Las promesas de Biden y Trump para América Latina

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OBSERVATORIO EN COMUNICACIÓN Y DEMOCRACIA – Fundación  para  la  Integración  Latinoamericana (FILA)

Cada vez que hay un debate electoral en los Estados Unidos de cara a una elección presidencial, América Latina y el Caribe brillan por su ausencia. De allí que siempre surgen las especulaciones sobre el verdadero interés de la Casa Blanca en lo que sucede en nuestra región.

Hay que entender que los debates suelen ser sobre los temas prioritarios para la población y su vida cotidiana, y está claro que la política exterior no suele ser una prioridad. Por lo tanto, no hay que analizar los debates, sino los hechos concretos. Y en los hechos, ningún presidente de los Estados Unidos se olvida de América Latina y el Caribe, sea porque invoca la famosa Doctrina Monroe (Trump), sea porque considera que ya no corre más (Obama). Estados Unidos nunca, nunca, se olvida de su patio trasero.

Los hechos concretos están a la vista: continuidad del bloqueo a Cuba, cerco a Venezuela, iniciativa del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), los diferentes “Plan Colombia”, los proyectos para frenar la inmigración, apoyos a golpes de Estado (Honduras, Bolivia) y –por supuesto- más  bases militares.

En estos últimos años la obsesión de Washington es la presencia china. Son innumerables los funcionarios de diferentes niveles que recorrieron la región “alertando” sobre la “maligna” (textual) influencia que tendría la República Popular de China. Pero hay un detalle interesante que diferencia a las dos potencias y suele minimizarse en aras del análisis geopolítico global.

Mientras Pekín ofrece inversiones concretas sin distinguir entre gobiernos de derecha o izquierda, Washington promete inversiones, que por lo general no llegan. Basta con examinar las principales promesas de los últimos dos presidentes para comprobar que son eso, promesas.

Donald Trump en 2019 lanzó la iniciativa “América Crece” para toda la región. Allí se mencionaba que se necesitaban entre 100 y 150 mil millones en inversiones anuales para infraestructura. Amén de algunos videos y comunicados publicados en las embajadas, no hubo nada más. Ni siquiera subsiste una página web con datos, si es que alguna vez existió.

En junio de 2022 Joe Biden anunció con bombos y platillos la “Alianza para la Prosperidad Económica en las Américas” que incluía a Barbados, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, República Dominicana, Ecuador, México, Panamá, Perú y Uruguay. Según el periódico Primicias de Ecuador Biden se comprometió a facilitar la inversión de miles de millones de dólares en América Latina para que la región pueda “elegir”; entre Estados Unidos y “la trampa de la deuda” china.

Dos años después, el asesor en seguridad nacional Jack Sullivan, en una conferencia, habló de una nueva plataforma de inversiones que “ya identificó potenciales proyectos de infraestructura por tres mil millones de dólares”. Potenciales proyectos. En concreto, nada.

En noviembre de 2024, después de las elecciones, Joe Biden estuvo en Perú para la reunión de la APEC (Cooperación Económica Asía-Pacífico) y luego fue a Brasil para la del G20. No fueron visitas de Estado, sino viajes a encuentros que allí se realizaban.

En Perú se cruzó con el presidente chino Xi Jinping que, en paralelo a la reunión de la APEC, estuvo para inaugurar un mega puerto de aguas profundas en la ciudad costera de Chancay sobre el Pacífico cuya inversión fue superior a los tres mil 500 millones de dólares. La idea también es trazar una línea férrea hasta Manaos en la Amazonía  brasileña para llegar hasta el Atlántico y así unir los dos océanos. Proyecto concreto.

Biden no se quedó atrás y mantuvo una reunión bilateral con la  presidenta Dina Boluarte. En la síntesis del encuentro publicada por el Departamento de Estado se resalta el paquete de asistencia por 65 millones de dólares para seguridad y “la donación por parte de California Caltrain de más de 100 locomotoras”. Llama la atención que en la página oficial de su embajada en Perú dicen que son apenas 19 locomotoras, y 90 coches de pasajeros. Todos usados.

Por un lado, un mega puerto; por el otro, trenes de segunda mano. No es casual que el Atlantic Council, un influyente think tank vinculado al establishment

estadounidense, lamentara que “La primera visita presidencial de Biden a América del Sur llega muy tarde”. Analizándola, señalaba que en la región hay un “clamor por inversiones” y que el “potencial económico es enorme”.

Según el Atlantic Council la región tiene cerca del 20% de las reservas mundiales de petróleo, 37% de cobre y 57% de las identificadas de litio, entre otros recursos preciosos. El artículo era una visible queja por el tiempo perdido.

Mientras China avanza con proyectos concretos, nosotros nos quedamos en promesas.

El 16 de diciembre de 2024, Brian Nichols, encargado del Departamento de Estado para América Latina, brindó una conferencia de prensa a modo de balance y despedida de su gestión sobre las “prioridades de EEUU en el Hemisferio Occidental” (léase, América Latina y el Caribe).

Al repasar las inversiones destacó las realizadas en Guyana en alianza con el Comando Sur porque es el país de “crecimiento económico más rápido del mundo”. Guyana en los últimos años se ha convertido en la nueva joya petrolera y –oh casualidad- tiene frontera con Venezuela y una zona (el Esequibo) de tensión permanente entre ambos países.

U.S. Army photo by Spc. Joshua Taeckens

Luego destacó de manera vaga algunas inversiones en Honduras y una base militar en Haití. Eso fue todo. De inversiones en infraestructura nada.

Trump y Biden visitaron América Latina y el Caribe una sola vez durante sus mandatos, y en ambos casos fue para reuniones internacionales. Increíble pero cierto. Es verdad, consumimos Coca Cola y McDonald’s, entre tantos otros productos que tienen origen en los Estados Unidos y miles de personas trabajan en estas empresas. Pero…¿inversiones de infraestructura? Poco y nada. Muchas promesas.

En enero de 2025 Trump llegará con el poderoso empresario Elon Musk. Además de su interés geopolítico habrá que ver si trae proyectos concretos a largo plazo que duren más que una hamburguesa recalentada y el sorbo de la gaseosa.


 

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