A 150 años de la guerra de la Triple Alianza, Argentina, Brasil y Uruguay deben seguir avergonzados
Juan Guahán
Se han cumplido 150 años del asesinato del Mariscal Francisco Solano López (1/3/1870) y con ello del fin de la Guerra de la Triple Alianza. Se trata de aquel vergonzoso conflicto donde Brasil, Uruguay y Argentina coaligaron sus fuerzas, atendiendo a la influencia y “consejos” británicos, para derrotar a las del hermano y amigo pueblo paraguayo.
Fue el conflicto bélico que provocó la mayor cantidad de muertos entre los países que habían proclamado su independencia política durante las primeras décadas del mismo siglo XIX. La cantidad de muertos de las fuerzas de la “Alianza” rondan los 120 mil pero los paraguayos perdieron entre el 50 y 85% de su población, que superaba el millón de personas al inicio de la misma, en 1865.
Cabe destacar que aproximadamente el 90% de la población masculina paraguaya murió en esa guerra. Al final de la misma había no menos de 4 mujeres por cada varón. Por lo cual en la cultura y reconstrucción económica de ese país tuvieron un rol central las mujeres.
En lo más profundo de la cultura paraguaya han quedado instalados para siempre aquellos tiempos. Así por ejemplo, para esa cultura, el Día de la Mujer no se conmemora hoy -8 de marzo- sino el 24 de febrero.
Así se hace recordando a esa fecha de 1867 cuando más de un millar de mujeres se reunieron, en lo que puede considerarse como una de las primeras “Asamblea de Mujeres” de Nuestra América, lo hicieron para donar sus joyas y bienes personales y constituirse en el “Ejercito de Retaguardia” de las fuerzas de su país.
Algo semejante ocurre con el Día del Niño que se recuerda el 16 de agosto que es aniversario de la batalla de Acosta Ñu donde –en 1869- 3500 jóvenes, casi niños, fueron masacrados por 30 mil soldados brasileños.
Al momento de iniciarse las acciones bélicas en Paraguay se vivía un fuerte proceso de desarrollo económico social. No había analfabetos, ni latifundios; a pesar de ser un país sin costas marítimas, construían barcazas; habían puesto en funcionamiento el primer ferrocarril de la región; contaban con una amplia línea de telégrafos y habían desarrollado fundiciones de hierro.
Todo ello en un país sin deuda externa. Esta independencia y despliegue económico podía ser un modelo peligroso para quienes tenían otros planes para la región.
En lo mencionado encontramos una de las causas de aquella vergonzosa guerra. Otra razón la podemos hallar en lo que estaba pasando en Uruguay. Allí gobernaba el Partido Blanco -por aquel entonces- fuertemente nacionalista y opuesto a los intereses extranjeros, era el único aliado regional de la experiencia paraguaya.
Su opositor, el Partido Colorado, fue instrumentado por fuerzas imperiales para construir una acuerdo que permitiera acabar con las experiencias de Uruguay y Paraguay. Con la ayuda brasileña fue derrocado el gobierno de los Blancos y el 1° de mayo de 1865 delegados de Brasil y Argentina y los colorados uruguayos firmaron el Pacto Secreto de constitución de la Triple Alianza.
El intento paraguayo de ir en ayuda de su aliado uruguayo desató el enfrentamiento con Bartolomé Mitre. Sin embargo no faltan los documentos que prueban que ese acuerdo fue gestado un año antes (18 de junio de 1864, Tratado de Puntas del Rosario) entre los gobiernos de Brasil y Argentina -junto a los colorados uruguayos- encabezados por Venancio Flores, que había peleado a los órdenes de Mitre.
El diplomático británico Edward Thorton, asignado a Buenos Aires y Asunción, fue el gestor del mismo. Respondiendo a esos intereses y los de la oligarquía portuaria de Buenos Aires y el esclavista Brasil se desató ese conflicto que reconfiguró el mapa del sur de la región y arrasó con la inédita experiencia paraguaya.
A pesar que en el Pacto Secreto se había establecido que Mitre sería el Jefe de las fuerzas aliadas, tal función recayó -en términos reales- en el brasileño Duque de Caxias, quien instruyó a sus generales diciendo: “Maten a todo ser viviente, hasta el feto dentro del útero de las madres”.
De este modo fue borrado de la faz de la tierra el primer intento estatal por construir un país que, además de la independencia política, luchara y construyera su soberanía nacional en materia económica. Los intereses portuarios arrastraron a una parte de los hijos de esta tierra a morir por una causa injusta.
La mayor parte de los caudillos federales se negaron a esa guerra, particularmente Ricardo López Jordán en Entre Ríos y Felipe Varela en Cuyo le marcaron a Mitre y Justo José de Urquiza que Paraguay no era nuestro enemigo y negaron su apoyo.
Fue por ello que muchos de los reclutados, llamados “voluntarios”, marcharon engrillados hacia un destino trágico e inicuo.
*Analista político y dirigente social argentino, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)