Peligro de agresión inminente contra Venezuela, con migrantes como rehenes/ O perigo de uma agressão iminente contra a Venezuela, com migrantes como reféns
Aram Aharonian|
Estamos en medio de una turbulenta, implacable y por demás preocupante ofensiva para la recuperación del territorio americano como base hemisférica de los intereses estadounidenses, a la vez que entramos en fase peligrosa de una agresión inminente contra Venezuela, con los migrantes como rehenes.
Varias situaciones paralelas dan señalas claras que justifican la preocupación: la securitización del tema migratorio, la manipulación de un tema socioeconómico para convertirlo en un asunto de paz y seguridad regionales, las amenazas militares de la portavoz de la casa Blanca, Sarah Sanders; la gira del jefe del Pentágono James Mattis por la región, la reunión de Kurt Tidd –jefe del Comando Sur estadounidense- con los comandantes de los ejércitos sudamericanos en Argentina.
Súmele los movimientos militares de Brasil, Temer diciendo que Venezuela rompe la armonía regional, el canciller colombiano asegurando en la ONU que el impacto migratorio en salud y educación es también un impacto en su seguridad; los ejercicios militares y las amenazas de los ejercicios navales frente a Cartagena; las declaraciones de Luis Almagro pidiendo más y más sanciones contra Venezuela; las amenazas de corte de ventas petroleras de EEUU a Venezuela, la declaración de incapacidad para pagar deuda de Brasil a Venezuela…
El argumento cartelizado es que se trata de un estado fallido que es incapaz de actuar sobre su propio territorio y genera una crisis humanitaria que desestabiliza a la región y solo puede ser frenada con una intervención humanitaria. Y por eso la demanda de abrir un canal humanitario, controlado desde el exterior, desconociendo al Estado venezolano: no les importa que pueda hacer Venezuela sino lo que ellos puedan hacer sobre y contra Venezuela.
Una docena de países han confirmado su participación para el encuentro “técnico” que tendrá lugar el lunes y martes en Quito sobre migración venezolana (Venezuela fue excluida de la reunión), citado por la cancillería ecuatoriana. Confirmaron su presencia Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, México, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana, Uruguay y, por supuesto el anfitrión, Ecuador.
El temor de varios países es que se pacte allí un inicio de hostilidades, como amenazas de uso de la fuerza militar con carácter preventivo, con el pretexto de defender la seguridad de los países vecinos y de EEUU. La cancillería ecuatoriana viene presionando para que representaciones del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados y de la Organización Internacional de Migraciones participen de la reunión y avalen acciones militares disfrazadas de “humanitarias”.
Toda esta fase fue preparada meticulosamente para imponer un imaginario colectivo en la región sobre el peligro de los migrantes venezolanos, con fotos montadas y editadas, noticias falsas, en medio de una nueva ofensiva del terror mediático de la prensa hegemónica cartelizada, en una nueva demostración de que estamos en medio de una guerra de quinta generación.
La idea principal de esta guerra de quinta generación, también conocida como guerra sin límites, es que el Estado ha perdido su monopolio de la guerra, y a nivel táctico incluye desde el aspecto armamentista al psicológico y neurológico. No interesa ganar o perder, sino demoler la fuerza intelectual del enemigo, obligándolo a buscar un compromiso, valiéndose de cualquier medio, incluso sin uso de las armas. Se trata de una manipulación directa del ser humano a través de su parte neurológica
Cuadro de situación
Naves de guerra de una decena de países en aguas del Caribe colombiano, sede de las maniobras navales anuales Unitas LIX 2018 que este año reúnen a representantes de las armadas de Argentina, Brasil, Canadá, Colombia, Costa Rica, Ecuador, EEUU., Honduras, México, Panamá, Perú, Reino Unido y República Dominicana.
La armada de Ecuador, que durante once años no asistió a Unitas por órdenes de Rafael Correa, ahora envió la corbeta misilística Los Ríos CM 13, que zarpó el 23 de agosto desde Guayaquil , el mismo día el gobierno de Lenin Moreno anunció su decisión de desvincularse del ALBA. ¿Es la fachada para imponer un bloqueo marítimo a Venezuela?
Mientras, el influyente senador estadunidense Marco Rubio evocó la opción militar en Venezuela al decir que las circunstancias han cambiado y que actualmente existen argumentos para considerar que el gobierno de Nicolás Maduro amenaza la seguridad nacional de Estados Unidos y la región, y la estabilidad de Colombia y la de otros países, tras discutir el tema con el asesor de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, John Bolton.
“Y si se le ocurre a Maduro invitar a que el presidente ruso, Vladimir Putin, mande aviones militares, por ejemplo, o que abran una base militar, esto va a escalar. Yo creo que las circunstancias han cambiado, y lo dejo ahí”, añadió.
La Unión Europea destinó un paquete financiero por 35 millones de euros (unos 40.85 millones de dólares) a la región latinoamericana para ayudar con la crisis migratoria de venezolanos, anunció este jueves el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, durante su visita a Colombia, donde se atrevió a calificar la crisis en Venezuela como similar a la que ocurre en Europa con los inmigrantes.
Venezuela y más allá
La intensidad y variedad de movimientos, operativos, posicionamientos y acuerdos militares, policiaco-militares y económico-financieros con que se recolocan los poderes hegemónicos con fachada o entretelones estadounidenses y adherentes, aliados y voceros locales, no ha cesado de desplegarse para mantener el cerco y el agobio sobre Venezuela, pero también para avanzar en una escala mucho mayor.
La política de inducción al sometimiento regional y/o de reconstrucción de los disciplinamientos hegemónicos, se basa en un amplio abanico que incluye golpes parlamentarios, colaboraciones militares permanentes y/o específicas; entrenamiento, capacitación y adoctrinamiento, señala el Observatorio Latinoamericano de Geopolítica.
También cambios normativos que facilitan la consolidación y ejercicio de estados de excepción dirigidos a combatir al real, potencial o imaginario enemigo interno, patrullajes militares, instalación, refuncionalización o modernización de bases militares, aumentos en los presupuestos de seguridad y defensa militares; sistemas cooperativos de defensa; fuerzas especiales con oficiales o contratistas mercenarios; ejercicios militares conjuntos; creación de fuerzas de tareas combinadas y grupos de choque.
Asimismo entran en ese amplio abanico el bloqueo comercial y financiero, la desestabilización monetaria; la deuda externa; operativos de lawfare y hasta la utilización de catástrofes naturales para rediseñar territorialidades y controles.
No solo en Venezuela ocurren simultáneamente una cantidad de ataques, intervenciones o provocaciones de distinto tipo y en sectores y geografías diferentes, sino que puede observarse una situación similar desde una perspectiva macrocontinental, Venezuela es indudable epicentro de la estrategia de recuperación y disciplinamiento continental, de un tsunami que se replica en todos los otros países o regiones, adecuándolo a las condiciones específicas.
La combinación de mecanismos, ritmos, intensidades y sectores implicados en esta clase de ofensivas no tiene freno. Siempre puede agregarse algo más para potenciar los resultados deseados y para complicar la comprensión del fenómeno y la capacidad de respuesta del pueblo afectado.
La idea, señala Ana Esther Ceceña, es ocupar espacios al ritmo y las característicasy condiciones de cada uno y, a la vez, no dejar resquicios desde donde la resistencia esta intervención pueda levantarse. Y prueba de la creciente militarización de la política regional es el activo protagonismo del Comando Sur de las Fuerzas Armadas estadounidenses con sus reuniones con jefes militares de los países del área, en una “diplomacia” de la seguridad y la guerra
Las visistas de emisarios civiles cayó radicalmente y cedió especio a las tres líneas principales de intervención del Comando Sur. Una, ampliar y profundizar relaciones con los gobiernos (restablecimiento de convenios militares y de seguridad con Ecuador). Dos, contrarrestar las redes criminales o terroristas trasnacionales, consideradas como una amenaza difícil de detectar ya que se mueven en espacios no institucionales (con estos criterios catalogan al gobierno venezolano para justificar las agresiones).
Tres, en el terreno operativo preparar formas de respuesta rápida en casos de desastre y asistencia humanitaria, que consiste en el entrenamiento de mandos y tropas estadounidenses.
Ofensiva
La coordinación conservadora de varios presidentes suramericanos lograron desmontar los más importantes avances de la integración de los países de América del Sur que conformaron la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur) como bloque referente de las relaciones mundiales marcadas por la multipolaridad de potencias y de proyectos integracionistas regionales y declararon a la región como zona de paz.
La potencia económica y política de los gobiernos de Argentina y Brail, respaldados por los presidentes de Perú, Chile, Colombia y Paraguay (el denominado Grupo de Lima), comenzó su tarea destructiva en abril pasado, cuando determinaron “suspender su participación” en el organismo, tras dos años de sigilosos movimientos de debilitamiento y parálisis de todos los proyectos integracionistas construidos al margen de la influencia y predomino de Estados Unidos: Mercosur, ALBA, CELAC y Unasur.
Desmantelados los organismos de integración horizontal, vuelve el poder del panamericanismo monroista -América para los (norte)americanos-, dejando en pie a la Organización de Estados Americanos (OEA), bajo la tutela de Washington. Pero no logran consenso, porque Nicaragua, Venezuela y Bolivia, al menos, se oponen a la injerencia en asuntos internos de otros países. Y por eso, EEUU trata de desestabilizar sus gobiernos con todos los medios posibles,
La Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), creada en 2008, auspició el Consejo de Defensa Sudamericano, integrado por 12 países, que entre sus propósitos principales tuvo consolidar a la región como zona de paz y servir de contrapeso a los afanes intervencionistas del Pentágono en los ejércitos locales, con fines de alineamiento y adoctrinamiento.
Pero la contraofensiva conservadora y del Comando Sur del Pentágono siguió adelamte. En mayo último, Juan Manuel Santos anunció que Colombia – con siete bases estadounidenses en su territorio- se sumaba como “socio global” de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, máximo exponente de las intervenciones militares, abiertas y encubiertas, después de la guerra fría. Ahora Chile quiere seguir el mismo camino.
Y ahora, de la mano del embajador de EEUU en Bogotá, Kevin Whitaker el nuevo presidente colombiano, Iván Duque, apadrinado por Álvaro Uribe, sindicado como genocida y unido al narcotráfico y el paramilitarismo, quiere ser protagonista del “Golpe Maestro” e insiste en. manejar la guerra encubierta del Pentágono contra Venezuela, desde la frontera colombiana.
Este plan fue diseñado por el almirante Kurt Tidd, jefe del Comando Sur, quien aspira a que el gobierno bolivariano sea derrocado a través de una “operación militar bajo bandera internacional, patrocinada por la Conferencia de los Ejércitos Latinoamericanos, bajo la protección de la OEA y la supervisión, en el contexto legal y mediático de su secretario general, Luis Almagro”.
En Colombia se respira una atmósfera de zozobra e inestabilidad social, tras el asesinato de 343 líderes sociales, la amenaza permanente a periodistas y el temor a que Iván Duque, el nuevo mandatario, se aventure en dos guerras: una interna y otra contra su vecino, Venezuela. La única forma de unir a la nación es inventando un enemigo externo, para apelar al nacionalismo, una guerra contra los “castrocomunistas” venezolanos, desviando la atención de la continuidad del genocidio interno y la crisis social, económica y financiera.
A inicios de julio y antes de asumir la presidencia, negoció en Washington con el vicepresidente Mike Pence, el secretario de Estado, Mike Pompeo, la directora de la Agencia Central de Inteligencia, Gina Haspel, el zar antidrogas James Carrol, y el asesor de Seguridad Nacional, el superhalcón John Bolton.
A Pence, “preocupado” por la supuesta amenaza a Colombia de la “dictadura” de Maduro –como ya se lo había manifestado a Santos en su visita a Bogotá y en la reunión cuando la Cumbre de la OEA en Lima- le solicitó apoyo en materia militar, de inteligencia y seguridad.
El 10 de agosto, tres días después de asumir la Presidencia, anunció el retiro “irreversible” de Colombia de Unasur y abogó por la aplicación de la Carta Democrática de la OEA contra Venezuela, tras prometer que llevaría a Maduro ante la Corte Penal Internacional, la misma “justicia” internacional, donde Uribe, está acusado por crímenes de lesa humanidad, y donde hacen cola los mexicanos Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto.
El nuevo ministro del exterior, Carlos Holmes Trujillo, se reunió con Julio Borges, sindicado como uno de los coautores intelectuales del frustrado magnicidio del presidente venezolano Nicolás Maduro, para expresarle el “apoyo incondicional” del gobierno de Duque para “rescatar la democracia y la legalidad en Venezuela”.
La periodista María Jimena Duzán recordaba las declaraciones del general retirado Leonardo Barrero (“Prepárense porque vuelve la guerra”) y se preguntaba cuál será el blanco principal de esta nueva guerra anunciada: ¿los líderes sociales que están cayendo como moscas, los ocho millones de ciudadanos que votaron por Petro, los once millones de personas que votaron por la consulta anticorrupción, los diez millones de personas que votaron por Duque y que aún creen en ‘pajaritos en el aire’?
Paralelamente, desde junio está en Cúcuta y Maicao, poblaciones fronterizas con Venezuela, un contingente de “cascos blancos” de la cancillería argentina. Gabriel Fucks, extitular de estos “contingentes de paz”, señaló que la misión en la frontera colombiano-venezolana, más que una acción de asistencia sanitaria, forma parte de una política de presión contra Venezuela.
No es de extrañar que el gobierno de Mauricio Macri se haya sumado a los planes estadounidense-colombianos, dada su posición subordinada en la OEA. Macri, además, aceptó desplegar en el territorio argentino una nueva red de bases militares estadounidenses: una en Neuquén, en el estratégico sur patagónico, cerca de la reserva gasífera de Vaca Muerta, financiada por el Comando Sur con “ayuda humanitaria” y dos en Tierra de Fuego, la de Tolhuin y la de Ushuaia.
Hoy la producción de coca alcanza en Colombia niveles record, grupos armados ilegales luchan por territorios en los que el Estado tiene escasa o nula presencia y una oleada de 330 asesinatos de activistas sociales en los últimos meses, mostró que la paz sigue siendo un término relativo. Y los narcotraficantes necesitan el paso por Venezuela parra llevar su droga a EEUU.
Durante cuatro períodos presidenciales, Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos, quien además fue ministro de Defensa del primero en epócas de los “falsos positivos” –campesinos asesinados y vestidos con ropa de guerrilleros para mostrar a la prensa victorias militares-, la hipótesis del conflicto siempre estuvo en al aire, en guerras de micrófonos o con injerencia directa en asuntos internos del vecino del noroeste.
Y, los mentideros políticos señalan que Santos quiso despedirse del gobierno apoyando el intento (frustrado) de magnicidio del presidente Nicolás Maduro, el 4 de agosto último. Pero esta última jugada del benemérito Nóbel de la Paz, no le salió bien. El atentado buscaba que el poder fuera transferido sin demora a las “autoridades civiles legítimas, miembros de la Asamblea Nacional” presidida por Julio Borges, tras “liberar” una zona del país e instalar allí un “gobierno paralelo” que ejerciera funciones de hecho, con el respaldo de Washington, sus socios de la OTAN y el Grupo de Lima.
James Mattis, secretario de Defensa de los Estados Unidos visitó a mediados de agosto Brasil, Chile, Colombia y Argentina, con una agenda que insistía en el tema de la inestabilidad política y la supuesta crisis humanitaria de Venezuela, que podría afectar el escenario regional. La gira buscó asegurar los vínculos de Washington con lo que considera su patio trasero, ante los alarmantes signos de multilateralismo de las relaciones comerciales con China y Rusia (invasiones de otros países, según Mattis), gracias también a las medidas proteccionistas de Trump.
Las alianzas panamericanas han sido punto focal de las visitas, este mismo año, del exsecretario de Estado Rex Tillerson, su sucesor Mike Pompeo y del vicepresidente Mike Pence a la región.
Mattis auscultó la influencia y presencia en Sudamérica de dos rivales, China y Rusia. Y al respecto señaló que “hay más de una forma de perder la soberanía en este mundo. No es sólo por las bayonetas. Puede ser con países que llegan ofreciendo regalos, préstamos amplios que acumulan deudas masivas en otros países a sabiendas de que no podrán repagarlas, es lo que parecen ser los préstamos chinos a naciones como Venezuela y Filipinas”.
El ministro brasileño de Defensa, Joaquim Silva e Luna, preocupado por la presión estadounidense para el desmantelamiento de la producción local de armas y aviones, dijo que entendió bien lo que quiso decir Mattis, “pero eso es una disputa comercial,de mercado” y señaló que es posible que Brasil se beneficie de una guerra comercial entre EEUU y China. Pero de todas formas, anunció que 3.200 soldados del Ejército brasileño reforzarán la seguridad en el estado de Roraima, fronterizo con Venezuela, ante la supuesta llegada masiva de inmigrantes venezolanos,
Otra preocupación del mandamás del Pentágono es la reunión en Argentina del G-20, donde el anfitrión tiene responsabilidades en defensa y seguridad de los líderes del mundo “desarrollado”, que permitan la asistencia de Donald Trump: cómo participar de manera discreta sin resentir las pasiones nacionales. La propuesta de Mattis fue la posible cesión de equipos para un área específica; la prevención de ciberataques, con “inhibidores” de circulación de drones.
La visita de Mattis a la región se produjo tras el encuentro del titular de la Armada estadounidense con sus pares de Argentina, Brasil y Chile en Cartagena, Colombia, en el marco de la 28 Conferencia Naval Interamericana que congregó a los jeraracas navales de Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú y Uruguay.
Si Iván Duque, el nuevo presidente -que quiere reformular el acuerdo de paz con la guerrilla de las FARC que su antecesor Juan Manuel Santos se abstuvo de implementar-no logra llevar el Estado a las zonas rurales, hoy en manos de narcotraficantes y paramilitares (o no está interesado en ello), poco cambiará en Colombia, que registró al menos 260 mil muertos, 60 mil desaparecidos y más de siete millones de desplazados.
Generar tensiones con Venezuela sirve para desviar la atención de la violencia de seis décadas en Colombia, parte de la normalidad en ese país y que contrasta en las últimas dos décadas por la existencia de sistemas sociales, económicos y políticos contrapuestos. El mensaje de la conducción política colombiana y los medios de comunicación hegemónicos, no ha cambiado: su lenguaje es agresivo, belicoso, xenófobo y permanentemente amenazante.
Durante todo su mandato, Juan Manuel Santos, sibilino y de la aristocracia bogotana, intrigó en organismo internacionales y en gobiernos de la región al frente de la campaña consistente en afirmar que con motivo de la elección de la Asamblea Nacional Constituyente, Maduro había acabado con la democracia venezolana. Y con su supuesto afán pacificador, logró desarmar y traicionar a las FARC, que constituían un muro de contención para cualquier aventura de agresión del establishment colombiano.
VERSIÓN EN PORTUGUÉS
O perigo de uma agressão iminente contra a Venezuela, com migrantes como reféns
Várias situações paralelas dão sinais claros que justificam a preocupação, como a militarização do tema migratório, a manipulação de uma questão socioeconômica para transformá-la em questão de segurança regional, as ameaças militares da porta-voz da Casa Branca, Sarah Sanders, a turnê latina do chefe do Pentágono, James Mattis, e a reunião de Kurt Tidd, chefe do Comando Sul estadunidense, com os comandantes dos exércitos sul-americanos na Argentina.
Há outros exemplos. O caso dos exercícios militares do exército brasileiro próximos à fronteira com a Venezuela, com Temer dizendo que o vizinho é uma “ameaça à harmonia regional”. O chanceler colombiano assegurando na ONU (Organização das Nações Unidas) que o impacto migratório na saúde e na educação também é um problema de segurança para o seu país. Os exercícios militares e as ameaças dos exercícios navais próximos à cidade de Cartagena, no litoral colombiano. As declarações do secretário-geral da OEA (Organização dos Estados Americanos) Luis Almagro, pedindo mais e mais sanções contra a Venezuela. As ameaças de corte das vendas petroleiras dos Estados Unidos à Venezuela. E por aí vai.
O argumento da mídia cartelizada é que a Venezuela é um estado falido, incapaz de atuar sobre seu próprio território, e que isso gera uma crise humanitária que desestabiliza a região, que só pode ser freada com uma intervenção humanitária. Por isso, dizem, deve-se criar um canal humanitário, controlado do exterior, desconhecendo o Estado venezuelano. Não importa o que a Venezuela pode fazer por si mesma, e sim o que eles (os Estados Unidos e seus aliados) podem fazer sobre e contra a Venezuela.
Uma dúzia de países já confirmaram sua participação no encontro “técnico” desta segunda e terça-feira (3 e 4 de setembro) sobre migração venezuelana – na qual a própria Venezuela foi excluída –, em Quito, citada pela chancelaria equatoriana. Estarão presentes Argentina, Brasil, Chile, Colômbia, Costa Rica, México, Panamá, Paraguai, Peru, República Dominicana, Uruguai e o anfitrião Equador.
O temor de vários países é que se inicie ali um pacto para o início de hostilidades, como ameaças de uso da força militar com carácter preventivo, com o pretexto de defender a segurança dos países vizinhos e dos Estados Unidos. A chancelaria equatoriana vem pressionando para que representações do Alto Comissionado das Nações Unidas para os Refugiados e da Organização Internacional de Migrações participem da reunião e autorizem ações militares disfarçadas de “humanitárias”.
Toda esta fase foi preparada meticulosamente para impor um imaginário coletivo na região, sobre o perigo dos migrantes venezuelanos, com fotos montadas e editadas, notícias falsas, em meio a uma nova ofensiva do terror midiático da imprensa hegemônica cartelizada. Uma demonstração de que estamos na uma guerra de quinta geração.
A ideia principal desta guerra de quinta geração, também conhecida como guerra sem limites, é que o Estado perca o monopólio da guerra. A nível tático, isso inclui desde o aspecto armamentista até o psicológico e neurológico. Não interessa ganhar ou perder, e sim demolir a força intelectual do inimigo, obrigando-o a buscar um compromisso, se valendo de qualquer meio, inclusive sem o uso de armas. Se trata de uma manipulação direta do ser humano através de sua parte neurológica
Quadro da situação
Navios de guerra de uma dezena de países nas águas do Caribe colombiano, sede das manobras navais anuais Unitas LIX 2018, reúnem este ano representantes das marinhas de Argentina, Brasil, Canadá, Colômbia, Costa Rica, Equador, Estados Unidos, Honduras, México, Panamá, Peru, Reino Unido e República Dominicana.
A marinha do Equador, que durante onze anos não participou da Unitas, por ordem de Rafael Correa, agora enviou a nave Los Ríos CM 13, que zarpou em 23 de agosto de Guayaquil, o mesmo dia em que o governo de Lenin Moreno anunciou sua decisão de se desvincular da ALBA (Aliança Bolivariana para os Povos da Nossa América). Seria uma fachada para impor um bloqueio marítimo à Venezuela?
Enquanto isso, o influente senador estadunidense Marco Rubio evocou a opção militar na Venezuela, ao dizer que as circunstâncias mudaram, e que atualmente existem argumentos para considerar que o governo de Nicolás Maduro ameaça a segurança nacional dos Estados Unidos e da região, e a estabilidade da Colômbia e de outros países, após discutir o tema com o assessor de Segurança Nacional da Casa Branca, John Bolton.
“E se o Maduro decide reforçar a aliança com o presidente russo Vladimir Putin, que poderia, em troca, enviar aviões militares ou abrir uma base militar? Isso se transformaria numa escalada. Por isso, creio que as circunstâncias na região estão mudando”, comentou.
A União Europeia destinou um pacote financeiro de 35 milhões de euros (uns 40,85 milhões de dólares) à região latino-americana para ajudar a lidar com a crise migratória de venezuelanos, como anunciou na quinta-feira (30/8) o presidente do governo espanhol, Pedro Sánchez, durante sua visita à Colômbia, onde se atreveu a qualificar a crise na Venezuela como similar ao que ocorre na Europa com os imigrantes.
Venezuela e muito mais
A intensidade e a variedade dos movimentos, operativos, posicionamentos e acordos militares-policiais e econômico-financeiros com os quais os poderes hegemônicos de fachada dos Estados Unidos se recolocam no jogo ajudaram a reunir aderentes, aliados e porta-vozes locais, se disseminando pela região e criando um cerco sobre a Venezuela, o qual também tem como objetivo avançar a uma escala muito maior.
A política de indução à submissão regional e/ou de reconstrução dos disciplinamentos hegemônicos se baseia num amplo leque que inclui golpes parlamentares, colaborações militares permanentes e/ou específicas, treinamento, capacitação e doutrinação, segundo relata o Observatório Latino-Americano de Geopolítica.
Também há mudanças normativas que facilitam a consolidação de Estados de exceção dirigidos a combater o real, potencial ou imaginário inimigo interno, patrulhas militares, instalação, refuncionalização ou modernização de bases militares, aumentos nos orçamentos de segurança e defesa militares, sistemas cooperativos de defesa, forças especiais com oficiais ou mercenários contratados, exercícios militares conjuntos, criação de forças de tarefas combinadas e grupos de choque.
Dessa forma, entram nesse amplo leque de ataques o bloqueio comercial e financeiro, a desestabilização monetária, a dívida externa, os operativos de lawfare e até a utilização de catástrofes naturais, para redesenhar territorialidades e controles.
Não só na Venezuela ocorrem, simultaneamente, uma quantidade de ataques, intervenções ou provocações de diferentes tipos. Em setores e geografias diferentes também se pode observar uma situação similar, desde uma perspectiva macro continental. A Venezuela é, sem nenhuma dúvida, o epicentro da estratégia de recuperação e disciplinamento continental, de um tsunami que se replica em todos os outros países ou regiões, se adequando às condições específicas nos diferentes lugares que alcança.
A combinação de mecanismos, ritmos, intensidades e setores implicados neste tipo de ofensiva não tem freio. Sempre pode se agregar algo mais para potenciar os resultados desejados e para complicar a compreensão do fenômeno e da capacidade de resposta do povo afetado.
A ideia, segundo a analista e especialista em geopolítica Ana Esther Ceceña, é “ocupar espaços no ritmo e com as características e condições de cada caso, e ao mesmo tempo cuidar de não deixar rastros para que se possa levantar resistências a esta intervenção”. Prova dessa crescente militarização da política regional é o ativo protagonismo do Comando Sul das Forças Armadas estadunidenses, com suas reuniões com chefes militares dos países da área, toda uma “diplomacia” da segurança e da guerra
As visitas de emissários civis diminuíram bastante e cederam espaço às três linhas principais de intervenção do Comando Sul. A primeira linha: ampliar e aprofundar relações com os governos (restabelecimento de convênios militares e de segurança com Equador). Segunda linha: combater as redes criminosas ou terroristas multinacionais, consideradas como uma ameaça difícil de detectar, já que se movem em espaços não institucionais (com estes critérios catalogam o governo venezuelano para justificar as agressões). Terceira linha: preparar o terreno para gerar formas de resposta rápida em casos de desastre e assistência humanitária, que consiste no treinamento de mandos e tropas estadunidenses.
Ofensiva
A coordenação conservadora de vários presidentes sul-americanos levou ao desmonte dos mais importantes avanços da integração dos países de América do Sul, como a União de Nações Sul-Americanas (Unasul), que era o bloco referente das relações mundiais marcadas pela multipolaridade de potências e de projetos integracionistas regionais, além de responsável por declarar a região oficialmente como “zona de paz”.
A potência econômica e política dos governos da Argentina e do Brasil, respaldados pelos presidentes do Peru, do Chile, da Colômbia e do Paraguai (o denominado Grupo de Lima), começou sua tarefa destrutiva em abril passado, quando determinaram “suspender sua participação” na Unasul, após dois anos de sigilosos movimentos de fragilização e paralisia de todos os projetos integracionistas construídos à margem da influência e predomínio dos Estados Unidos: Mercosul, ALBA, CELAC (Comunidade dos Estados Latino-Americanos e Caribenhos) e a própria Unasul.
Desmantelados os organismos de integração horizontal, a região voltou a ser presa fácil do pan-americanismo monroista – sob o velho slogan de “a América para os (norte) americanos”, da Doutrina Monroe –, deixando de pé somente a OEA, sob a tutela de Washington. Mas ainda sem um consenso, porque Nicarágua, Venezuela e Bolívia continuam se opondo à influência norte-americana em assuntos internos. Por isso, os Estados Unidos tentam de desestabilizar esses governos com todos os meios possíveis.
A Unasul, criada em 2008, criou também o Conselho de Defesa Sul-Americano, integrado pelos 12 países do subcontinente, que tinha entre seus propósitos o de consolidar a região como zona de paz e servir de contrapeso ao afã intervencionista do Pentágono nos exércitos locais, com fins de alinhamento e doutrinação.
Mas a contraofensiva conservadora e a ação do Comando Sul do Pentágono se manteve. Em maior, Juan Manuel Santos anunciou que a Colômbia – que tem sete bases estadunidenses em seu território – se tornou “sócio global” da Organização do Tratado do Atlântico Norte (OTAN), máximo expoente das intervenções militares abertas e encobertas depois da Guerra Fria. Agora, o Chile quer seguir o mesmo caminho.
Em seguida, e com a ajuda do embaixador dos Estados Unidos em Bogotá, Kevin Whitaker, o novo presidente colombiano, Iván Duque, afilhado político de Álvaro Uribe – acusado de genocida e aliado do narcotráfico e do paramilitarismo – afirmou que quer ser protagonista do “Golpe de Mestre”: pretende manejar a guerra encoberta do Pentágono contra a Venezuela, a partir da fronteira colombiana.
Este plano foi desenhado pelo almirante Kurt Tidd, chefe do Comando Sul, que espera fazer com que o governo bolivariano seja derrubado através de uma operação militar sob bandeira internacional, patrocinada pela Conferência dos Exércitos Latino-Americanos, com a chancela da OEA e a supervisão do secretário-geral, Luis Almagro.
Na Colômbia se respira uma atmosfera de instabilidade social, após o assassinato de 343 líderes sociais, a ameaça permanente a jornalistas e o temor de que Iván Duque, o novo mandatário, se aventure em duas guerras: uma interna e outra contra o seu vizinho, a Venezuela. A única forma de unir a nação é inventando um inimigo externo, para apelar ao nacionalismo, uma guerra contra os “castrocomunistas” venezuelanos, desviando a atenção da continuidade do genocídio interno e da crise social, econômica e financeira.
No começo de julho, e antes de assumir a presidência, Duque negociou em Washington com o vice-presidente Mike Pence, o secretário de Estado Mike Pompeo, a diretora da CIA (Agência Central de Inteligência) Gina Haspel e o assessor de Segurança Nacional John Bolton.
No encontro com Pence, falou-se sobre a preocupação pela suposta ameaça da “ditadura de Maduro” à Colômbia – como já foi manifestado a Santos durante a visita do mesmo Pence a Bogotá, e na reunião da Cúpula da OEA, em Lima –, e se solicitou um apoio em matéria militar, de inteligência e de segurança.
Em 10 de agosto, três dias depois de assumir a Presidência, Duque anunciou a saída “irreversível” da Colômbia da Unasul e advogou pela aplicação da Carta Democrática da OEA contra a Venezuela, após prometer que levaria a Maduro à Corte Penal Internacional, a mesma “justiça” internacional onde Uribe é acusado por crimes de lesa humanidade, e onde os mexicanos Felipe Calderón e Enrique Peña Nieto também estão sendo questionados.
O novo ministro de Relações Exteriores, Carlos Holmes Trujillo, se reuniu com Julio Borges – apontado como um dos coautores intelectuais do frustrado magnicídio contra o presidente venezuelano Nicolás Maduro – para expressar o “apoio incondicional” do governo de Duque, visando “resgatar a democracia e a legalidade na Venezuela”.
A jornalista María Jimena Duzán recordou as declarações do general colombiano aposentado Leonardo Barrero após a vitória de Duque (“preparem-se, porque a guerra voltará”) e se perguntou qual será o alvo principal desta nova guerra anunciada: os líderes sociais que estão caindo como moscas, os oito milhões de cidadãos que votaram por Petro, as onze milhões de pessoas que votaram pela consulta anticorrupção, as dez milhões de pessoas que votaram por Duque ou os que ainda acreditam no seu slogan de campanha, com as “pombas da paz voando pelo ar”?
Paralelamente, desde junho há um contingente de “capacetes brancos” da chancelaria argentina atuando em regiões fronteiriças com a Venezuela, como Cúcuta e Maicao. Gabriel Fucks, ex-líder desses “contingentes de paz”, afirmou que a missão na fronteira colombiano-venezuelana, mais que uma ação de assistência sanitária, forma parte de uma política de pressão contra a Venezuela.
Não é de se estranhar que o governo de Mauricio Macri queira participar dos planos estadunidense-colombianos, tendo em vista sua posição subordinada na OEA. Macri também distribuiu pelo território argentino uma nova rede de bases militares estadunidenses: uma em Neuquén, no estratégico sul patagônico, perto da reserva de gás de Vaca Muerta, financiada pelo Comando Sul e por grupos de “ajuda humanitária”, e duas na Terra do Fogo: a de Tolhuin e a de Ushuaia.
Hoje, a produção de coca na Colômbia alcança níveis recorde, e os grupos armados ilegais lutam por territórios onde o Estado tem escassa ou nula presença, e um onda de 330 assassinatos de ativistas sociais nos últimos meses mostrou que a paz continua sendo um termo relativo – e esses narcotraficantes precisam do corredor pela Venezuela para levar sua droga aos Estados Unidos.
Durante quatro períodos presidenciais consecutivos (dois de Álvaro Uribe e outros dois de Juan Manuel Santos, que também foi ministro da Defesa do antecessor), em época de “falsos positivos” (camponeses assassinados e vestidos com roupas de guerrilheiros para mostrar à imprensa supostas vitórias militares), a hipótese do conflito sempre esteve no ar, em guerras de microfones, e a melhor chance para isso é a intromissão direta em assuntos internos do vizinho do noroeste.
O manipulado noticiário político indica que Santos quis se despedir do governo apoiando a tentativa (frustrada) de magnicídio do presidente venezuelano Nicolás Maduro, no dia 4 de agosto passado. Mas essa última jogada do benemérito vencedor do Prêmio Nobel da Paz (2016), não saiu bem.
O atentado buscava transferir o poder sem demora às “autoridades civis legítimas, como os membros da Assembleia Nacional”, presidida por Julio Borges, após “liberar” uma zona do país e instalar ali um “governo paralelo”, que exercesse funções de poder de facto, com o respaldo de Washington, seus aliados da OTAN e do Grupo de Lima.
James Mattis, secretário de Defesa dos Estados Unidos visitou alguns países neste mês de agosto: Brasil, Chile, Colômbia e Argentina, com uma agenda que insistia no tema da instabilidade política e da suposta crise humanitária na Venezuela, que poderia afetar o cenário regional, junto com o temor por um conflito armado entre a Colômbia e a Venezuela após o fracassado atentado com drones explosivos contra Nicolás Maduro. A turnê de Mattis visou reforçar os vínculos de Washington com o que considera o seu quintal continental, diante dos alarmantes sinais de multilateralismo das relações comerciais com a China e a Rússia (“invasões de outros países”, segundo Mattis), e devido também às medidas protecionistas de Trump.
As alianças pan-americanas também foram o ponto principal das visitas deste ano do ex-secretário de Estado Rex Tillerson, do seu sucessor Mike Pompeo e do vice-presidente Mike Pence à região.
Mattis investigou sobre a influência e a presença da China e da Rússia na América do Sul, e declarou, a esse respeito, que “há mais de uma forma de perder a soberania neste mundo. Não é só através das baionetas. Também é possível perdê-la com países que chegam oferecendo presentes, empréstimos amplos, que se transformam em dívidas massivas com outros países, sabendo que não poderão ser pagas, como o que parecem ser os empréstimos chineses a nações como Venezuela e Filipinas”.
O ministro brasileiro de Defesa, Joaquim Silva e Luna, preocupado pela pressão estadunidense para o desmantelamento da produção local de armas e aviões, disse que entendeu bem o que Mattis quis dizer, “mas isso é uma disputa comercial” e afirmou que é possível que o Brasil se beneficie de uma guerra comercial entre Estados Unidos e China. Mas, de qualquer forma, anunciou 3,2 mil soldados do Exército brasileiro reforçarão a segurança no estado de Roraima, fronteiriço com a Venezuela, para conter a suposta chegada massiva de imigrantes venezuelanos,
Outra preocupação do chefe do Pentágono é a reunião do G20 na Argentina, onde o anfitrião tem responsabilidades na defesa e segurança dos líderes do mundo “desenvolvido”, que devem ser cumpridas para que se confirme a assistência de Donald Trump: como os Estados Unidos podem participar de forma discreta de um encontro assim sem ressentir as paixões nacionais. A proposta de Mattis foi a possível cessão de equipamentos de segurança para uma questão específica, como a prevenção contra ciberataques, com a utilização de rastreadores de drones.
A visita de Mattis à região se produz após o encontro do principal comandante da Marinha estadunidense com seus colegas de Argentina, Brasil e Chile, em Cartagena, na Colômbia, durante a 28ª Conferência Naval Interamericana, que congregou os hierarcas navais dos quatro países mencionados, além do anfitrião, e também Canadá, Honduras, México, Nicarágua, Panamá, Paraguai, Peru e Uruguai.
Se Iván Duque, o novo presidente – que quer reformular o acordo de paz com a guerrilha das FARC (transformada em partido político legalizado), que seu antecessor Juan Manuel Santos não teve coragem de implementar – não conseguir levar o Estado às zonas rurais, hoje nas mãos de narcotraficantes e paramilitares, ou se não está interessado nisso, pouca coisa mudará na Colômbia, país que registrou ao menos 260 mil mortos, 60 mil desaparecidos e mais de 7 milhões de deslocados.
Essas tensões servem para desviar a atenção da violência de seis décadas na Colômbia, que já é parte da normalidade nesse país, e que contrasta com a existência de sistemas sociais, econômicos e políticos contrapostos. A mensagem da política colombiana e dos meios de comunicação hegemônicos não mudou: sua linguagem é agressiva, beligerante, xenófoba e permanentemente ameaçadora.
Aram Aharonian é jornalista e comunicólogo uruguaio, fundador do canal TeleSur. Preside a Fundação para a Integração Latino-Americana (FILA) e dirige o Centro Latino-Americano de Análise Estratégica (CLAE)