Nicolás Centurión|
Eduardo Galeano, con su vigencia y su sapiencia, nos decía que cuando creímos tener todas las respuestas nos cambiaron las preguntas. Y eso es lo que sucede en estos de Cuarta generación y colonialismo 2.0. Las guerras convencionales, de cuerpo a cuerpo ya no son el teatro de operaciones predilecto por el Imperio. Sino que la guerra hoy también es de mente a mente.
Venezuela como paradigma
¿Qué escribir sobre Venezuela? ¿Qué decir ante los ríos de tinta (necesarios) que se han escrito desde hace años y en este tiempo mucho más ante la amenaza de una invasión militar por parte de Estados Unidos?
Decir hace 10 años que gran parte de lo que pasaba en Venezuela era por una injerencia estadounidense era casi de conspiranoicos. Sobre todo para los desconfiados de siempre que piensan que el Imperialismo es algo que cayó en desuso pero aún creen en la mano invisible del mercado y la libre competencia. A pesar de lo que sucedió en el 2002 con el Golpe de Estado a Chávez, la opinión pública sigue pensando que Estados Unidos nada tiene que ver con lo que pasa en el país caribeño. Pero ya ese argumento se cae por su propio peso. La realidad nos pasó por arriba.
Antes de continuar me gustaría dejar en claro mi postura. Maduro es el presidente legítimamente electo por el pueblo venezolano. No hubo ni existió fraude en las elecciones. Guaidó es el verdadero usurpador, títere del imperialismo estadounidense. Y aquí no hay medias tintas.
A lo nuestro:
Lo que aún sigue sorprendiendo es la capacidad que tienen los poderes concentrados para hacernos ver lo que ellos quieren que veamos, para hacernos sentir lo que ellos quieren que sintamos, para hacernos pensar lo que ellos quieren que pensemos.
Chávez pasó a ser un dictador maléfico. Maduro un burro. Antes de empezar a gobernar ya era un incapaz, un incompetente. ¿Pruebas? ¿Hechos? Ninguno. Bombardeo mediático y nada más.
Guaidó era un desconocido. Incluso siendo el presidente de la AN. Hoy día Leopoldo López y Henrique Capriles ya son personajes secundarios de esta trama. En caso de fracasar Guaidó, ¿a qué desconocido tendremos en primera plana durante meses?
Tenemos colonizada nuestra subjetividad. No solo económica, política, jurídica, cultural y epistemológicamente somos dominados. Nuestras formas de sentir también, nuestra indignación está direccionada hacia donde nos dicen los medios que debemos apuntar y lo sentimos como propio y genuino.
Hay artículos como el de Ricardo Hausman en Project Syndicate que dicen explícitamente la necesidad de una invasión en Venezuela. Las pruebas están. Se dice a texto expreso, pero seguir hablando de imperialismo e intervención militar parece algo muy loco y setentoso. Claro, las intervenciones ahora son solo en Medio Oriente.
El mismo Estados Unidos para América Latina es benévolo y tiene todas las intenciones de que el pueblo venezolano crezca y se desarrolle (en contra de su propio bloqueo económico-financiero). Más allá de la ironía, esta es una forma de colonialismo del “garrote y la zanahoria” que data desde la Doctrina Monroe de 1823. Por un lado la amenaza; por el otro “la salvación” y allí se da la falsa dicotomía en elegir entre una y otra. Claramente cualquiera elegiría “la salvación”. Pero lo que pretende esta Doctrina es el encierro y no la opción por una u otra. Es el control total, es la metáfora del poder a pleno. La ilusión de poder elegir cuando las opciones son sumisión aceptada o sumisión impuesta.
Sun Tzu plantea en su libro Arte de la Guerra: «la verdadera guerra es la que se realiza sobre las mentes de los hombres, y mediante el terror, el enemigo mide si tiene la necesidad o no de gastar en hombres, armas y dinero».
La ilusión de la neutralidad
Ante todo esto ¿Qué tiene para decir la academia y específicamente la Psicología? Desde ciertos atrios y pupitres se pretende manejar un grado de neutralidad que no existe como tal. La neutralidad ante determinados hechos no hace más que colocarte del lado del opresor.
El neoliberalismo pretende que la ciencia sea ahistórica, neutra, aséptica y sin intereses. Este combo no hace más que beneficiar al sistema dominante y teñir a la ciencia de una falsa inocuidad. Esto lo grafica meridianamente Ignacio Martin-Baró: “Sin embargo, la Psicología ha estado por lo general muy poco clara de la íntima relación entre desalienación personal y desalienación social, entre control individual y poder colectivo, entre liberación de cada persona y la liberación de todo un pueblo. Más aún, con frecuencia la Psicología ha contribuido a obscurecer la relación entre enajenación personal y opresión social, como si la patología de las personas fuera algo ajeno a la historia y a la sociedad o como si el sentido de los trastornos comportamentales se agotara en el plano individual (Martín-Baró, 1984).
Venezuela hoy es el paradigma y la llave del continente que habilita la paz o a una catástrofe que nuestra generación no ha presenciado. No debemos vivirlo para avizorar el horror. No se permutan condiciones de vida perimidas por un futuro de liberación incierto. No se confunda lo heroico con acumular mártires.
Por eso la importancia cabal de posicionarnos los estudiantes, los profesionales, los trabajadores y todo aquel que entienda que la tarea que realiza cotidianamente tiene dos destinos: o alimenta este engranaje o pretende otro mundo posible.
Martín-Baró es necesario nuevamente en este texto por la vigencia de su pensamiento y su praxis como legado. Tengamos siempre presente que: “La verdad de los pueblos latinoamericanos no está en su presente de opresión, sino en su mañana de libertad.”
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* Estudiante de Licenciatura en Psicología, Universidad de la República, Uruguay. Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, estrategia.la)