Argentina y la pasividad dirigencial ante el desastre
Juan Guahán-
En el gobierno, a pesar de todo, surgen algunas sonrisas. Están percibiendo que, mientras el país sigue en el peor de los mundos y la bronca está presente, hay un cierto acomodamiento o pasividad ante lo que está ocurriendo. Nadie sabe si es la calma que precede a la tormenta o si es una cierta dejación, producto de la ausencia de una dirigencia creíble que sea capaz de ponerse al frente de los reclamos y construir una alternativa diferente a lo malo conocido.
En los sectores populares se percibe una abierta contradicción cuyos efectos se hacen sentir. Va un significativo ejemplo. Gran parte de las fuerzas políticas opositoras se llenaron la boca con opiniones contrarias al Presupuesto 2019, porque allí claramente se privilegiaba –como consecuencia del acuerdo con el FMI- el pago de la deuda y sus intereses y se achicaban los recursos destinados a salud, educación, vivienda y demás cuestiones cotidianas, claves para el común de los argentinos.
Sin embargo no se notó el mismo fervor -en esa dirigencia- para expresarse masivamente en las movilizaciones convocadas para el momento del debate parlamentario.
Da la impresión que “se habla mucho y se muerde poco” y cada uno está dispuesto a dar pelea por el “pedacito” que le arrancan, de allí las multiplicación de reclamos y movilizaciones, pero no hay un programa y una acción compartida, para dar pelea por los intereses del conjunto.
Los datos a los cuales nos vamos acostumbrando
Hay una serie de datos de la economía que le dan sustento técnico al drama cotidiano de millones de compatriotas. El gobierno festeja que la tasa de interés del Banco Central haya bajado en los últimos días y se ubica en algo más del 67%. Con ese número es de imaginar cuánto le cobran a cualquier hijo de vecino si tiene que descontar un cheque.
En la misma dirección recuperan como un mérito que el mentado “riesgo país” esté por debajo de los 700 puntos. Pero no dan cuenta que Fitech, la agencia calificadora de riesgo caracterizó como “negativa” a la deuda argentina. En mayo pasado la había pasado de “positiva” a “estable”. ¿El motivo? “Porque que se han debilitado dramáticamente las perspectivas de crecimiento del país”. Ellos estiman que la caída final para este año andará por el 2,7% y para el próximo estará alrededor del 1,7% y una inflación del 27,5%. ¡Lindo futuro!
En el aspecto industrial es dónde este fenómeno adquiere características realmente graves. La caída de la producción industrial, respecto a un año atrás, es del 11,7%. Esta es una cifra que desde hace varios años no se había dado. Un dato interesante sobre la evolución lo marca el sector de la construcción, allí esa caída viene “retrasada”, el promedio es una baja del 4,2%, pero las compras de insumos -del último mes- se redujeron en un 17,3%.
Esa evolución explica que las previsiones para el último trimestre de este año y el primero del año próximo son que este sector perderá entre 50 y 60 mil puestos de trabajo. Completa este sombrío panorama que la Cámara que agrupa a las Pymes informa que llevamos 27 meses consecutivos de caída de la producción industrial en ese sector.
El baile del bono, la pérdida de ingresos y caída del consumo
A nadie le quedan dudas sobre la vertical caída en los ingresos y capacidad de consumo de los sectores populares. El cierre de negocios y la lluvia de ofertas procurando captar algún consumidor son la prueba más fehaciente de esa baja. En lo que respecta a los ingresos de los asalariados, los datos que aparecen indican que ellos perderán aproximadamente un 15%, respecto de la inflación, durante el presente año. La pérdida de los jubilados ronda el 20%.
Con esos números queda claro que el “Bono” de 5 mil pesos (unos 140 dólares), en dos cuotas, que el gobierno está por plantear para las empresas privadas solo alcanza para cubrir un mínima parte de lo que están perdiendo los trabajadores, aún los de menores ingresos, en este 2018. Ese Bono pretende evitar el Paro Nacional que la CGT tenía planeado decretar para la última semana de noviembre, en vísperas de la reunión del G-20. Los empresarios se quejan que el gobierno hace política son su plata.
De todas maneras, el futuro de ese Bono está cargado de dudas: Entre ellas se destacan su obligatoriedad, si también lo pagará el Estado a sus empleados. Pymes, sobre todo del interior, ya avisaron que no lo podrán pagar. Es tal el desbarajuste económico actual que su valor es ínfimo respecto a lo perdido, pero en estas condiciones se transforma en una dura carga para las pequeñas empresas.
Cambios en la Corte: el gobierno creyó que ganaba, pero…
En estos días el gobierno tenía tres motivos para festejar. Uno, la mencionada pasividad social, que hasta funcionarios del FMI destacaron. Dos, que la cosecha 2018/2019 andará (si “Dios es argentino” y el clima ayuda) por los 140 millones de toneladas, un 25% más que el año pasado. Por más que los precios no estén en su mejor nivel eso le dejará una buena cantidad de “verdes” al gobierno. También lo alegran las perspectivas mineras sobre todo en materia de litio y cobre.
De este modo se ratifica, una vez más que seguimos pendiente de nuestro modelo agro-minero-exportador, pero eso es otro cantar. El tercer motivo de festejo fue el cambio de presidencia en la Corte Suprema de Justicia. Se dio el reemplazo del astuto Ricardo Lorenzetti, que la presidiera durante 11 años, por Carlos Rosenkrantz, un jurista vinculado al Grupo Clarín y a la “fuerza propia” del gobierno. Desde el macrismo pensaron que la circunstancial alianza del novel presidente con Horacio Rosatti y Helena Higthon le daría una tranquila mayoría. Pero en la semana que terminó, dos cuestiones le demostraron, a quienes pergeñaron esa maniobra, que la cuestión es un poco más complicada.
La Corte acaba de fallar, por 3 votos (Lorenzetti, Rosatti y Juan Carlos Maqueda), contra 2 (Higthon y Rosenkrantz) a favor de la Provincia de La Pampa para que la Nación le devuelva un impuesto que no correspondía. Tema que no pone en juego un volumen importante de recursos pero que traerá una catarata de reclamos de otros gobiernos provinciales. Ese fallo se adelantó a otro -para las próximas semanas- sobre el tema jubilatorio, que sí puede hacer temblar las arcas estatales.
La otra cuestión, que el gobierno no podrá ignorar, es lo ocurrido con el almuerzo del
presidente Macri y la Corte, donde el trío mencionado no fue. Argumentaron que vayan las autoridades, “casualmente” Rosenkrantz y Higthon. El gobierno ahora sabe que -en esta Corte- tiene dos problemas, según como venga la mano. Uno, porque esos tres votos que le fallaron en contra en el tema de La Pampa, son peronistas y que los próximos meses, signados por la campaña electoral, ese no es un dato sin importancia, sobre todo en cuestiones que rocen el tema político.
Lo otro, que aparece como perspectiva, es que desaparecida la autoridad indiscutible que supo construir Lorenzetti cada miembro recupera una mayor autonomía y los fallos deberán ser negociados con cada uno de los miembros del Supremo Tribunal.
*Analista político y dirigente social argentino, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)