Venezuela: Superhéroes para terminar de desideologizar
Álvaro Verzi Rangel
El gobierno venezolano entregó más de 12 millones de juguetes a niños de distintos sectores del país. En la mañana del 24 de diciembre, la vicepresidenta Delcy Rodríguez, visitó Las Tejerías, localidad cercana a Caracas afectada por un deslizamiento de tierra a principios de octubre en el que murieron 54 personas, para entregar juguetes, entre ellos los muñecos de Superbigote con una capa azul y Super Cilita con una capa roja.
Obviamente, Superbigote es el presidente Nicolás Maduro y Super Cilita, su esposa. Los carteles con la caracterización de historieta del presidente Maduro como superhéroe aparecieron en mayo, en la celebración del Día del Trabajador, dejando en claro que en el Palacio de Miraflores ya se piensa en las elecciones del segundo semestre de 2024, para el mandato 2025-2030.
Es el juego que mejor juega y que más le gusta al gobierno: marcar la cancha de la política interna. 2024 parece muy cuesta arriba para la oposición que ni siquiera tiene candidato y se desprendió del lastre del virtual “presidente interino” Juan Guaidó, nombrado por Washington. Así el gobierno apura los tiempos y ya tiene su candidato: Nicolás Maduro.
Pero la historia de la deschavitizacion de la Revolución Bolivariana comenzó antes, incluso, de la muerte, hace casi una década, de Hugo Cháez. La orden de Washington era terminar de cualquier forma con el sueño de que los pobres pasaran a ser sujetos (y no meros objetos) de política, de que la participación fuera desde las bases, las comunas, y no solo en marchas con banderas rojas del PSUV.
Dos líneas se trazaron en ese entonces: derrocar al gobierno por las malas (en eleciones parecía imposible) o estimular dos polos: uno con la farsesca figura de Juan Guaidó como “presidente interino” made in USA y otra atacando fuerte a Nicolás Maduro, para que los bolivarianos se encuadraran tras su figura y se olvidaran de Chávez y el chavismo, que recorría la región. Vaciar la revolución, hacerla dócil, maneable.
Y así, el protagonismo dejó de tenerlo el pueblo y pasó a manos de la nueva burguesía que se iba cimentando desde el gobierno, con planes trazados desde Washington sí, pero también desde la Sorbona francesa o por los “intelectuales” del Podemos español, que jamás entendieron qué era lo que sucedía en Venezuela. La nueva colonización también tenía como meta quedarse con los recursos venezolanos, en especial finanzas y petróleo.
Las redes mostraron algunas reacciones: “La principal victoria de Maduro fue mantener su bigote”, “¿No hay superhéroes no binarios?”. “Ahora entiendo qué significa deschavetizar”, “¿Dónde entregan los muñecos?”, “Se terminó la Revolución bonita, llegaron los Superhéroes”, “¿Pueden ser socislitas?”, “¿Para qué usaron sus superpoderes hasta ahora?”…
Entendiendo a Superbigote
El dibujo animado de Nicolás Maduro se remonta al año 2019, cuando el entonces mandatario de Ecuador, Lenin Moreno, acusó a Maduro de haber originado una serie de protestas contra su gobierno. En aquel entonces apareció un dibujito animado que presentaba a Maduro con la fisonomía de un superhéroe que combate a EEUU y sus aliados.
“Moreno dice que es culpa mía, que yo muevo mis bigotes y tumbo gobiernos, ya estoy pensando qué otro gobierno puedo tumbar con los bigotes”, dijo. “Yo no soy Superman, yo soy Súper Bigote”.
Súper Bigote viste traje rojo y capa azul y su slogan es Con su mano de hierro, frase que Maduro solía repetir cuando asumió el poder en 2013, con la que amenazaba a todo aquel que subestimaba su capacidad de dirigir el Ejecutivo tras la muerte de Chávez..
Una de las que inició la polémica fue María Gabriela Chávez, segunda hija del expresidente Hugo Chávez, que calificó como «un grotesco video de unos tontos superhéroes» al que presentaron el gobernador del estado Carabobo, Rafael Lacava, y el Presidente de la estatal petrolera Pdvsa, Tareck El Aissami, durante la inauguración del Polideportivo Diego Maradona en Puerto Cabello.
En el video no solo aparecen Maduro y Lacava como superhéroes, sino también el Chávez y Maradona como tales. La historieta es un sistema semiótico, que tiene una denotación (habla e imagen) y una connotación. Es, sin duda, un aparato ideológico.
El principal villano de la saga es Donald Trump, ex presidente estadounidense, cuyo centro de mando es la Casa Blanca y que es caracterizado con su cabello rubio, un antifaz negro y un traje azul que tiene un triángulo con un ojo en el medio, como el que se puede ver en el billete de un dólar.
Aunque desde la época de Hugo Chávez el gobierno bolivariano intentó cortar con la influencia de los superhéroes estadounidenses, como Superman y Batman, el personaje de Súper Bigote es presentado como los personajes de esos populares cómics.
Más tarde, la dirigente chavista Mari Pili Hernández preguntó a los responsables: «¿De verdad están tan desconectados de las inmensas necesidades que vive nuestro pueblo, que no les da pudor fanfarronear este gasto de dinero en una banalidad?».
Luego el Viceministro de Políticas Antibloqueo, William Castillo señaló que «Cuando conviertes la política en un show permanente, un espectáculo desideologizado y pueril, dependiente del big data, reguetón y algoritmos, llegas a extremos del absurdo y el despropósito, como a veces ocurre con Lacava».
El analista Fernando Saldivia señala que es un error subestimar el uso del recurso de los superhéroes como propaganda ideológica y política. “No creo que Superbigote y Superdrácula sean simplemente unos tontos superhéroes, ni el propósito de los dibujos animados de superhéroes sea una banalidad. Tampoco creo que sean un absurdo, sin razón y sin contenido ideológico”.
La dirigente sindical del magisterio, Belkis Bolívar rechazó la entrega de juguetes que hizo el régimen de Venezuela, entre los que se incluyen las figuras de Súper Bigote y Súper Cilita- “Las prioridades están invertidas, regalan juguetes ideologizantes a los niños, pero les niegan el derecho a una educación de calidad, a tener un sistema de salud digno”,
Uno de los más importantes intelectuales venezolanos, Ludovico Silva combatía las historietas de los superhéroes yanquis ridiculizando a los personajes, precisamente porque estaba consciente de que hay un mensaje oculto en estos dibujos animados, cargados de ideología, y buscaba desenmascararlos mientras los ridiculizaba.
“En el subdesarrollo latinoamericano, si hacemos excepción de dibujantes como Quino, el argentino creador de Mafalda, o como Rius, el mexicano creador de Los supermachos, todo el inmenso resto de los comics no son otra cosa que un sutil modo de gravitación ideológica de Estados Unidos sobre nuestros países. Hay ideología en la difusión del sentimiento colonialista y neocolonialista”, subrayó Ludovico.
El mensaje oculto tiene un fin ideológico y político. No es una banalidad ni es un absurdo o un espectáculo desideologizado. El mensaje está dirigido principalmente a los niños y adolescentes y ya salió la línea de cuadernos y bolsos escolares con la imagen de SuperBigote, y está por salir la línea de SuperCilita (en honor a la esposa de Maduro, la diputada Cilia Flores). Además, es un negocio.
Antes de ser canciller del presidente Hugo Chávez, Maduro integró el Grupo de Boston, una comisión parlamentaria financiada por la Organización de Estados Americanos (OEA) surgida en 2002 con la creación del grupo de amistad parlamentario venezolano-estadounidense, después del golpe de Estado de 2002 contra Chávez y que legisladores de Estados Unidos y de Venezuela acordaran reunirse fuera del país para tratar temas neurales para ambas naciones en un ambiente de menor polarización.
Sus objetivos eran aprender prácticas legislativas, el establecimiento y conservación de un sólido vínculo entre el Congreso de Estados Unidos y el parlamento de Venezuela. La mitad de los miembros venezolanos eran diputados opositores y la otra eran oficialistas. Entre los miembros del grupo se encontraba Nicolás Maduro y John Kerry.
Basta de poder popular
El mensaje es que ahora el pueblo tiene unos superhéroes que lo defienden del imperialismo yanqui y de la burguesía malvada, y no hace falta que se organicen en poder popular como lo promovía y acompañaba Hugo Chávez. “Estos superhéroes buscan ocultar la lucha de clases y desmovilizar al poder popular. Recurrieron al recurso de los superhéroes por el miedo al legado de Chávez, por el terror que le tienen al socialismo”, añade Saldivia.
Estos superhéroes representan o defienden los intereses de la nueva burguesía, aunque en los dibujos animados aparecen defendiendo al pueblo. Las historietas y sus mensajes son muy efectivos para desmovilizar al poder popular y activar la maquinaria del oficialista Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) para que voten por los superhéroes en las elecciones.
Esta propaganda política e ideológica estaría principalmente dirigida a los niños, niñas y adolescentes, para que Maduro se afiance en el poder con el voto de las nuevas generaciones. Es así como recurre a la politización e ideologización temprana, pero no como lo hizo Quino, el creador de Mafalda, o el mismo Chávez, sino como lo hacen los productores de Hollywood, manipulando a los pequeños de la casa.
Quizá haga falta recurrir nuevamente a “Para leer al Pato Donald”, que escribieran el chileno Ariel Dorfman y el belga Armand Mattelart en 1972, un ensayo —o un «manual de descolonización», tal como lo describen sus autores— que analiza desde un punto de vista marxista la literatura de masas, concretamente las historietas cómicas publicadas por Walt Disney para el mercado latinoamericano.
Su tesis principal es que las historietas de Disney no solo son un reflejo de la ideología dominante —del imperialismo y de la clase dominante—, sino que, además, serían cómplices activos y conscientes de la tarea de mantenimiento y difusión de esa ideología.
El mensaje oculto es que la nueva burguesía llegó para salvar a la clase trabajadora de la opresión imperialista y de la burguesía malvada, mientras que los amigos burócratas de la nueva “burguesía revolucionaria”, buena gente e impulsora de «la economía real», como la llama Maduro, se dedican a inaugurar casinos.
Pareciera que a la ministra de Comercio Nacional, Dheliz Álvarez, no le gustó el nombre que le puso el ministro Wilmar Castro Soteldo a la nueva burguesía, y llegó con otro contrabando ideológico. En lugar de llamarla Burguesía Revolucionaria, dice que la nueva burguesía debe ser una Amorosa y Feminista, y por supuesto, financiada por el Estado: “¡El nuevo modelo económico y la nueva clase empresarial, debe estar liderada por mujeres, ser amorosa y feminista!”, dijo, sin siquiera sonrojarse.
El gobernador del estado Lara, Adolfo Pereira, quien se considera 100% chavista, acaba de inaugurar el Casino Tiuna en Barquisimeto, similar a los de Las Vegas, pero con el nombre de un guerrero indígena. Y de paso, lo consideró como un nuevo «emprendimiento». Emprendimiento, es precisamente lo que Chávez consideraba centros de prostitución, vicios y droga, que solo sirven para enriquecer a la burguesía.
Pero teniendo superhéroes a mano, a nadie le debiera preocuparse por comer todos los días ni por los embargos de Estados Unidos y los países europeos. Lástima que la propia oposición defenestrara a Juan Guaidó: se necesitaba el muñeco de algún otro supervillano -nacional- para resaltar las figuras de los superhéroes.
Muñecos de superhéroes para todos, ¿la nueva revolución, la nueva ideología?
*Sociólogo venezolano, Codirector del Observatorio en Comunicación y Democracia y analista del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
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