El asesinato de la verdad y de la democracia, y la guerra cultural
Omar Zanarini
El asesinato de la democracia es el cuarto libro de la saga sobre comunicación y política del periodista y comunicólogo Aram Aharonian, después de Vernos con nuestros propios ojos, La internacional del terror mediático, El progresismo en su laberinto: del acceso al gobierno a la toma del poder y El asesinato de la verdad, texto que tras su presentación en el Centro Cultural Borges de Buenos Aires, el autor ha preferido debatirlo en mesas con estudiantes, trabajadores, académicos.
En las publicaciones anteriores, Aram nos abría la puerta a un escenario regional donde los principales proyecto progresistas se encontraban asediados por el imperialismo – con sus acciones directas, bombardeos mediáticos y hostigamiento constante a través de lo que llamamos guerras híbridas o lo que bien describe como Guerra de Cuarta Generación –; en una contra ofensiva ideológica que apuntaba a establecer un malestar en los pueblos, culpando a los gobiernos progresistas del origen de ese malestar.
El autor trata que con estos textos se pueda entender que el mundo está en un cambio permanente y a pasos agigantados en lo que va de este siglo. Hoy se habla de metaverso, de un nuevo capitalismo de plataformas y de vigilancia, de que la inteligencia artificial puede escribir textos mejores que los nuestros. Y alerta que no comprender la realidad e insistir en interpretarla con códigos del pasado, lleva a arrinconarse para pelear en campos de batalla equivocados y muchas veces perimidos, mientras las corporaciones tecnológicas desarrollan sus tácticas de poder.
En ello Aram también nos aporta una crítica, y nos remarca que no se fue capaz de rediseñar discursos, formas de acción, ni medios de comunicación propios lo suficientemente capaces de contrarrestar los embates símbólicos y espirituales contra el pueblo. (Lo curioso, o quizás lo planificado, es la narrativa. No importa en qué país estemos pensando, nos vamos a encontrar con la misma narrativa “anti populista”)
Como parte de aquella ofensiva aparece el lawfare que, a medida que se organizaban guarimbas y marchas en contra de estos gobiernos, allanaban el camino para el arribo de gobiernos de derecha (Brasil y Argentina) o golpes de Estado como en Bolivia o Perú, y siempre articulada con la embajada de EEUU, los medios de comunicación cartelizados y el sistema judicial (cuyos funcionarios fueron adoctrinados para en las especializaciones por el ministerio de justicia estadounidense, el FBI y el DOD).
Aram nos señalaba que el campo de batalla se había trasladado del terreno geográfico a las “mentes” de las poblaciones que expuestas a un constante bombardeo simbólico (tanto por los medios como las redes sociales), fueron reconstruyendo imaginarios sociales que los llevaba a asumir un relato que atentaba contra de sus propios intereses (entiéndase en su dimensión continental). Lo que allí se ponía en juego era precisamente esa verdad, esa realidad efectiva, que los movimientos nacionales construyeron sobre la base de políticas de unidad y soberanía.
Sin embargo, no logró consolidarse, producto de muchos factores, entre ellos por haber subestimado el rol de la comunicación popular, donde se pretendió librar una batalla cultural en el mismo terreno que nos proponía el enemigo y asumiendo su propia agenda. Hoy la democracia, dice, quedó reducir al derecho de ir a votar por candidatos que uno no eligió.
Este nuevo libro editado por Ediciones Ciccus, resulta imprescindible para comprender los acontecimientos que nos acechan en ésta coyuntura política latinoamericana donde lo que hoy denominamos ultraderecha pasa a ser una de las opciones electorales, escenario que hace diez años atrás nos parecía imposible.
Si entonces la verdad era asesinada, hoy quien corre la misma suerte es la democracia. Y no porque no se vaya a votar, sino porque la capacidad de reflexión de una parte de la población ha sido colonizada a través de una narrativa que han construido a lo largo de más de 12 años donde el peligro de la democracia es la democracia misma. Recordemos que en Argentina se han dado golpes de Estado en nombre de ella.
La distinción entre lo político y la política es en definitiva lo que le da sustancia a la discusión en torno a la democracia. En lo político podemos observar qué tipo de democracia es la que cada sector se propone llevar adelante desde la política.
Es decir, debemos partir entendiendo lo político como aquella dimensión que establece el horizonte simbólico de una sociedad, es decir una matriz que da sentido a las prácticas políticas y habilitan las condiciones de posibilidad para que estas se desarrollen; Viéndolo de éste modo, la política sería el conjunto de prácticas, discursos e instituciones que ordenan y dan sentido a la convivencia humana.
Tras la vuelta de la democracia, en lo que se dio en llamar el pacto democrático, lo político y la política habían desterrado de todo horizonte a la violencia como una forma de dirimir la lucha agonística contra los intereses nacionales y populares. Pero lo nuevo que no termina de nacer da siempre lugar a que aquello que no termina de morir, siga allí, agazapado en sectores del establishment esperando el momento oportuno para re emerger.
En los albores de este nuevo siglo, Latinoamérica recuperó la idea de Patria Grande en lo político y avanzó desde la política en la conformación de la CELAC y la UNASUR (sin mencionar el NO al ALCA y las relaciones abiertas con China y Rusia); que muy bien no les cayó a los cipayos y a la embajada.
En ese marco de unidad continental se comenzó a dar la ofensiva ideológica – que hoy ya no llamamos guerra psicológica sino guerra cognitiva – en contra de los gobierno populares de la región. Así se desplegó una guerra sin restricciones, dónde lo estrictamente militar – en algunos casos – quedó relegado al despliegue de tácticas donde el lawfare no es más que una de las manifestaciones de lo que en el lenguaje castrense se conoce como guerra híbrida, donde lo que se busca es la eliminación del enemigo por vías no convencionales.
Esta guerra cognitiva, que articula, como nos señala Aram en El asesinato de la democracia, tanto la guerra de cuarta y quinta generación, no es más que otra de las formas que adquiere la guerra contra las poblaciones y los países del sur global, fragmentando y polarizando a sus pueblos.
En este libro Aram nos habilita las la comprensión (es decir la posibilidad de entender y poder explicar a otros) el modo en que el imperialismo y los lacayos locales articularon su ofensiva para establecer un clima de época donde la violencia política ya dejó de ser tabú y pasó a ser parte de la escena política actual. Y esto, haciendo uso de las nuevas tecnologías de la información, las redes sociales, los medios de comunicación y la justicia.
En la primera parte, nos propone desandar el fetiche de la democracia e hincarle los dientes al modo en que ésta es manipulada constantemente por la posverdad, las fake news y las shit news; a la vez que nos propone entender cómo se despliega esta guerra cognitiva contra la región mediante la utilización de aquellas herramientas que habilita el capitalismo de vigilancia (esos datos residuales que dejamos como rastros cada vez que utilizamos nuestros dispositivos celulares).
La segunda parte viene cargada con otras voces que nos proponen un diálogo con el autor para precisamente des fetichizar la idea de democrcia: escriben Pedro Brieger, Javier Tolcachier y Víctor Ego Ducrot.
En la tercera parte, Aram se pregunta si hay izquierda mientras nos exclama, no sin una preocupación que nos atraviesa al conjunto del campo popular, ¡Ay, izquierda!. Allí nos dice que independientemente de que hayamos sufrido derrotas electorales a manos de la derecha y golpes de Estado en estos últimos años, que los procesos progresistas no han cesado. Por el contrario, por más que intenten de hacernos creer que los bríos emancipatorios de la región fracasaron, Aram nos levanta el ánimo y nos afirma que en los pueblos este proceso continúa como fenómeno en pleno desarrollo.
Lo nuevo que no termina de nacer da siempre lugar a que aquello que no termina de morir, que siga allí, agazapado en sectores del establishment esperando el momento oportuno para re emerger. El pacto democrático no resultaba una amenaza en tanto no se modificará el statu quo heredado de la dictadura cívico-militar, mantenía alineada a nuestros países detrás de EEUU y el Consenso de Washington.
Entramos al siglo XXI y en la región ya estaban formándose los primeros gobiernos populares, que, a pesar de las contradicciones internas, comenzaban a ver que la cosa de la emancipación venía necesariamente por la unidad. Allí Chávez, Lula, Néstor y Cristina Kirchner, Evo Morales, Rafael Correa…
Gobiernos que no solo pusieron en cuestión la verdadera pesada herencia sino que avanzaron en procesos que encarceló genocidas, recuperaron resortes estratégicos de la economía, ampliaron derechos y, entre los hechos más importantes, recuperó la idea de Patria Grande en lo político y avanzó desde la política en la conformación de la CELAC y la UNASUR (sin mencionar el NO al ALCA y las relaciones abiertas con China y Rusia); cosa que muy bien no cayó.
Esta guerra cognitiva, que articula, tanto la guerra de cuarta y quinta generación, no es más que otra de las formas que adquiere la guerra contra las poblaciones y los países del sur global, fragmentando y polarizando a sus pueblos a partir de la incrustación de narrativas que expresan los encuadres coloniales y que establecen las agendas de sendos modelos ideológicos que se revelan en sus posiciones antinacionales y se ubican tomando partido por los globalistas en la disputa que abre la crisis civilizatoria .
Lo que hoy se denomina discursos de odio, no son más que expresiones de un modelo ideológico en donde lo político, en tanto horizonte social, habilita la política de la violencia como una de las herramientas que el dispositivo del poder colonial ha utilizado y viene utilizando a lo largo de nuestra historia, con el fin de moldear la percepción pública y dirigir la acción política de vastos sectores de la sociedad en contra de quienes han llevado adelante políticas soberanas.
*Periodista, licenciado en Comunicación Social (Universidad de Buenos Aires) y titular del seminario Comunicación, Geopolítica y Guerra Psicológica. Docente en Comunicación y Relaciones Internacionales (UBA) y en Trabajo Social Comunitario (Universidad Nacional de Avellaneda (UNDAV).
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