La izquierda y el ecosistema mediático perdido

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Aram Aharonian

El creciente éxito de la derecha y la ultraderecha entre los votantes de clase trabajadora no se ganó con documentos políticos o grupos de expertos: se construyó a través de medios que hablan su idioma, su lenguaje. Si la izquierda quiere competir, necesita construir un ecosistema mediático dirigido a ese público.

Uno que se dedicó al tema de la comunicación ve como la situación va cambiando permanentemente, pero también percibe –con dolor- cómo el discurso del progresismo, de la izquierda, ha caducado. Los mensajes no fueron cambiando aunque la realidad sí. El nuevo ecosistema mediático

Nos hemos quedado sin nuevo libreto, repitiendo viejos discursos para sociedades que ya no existen. Quizá tenga que ver con los ciclos que hemos vivido en América Latina, sorprendentes, donde a un gobierno progresista lo reemplaza una ultraderechista. Más allá de lo político, habría que explicarlo sociológicamente.

En nuestra región el progresismo, la izquierda, no han renovado sus discursos, elaborados años atrás para sociedades y realidades que hoy ya no existen o al menos no son las mismas de una década atrás. No se trata de arriar banderas, sino de divulgar los mensajes con lenguajes que puedan ser comprendidos y asimilados por una comunicación social que ha cambiado radicalmente en los últimos años… y continúa cambiando.

Mensajes no basados en lo que fuimos –o lo que pudimos haber sido- sino sobre lo que somos hoy y lo que necesitamos hacer para dejar de ser lo que nos convertimos hoy. Lo principal es vernos con nuestros propios ojos para poder hacer creíble lo que digamos, para mostrar quiénes y cómo somos… y para saber qué debemos hacer.

Vernos Con Nuestros Propios Ojos - Aram Aharonian | MercadoLibreA partir de la década de 1970, los principales medios de comunicación se alejaron del público de clase trabajadora. Las secciones dedicadas al mundo laboral desaparecieron (quizá porque perdieron fuerza los sindicatos), los diarios redujeron su distribución en comunidades menos pudientes y menos densamente pobladas, y los grandes medios reorientaron su enfoque hacia campañas promocionales y periodismo de estilo de vida diseñado para lectores burgueses y adinerados. 

La tendencia se vio impulsada por los mercados digitales, que obligaron a las noticias a depender de suscriptores de pago en lugar de hacerlo de anunciantes. Estas presiones intensificaron lo que el académico Victor Pickard describe como una tendencia hacia la «restricción informativa» endémica de los sistemas de medios de comunicación basados en el mercado.

Mientras tanto, la derecha invirtió en formatos que atraían al público trabajador: programas de radio, noticias por cable sensacionalistas y, más tarde, vídeos online. Una vez atraídos, los espectadores podían ser empujados gradualmente hacia la derecha. 

Los espectadores a menudo se sienten atraídos inicialmente por los medios conservadores no por su ideología, sino por su estilo y tono: la voz, la estética, la capacidad de identificación, el lenguaje. Con el tiempo, llegan a aceptar (y acostumbrarse a consumir) sus narrativas políticas y sus posiciones ideológicas.Así penetra la ultraderecha en los más jóvenes: esta es su estrategia en redes - YouTube

La derecha pasó décadas construyendo una esfera mediática alternativa, que tiene muchas fortalezas de las que carece la izquierda. Mientras que la izquierda tiene un universo vibrante de publicaciones y podcasts especializados, generalmente se dirigen abrumadoramente a un público ya muy comprometido y con estudios universitarios. 

La derecha, por su parte, dedicó muchos más esfuerzos a llegar a las comunidades de clase trabajadora y a audiencias más allá de las élites conservadoras.

La izquierda se ha dedicado a la denunciología, olvidando la tarea de construcción de un ecosistema mediático que rivalice con los medios de comunicación de derecha tanto en credibilidad, alcance, como en impacto.

Los progresistas e izquierdistas necesitan historias conmovedoras y convincentes de la vida pública que lleguen a nuevas audiencias, sabiendo utilizar las  nuevas tecnologías de la comunicación, con centralidad en la vida de sectores juveniles y de trabajadores (muchos de ellos hoy desocupados), utilizando una narración dinámica, accesible y atractiva. 

Donald Trump y la ofensiva más agresiva de la nueva derecha contra los mediosObviamente los medios no pueden ser aburridos: deben hablar en lenguajes populares con estilo y carisma. Más que informar, deben crear vías para que los partidarios débiles y los no ideológicos se sientan conectados a una comunidad más amplia que no se siente atraída por los cantos de sirena de la derecha y la ultraderecha. Hablamos de una estrategia orientada fundamentalmente a la persuasión democrática.

Los mejores propagandistas de la derecha entienden de manera intuitiva; gran parte de la verdadera persuasión ocurre antes incluso de que comiencen los debates sobre las políticas. Es  un juego de creación de vínculos culturales y emocionales a largo plazo entre los medios de comunicación y el público. 

Pueden ser espacios aparentemente apolíticos, que fueron quienes emitieron los mensajes más potentes de Donald Trump en las últimas elecciones: procedían de fuera de los medios de comunicación tradicionales: streamers de videojuegos, bromistas de YouTube, cómicos anti-woke y luchadores de artes marciales mixtas (MMA). 

Su objetivo no era solo ganar los debates, sino posicionar a Trump como el campeón de los trabajadores manuales y administrativos, los agricultores, los propietarios de pequeñas empresas multirraciales, los cristianos, los jóvenes y cualquier otro grupo que la derecha pudiera afirmar que representa.Los medios de comunicación dominados por la izquierda

Analistas europeos insisten en que la izquierda actual carece de capacidad transformadora, se asemeja a un autómata oxidado por la burocratización y las emociones estériles, imbuida de una semántica enquistada.

Lo que parece cierto es que la izquierda se quedó sin combustible dos décadas atrás. En medios de comunicación e industrias culturales, se está produciendo una veloz  transición en el consumo de noticias que afecta la influencia de los medios tradicionales en la construcción de agendas públicas que, a su vez, modifican o alteran las conversaciones que la sociedad establece, señala el académico argentino Martín Becerra. 

Se trata de un entramado que vincula intereses económicos con grupos de poder – nacionales e internacionales – que no excluye el surgimiento de streamings, manipulada por pautas publicitarias de gobiernos y/o grupos económicos trasnacionales, añade. 

La batalla por el sentido común - Cultura | Diario La Prensa Si el lenguaje es la matriz del pensamiento político, la izquierda no puede permitirse seguir hablando desde fórmulas gastadas. Hay que reaprender a decir para poder volver a hacer. Se perfila así la paradoja de la nueva izquierda, el absurdo semántico: pretende incluir, pero excluye. Habla, escribe textos y libros, interviene en redes sociales … pero no dice gran cosa, o se limita a responder lo dicho por la derecha, dejando en manos de ella la agenda política y cultural. ¿Será hora de una revolución semántica?

Antonio Gramsci ya advertía que la lucha política decisiva no se da solo en el ámbito institucional, sino en la batalla por el sentido común, en una guerra por las ideas. Lo que él llamó hegemonía cultural fue, décadas después, desarrollado por la sociología de Bourdieu. El lenguaje es capital simbólico. 

Al final, quien gana esta guerra de ideas es quien impone palabras legitimadoras, palabras capaces de crear y delimitar toda una realidad. Si la izquierda actual tiene un problema de signo lingüístico, no puede considerarse legítima ni generadora de realidad política. Así es como gana fuerza el relato hegemónico del Capital, de la derecha y de la ultraderecha

El Capital siempre ha sabido que la palabra debe crear marcos mentales favorables a sus objetivos: identifica un problema, lo tergiversa con un toque estratégico de populismo, y apela a las palabras de siempre —libertad, seguridad, orden, prosperidad— que si bien son palabras del pasado se han legitimado por su consonancia con el contexto social.Libertad, orden y seguridad | EL MONTONERO

George Lakoff, lingüista estadounidense,  destaca la importancia de las metáforas cognitivas en la construcción del lenguaje y sobre la relación entre la estructura lingüística y las emociones tiene un aspecto filosófico/conceptual.  Y a la vez esa afirmación tiene una aplicación directa en el ámbito de la política (en cuanto es ahí donde las emociones tienen una importancia central, por no decir  decisiva)

Según Lakoff, el sistema conceptual que sirve para que los humanos comprendan la realidad y puedan pensar y actuar está constituido fundamentalmente (no únicamente) por metáforas.

Esta formación de marcos mentales se debe, en gran parte, a la metáfora moral que estructura el discurso conservador en la idea de que la sociedad debe ser como una familia que vive bajo el amparo de un pater familias estricto pero generoso, que representa la autoridad, la disciplina y la responsabilidad individual. 

Una figura que promete prosperidad y abrigo a quien se esfuerza y obedece. Un mensaje que conecta emocionalmente con la necesidad de seguridad del receptor frente al miedo y la incertidumbre. 

Al atascarse en un lenguaje autorreferencial y, a menudo, académico, el signo lingüístico de la izquierda está vacío de sentimiento. No solo es incapaz de crear nuevas metáforas, sino que vive en un signo lingüístico que reafirma el trauma de ser un héroe del pasado. Lo que los jóvenes calificarían como una chatarra política.

Sin duda es necesaria una revolución semántica de la llamada izquierda. La lucha de nuestro tiempo, más que política, es lingüística. Una revolución de diccionario que, en un sentido puramente gramsciano, permita ganar la disputa de las ideas. Ya no sive copiar y pegar. El nuevo signo debe ser coherente con el contexto histórico actual y rechazar academicismos añejos y excluyentes.

Las transformación del ecosistema mediático repercute en la comunicación – PR Noticias
Las transformación del ecosistema mediático repercute en la comunicación: adiós a las grandes redacciones

Lo triste es haber caído en la trampa de los tiempos modernos y del discurso acelerado de la derecha. La agenda la impone la derecha y a la izquierda le queda el rol de contraparte, siempre corriendo de atrás. La nueva izquierda debe aprender a escuchar mejor, sobre todo a la gente. No es problema de disparar antes, sino de recuperar la pausa introspectiva para poder hablar con sentido y dar en el blanco.

En definitiva, si el lenguaje es la matriz del pensamiento político, la izquierda no puede permitirse seguir hablando desde fórmulas gastadas, perimidas. Es un suicidio. 

*Periodista y comunicólogo uruguayo. Magíster en Integración. Creador y fundador de Telesur. Preside la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)