por resolver las fracturas sociales y los problemas económicos que, pese a la reactivacióin, aún tiene el país. Hasta ahora, estos sectores apostaron por la desestabilización, en una demostración que de democráticos sólo usurpan el nombre.

Lo esperable es que oficialismo y oposición den pasos concretos para cohabitar el espacio político con acuerdos de respeto a la voluntad popular y, sobre todo, a la inviolabilidad de la soberanía venezolana.

Nadie espera que la oposición se suma a la exigencia a Estados Unidos del levantamiento inmediato e incondicional del bloqueo comercial y financiero, que Caracas la obtención de divisas y la adquisición de todo tipo de bienes, incluidos alimentos y medicinas y es la causa principal de las carencias de la población.

Pero posiblemente Maduro busque abrir un diálogo con los demás candidatos opositores que que habrían sumado alrededor de un 4,5%, tras anunciar en su discurso que su primer decreto será el de «convocar a un gran diálogo de entendimiento, debate nacional y nuevos consensos con todos los sectores económicos, sociales, culturales y políticos».

En todo caso, el fraude es el de haber convencido a gobiernos extranjeros que la oposición ganaba por el 70 por ciento de los votos.

*Sociólogo  y analista internacional, Codirector del Observatorio en Comunicación y Democracia y analista seniordel Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)

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