Israel y Palestina: ¿un drama sin final?
Carlos Flanagan
Las inermes poblaciones civiles son y serán por siempre las eternas víctimas inocentes de los horrores de la guerra y el terrorismo. Esta convicción, que me mueve a escribir este artículo, lamentablemente parecería ser una ley histórica. En estos días recrudece el conflicto palestino – israelí teniendo hoy nuevamente como escenario la franja de Gaza.
Una breve cronología
En la madrugada del sábado 7 de octubre comienzan a caer en Israel los primeros cohetes disparados por fuerzas de la organización islamista Hamas, al tiempo que anuncian el inicio de la operación denominada «Tormenta de Al – Aqsa” . La respuesta del ejército de Israel por aire y por tierra no se hizo esperar.
Como consecuencia se estimaron al menos en 1400 personas las muertas en Israel y en 7000 en Palestina; la mayor parte de ellas civiles indefensos. Al día de hoy los combates continúan en la franja de Gaza, por lo que las víctimas crecerán en número exponencial.
El ataque de Hamas con cohetes en forma indiscriminada es una acción terrorista que flaco favor le hace a la justa causa palestina y al derecho inalienable de su pueblo a la autodeterminación de tener un estado soberano, libre de toda amenaza y condicionamiento.
La respuesta del ejército israelí (el quinto más poderoso del mundo) con sus bombardeos indiscriminados sobre territorio palestino es asimismo una muestra de terrorismo de estado, que viola los más elementales derechos humanos; que no honra en absoluto el legítimo derecho del pueblo de Israel a tener su propio estado.
Y no disminuye para nada esta calificación su advertencia previa a la población del sur de Gaza de que abandonen su territorio ya que van a arrasarlo para liquidar a Hamas. ¿Qué pasa entonces con las centenas de familias con adultos mayores y niños que no tienen a dónde ir? ¿Y con las decenas de civiles internados en los hospitales?
El falaz argumento del antisemitismo
Es moneda corriente que gran parte de las críticas que se efectúan a la políticas llevadas adelante por la coalición derechista del Estado de Israel en su región, sean tildadas tanto por éste como por los lobbies y diversas instituciones que lo apoyan, como posturas “antisemitas”; forma solapada de insinuarlas como “neonazis”.
Pero ¿cuál es el origen del término semita y a qué se refiere en realidad?. Contrariamente a lo que se piensa, se refiere en verdad a una familia lingüistica del cercano oriente; a las personas cuya lengua materna es semita y no a una etnia en particular.
Esta familia lingüística incluye las formas antiguas y modernas del arcadio, el amhárico, el árabe, el arameo, el fenicio, el ge’ez, el hebreo,el maltés, el yehén y el tigriña. Por ende son tan semitas los árabes y palestinos como los israelíes.
Y son tan semitas y judías las personas que se reivindican como tales y han manifestado su absoluto rechazo a las acciones de Hamas y a las del ejército israelí, a la vez que reclaman negociaciones de paz.
El nefasto autoproclamado “destino manifiesto”
A lo largo de la historia, los distintos imperialismos han proclamado su destino manifiesto de ser los elegidos sea para llevar la civilización o la religión a distintos lugares del orbe; a sangre y fuego por supuesto. Era el precio a pagar por tan “nobles acciones”.
A partir de inicios del siglo XIX, con la doctrina Monroe y hasta hoy, los Estados Unidos se autoasignaron el designio de tener por gracia de Dios el destino manifiesto de extender su territorio desde el Atlántico hasta el Pacífico y de ser los adalides y guardianes de la democracia en el mundo y el derecho de intervenir en todos los países que a su juicio no son democráticos o que amenazan sus intereses.
Los nazis en Alemania ya a mediados de la década de los años 30 del siglo pasado, invocando su destino manifiesto de mantener la pureza de la raza aria, comenzaron a hostigar a sus conciudadanos de origen judío, para luego ya en el poder y durante la Segunda Guerra Mundial proceder a lo que llamaron “la solución final de la cuestión judía”: una masacre sistemática que cobró millones de vidas y que conocemos como el holocausto (en hebreo la “shoa”; la catástrofe).
El sionismo en sus tendencias más conservadoras no es ajeno a este destino manifiesto de “la Tierra de Israel (en hebreo Eretz Israel). Pero una cosa es el derecho a tener su propio estado, como lo tiene por resolución de la ONU desde 1948, y otra muy diferente es su política expansionista apoyada por Estados Unidos por la que pretende ocupar todo lo que hoy es el territorio de Palestina.
En consecuencia sostener una postura antimperialista incluye, entre otros principios de defensa del derecho internacional, el ser antisionista.
En la defensa de estos principios se enmarca la decisión del gobierno del Estado Plurinacional de Bolivia de romper relaciones diplomáticas con Israel.
El gobierno derechista de Israel integrado por el Likud del Primer Ministro Benjamín Netanyahu y dos partidos impulsores de fundamentalismo sionista y el establecimiento de colonos en tierras palestinas – Gaza, Jerusalén Este y Cisjordania – como lo son Fuerza Judía y el Partido Sionista Religioso, con una arrogancia sin límites, repudió la resolución de la Asamblea General de la ONU del viernes 27 de octubre por la cual se solicitaba “el cese de hostilidades y una tregua inmediata, sostenible y duradera en Gaza”.
Una resolución aprobada por una clara mayoria de los países miembros (120 votos afirmativos, 14 en contra y 45 abstenciones) fue calificada por el jefe de la diplomacia israelí como un “despreciable llamado de la ONU a un alto al fuego”. Asimismo su embajador ante la ONU la definió como “una institución que ya no tiene una pizca de legitimidad o relevancia” y solicitó la renuncia de su Secretario General António Guterres por “su parcialidad pro – palestina”.
Capítulo aparte merece el vergonzoso voto de abstención de Uruguay en dicha instancia – que echa por tierra con una honrosa tradición de política de estado en apoyo de todo esfuerzo para conseguir la paz – por lo cual será llamado al Parlamento el canciller Bustillo.
Lamentablemente, mientras el Consejo de Seguridad de la ONU no logre imponer medidas – como podría ser el envío de cascos azules – que aseguren un alto al fuego efectivo, sumado al inicio de mediaciones para instalar tratativas para un acuerdo de paz, este drama para los pueblos de la región no tendrá fin.-
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