Argentina en la cornisa, entre este default selectivo y el abismo
Juan Guahán
La realidad comienza a desgastar las negadoras políticas del macrismo. Esta semana se despachó con un default (no pago) “selectivo”, “parcial”, “leve”, o como se lo quiera llamar, pero default al fin. Se trata de un estrecho sendero en la cornisa de un abismo que sería bueno no negar y actuar en consecuencia.
Por Buenos Aires anduvo una delegación del Fondo Monetario Internacional (FMI). Al gobierno le hubiera gustado seguir mintiendo y mostrar caras y datos agradables, aunque fueran falsos, pero –esta vez- no pudo. La realidad fue más fuerte y tuvo que terminar reconociendo una parte de la situación de la que se venía hablando y que se negaban admitir. Se habían jugado, en timbas con tahúres internacionales, la plata que ese “nene de pecho” –el FMI- estaba mandando.
La situación financiera, nacional e internacional, se mezcló con un pueblo que pedía justicia. Muchos reclamaban que se ahorraran más daños y que –más allá de lo que digan instituciones cada día más distanciadas del pueblo- se fueran. Ya. El gobierno ahora comienza a reconocer que tienen un abismo a sus pies y procura abrazar al opositor que lo sucederá para juntos transitar los peligros de ese infectado sendero por el que deben pasar.
El marco internacional
Desde el horizonte internacional crecen las dudas sobre la evolución de la situación mundial. Sus principales manifestaciones descansan en las incertidumbres sobre el modo que se resolverán las contradicciones entre el poder mundial emergente –China- y las reacciones del viejo poder imperial expresado por EEUU. No son menores los temores que una recesión global desate, en los próximos años, una crisis que tenga efectos más desastrosos que los padecidos en la anterior del 2008.
En este marco el FMI, que tiene por objetivo “asegurar la estabilidad del sistema monetario internacional”, acordó –en 2018- un voluminoso crédito por 57 mil millones de dólares, el más grande en la historia del Fondo, lo que hace que la Argentina tenga más de la mitad de la totalidad de créditos del FMI.
La explicación por esta medida es que el FMI, mayoritariamente controlado por los EEUU -ahora gobernado por Donald Trump- vea a la Argentina como un necesario protagonista en su voluntad de asegurar el control estadounidense sobre esta región, históricamente su “patio trasero”. Esta cuestión comenzó a tener un mayor peso en la señalada crisis internacional y la competencia EEUU-China.
Por las mencionadas razones estratégicas el FMI quiere mantener la alianza con Mauricio Macri o establecer buenos vínculos con el futuro gobierno, de allí que –en su comunicado- del miércoles último hable de estar “al lado de Argentina”. Vistos estos antecedentes, queda en el aire una pregunta sustancial: ¿Le conviene a la Argentina estar junto al FMI?
La situación interna ante el “vacío de poder”
Guste o no, el “vacío de poder” existe y es producto de una votación (11 de agosto) que superó los límites institucionales para los que fuera convocada. El mismo se da por la continuidad de un gobierno sin poder y un futuro presidente sin tener todavía la legalidad para el cargo. En el medio, el aún mandatario que oscila entre dos posiciones: intentar el milagro de una imposible victoria o abrazar al futuro gobernante para comprometerlo en alguna de sus andanzas.
A la par de estas incertidumbres subsiste una población que diariamente pierde derechos y calidades de vida; una desastrosa situación financiera, transitando los primeros pasos de un default ya iniciado; un triunfador electoral que se encuentra ante la trampa de respetar los plazos institucionales cuya continuidad agrava la situación del pueblo, o ser acusado de rupturista de los plazos institucionales de esta democracia.
Sobre la cotidiana pérdida de derechos y calidades de vida, la realidad de la vida la muestra con todos sus dolores. Del mismo modo se pone en evidencia en el fuerte incremento de los reclamos populares. Las calles son testigos de esa resistencia a ser ignorados u ocultados. Ello es evidente aunque traiga molestias a otros sectores importantes de la sociedad, que parecen no comprender el drama que ocurre en su alrededor.
La situación financiera se ha transformado en la muestra de la crisis. Un hecho parecido fue el detonante de lo ocurrido en el 2001/2002, cuando al ministro de Economía Domingo Cavallo el sistema financiero internacional decidió bajarle el pulgar y eso fue el fin del gobierno de la Alianza que encabezaba Fernando de la Rúa.
Tras largos meses de negación de la actual crisis financiera, que los créditos del FMI permitieron disimular, el gobierno no tuvo más remedio que mostrar la “punta del ovillo” de los problemas que tiene. Hasta ahora los invisibilizaba, los “mercados” fingían demencia y hacían como que le creían mientras sacaban beneficios. Ahora la cosa no da para más y hay que empezar a sincerar la situación.
Con un resultado electoral medianamente aceptable esperaba el macrismo transitar sobre aguas navegables hasta octubre, pero eso no fue posible. Vino el “aluvión” del 11 de agosto y ese plan voló junto con las boletas macristas que no se depositaron en las urnas. Pensaron en volver a las retenciones agrarias, pero rápidamente fueron disuadidos de esa idea; luego imaginaron que los productores traerían en carretilla los dólares del exterior, pero tampoco hubo carretillas.
Les quedó como alternativa los 5.400 millones de dólares que, a mediados de setiembre, debería transferir el FMI. El aviso de Alberto Fernández, el candidato opositor, amplio vencedor en las elecciones primarias, cuestionando el destino -contrario a los proclamados objetivos del FMI- de esos fondos y las reuniones del gobierno con la delegación del FMI les hizo ver que no había garantías sobre la fecha y características de esa remisión.
El nuevo Ministro de Economía, Hernán Lacunza, fue el encargado de dar una “pastillita” de realismo anunciando -entre varias chácharas- la extensión de los vencimientos de las deudas de corto plazo con instituciones, no con personas. A esos fines pagarían el 15% al vencimiento del título, otro 60% a los 90 días y el resto a los 180 días, sin quitas de capital e intereses.
Nada de ello pone fin a esta crisis, sino que es una especie de bandera de largada de la misma. Su destino final es incierto. Ha comenzado un default (no pago) parcial, selectivo, leve, pero no pago al fin. En estos momentos están lloviendo las negociaciones con entidades financieras.
Hay conocidos estudios de abogados que están preparando los reclamos judiciales, por inconstitucionalidad, dada la modificación –sin acuerdo voluntario- de contratos por las inversiones que estas entidades habían realizado. Como muchas empresas tienen fondos en esos bonos y éstos ahora no se pueden cobrar en su totalidad, crecen los riesgos de cortarse la cadena de pagos.
Esa medida fue acompañada por otras decisiones que ahora han sido remitidas al Congreso y que difícilmente se resuelvan en estas semanas previas a las elecciones del 27 de octubre. Entre esas medidas propone “reperfilar” (negociar, canjear) la deuda con el FMI, siempre –dicen- sin quitas de capital ni intereses. Lo que se propone es reestructurar la misma y en esa gestión el gobierno se quiere abrazar con la oposición. Todo esto parecen medidas que podrían haber sido justas y valiosas hace algunos meses atrás pero ahora suenan a manotazos de ahogado de quienes no saben dónde están parados y de qué modo asegurarse que el saqueo producido no sea afectado y sus artífices no sean juzgados por tal latrocinio.
Por último, los ganadores de las recientes PASO se encuentran ante la trampa de respetar los plazos institucionales, cuya continuidad agrava la situación del pueblo, o ser acusados de rupturistas de esta democracia. El paso de los días y la comprensión de los males que la continuidad del actual gobierno produciría, hace que muchos vayan cambiando su modo de pensar y reclaman que Macri y su equipo se vayan ya.
En situaciones como esta lo que se pone en juego es la mirada desde la cual se observa la realidad. Ello puede hacerse desde la gobernabilidad del sistema y sus instituciones. En ese caso tienen razón los que piensan que los plazos son sacrosantos y deben respetarse sin chistar.
También se lo puede mirar desde la óptica de la soberanía del pueblo, para ese supuesto ésta ya se expresó y terminar cuanto antes con el agravamiento de los dolores producidos, por esta continuidad, puede constituirse en una mejor opción.
*Analista político y dirigente social argentino, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)