El asesinato de la verdad, el camino de Bolsonaro al poder/ O assassinato da verdade: o caminho de Bolsonaro ao poder
Juraima Almeida- Álvaro Verzi Rangel|
Los medios hegemónicos brasileños, acostumbrados por décadas a estar en el centro del espectáculo electoral gracias a su casi exclusivo contacto diario con los ciudadanos, vieron amenazada su relevancia por otros medios de comunicación que insuflaron una catarata de noticias falsas, creando imaginarios colectivos virtuales para favorecer al candidato presidencial ultraderechista Jair Bolsonaro.
“Posiblemente estas elecciones serán estudiadas en el futuro como un caso de dominio de las fake news, tal vez sea un caso más extremo que las elecciones de 2016 en Estados Unidos”, afirmó el comentarista político Kennedy Alentar. “Las ‘fake news’ guían esta elección presidencial”, señaló el economista Joel Pinheiro en Folha de Sao Paulo.
Hasta el Tribunal Superior Electoral de Brasil debió ordenar al derechista Jair Bolsonaro, a que retire los seis videos conocidos como el “kit gay” en los que denuncia una supuesta promoción de la homosexualidad durante la gestión petista.
Pero lo que sorprende que este tipo de campañas son habituales en las democracias formales y el uso de los perfiles de los usuarios de redes sociales para manipular la opinión pública, fue usada en la campaña de Barack Obama antes que en la de Donald Trump. Lo que extraña es que la izquierda brasileña no pareció estar enterada de este nuevo tipo de guerra y redujo su accionar a la denuncia, generalmente desoída.
El asesinato de la verdad
La elección presidencial en Brasil está bajo ataque; la campaña del delfín de Lula, Fernando Haddad, es objeto de una destructiva guerra cibernética orquestada por los asesores comunicacionales del ultraderechista Jair Bolsonaro y financiado por el poder fáctico, para instalar un régimen de terror político, social, cultural y también económico.
Lo cierto es que Bolsonaro no se preocupa en presentar propuestas y tampoco en hacer campaña de calle, conceder entrevistas o participar de debates, mientras su equipo de ciberterrorismo se dedica a deconstruir y atacar a Fernando Haddad y Manuela d´Ávila con métodos sucios, campañas calumniosas y lenguajes ultrajantes.
Bolsonaro sigue rehuyendo cualquier debate y difícilmente se le escape alguna idea que no sea la de fusilar a sus oponentes: sigue el formato que utilizara Donald Trump contra Hillary Clinton en 2016, confiado en que sus mentiras y ataques y en que los ciberataques de su equipo, bastaban para vencer en esta batalla.
Los videos, parte de los fake news sobre los que basa su campaña el candidato ultraderechista, fueron lanzados por Bolsonaro en las redes sociales y refieren al plan de educación sexual durante la gestión de Fernando Haddad como ministro de Educación (2005-2012). Bolsonaro afirma en sus fakevideos que ese material didáctico –que ni siquiera llegó a distribuirse- estimula precozmente a los niños a interesarse por la sexualidad. “Es una puerta abierta a la pedofilia”.
Debido a la cantidad de noticias falsas que circularon durante la campaña electoral, la titular del Tribual Superior Electoral, la jueza Rosa Weber, convocó –obviamente tarde para prevenirla, como debió hacer- a una reunión para buscar terminar con esta práctica.
WhatsApp, la aplicación de mensajes de Facebook, es una de las principales herramientas que los brasileños usan para intercomunicarse, pero también es parte de la política: una reciente encuesta mostró que el 44% de los votantes usa whatsapp para leer información política y electoral. También fue usada en la primera ronda electoral para lanzar alarmantes cantidades de rumores y desinformación y noticias falsas.
Cristina Tardáguila, Fabrício Benevenuto y Pablo Ortellado señalan en una nota de opinión en el New York Times que aún hay tiempo para que la empresa propietaria de esta aplicación haga cambios temporales en su plataforma para reducir el envenenamiento de la vida política brasileña.
Es difícil establecer hasta dónde estos mensajes están afiliados con partidos o candidatos, pero sus tácticas son claras: por medio de la combinación de estrategias piramidales y de red, los productores crean contenidos maliciosos y los difunden a activistas locales y regionales, que a su vez los expiden a grupos públicos y privados, agigantando su impacto nocivo hasta influir en el imaginario colectivo.
A pedido de las universidades de São Paulo (USP) y Federal de Minas Gerais (UFMG), los analistas de la Agência Lupa analizaron el grado de veracidad de 50 imágenes –a partir de un relevamiento hecho con 347 grupos públicos de discusión política monitoreados por el proyecto Elecciones sin fake-news- que circularon en whatsapp entre el 16 de agosto y el 7 de octubre, durante la primera vuelta de las presidenciales: de ellas, apenas cuatro eran comprobadamente verdaderas.
En esos grupos públicos 18.088 usuarios postearon 846.905 mensajes (107.256 imágenes; 71.931 videos; 13.890 audios; 562.866 mensajes de texto y 90.962 links externos). Ocho de las fotos e imágenes eran totalmente falsas, 16 eran imágenes reales usadas fuera de su contexto original o con data distorsionada, lo que indica que el 56% de las imágenes más compartidas no se ajustaban a la realidad. Solo el 8% de las 50 fueron consideradas totalmente reales y confiables.
El problema de las noticias falsas en Brasil trasciende las divisiones ideológicas. Los seguidores de Bolsonaro compartieron muchas imágenes describiendo a políticos –incluso a los de centroderecha- como comunistas. Una de las imágenes –en blanco y negro- mostraba a Fidel Castro con una joven, con un texto que sugería que la ex presidenta Dilma Rousseff era una alumna de Castro, “una estudiante socialista”. La foto fue tomada en EEUU en abril de 1959, cuando Dilma tenía apenas 11 años.
La guerra de quinta generación
Estamos en plena guerra de quinta generación, donde una de las herramientas utilizadas es la manipulación de procesos políticos a través de los medios digitales y de las redes sociales para causar caos, fragmentar, dividir las sociedades, fracturar el tejido social y crear un imaginario colectivo que permita la elección de candidatos impresentables pero garantes de la consecución de políticas ultraliberales y racistas.
Los experimentos de manipulación, mediante la utilización de las nuevas tecnologías del los algoritmos del big data en la era de la inteligencia artificial son la elección de Donald Trump en EEUU, el referéndum británico para salir de la Unión Europea (Brexit), el referéndum del acuerdo de paz en Colombia, y las campañas de la extrema derecha en varios países europeos.
Las herramientas han cambian en estas guerras. Si hace 45 años se necesitaban tanques, bayonetas, muertos y desaparecidos para imponer un modelo político, económico y social, hoy basta con dominar los medios hegemónicos de comunicación e información y las llamadas redes sociales digitales.
Hoy las grandes empresas multinacionales (Facebook, Amazon, Google, Cambridge Analytica, entre otras) son las que venden los datos y perfiles de los usuarios de las redes a quien pueda pagarlos, sea un Estado, la inteligencia militar o financiera, un partido, un candidato con el suficiente financiamiento.
Cambridge Analytica compró datos privados y la información de más de 87 millones de usuarios de facebook para este propósito. Steve Bannon, un nazifascista que fue asesor de Trump y que ahora asesora a candidatos y partidos neonazis en Europa, tras reunirse con Eduardo Bolsonaro (el hijo de Jair) en Nueva York en agosto, señaló que “ ciertamente estamos en contacto para unir fuerzas, especialmente contra el marxismo cultural».
La logística de la campaña sucia de Bolsonaro para promover la manipulación y el fraude está instalada tanto en Brasil como en territorio extranjero y cuenta con expertos (hackers) de varios países del mundo.
Jeferson Miola explica cómo se desarrolla la operación: números de teléfono pertenecientes a los sistemas oficiales de telecomunicaciones de los países extranjeros se utilizan para crear grupos procedentes de WhatsApp [WA] de la campaña Bolsonaro.
Cada línea telefónica puede crear decenas de grupos de hasta 257 integrantes. Esto se hace con el uso de algoritmos que agrupan a los votantes según sus intereses, gustos, con perfiles, criterios geográficos, temáticos, religiosos, profesionales, proporcionados por ellos mismos en sus cuentas de las redes sociales.
Una usina de pensamiento crea los contenidos –de odio, calumnias, mentiras, difamaciones, insultos, agresiones, orientaciones de violencia- en formatos de audios, videos, memes y textos contra el candidato del PT Fernando Haddad, su vice Manuela, el expresidente Lula y el Partido de los Trabajadores, que se propalan por cientos de miles de subgrupos de WA, bombardeándolos con informaciones falsas (fake news) y contenidos desfavorables a la campaña del Haddad y estimuladoras del odio antipetista.
Y como si todo esto fuera poco, desde la central ciberterrorista se inoculan virus troyanos en las redes petistas, hábiles para capturar información y generando información contradictoria que desorienta a los partidarios de Haddad.
Los hackers brasileños y extranjeros identificaron, por ejemplo, los teléfonos +1 (857) 244 a 0.746, Massachusetts, y 351 963 530 310, de Portugal, que manejan más de 70 grupos de campaña de Bolsonaro; y el número +1 (747) 207-0098 de California, que administra más de 100 grupos de WA. Quizá tenga razón Haddad: si se apaga whatsapp por cinco días, no queda nada de Bolsonaro. Pero no se apaga.
Record: Tiembla el poder de Globo
Pero lo que sucede no debiera extrañar. Ya el 4 de octubre, Bolsonaro había reafirmado públicamente su profundo desprecio por la democracia y por las reglas de juego electoral. Excusándose en un ataque recibido, rehuyó del debate con los otros candidatos programado por la Red Globo por razones de salud, pero ofreció una larga y amistosa entrevista en la TV Record del pastor Edir Macedo -un “fundamentalista charlatán”- según Haddad, dueño de la Iglesia Universal delo Reino de Dios.
El STE desechó el pedido de suspensión de esa entrevista, convirtiéndose en cómplice del abuso de poder religioso para convertir una concesión pública de radio y televisión en un órgano de propaganda partidaria, pasando por encima de las cuotas asignadas para propaganda electoral, en detrimento de los otros partidos.
La entrevista en la red Record oficializó el contubernio de Bolsonaro con las iglesias pentecostales, asegurando al ultraderechista una autopista propia para hacer proselitismo, en una apuesta (fracasada) para arrasar en la primera vuelta. Pero en el plano estratégico, este contubernio augura la conformación de un poderoso sistema de comunicación oficial del bolsonarismo, de ganar las elecciones. Con prebendas similares a las que tiene Fox News en EEUU, en el gobierno del fake newer Trump.
Obviamente, este contubernio afectará, sobre todo, a la oligopólica Red Globo, tanto en sus intereses económico-comerciales como en poder y hegemonía política, ideológica y cultural que mantenía desde el gobierno militar de 1964. El 28 de octubre también puede marcar la caída hegemónica de Globo, y el lanzamiento a primera fila de la Record, una televisora que se financia con la explotación inescrupulosa de la religión.
Y no es que Globo defienda la democracia ni el estado de derecho (fue factor fundamental en el juicio político y destitución de Dilma Rousseff, propulsora del golpe, pero atemperó en los últimos días sus ataques a Haddad y Lula), pero su supervivencia y poder dependerá de su capacidad de enfrentar a Record.
El fascismo nos hace petistas
El docente universitario y periodista Gilberto Maringoni señala que el antipetismo no significa estar contra el partido nacido en las huelgas obreras de 1978-80 y que fue electo cuatro veces para presidir el país, hasta ser derrocado por un golpe. La realidad ahora es otra: el antipetismo se tornó una amalgama de preconceptos, odios, violencias, amenazas y oposición de clase por parte del conservadurismo brasileño.
Decir, como lo hizo Bolsonaro en Acre, que va a fusilar a los petistas equivale a dar carta blanca para mucho más que la eliminación física de los miembros del PT: está sobreentendido que junto a ellos irán los trabajadores, los pobres, los negros, los indígenas y todos los condenados de la Tierra, añade.
El antipetismo se está tornando una ideología, así como el anticomunismo, que aglutinó a la oposición a todo lo que fuera transformador en la sociedad. Lo que se vive hoy, en esta escalada fascistizante de chantaje y amenazas de jueces, gorilas y pastores es algo muchísimo pero que cualquier desliz, error, traspié petista. El fascismo, añade Maringoni, nos hace a todos petistas.
Jeferson Miola alerta que el nazismo no comenzó con el holocausto. Los cimientos sociales, políticos y culturales que favorecieron la hegemonía y la legitimidad nazi fueron creados paso a paso. El holocausto representa el apogeo de un régimen que fue institucional y socialmente preparado en un concepto social de aceptación irresponsable y de naturalización de la persecución y la intolerancia, de condescendencia con el arbitrio y de tolerancia con prácticas y valores fascistas que fueron banalizándose en la cotidianeidad.
Es difícil prever el momento exacto en que comienza el fascismo. Es por ello imposible, a la luz de la experiencia histórica, desconocer el ambiente de terror y barbarie de Brasil, si Bolsonaro no es vencido. El antipetismo, en todas sus dimensiones y matices, es el pasaporte al fascismo, afirma.
*Almeida es investigadora brasileña, analista de CLAE. Verzi Rangel es Sociólogo venezolano, Codirector del Observatorio en Comunicación y Democracia y del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
VERSIÓN EN PORTUGUÉS
O assassinato da verdade: o caminho de Bolsonaro ao poder
Por Juraima Almeida e Álvaro Verzi Rangel
Os meios hegemônicos brasileiros, acostumados por décadas a estar no centro do espetáculo eleitoral graças ao seu quase exclusivo contato diário com os cidadãos, viram sua relevância ser ameaçada por outros meios de comunicação, que insuflaram uma catarata de notícias falsas, criando imaginários coletivos virtuais para favorecer o candidato presidencial ultradireitista Jair Bolsonaro.
“Possivelmente, estas eleições serão estudadas no futuro como um caso de domínio das fake news, talvez seja um caso até mais extremo que as eleições de 2016 nos Estados Unidos”, afirmou o comentarista político Kennedy Alencar. “As fake news guiam esta eleição presidencial”, concordou o economista Joel Pinheiro na Folha de São Paulo.
Até o Tribunal Superior Eleitoral (TSE) do Brasil teve que ordenar o ultradireitista Bolsonaro a tirar do ar os seis vídeos onde falava do “kit gay”, nos que ele denuncia uma suposta tentativa de promover a homossexualidade durante a gestão petista.
Mas o que surpreende é que este tipo de campanha é habitual nas democracias formais, e o uso dos perfis dos usuários de redes sociais para manipular a opinião pública foi usada na campanha de Barack Obama, não só na de Donald Trump. O que estranha é a esquerda brasileiras não saber desse novo tipo de guerra, e reduzir suas ações sobre isso à mera denúncia, geralmente infrutífera.
O assassinato da verdade
A eleição presidencial no Brasil está sob ataque. A campanha do representante de Lula da Silva, Fernando Haddad, é objeto de uma destrutiva guerra cibernética, impulsada pelos assessores comunicacionais do ultradireitista Jair Bolsonaro e financiada pelo poder fático, para instalar um regime de terror político, social, cultural e também econômico.
A verdade é que Bolsonaro não se preocupa em apresentar propostas, e tampouco em fazer campanha de rua, conceder entrevistas ou participar de debates, pois sua equipe de ciberterrorismo se dedica ao que ele precisa: desconstruir e atacar Fernando Haddad e Manuela D´Ávila com métodos sujos, campanhas mentirosas e linguagem ultrajante.
Bolsonaro foge de todos os debates, onde dificilmente apresentaria alguma ideia que não seja a de fuzilar seus oponentes. Ele segue o mesmo formato de discurso utilizado por Donald Trump contra Hillary Clinton em 2016, confiando que suas mentiras e que os ciberataques de sua equipe bastarão para vencer esta batalha.
Os vídeos, parte dos fake news que sustentam sua campanha, foram lançados por Bolsonaro nas redes sociais e se referem a um suposto plano de educação sexual durante a gestão de Fernando Haddad como ministro de Educação de Lula da Silva e Dilma Rousseff (2005-2012). Neles, Bolsonaro afirma que esse material didático – que sequer chegou a ser distribuído e nunca contou com a aprovação do Ministério – estimula precocemente nas crianças o interesse pela sexualidade. “É uma porta aberta à pedofilia”, diz ele.
Devido à quantidade de notícias falsas que circularam durante a campanha eleitoral, a presidenta do TSE, ministra Rosa Weber, convocou – obviamente tarde demais para ter efeitos preventivos, como deveria ser – uma reunião visando acabar com essa prática daqui até o dia do segundo turno eleitoral (28/10).
O WhatsApp, aplicativo de mensagens do Facebook, é uma das principais ferramentas que os brasileiros usam para se intercomunicar, mas também é parte da política: uma recente pesquisa mostrou que 44% dos eleitores usa o WhatsApp para ler informação política e eleitoral. Também foi usado no primeiro turno para lançar alarmantes quantidades de rumores, desinformação e notícias falsas.
Os acadêmicos Cristina Tardáguila, Fabrício Benevenuto e Pablo Ortellado afirmam, em um artigo para o The New York Times que ainda há tempo para que a empresa proprietária deste aplicativo faça mudanças em sua plataforma, para reduzir o envenenamento da vida política brasileira.
É difícil estabelecer até onde estas mensagens estão ligadas com partidos ou candidatos, mas suas táticas são claras: por meio da combinação de estratégias piramidais e de rede, os produtores criam conteúdos maliciosos para que sejam difundidos por ativistas locais e regionais, que por sua vez os repassam a grupos públicos e privados, agigantando seu impacto nocivo, até influir no imaginário coletivo.
A pedido da Universidade de São Paulo (USP) e da Universidade Federal de Minas Gerais (UFMG), os analistas da Agência Lupa analisaram o grau de veracidade de 50 imagens – a partir de um revezamento feito com 347 grupos públicos de discussão política, monitorados pelo projeto Eleições Sem Fake News – que circularam no WhatsApp entre 16 de agosto e 7 de outubro, período desde o início oficial da campanha até o dia da votação no primeiro turno: delas, apenas quatro eram comprovadamente verdadeiras.
Nesses grupos públicos, 18 mil usuários postaram aproximadamente 846 mil mensagens (107 mil imagens; quase 72 mil vídeos, cerca de 14 mil áudios, 563 mil mensagens de texto e 91 mil links externos. Voltando às 50 imagens analisadas, oito delas eram totalmente falsas, 16 eram imagens reais usadas fora do contexto original ou com data distorcida, o que indica que 56% das imagens mais compartilhadas não se ajustavam à realidade. Somente 8% das 50 foram consideradas totalmente reais e confiáveis.
O problema das notícias falsas no Brasil transcende as divisões ideológicas. Os seguidores de Jair Bolsonaro compartilharam muitas imagens descrevendo vários políticos, inclusive os de centro-direita, como comunistas. Uma das imagens mostrava Fidel Castro, numa foto em preto e branco, com uma garota universitária que supostamente seria a ex-presidenta Dilma Rousseff, dizendo que ela havia sido uma aluna do ex-líder cubano, “uma estudante socialista”. A foto é real, mas foi tirada nos Estados Unidos, em abril de 1959, quando Dilma tinha apenas 11 anos.
Estamos em plena guerra de quinta geração, onde uma das ferramentas utilizadas é a manipulação de processos políticos através dos meios digitais e das redes sociais, para causar caos, fragmentar, dividir as sociedades, fraturar o tecido social e criar um imaginário coletivo que permita a eleição de candidatos repudiáveis, mas defensores, da continuidade das políticas ultraliberais e racistas.
As experiências de manipulação através da utilização das novas tecnologias, dos algoritmos do big data na era da inteligência artificial, são a eleição de Donald Trump nos Estados Unidos, o referendo britânico para sair da União Europeia (Brexit), o referendo do Acordo de Paz na Colômbia e as campanhas da extrema direita em vários países europeus.
As ferramentas mudaram nestas guerras. Se há 45 anos era preciso tanques, baionetas, mortos e desaparecidos para se impor um modelo político, econômico e social, agora basta dominar os meios hegemônicos de comunicação e informação, e as chamadas redes sociais digitais.
Hoje, as grandes empresas multinacionais (Facebook, Amazon, Google, Cambridge Analytica/EmerData, entre outras) são as que vendem os dados e perfis dos usuários das redes a quem puder pagar, seja um Estado, a inteligência militar ou financeira, um partido, um candidato com o suficiente financiamento.
A Cambridge Analytica comprou dados privados e a informação de mais de 87 milhões de usuários do Facebook para este propósito. Steve Bannon, um nazifascista que foi assessor de Trump e que agora assessora candidatos e partidos neonazis em toda a Europa, se reuniu com Eduardo Bolsonaro (filho de Jair) em Nova York, em agosto passado, para logo dizer que “certamente estamos em contato, para unir forças, especialmente contra o marxismo cultural».
A logística da campanha suja de Bolsonaro para promover a manipulação e a fraude está instalada tanto no Brasil como em território estrangeiro, e conta com especialistas (hackers) de vários países do mundo.
O cientista político Jeferson Miola explica como funciona a operação: números telefônicos pertencentes aos sistemas oficiais de telecomunicação de países estrangeiros são utilizado para criar grupos de WhatsApp da campanha de Bolsonaro.
Cada linha telefônica pode criar dezenas de grupos de até 257 integrantes. Isso se faz com o uso de algoritmos, que agrupam os eleitores segundo seus interesses, gostos, comparando perfis, critérios geográficos, temáticos, religiosos e profissionais proporcionados por eles mesmos, em suas contas nas redes sociais.
Uma usina de pensamento cria os conteúdos de ódio, calúnias, mentiras, difamações, insultos, agressões e orientações violentas, em formatos de áudio, vídeos, memes e textos contra o candidato do Partido dos Trabalhadores (PT), Fernando Haddad, sua vice Manuela D´Ávila, o ex-presidente Lula da Silva e o próprio PT, os quais se propagam por centenas de milhares de subgrupos de WhatsApp, bombardeando-os com informações falsas (fake news) e conteúdos desfavoráveis à campanha de Haddad, estimulando o ódio antipetista.
Como se não bastasse tudo isso, a central ciberterrorista também insere vírus troianos nas redes petistas, que tentam capturar dados e gerar informação contraditória, que desorienta os partidários de Haddad.
Os hackers brasileiros e estrangeiros identificaram, por exemplo, telefones com números de Massachusetts e de Portugal que administram mais de 70 grupos da campanha de Bolsonaro, e um número da Califórnia, que administra mais de 100 grupos de WhatsApp. Talvez Haddad tenha razão: se apagassem o WhatsApp por cinco dias, não restaria nada Bolsonaro. Mas isso não vai acontecer.
Record ameaça o poder da Globo
O que acontece não deveria ser estranho. No dia 4 de outubro, Bolsonaro demonstrou claramente seu profundo desprezo pela democracia e pelas regras do jogo eleitoral. Com a desculpa de ainda estar se recuperando do ataque a facas que recebeu no dia 6 de setembro (quase um mês antes), ele se negou a participar do debate com os demais candidatos, realizado pela Rede Globo. No mesmo dia, porém, deu uma longa e amistosa entrevista exclusiva à TV Record, do pastor Edir Macedo, dono da Igreja Universal do Reino de Deus – e um “fundamentalista charlatão”, segundo Haddad.
O TSE rejeitou o pedido de suspensão da entrevista, tornando-se cúmplice do abuso do poder religioso e da transformar uma concessão pública de rádio e televisão em um órgão de propaganda partidária, passando por cima das quotas estabelecidas para propaganda eleitoral, em detrimento dos outros partidos.
A entrevista na Rede Record oficializou o acordo de Bolsonaro com as igrejas pentecostais, assegurando ao ultradireitista caminho livre para fazer proselitismo, numa aposta (fracassada) para arrasar no primeiro turno. Mas, no plano estratégico, este acordo prevê a conformação de um poderoso sistema de comunicação oficial do bolsonarismo, caso este confirme sua vitória no segundo turno, com funcionamento similar ao da parceria entre a Fox News e o governo do fakenewer Donald Trump.
Obviamente, este pacto afetará sobretudo a oligopólica Rede Globo, tanto em seus interesses econômicos e comerciais como em seu poder e hegemonia política, ideológica e cultural, algo que a emissora carioca vem mantendo desde sua colaboração com a ditadura militar (1964-1985). Assim, o dia 28 de outubro também pode marcar o começo da queda da Globo e o lançamento da Record como nova líder comunicacional do país, uma emissora que se financia com a exploração inescrupulosa da religião.
Não é que Globo defenda a democracia ou o Estado de direito – pelo contrário, foi uma das propulsoras do golpe de 2016, fator fundamental para estimular o ódio ao PT, que levou ao juízo político e à destituição de Dilma Rousseff, mas tem diminuído seus ataques contra Haddad e Lula nos últimos dias. Porém, sua sobrevivência e poder dependerá de sua capacidade de enfrentar a Record.
O fascismo transforma todos em petistas
O acadêmico e jornalista Gilberto Maringoni acredita que o antipetismo não significa somente ser contra o partido nascido nas greves de 1978 a 1980, e que foi eleito quatro vezes para presidir o país, até ser derrubado por um golpe. A realidade agora é outra: o antipetismo se tornou um amálgama de preconceitos, ódios, violências, ameaças e oposição de classe por parte do conservadorismo brasileiro.
“Dizer, como fez Bolsonaro no Acre, que vai fuzilar os petistas, equivale a dar carta branca para muito mais que a eliminação física dos membros do PT: está subentendido na expressão que, junto com eles, serão castigados os trabalhadores, os pobres, os negros, os indígenas e todos os condenados da Terra”, acrescenta.
“O antipetismo está se tornando uma ideologia, assim como o anticomunismo, que aglutinou a oposição contra tudo o que fosse transformador na sociedade. O que se vive hoje, nesta escalada fascista de chantagem e ameaças por parte de juízes, gorilas e pastores, é algo muitíssimo pior que qualquer deslize, erro ou tropeço petista”. O fascismo, segundo Maringoni, “faz com que todos os que pensam diferentes sejam rotulados como `petistas´”.
Jeferson Miola lembra que o nazismo não começou com o holocausto. Os cimentos sociais, políticos e culturais que favoreceram a hegemonia e a legitimidade nazista foram criados passo a passo. O holocausto representa o apogeu de um regime que foi institucional e socialmente preparado em um conceito social de aceitação irresponsável e de naturalização da perseguição e da intolerância, de condescendência com o arbítrio e com práticas e valores fascistas, que foram sendo banalizados no cotidiano.
“É difícil prever o momento exato em que começa o fascismo. Por isso, é impossível, à luz da experiência histórica, desconhecer o ambiente de terror e barbárie que poderá crescer no Brasil se Bolsonaro não for vencido. O antipetismo, em todas as suas dimensões e modalidades, é o passaporte ao fascismo”, conclui o analista.
Juraima Almeida é investigadora brasileira, analista do Centro Latino-Americano de Análise Estratégica (CLAE).
Álvaro Verzi Rangel é sociólogo venezuelano, codiretor do Observatório em Comunicação e Democracia e analista do Centro Latino-Americano de Análise Estratégica (CLAE)
*Publicado em estrategia.la | Tradução de Victor Farinelli