Israel-Irán: ¿hacia una definitiva guerra en una región clave para las potencias?
Paula Giménez y Matías Caciabue
Medio Oriente vive un tiempo turbulento. Entre el viernes 12 y el sábado 13 de abril, la República Islámica de Irán concretó sus anuncios y, finalmente, atacó de manera directa al Estado de Israel. Una amplia operación militar de misiles y drones puso a prueba las defensas antiaéreas israelitas, el “Domo de Hierro”, conocido mundialmente por sus enormes capacidades tecnológicas. Esa fue la respuesta de las fuerzas iraníes al ataque israelí contra el anexo consular de la Embajada de Irán en la Ciudad de Damasco, República Árabe de Siria el pasado 1 de abril.
En ese ataque a plena luz del día, con misiles disparados desde aviones F-35 de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) al edificio diplomático iraní, ubicado en el lujoso distrito de Mezzeh de la capital siria, murieron siete miembros del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI), entre ellos Mohammed Reza Zahedi, un militar de enorme experiencia y que actuaba como Jefe de las Fuerzas Quds -división especializada en guerra asimétrica e inteligencia militar- en Líbano.
A partir de allí, y desde nuestro análisis, podemos caracterizar que el conflicto armado en Medio Oriente ingresa a un nuevo momento, a saber:
Primer momento: Desde la acción unitaria de la resistencia palestina del 7 de octubre de 2023, comandada por Hamas y autodefinida como “Tormenta de Al-Aqsa”, y la respuesta desproporcionada y sobre población civil de las fuerzas sionistas, sobre la que pesa una denuncia sobre genocidio en la Corte Internacional de Justicia realizada por Sudáfrica con el apoyo de más de 50 países.
Segundo momento: Desde el ataque militar del Movimiento Ansarolá (Hutíes) de Yemen al buque carguero Galaxy Leader el 19 de noviembre pasado, que inició un bloqueo sobre el Mar Rojo en el estrecho de Mandeb en defensa de Palestina, que redujo drásticamente el comercio internacional por el Canal de Suez, y señaló la extensión regional del Conflicto.
Tercer momento: El ataque de Tel Aviv sobre la sede consular iraní en Damasco, y la respuesta de Teherán con la operación aérea de drones y misiles, ampliando el conflicto a un nivel de fuerzas inter-estatales. Esto subsume el enfrentamiento directo entre el Estado de Israel y los denominados actores proxy de Irán: Hamas y el conjunto de la resistencia palestina, los Hutíes de Yemen, y Hezbolá de Líbano.
El fin de la Proxy War
El anglicismo de Proxy War, vinculada a la noción de guerra híbrida, con la que Israel terminó justificando el ataque a la embajada iraní en Damasco enmascara la complejidad del creciente conflicto en Medio Oriente. Tal concepto oculta la autonomía política, la independencia de objetivos, la cultura organizacional y la historia de cada actor interviniente.
De hecho, algunos analistas sostienen que las autoridades iraníes nunca conocieron la Operación “Tormenta de Al-Aqsa” de Hamas y la resistencia palestina. En su lectura proxy, Tel Aviv avanzó con un ataque del que no supo o no quiso medir sus consecuencias. Quizás la confianza belicista le jugó una mala pasada, dado que el ataque sobre el edificio diplomático iraní fue el trigésimo ataque israelita en territorio sirio desde el pasado 7 de octubre.
Rápidamente, la muerte del General Mohammed Reza Zahedi -y otros altos mandos militares iraníes- fue señalado como el mayor de su tipo desde que el entonces presidente estadounidense Donald Trump ordenara el asesinato de Qassem Soleimani, el prestigioso jefe de las Fuerzas Quds del CGRI en Bagdad en 2020, que había desatado una enorme movilización popular en Teherán.
El ataque sobre el edificio de la representación iraní en Siria profundizó el malestar diplomático internacional con el Gobierno de Netanyahu. Cinco días antes, el 25 de marzo, el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó por primera vez, tras la abstención estadounidense, una Resolución que exige un alto al fuego inmediato de Israel en Gaza, la liberación inmediata e incondicional de los rehenes, y la necesidad de ampliar la ayuda humanitaria en los territorios palestinos.
Numerosos analistas sostienen que la dialéctica resultante del ataque israelita, “obligó” a Irán a responder, particularmente por el juego de intereses hacia el interior del Estado iraní, y por cómo se estructura el denominado “Eje de la resistencia” islámica al brutal accionar del Gobierno de Netanyahu en Palestina. Por el lado de Tel Aviv, el mensaje era abiertamente belicista. Según información proporcionada por la BBC, Reza Zahedi era “el principal interlocutor entre Israel y Hezbolá, la organización político-militar libanesa” (BBC, 1/04/2024). Desde Sun Tzu para acá, “matar al mensajero” no es una acción militar tendiente a desescalar los conflictos. Más bien, todo lo contrario.
El ataque a Damasco, obliga también al juego de otros actores, como Ankara y Moscú. Este último es un sólido aliado del gobierno sirio de Bashar Al-Assad, desde que la presencia militar de Rusia fue determinante, tanto para la negociación de los distintos actores intervinientes en el conflicto -particularmente con los presidentes Donald Trump y Racyp Erdogan, y con la insurgencia kurda-, como para derrotar militarmente a ISIS en Alepo, la ciudad más poblada de Siria, en diciembre de 2016.
El mayor ataque con drones de la historia
La respuesta iraní del pasado fin de semana fue el mayor ataque con drones de la historia, otorgando centralidad a la llamada cuarta revolución industrial, también en el terreno militar.
Mohammad Manzarpour, el conocido analista y ex-editor de la BBC en idioma persa, definió que el ataque de Irán, “cambió las ecuaciones militares del mundo. Todas las defensas israelíes y estadounidenses fracasaron ante el ataque de Irán. ¡Este es un cambio de equilibrio estratégico en Medio Oriente y el mundo!”. Sin embargo, la defensa antiaérea de Israel, el “Domo de Hierro”, demostró su elevado nivel de eficacia. Según la información proporcionada por las FDI, el 99% de los misiles y drones lanzados por Irán fueron interceptados o no se lanzaron. Eso incluye más de 170 drones, 120 misiles balísticos y 170 misiles crucero.
Según analistas del diario estadounidense The Washington Post, el ataque “fue la demostración de fuerza convencional más grande jamás realizada por Irán. El hecho de que infligiera sólo daños mínimos se debió en parte a la naturaleza coreografiada del ataque (dando a Israel y Estados Unidos tiempo suficiente para preparar los sistemas de defensa aérea), pero también puede atribuirse a deficiencias en sus capacidades de mediano y largo alcance” (Infobae, 18/04/2024).
Por supuesto, esa coreografía aeroespacial que se vió en los cielos de Israel, atemorizó a la población civil. Fue un “espectáculo” que operó deliberadamente como una gigantesca acción de propaganda que, también, sirvió para ocultar el verdadero objetivo militar iraní: la base aérea militar de “Nafatim”, en el desierto de Neguev, a escasos kilómetros de Gaza, desde donde partieron los aviones F-35 que destruyeron el edificio consular iraní y dieron muerte al alto mando de las Fuerzas Quds.
El daño sobre esa base aérea militar fue confirmado tanto por Irán como por Israel. La magnitud del mismo, por supuesto, es materia de debate y operaciones comunicacionales. El lado iraní también denunció un golpe sobre un importante centro operativo del Mossad -el servicio secreto israelita- ubicado dentro de la misma base aérea, algo que por supuesto Tel Aviv no confirmó.
En la territorialidad del enfrentamiento del G2 (China y EEUU)
A instancias de la República Popular de China, en marzo de 2023, el Reino de Arabia Saudita y la República Árabe de Irán reiniciaron sus relaciones diplomáticas. A ese hecho trascendente, le siguió un proceso que desembocó en el ingreso de ambos países, al mismo tiempo, en el Foro de los BRICS en agosto pasado.
Esos niveles de acuerdos significaron la institucionalización de mecanismos de entendimiento general entre los mundos económicos, políticos y estratégicos de las dos grandes ramas de la religión musulmana, el sunnita y el chiíta. El relativo cambio de alineamiento de Arabia Saudita, aliado histórico en la región de los Estados Unidos -e incluso de Israel-, fue lo que determinó el gran giro geopolítico que vive Medio Oriente.
Nada de lo que suceda en la región puede pensarse por fuera de estos “movimientos de placas tectónicas”. La operación “Tormenta de Al-Aqsa” de Hamas y la resistencia palestina, así como todo lo que vino después, operó sobre ese gran escenario, de lo que hemos denominado como el enfrentamiento del G2, entre Estados Unidos y China, no sólo como estructuras institucionales, sino como redes financieras, tecnológicas, militares, supranacionales, etc.
En ese marco, Gedeón Rachman, comentarista jefe de política exterior del diario globalista británico Financial Times, en un artículo de opinión planteó el dilema que atraviesa al gobierno de Joe Biden con el escalamiento del conflicto en Medio Oriente ocurrido desde el pasado 7 de octubre. Según el autor, la Casa Blanca se encuentra detrás de dos objetivos clave. “El primero es brindar un apoyo `férreo´ a Israel. El segundo es evitar una guerra regional más amplia que podría prolongarse en Estados Unidos. Pero hay una tensión latente entre esos dos objetivos. Y esa tensión está ahora cerca del punto de ruptura”.
“El problema -agrega Rachman- es que el apoyo férreo puede interpretarse como un cheque en blanco para que Israel emprenda cualquier acción militar que considere oportuna, confiando en que, cuando las cosas se pongan feas, Estados Unidos lo respaldará. Esto potencialmente le da a Israel licencia para asumir riesgos que inicien la guerra regional que Estados Unidos está tratando de evitar […] Ahora, la administración Biden está tratando urgentemente de evitar que Israel tenga otra ronda de escalada. Como lo expresa un funcionario estadounidense: `El problema es que ambas partes quieren dar el último golpe´” (FT, 15/04/2024).
La contrarrespuesta israelita
En las últimas horas del 18 de abril se conoció que Israel había lanzado un ataque directo sobre Irán. Según el Ministro de Asuntos Exteriores italiano, Antonio Tajani, dejó trascender a la prensa que Israel advirtió a Estados Unidos en el último momento sobre su contra-respuesta militar a Irán. El epicentro de los ataques estuvo en la Provincia de Isfahán, a unos 400 km al sur de Teherán, donde la defensa aérea habría derribado tres drones.
Isfahán, que supo ser la capital del Imperio Persa y una de las ciudades más pobladas del mundo en el siglo XVII, alberga el principal sitio nuclear de Irán, con un complejo subterráneo para el enriquecimiento de uranio, en la localidad de Natanz.
Sin embargo, las primeras informaciones indican que entre los objetivos israelitas no había objetivos civiles ni tampoco nucleares. Por otro lado, los informes occidentales señalan que el ataque israelita incluyó una nueva incursión en el sur de Siria.
Al mismo tiempo de estos hechos, Stephen Quillen, periodista tunesino del medio qatarí Al-Jazeera, informó que las FDI israelíes han desplegado más tropas en zonas adyacentes a la ciudad de Rafah, al sur de Gaza, y ya han destruido tierras agrícolas en las zonas orientales del único distrito gazatí que mal sobrevive a la guerra de destrucción sionista. Esa “respuesta” que ya se cobró la vida de 33 mil palestinos, con otros 7 mil desaparecidos -debajo de los escombros de los bombardeos sobre la población civil-, y del que más del 70% son niños, mujeres y ancianos.
Mientras tanto, los poderes del mundo siguen mirando para otro lado. Ayer 18 de abril, los EEUU vetó un proyecto de resolución en el Consejo de Seguridad que recomendaba otorgar al Estado de Palestina membresía plena en la ONU. Doce países votaron a favor de una iniciativa presentada por Argelia, mientras que el Reino Unido y Suiza se abstuvieron.
Todo esta situación, con tristes perspectivas de agudización, invitan a pensar que la Guerra en Medio Oriente ya está rebasando los márgenes de un conflicto regional. Estos registros belicistas, que cuenta con la presencia de los mismos actores en diferentes escenarios, hacen emerger la posibilidad que toda la dinámica político-militar y geopolítica se articule en un sólo gran escenario global, en un único tablero mundial. Estaremos, entonces, transitando el escenario definitivo de una tercera guerra mundial. Esperemos que la disuasión nuclear sea un factor que todavía condicione el escalamiento del conflicto.
*Giménez es Licenciada en Psicología y Magister en Seguridad y Defensa de la Nación y en Seguridad Internacional y Estudios Estratégicos. Caciabue es Licenciado en Ciencia Política y Secretario General de la Universidad de la Defensa Nacional UNDEF en Argentina. Ambos son investigadores del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE).
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