La OMC bajo fuego cruzado de las perturbaciones globales
¿Del multilateralismo al bilateralismo?... o sálvese quien pueda.
Eduardo Camín
Sin lugar a duda la elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos, ha sido una vez más un auténtico punto de inflexión en esta etapa convulsa de la humanidad. Los efectos de su presidencia ya se están dejando sentir a lo largo y ancho del planeta, empezando por los mismos Estados Unidos.
La Organización Mundial del Comercio (OMC), un foro clave para resolver disputas comerciales y facilitar el comercio mundial, está enfrentando presiones significativas debido a las perturbaciones globales, como las tensiones geopolíticas y las interrupciones en las cadenas de suministro. Se busca una globalización más inclusiva para que más países puedan participar en las cadenas de valor mundiales.
Un caudal de incertidumbres amenaza con recrudecer todas las contradicciones del sistema, en la economía mundial, el comercio y en las relaciones internacionales y, a su vez, en el equilibrio militar geoestratégico y en la lucha de clases de todo el planeta. En este punto cabe recordar la influencia de los procesos políticos en la marcha de la economía, sin olvidar analizar como las causas se transforman en efectos y los efectos en causas (un poquito de marxismo no viene mal ante tanta decadencia).
El actual entorno comercial complejo y sensible a los aranceles, caballito de batalla de Donald Trump hace que el Acuerdo sobre Valoración en Aduana de la Organización Mundial de Aduanas (OMA), una asociación que, según la Organización Mundial del Comerio (OMC), es indispensable para hacer frente a las complejidades introducidas por el comercio digital, sea más crítico que nunca.
Hablamos de un mecanismo importante en el engranaje de los intercambios comerciales,. Algunos expertos subrayan la forma en que se valora un producto en la frontera puede ser tan importante como la tasa arancelaria en sí. Incluso un arancel bajo puede dar lugar a aranceles significativos si el valor en aduana es alto. Es por ello por lo que el Acuerdo sobre Valoración en Aduana, al proporcionar normas transparentes y uniformes, desempeña para el capitalismo, un papel fundamental a la hora de garantizar la previsibilidad para los comerciantes y la estabilidad para todos los países miembros.
Esta normalización ayuda a reducir al mínimo los costos y las demoras, tanto para los países desarrollados como para los países mal desarrollados, ya que permite a los comerciantes comprender, de antemano, cómo se valorarán sus productos.
La amalgama de los nuevos desafíos…mismos resultados
Este pasado 14 de mayo en la ciudad de Ginebra, la nigeriana Ngozi Okonjo-Iweala, directora general de la OMC, señaló que había pasado las últimas semanas dialogando con los miembros de la organización para debatir lo que podría constituir una hoja de ruta creíble para la Decimocuarta Conferencia Ministerial (CM14) de la Organización, que comenzará el 26 de marzo de 2026 en Yaundé (Camerún).
“Nos encontramos en medio de una de las mayores perturbaciones del comercio mundial de la historia», dijo Okonjo-Iweala a los miembros, agregando que «también estamos a menos de un año de la Conferencia Ministerial (CM 14), y debemos pensar en lo que tenemos que hacer para maximizar nuestras posibilidades de éxito allí, incluido el abordaje de algunos de los problemas que plantea esta crisis comercial».
Los miembros subrayaron la importancia de que la CM14 enviara un mensaje político claro, que reafirmara la pertinencia y la resiliencia de la OMC en medio de la actual incertidumbre mundial. También hubo un fuerte apoyo a la priorización del reposicionamiento y la reforma de la OMC en la CM14. Con respecto al fondo, muchos miembros han propuesto medidas correctivas orientadas hacia el futuro para hacer frente a las insuficiencias del conjunto de normas vigentes de la OMC, junto con reformas en todas las funciones básicas, incluidas la supervisión y la transparencia, las negociaciones y la solución de diferencias.
«Debemos aprovechar esta oportunidad de reforma con seriedad y urgencia», declaró la Directora General. Los miembros «no deben considerar lo que la organización puede hacer por nosotros, sino lo que estamos dispuestos a renunciar para reformar la organización para que pueda sobrevivir y prosperar».
A su vez señaló otras esferas prioritarias identificadas para la CM14, entre ellas la agricultura, la «segunda oleada» de negociaciones sobre subvenciones a la pesca, el programa de trabajo y la moratoria sobre el comercio electrónico, la incorporación del Acuerdo sobre Facilitación de las Inversiones para el Desarrollo y el acuerdo de iniciativa conjunta sobre el comercio electrónico en el marco de la OMC, y las cuestiones de desarrollo.
Por otra parte, el Presidente del Consejo General, Saqer Abdullah Almoqbel (Reino de Arabia Saudita), informó sobre sus recientes consultas informales con los miembros para estudiar el nexo entre el clima económico actual y sus repercusiones en el sistema multilateral de comercio.
La evaluación es clara, dijo: «La situación es difícil, pero nuestra determinación debe ser más firme. Existe la firme convicción de que la OMC y el sistema multilateral de comercio basado en normas que encarna deben seguir siendo una piedra angular de nuestra respuesta colectiva a los desafíos. De hecho, muchos Miembros ven esto como una oportunidad para que la OMC reafirme su pertinencia y aborde de manera proactiva la situación actual».
El Presidente del Consejo General dijo que está considerando la posibilidad de convocar una sesión informativa oficiosa a nivel de jefes de delegación. Comenzaría con una presentación fáctica de la situación actual por parte de los economistas de la OMC, seguida de un intercambio prospectivo entre los jefes de delegación sobre las medidas que la OMC podría adoptar para hacer frente a estos efectos, en particular para las economías más vulnerables.
Le gran desafío (como te digo una cosa te digo la otra)
Desde hace algún tiempo se perfiló la idea de que la OMC era la solución para resolver la guerra comercial entre China y Estados Unidos, la que afecta al comercio internacional. China lleva mucho tiempo siendo el chivo expiatorio de Occidente, acusada de prácticas desleales y de robo de tecnología. La realidad es que hemos sido testigos de intentos de crear nuevos sistemas de regulación comercial que contradicen abiertamente las reglas de la OMC.
De ahí que Estados Unidos decidió empezar -a partir del primer gobierno de Donald Trump- una guerra comercial “fácil de ganar” en palabras del presidente, para proteger unilateralmente sus intereses nacionales. Todo esto lo hizo sin recurrir a la OMC y sin siquiera asociarse con otros miembros disconformes como la Unión Europea (UE) o Japón, pese a que EE UU fue uno de los fundadores de la OMC, promotor y defensor del multilateralismo y el libre comercio.
Sin embargo, la pregunta que surgía era ¿por qué empezar una disputa de esas características teniendo el remedio al alcance de la mano? Sencillamente, porque la OMC no era entonces la solución para Trump; ni lo sigue siendo ya que para él no se trata de resolver el “juego sucio” chino, sino de un juego de poder en el que el gigante asiático debe dejar de ascender. China ha desafiado el modelo estadounidense, y al Consenso de Washington.
Ha crecido enormemente y a grandes velocidades, y a pesar de que el cinismo occidental no lo considere una democracia plena, en realidad, el modelo en sí, ni a EE. UU. ni a la propia UE les importa mucho. El problema está en que el gigante asiático ha ido aumentando su PIB y ha llegado a superar a Estados Unidos, transformándose en un enemigo de cuidado para los intereses económicos norteamericanos.
Por si fuera poco, está creciendo en diversos campos, y se está enfocando en la tecnología y la robótica, que es donde está el futuro. Quien controle este campo será el que controle el siglo XXI. Hoy se vive un escenario de mayor desconfianza, de cuestionamiento del marco institucional de Bretton Woods y de traslación del escenario multipolar geopolítico al terreno económico, financiero y comercial, y sobre todo un belicismo basado en la amenaza de una guerra inminente.
La incertidumbre cada día es mayor y, con ella, la eterna falacia del capitalismo basado en el dinamismo de la economía global podría resentirse. Asimismo, el deterioro de los marcos de cooperación internacional y del respeto a las reglas, podría llevar a una economía mundial muchos más fragmentada, y, por tanto, con menos riqueza y prosperidad.
En todo caso Occidente está generando problemas en la economía global, sobre todo en el ámbito de las materias primas y la energía, aunque también en sectores industriales y servicios en un contexto de cadenas de valor ya muy tensionadas y que se estaban redefiniendo tras la pandemia de Covid19.
La competencia por los recursos, que ya se avistaba como un área de posible conflicto político, podría volverse más intensa, con peligrosos efectos sobre la humanidad. También se debe tener en cuenta los contornos de las nuevas alianzas geopolíticas, subrayando el declive relativo del poder de Occidente, las posiciones del llamado “Sur Global” y el papel clave de actores emergentes como China e India, incluyendo al propio Brasil, (socios en el bloque BRICS), aunque sus posicionamientos ante los conflictos bélicos como Ucrania o el genocidio de Palestina sean algo ambivalentes, entre sus socios.
Pero la realidad es que estas medidas impulsadas por el presidente de EE UU, Donald Trump, han provocado una «crisis» en la red de comercio mundial, el aumento de los aranceles para la importación. La propagación del proteccionismo verde y la carrera de subsidios podrían provocar nuevas medidas proteccionistas en el mundo. Estas medidas ya han agravado la situación en los sectores energético y alimentario, lo que ha afectado sobre todo a los consumidores más vulnerables del mundo.
Eternas conferencias… soluciones efímeras
La apuesta a la Conferencia Ministerial (CM 14), es más de lo mismo, en un mundo en el que va a ser cada vez más difícil que los principales países se pongan de acuerdo para abordar los problemas globales o puedan reformar instituciones multilaterales que necesitan una urgente actualización, entre ellas la propia OMC. De hecho, la rivalidad geoestratégica, la desconfianza y el miedo lo van a contaminar todo.
Pero como la redefinición del nuevo tablero geopolítico dista mucho de haber concluido, los próximos años pueden ser especialmente peligrosos. Suponemos que, en algún momento, se dará por consolidado un nuevo orden internacional en el que los principales actores sepan a qué atenerse. Pero, por el momento, muchas de las viejas formas de operar ya no sirven, las nuevas todavía se están formando y algunas alianzas o rivalidades están aún por definirse.
Eso obliga a estados, empresas y ciudadanos a ser especialmente cautos para navegar en la nueva realidad económica y política internacional, en compañía de la Inteligencia Artificial, pero sería muy recomendable en los tiempos que corren abstenerse de las promesas.
*Periodista uruguayo residente en Ginebra exmiembro de la Asociación de Corresponsales de Prensa de Naciones Unidas en Ginebra. Analista Asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)