Trump: la nueva militarización no cumple una función disuasiva

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Leopoldo Puchi

El planteamiento central de Donald Trump sobre su política exterior es el de la “paz a través de la fuerza”. En principio, lo presenta como una doctrina de disuasión sustentada en la superioridad militar de Estados Unidos para evitar guerras. Sin embargo, los hechos, especialmente las acciones emprendidas desde el inicio de su segundo mandato, plantean una interrogante de fondo: ¿se trata realmente de disuasión o de una política de agresión encubierta?

Desde su regreso a la Casa Blanca, el mandatario ha intensificado el uso de la fuerza militar en varios frentes. ataques directos contra instalaciones nucleares iraníes, participación en la ofensiva israelí sobre Gaza y bombardeos sobre Yemen. Esto desmiente el discurso, ya que no son simples demostraciones simbólicas, sino actos de guerra que han provocado centenares de muertes.

El Caribe: ¿disuación?

La administración Trump ha trasladado esa lógica de guerra al hemisferio occidental. Desde agosto de este año, se ha realizado un enorme despliegue naval estadounidense en el Caribe, con destructores, submarinos y buques de asalto anfibio. A esto se suman vuelos intimidatorios y la voladura de varias lanchas, que han dejado más de veinte muertos y mantienen a la región en un estado de tensión permanente.
Por otra parte, Trump ha declarado un “conflicto armado no internacional”, una medida que autoriza a las fuerzas estadounidenses a ejecutar operaciones ofensivas dentro del territorio venezolano, incluidas acciones encubiertas y ataques selectivos letales contra autoridades del Estado.

Estas operaciones no cumplen una función disuasiva. No previenen la guerra, sino que la inician por etapas. La doctrina trumpista confunde agresión con estabilidad y concibe la paz como el resultado del fuego de las armas. Detrás del discurso de “paz a través de la fuerza” se oculta una lógica de dominación: mantener regiones enteras bajo control mediante el uso de la fuerza, no como último recurso, sino como eje central de su política exterior.

Militarismo y la pax

Bombardeando y asesinando pescadores

En la práctica, el enfoque de Trump ha reemplazado la cooperación, el multilateralismo y la diplomacia preventiva por la imposición unilateral, las amenazas y la acción militar directa. Ese nuevo militarismo se manifiesta incluso en gestos simbólicos, como el cambio de nombre del Departamento de Defensa, ahora rebautizado como Departamento de Guerra. No se busca preservar la paz, sino reconfigurar el orden mundial según una lógica excluyente y racista, que apunta a eliminar todo lo que no encaje con su visión política, cultural o ideológica.

 
Por supuesto, después de cada guerra llega un período que suele llamarse paz. Se firman acuerdos, se negocian armisticios, se proclama el retorno de la normalidad. Pero la paz que promueve Trump no es más que la continuación de la guerra por otros medios: la paz de los vencedores, la pax romana de nuestro tiempo, sostenida sobre la humillación de los derrotados y el dominio de la fuerza.

“América primero”

El principio de “América Primero” ha sido la base de toda esta arquitectura ideológica. Bajo esa consigna, Trump impuso aranceles unilaterales y se retiró de acuerdos y organismos internacionales de la ONU. Esa política socava el orden internacional y debilita los mecanismos de cooperación y resolución pacífica de los conflictos, al privilegiar la coerción sobre el diálogo y la imposición sobre la cooperación.
La doctrina de “paz a través de la fuerza” ha convertido al Caribe y a Venezuela en una verdadera zona de guerra bajo el pretexto de la disuasión. En este contexto, la “paz” que Trump plantea no representa convivencia, sino operaciones especiales, ataques letales y amenazas permanentes, un rumbo que podría conducir a la región hacia un conflicto de consecuencias imprevisibles.

* Politólogo y analista político venezolano. Cofundador del Movimiento al Socialismo, fue ministro de Trabajo