El incómodo momento de la política chilena

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Paul Walder

El 17 de diciembre culminará el proceso constitucional iniciado en 2019 tras la revuelta popular. Culminará, en parte, por la desazón y el desinterés de una población sometida a otros trances más inmediatos y urgentes. Y culminará tanto si la nueva propuesta constitucional es aprobada o rechazada. Ha sido el mismo presidente Gabriel Boric quien ha anunciado el cierre de un ciclo de gran intensidad pero de nulos efectos.

En estos cuatro años los chilenos han vivido una revuelta popular con decenas de muertos y centenares de heridos y mutilados, el encierro de la pandemia con efectos traumáticos para la vida social, y varios plebiscitos con resultados frustrantes.

Durante este periodo los chilenos han oscilado desde la indignación callejera a la rabia contenida en las encuestas y elecciones. Una deriva que tiende, como sucede en casi todas las democracias liberales, hacia la derecha y la ultraderecha. Tal como en otras latitudes, la candente vida cotidiana con todos sus innumerables problemas impulsa a una población hoy desmovilizada y desmotivada a buscar otras alternativas. Una llamada un poco
desesperada que está respondiendo la derecha.

Desde septiembre del 2022 han ocurrido por lo menos dos eventos que han alterado la escena política. El 4 de septiembre de ese año uno de cada seis chilenos rechazaron una propuesta constitucional elaborada por representantes de organizaciones que tenía una marca puesta por identidades de género, ambientales, de pueblos originarios. Era un texto interesante en cuanto a un cambio institucional pero incapaz de penetrar en una población
que demostró ser muy conservadora además de atemorizada.

El otro evento sucedió a comienzos de año con la elección de los consejeros constitucionales para un segundo proceso constitucional. Una elección que le dio una inesperada y rotunda mayoría a los constitucionales conservadores, nacionalistas, autoritarios y neoliberales, entre otras variantes de similar raigambre. Ese panel redactó una constitución a su manera. Es un documento tan desmesurado que para no pocos comentaristas supera en denegación de derechos a la actual constitución. Eso se votará el 17 de diciembre.

Las encuestas nuevamente registran un rechazo a esta propuesta. Un estado de ánimo que los analistas locales observan como una tendencia al malestar y la rabia. ¿A quién? Por supuesto que primero está el gobierno, para poner en la fila a todo el espectro de las autoridades y las elites. Si el presidente Boric es rechazado, estadísticas que no son peores que las de gobiernos anteriores, también lo es el congreso y el senado, los partidos políticos, el poder judicial, el empresariado, los medios de comunicación en una muy larga lista de decepciones y desprecios.

Hace poco más de una semana comenzó la campaña por el plebiscito. La derecha y sus variantes llaman a votar a favor y la izquierda y sus matices en contra.

Una campaña que tienen una factura similar al del plebiscito pasado: aquí no hay límites para escarbar en los miedos más acuciantes y poner unos cuantos más. Un video a favor de la propuesta que terminaba con una enfermera indignada murmurando “que se jodan”… los políticos, que son, no tangencial sino directamente, supuestamente responsables de la delincuencia, los inmigrantes, la inflación, la corrupción o el narcotráfico.

Una anticampaña que relaciona la solución de estos problemas del diario vivir con una nueva constitución. Si la relación es forzada, el video ha dejado muy satisfecho a sus creadores: las encuestas registran un
estrechamiento entre las dos opciones.

El Partido Republicano de José Antonio Kast no estaba interesado en cambiar la constitución elaborada durante la dictadura y reformada por el presidente Ricardo Lagos. Ese Chile le acomoda. Pero la enorme mayoría obtenida en el Consejo Constitucional motivó a los republicanos, en principio sin gran entusiasmo, para la elaboración de una
nueva constitución a la medida de sus más tradicionales intereses.

Tal como en el plebiscito pasado la izquierda y los grupos identitarios apostaban por su propuesta, esta vez los
republicanos y otras derechas juegan su destino político más inmediato en la siguiente elección. De ganar consolidarán su proyecto hacia las elecciones municipales del 2024 y desde allí a las legislativas y presidenciales de noviembre del 2025. Kast sigue liderando las encuestas de presidenciables seguido de la histórica de la UDI, la pinochetista alcaldesa de Providencia Evelyn Matthei.

El 17 de diciembre puede convertirse en un reforzamiento del curso ganado por las derechas. De ganar la aprobación por la nueva constitución tendrían un marco jurídico a la medida de sus viejos intereses de aquí al más allá, un triunfo fundamental para lanzar una adelantada carrera presidencial y legislativa para abrazar el poder completo el 2025. Un escenario que le corta la respiración a una izquierda y a un gobierno que tiene su programa
bloqueado por las mayorías conservadoras en las dos cámaras.

Las encuestas aún no favorecen a las derechas. Pero en tiempos de antipolítica y desinformación la confusión, el malestar y la ira pueden alterar a última hora las predicciones.

*Periodista y escritor chileno, licenciado en la Universidad Autónoma de Barcelona, colaborador del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)

 

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