Jorge Elbaum
Todos los procesos reaccionarios y neofascistas incluyen prácticas racializadoras orientadas a imponer jerarquías al interior de la humanidad. Las prácticas coloniales, el esclavismo y las segregaciones lingüísticas, étnicas, fenotípicas o religiosas, han sido algunos de los pretextos para justificar el control social. El establecimiento de divisiones al interior de los sectores populares ha sido, siempre, uno de los dispositivos más útiles para establecer la dominación sobre las grandes mayorías.
El «divide y vencerás» de Julio César se hace presente, en forma reiterada, para instituir fragmentaciones sociales, evitando –de esa manera– que los pueblos detecten como enemigo común a quien verdaderamente los somete y los oprime.
Esta semana cientos de miles de manifestantes salieron a las calles en 2500 puntos de los Estados Unidos, para dar continuidad a las protestas llevadas a cabo 14 de junio, congregadas bajo el lema «No Kings». Las movilizaciones fueron convocadas para rechazar las acciones del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por su sigla en inglés), dedicado a multiplicar la cacería humana de inmigrantes latinoamericanos y caribeños, siempre y cuando no sean portadores de caracteres caucásicos o anglosajones. La persecución se orienta exclusivamente a quienes no aprueban el examen de blancura. Ni siquiera los integrantes de las comunidades cubanas de La Florida se libran de las redadas. Pero los congresistas cubano-estadounidenses no se muestran sensibles a esas persecuciones. Su odio a la Isla de la Dignidad parece ser superior a la solidaridad con sus vecinos.
La motivación subyacente a estos movimientos racializadores se sustenta en la teoría conspiranoica del gran reemplazo. Según esta conjetura delirante, los negros, latinos, musulmanes y asiáticos han tramado una conspiración para sustituir a los blancos y eliminarlos progresivamente mediante procesos migratorios y medidas demográficas. Algunas de estas últimas consistirían en promover la alta natalidad en territorios hoy caucásicos, con el objetivo de suplantar a su población.
Por ese motivo, el gobierno de Trump ha dado prioridad migratoria a los sudafricanos afrikáners –la minoría blanca que comandó el apartheid–, y ha promovido la inmigración de europeos septentrionales. Mientras consideraba a los sudafricanos blancos como perseguidos por los negros, el vicepresidente James Vance cuestionaba a los partidos alemanes que establecen un cerco político para evitar la participación de Alternativa por Alemania (AfD) en un gobierno. En el siglo pasado, la xenofobia nazi se posicionaba contra judíos y gitanos. Hoy, sus destinatarios son los islámicos y los africanos. Cambian las víctimas. No el odio.
El 8 de septiembre pasado, el Departamento de Seguridad Nacional (DHS) anunció el inicio de la Operación Midway Blitz, que caracterizó de forma unívoca a los inmigrantes como criminales. Ante las manifestaciones opositoras a las redadas impuestas por los uniformados, el gobierno federal decidió ampliar la represión, sumando a la Guardia Nacional, una unidad militarizada dependiente del Pentágono, hoy rebautizado como Departamento de Guerra.
El 30 de setiembre, durante la noche, un helicóptero Blackhawk se suspendió sobre un complejo habitacional del LadoSur de Chicago, perímetro en el que residen las familias trabajadoras. Decenas de uniformados se descolgaron con rapel, en el lapso de cinco minutos, registraron el edificio y detuvieron a treinta y siete inmigrantes. Horas después, en una conferencia brindada por Trump en la base militar de Quantico, Virginia, aconsejó a los uniformados presentes al afirmar: «Deberíamos usar algunas de estas ciudades peligrosas como campo de entrenamiento para nuestro ejército.”
Los puntos de concentración de la ICE, dispuestos por la Casa Blanca en las últimas semanas, son: Los Ángeles, Portland y Chicago. En esta última ciudad –la tercera más poblada dentro de los Estados Unidos– fue donde la resistencia de las comunidades se hizo más evidente. El último 7 de octubre, el ex panelista televisivo Pete Hegseth, actual secretario de Guerra, envió un memorándum a su colega Kristi Noem, jefa de la seguridad interior, donde se afirmaba: la «grave situación en el Estado de Illinois, particularmente en y alrededor de la ciudad de Chicago, no puede continuar. (…) Las instalaciones federales, han sido objeto de un asalto coordinado por parte de grupos violentos que intentan obstruir las actividades para la aplicación de la ley.
Estos grupos han tratado de impedir la deportación y expulsión de extranjeros criminales a través de manifestaciones violentas, intimidación y sabotaje de operaciones federales”. Seguidamente, se dispuso que ese mismo 7 de octubre se concentraran tropas en el Centro de Entrenamiento de la Reserva del Ejército en Elwood, a setenta kilómetros de Chicago.
Los argumentos trumpistas, presentados por el Departamento de Justicia, remiten a una «invasión interna” y a una «insurrección». Los alienígenas acusados de ambos delitos son todos aquellos que no se ajustan al patrón epidérmico de los redivivos confederados, que asumieron el gobierno en enero del presente año. Las denuncias de Trump son el prólogo de una potencial invocación a la Ley de Insurrección de 1807, que permitiría al Gobierno federal la utilización plena de las fuerzas armadas para reprimir las movilizaciones de protesta. Según el general Randy Manner, ex vicejefe de la Guardia Nacional, las amenazas son una suerte de autogolpe de Estado.
Desde la llegada al poder de Trump, el ICE pasó a ser la agencia gubernamental con rrecursos otorgados por el Gobierno federal, después del Pentágono. Actualmente, cuenta con un presupuesto cercano a los 100 mil millones de dólares, diez veces más que el FBI, la agencia encargada de investigar los delitos complejos, entre ellos el lavado de activos del narcotráfico.
La ICE añadió, recientemente, una partida adicional de 5700 millones de dólares para ampliar las capacidades tecnológicas de su misión, sumándose a los programas coordinados por el DHS para llevar a cabo un protocolo de vigilancia digital constante para «localizar a quienes representen un peligro para la seguridad nacional”, con ayuda de la Inteligencia Artificial, la geolocalización, la información médico-sanitaria y la información provista por colaboradores anónimos. Para lograr los objetivos, se ha solicitado la colaboración de las corporaciones tecnológicas.

La semana pasada, Meta anuló el grupo ICE Sighting, que tenía más de 80.000 integrantes, y Google eliminó el ICEBlock. Ambas aplicaciones permitían compartir la ubicación de los agentes de ICE. A pesar de las evidencias de un Gran Hermano fascista, la edulcorada propaganda mediática se niegaa catalogar como racismo explícito lo que está ejecutando Trump. Su compatriota William Faulkner escribió que «Vivir en cualquier parte del mundo y estar contra la igualdad por motivo de color es como vivir en Alaska y estar contra la nieve».
*Sociólogo, doctor en Ciencias Económicas, analista senior del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)