Argentinas y argentinos están calientes
Juan Guahán
El título no se refiere al comentario de panelistas de algún vulgar programa televisivo sobre chismografía del ambiente artístico. Se trata de algo mucho más serio, grave y preocupante: La ola de calor que invadió a gran parte del territorio argentino y nos tuvo a mal traer por varios días.
Una oleada supone al menos tres días y sus noches que -de modo consecutivo- tienen temperaturas superiores a las habituales para esta época y cada lugar. Según el Servicio Meteorológico Nacional (SMN) estamos asistiendo a oleadas de calor que duplican los niveles conocidos en décadas anteriores. Estas oleadas, además de ser más frecuentes, abarcan áreas mayores y alcanzan a más personas.
Ese incremento formaría parte del cambio climático que se está produciendo. Eso se traduce envarios fenómenos, entre los cuales este calor extremo es una manifestación.
Gran parte del territorio nacional estuvo sometido a temperaturas que rondaron los 40º. En algunos casos y en las ciudades más importantes (Buenos Aires y Rosario) éstas alcanzaron niveles desconocidos desde la década de los 60’.
Aquí se reitera aquel sentimiento generalizado en el sentido negativo que (las insoportables temperaturas) llegan a todos; mientras que a los beneficios (el acceso a ambientes climatizados)solo acceden sectores mucho más limitados.
Teniendo presente que el mundo industrial, con su quema de combustibles fósiles (carbón e hidrocarburos), es el principal emisor de los gases contaminantes que tienen que ver con el origen del calentamiento global, hay variados debates sobre las responsabilidades de los países en esta cuestión. En la actualidad los principales responsables de tales emisiones son: China, con el 29%; EEUU, con el 15% y Europa, con el 10%.
Otras mediciones que ponen el eje en la acumulación histórica de tales emisiones, tienen otros cálculos. Según esa metodología el reparto de emisión y responsabilidades es: Europa 40%; EEUU 29% y el Sur global el 8%.
El modelo productivo como otra causa del cambio climático
Más allá del marco general planteado hay cuestiones específicas, como el modelo productivo, de la Argentina, donde es posible encontraruna causa del actual calentamiento global que estamos padeciendo. Está claro que nuestra economía sigue encorsetada en un modelo exportador agropecuaria, foresto-minero. Esta es la Argentina, que –con excepciones, históricamente breves- rige desde siempre.
En ese marco tenemos dos grandes dificultades, que se complementan: Producimos para mercados donde los precios genéricamente lo fijan otros intereses y a los cuales tenemos que amoldarnos. Por otra parte, esas exportaciones están estrechamente ligadas a políticas extractivistas (agricultura transgénica, minería) o depredadoras (pesca, maderas). De modo tal que –bajo esos principios- nuestra riqueza se construye sobre la destrucción o saqueo de los llamados recursos naturales o bienes comunes.
Ese modelo productivo contribuye al deterioro o liquidación de recursos con los que la naturaleza nos dotó y a los que vamos entregando o destruyendo. Concretamente se hace referencia -entre otros- al saqueo minero, la reducción de la superficie boscosa, el uso de paquetes tecnológicos que afectan tierra y salud y la parte productiva de la tierra que se va con lo que exportamos, desertificando nuestro territorio.
El extractivismo y saqueo minero es la manifestación más directa y brutal de la continuidad de prácticas coloniales. Del total que la minería produce, queda para el Estado -deducidos los gastos y lo que declaran exportar- apenas un 1% de lo producido, sin contar reintegros y otros beneficios. Ah, exportan por sus propios puertos privados.
Así se entrega la riqueza mineral y se hipoteca el futuro económico de las zonas adyacentes, la salud de la población y el agua para la continuidad de la vida animal y humana.
Otras manifestaciones de este fenómeno son nuestras tradicionales líneas ferroviarias que fueron diseñadas hacia el puerto siguiendo los intereses del saqueo británico. En el mismo sentido, hay Universidades que proveen personal capacitado, por migajas, como ocurre, en el acuerdo con La Alumbrera Ymad UTE, que beneficia a esta empresa, dejando insignificancias a la Universidad de Tucumán.
La reducción de la superficie boscosa es una de las principales razones que explican la degradación ambiental y las inundaciones. A nivel mundial la superficie de bosques per cápita cayó el 60% en los últimos 60 años, disminuyendo 81,7 millones hectáreas y afectando a unos 1600 millones de personas. Para Argentina las cifras no son mejores. La ampliación de las fronteras agropecuarias para darle lugar a los cultivos transgénicos es la causa de nuestro ecocidio.
Se estima que se ha perdido un 66% de los bosques nativos en últimos 75 años. En los últimos años se pierden unas 300 mil hectáreas anuales. En esta materia, marchan a la cabeza las provincias de Santiago del Estero, Salta, Formosa y Chaco.
“Muy casualmente”, en esas provincias unos dos millones de hectáreas han sido arrebatadas a los pueblos originarios o campesinos pobres para cultivos que demandan la aplicación de paquetes tecnológicos que hacen de zonas boscosas auténticos caminos asfaltados para que circule el agua de las lluvias.
Los agrotóxicos y los paquetes tecnológicos constituyen el componente básico de la ampliación de las fronteras agropecuarias y de los desmontes, su instrumento necesario. CASAFE, la Cámara de Agrotóxicos, ha hecho pública la evolución del sector. De acuerdo a esa información, el uso de los mismos creció un 858% en estos últimos 22 años.
Esta industria mundial integra a un conjunto de agro-tóxicos. Se trata de insecticidas, fungicidas y herbicidas, usados masivamente en cultivos transgénicos, fundamentalmente de maíz, soja y algodón. La mayoría de estos venenos son producidos por la trasnacional Monsanto/Bayer. Su consumo se concentra en las provincias de Buenos Aires, Córdoba, Entre Ríos, Salta y Santa Fe.
Algunos efectos del calentamiento globaL
Frenar el calentamiento global es un objetivo de múltiples reuniones de todo tipo, su incumplimiento es paralelo al riesgo que ese fracaso acelere el colapso ambiental, que aparece por los cuatro costados.
El terremoto que hace temblar a Turquía, que está dejando un tendal de decenas de miles de muertos y la destrucción de buena parte de los edificios donde habitan entre 10 y 15 millones de personas es una muestra cabal de los riesgos que asoman en el horizonte. Sus efectos se expanden a una parte menor del territorio sirio.
Un“éxodo de proporciones bíblicas”, así calificó el Secretario General de las Naciones Unidas al riesgo que comienza a vislumbrarse con motivo del aumento del nivel de los mares provocado por este calentamiento global.
La pérdida de espesor y achicamiento de los glaciares en los derretimientos en los casquetes polares del ártico y antártico están detrás de ese fenómeno, que da la impresión de ser incontenible. Hay unos 900 millones de personas que podrían ser afectadas.
Según Naciones Unidas -para fines de siglo- cuando el crecimiento de los mares alcance unos 43 centímetros, importantes ciudades comenzarían a padecer los efectos de ese aumento de nivel. En Argentina, partes de la Capital Federal, las costas de Entre Ríos y de la provincia de Buenos Aires comenzarían a sentir este fenómeno, que se iniciaría con recurrentes inundaciones en las zonas costeras.
Las actuales sequías o inundaciones constituyen otra manifestación de este fenómeno que parece no tener límites. La Argentina de hoy lo padece bajo la forma de importantes sequías. Si bien se ha producido algunas lluvias que han mejorado –en parte- la situación, las pérdidas son millonarias. De todos modos, las previsiones siguen siendo que, en la zona núcleo, continuaría la escasez de agua para este ciclo productivo. Aunque se espera una moderación de las temperaturas.
El consumo de sábalos, símbolo de la pesca y consumo de la población del litoral, está gravemente afectada para quienes residen en la costa del Río Salado. El gobierno de Sana Fe estudia la prohibición de su consumo, en la parte inferior del Salado, como consecuencia de investigaciones realizadas por la Universidad del Litoral y el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet).
Según los informes producidos, su consumo es un peligro para la salud pública dado el altísimo nivel de agro tóxicos acumulados en los cuerpos de los sábalos. Sobre esas costas se vierten las aguas de los cultivos de soja y maíz, éstas incorporan una alta cantidad de compuestos agrotóxicos. La contaminación alcanzada es la más alta conocida en el mundo, para áreas donde se producen alimentos.
*Analista político y dirigente social argentino, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
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