100 años de muralismo en México
Adalberto Santana- Con Nuestra América
Hoy, en pleno siglo XXI, cien años después de generarse el nacimiento del muralismo mexicano, las grandes obras de esos artistas comprometidos con la transformación revolucionaria de México, de nuestra América y el mundo sigue teniendo una enorme vigencia.
Se ha reconocido que la pintura plasmada en los recintos escolares, hospitales, palacios de gobierno, mercados populares y en una diversidad de espacios públicos, surgida en 1922 y mejor conocida como la pintura mural o muralismo ha sido una expresión muy importante en la vida artística, social y política de la sociedad mexicana. Escuela pictórica que tuvo y cuenta con una amplia influencia y desarrollo en gran parte de diversos países del mundo. Originalmente se trató de un movimiento cultural y plástico que respondió a los intereses generados a raíz del triunfo de la Revolución Mexicana (1914) y de la culminación de la guerra civil que se prolongó en el territorio de la llamada nación mexicana hasta 1920.
El muralismo mexicano se inició en el periodo 1922-1923 con la obra que pintó el maestro Diego Rivera en el Anfiteatro Simón Bolívar de la Universidad Nacional de México (fundada en 1910). Majestuosa obra que el artista la nombró como “La Creación”. Esa magnifica obra plástica se afirma que fue realizada “a la encáustica -técnica a base de resina de copal emulsionada con cera de abeja y una mezcla de pigmentos fundidos con fuego directo- en el muro del proscenio y en lo que fue la concha acústica para un órgano monumental colocado hacia 1910, que probablemente desapareció durante los años de la lucha armada”.
Destacados artistas plásticos plasmaron su obra en los muros del antiguo edificio del ex Colegio de San Ildefonso y en ese momento de inicios de la década de los años veinte del siglo XX, que fue por muchos años la sede de la Escuela Nacional Preparatoria (ENP), fueron entre otros diversos militantes y dirigentes del Partido Comunista Mexicano (PCM) como lo fueron el mismo Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros. En ese movimiento muralista sus integrantes fundaron también en ese año de 1922 el Sindicato de Obreros Técnicos, Pintores y Escultores (SOTPE) que nos heredaron su obra plástica plasmada en la ENP, también figuraron José Clemente Orozco, Fermín Revueltas, Ramón Alva de la Canal, Fernando Leal y Jean Charlot entre otros. Su idea política y plástica era hacer un arte y una cultura comprometidos social y políticamente con la realidad.
En el mismo vestíbulo de dicho Anfiteatro que es un rico patrimonio de la actual Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), otro destacado muralista como lo fue el maestro Fernando Leal plasmó entre 1930 y 1942 los murales que componen su obra la “Epopeya Bolivariana”. Ahí el maestro Leal pintó al fresco tres grandes obras y seis paneles con las imágenes del Gran Libertador, así como de seis grandes próceres de distintas regiones de nuestra América. Destacan las imágenes del patriota haitiano Alexandre Pétion, del venezolano José de Miranda; del sacerdote insurrecto José María Morelos y Pavón; del libertador nacido en Méndoza en el Virreynato del Río de la Plata José de San Martín, del rioplatense José Artigas, así como del centroamericano Francisco Morazán.
Ese movimiento se inscribió dentro de la nueva política cultural de la Revolución Mexicana, que consideraba fundamentales el arte y la educación como elementos que ayudarían a conformar el Estado nación revolucionario. Los artistas plásticos buscaron, a través de su labor, participar de las nuevas condiciones sociales y políticas del país e impulsar cambios en la mentalidad de la sociedad mexicana.
Hoy, en pleno siglo XXI, cien años después de generarse el nacimiento del muralismo mexicano, las grandes obras de esos artistas comprometidos con la transformación revolucionaria de México, de nuestra América y el mundo sigue teniendo una enorme vigencia. En distintos edificios, escuelas, estadios, hospitales y una diversidad de muros universitarios y de edificios públicos, la obra de aquellos grandes muralistas como David Alfaro Siqueiros, Diego Rivera, Juan O’ Gorman, José Clemente Orozco, entre otros, sigue vigente y es un rico patrimonio de la humanidad.
La refundación de la misma Universidad Nacional de México impulsada por el maestro y educador José Vasconcelos, también en 1921 puso en el escudo de la hoy UNAM, el mapa de América Latina y el Caribe protegido por un águila y un cóndor, como una clara muestra de la identidad e integración regional. A 100 años de haberse pintado el primer mural en México, lo común a ellos es la intención de plasmar un mensaje pedagógico-social correspondiente a su tiempo. José Clemente Orozco opinó que: “Los buenos murales son biblias pintadas y el pueblo las necesita tanto como las habladas, ya que hay mucha gente que no sabe leer”. El muralismo se convierte entonces en un arte de denuncia y en expresiones ideológicas para la emancipación de los pueblos.
El impacto que tuvieron y mantienen los murales mexicanos no solo en el ámbito artístico sino también en el ámbito académico, fue determinante, pues hoy, después de 100 años, seguimos estudiando este movimiento, que va mucho más allá de las artes plásticas y que involucra la cuestión social y política.
A través de este movimiento pictórico se logró cimentar el orgullo de ser mexicano y latinoamericano a través de una interpretación histórico-social de nuestros países y actores. Para el escritor, filósofo y ex preso político revolucionario, José Revueltas, reflexionaba: “La pintura mexicana contemporánea, Siqueiros, Orozco, Rivera, Atl, Castellanos, encierran grandes enseñanzas para la cinematrografía, no sólo de México, sino del mundo.
Aunque quizá no lo reconozcan ellos mismos, la técnica de nuestros grandes pintores es una técnica cinematográfica. Siqueiros, probablemente más que ninguno, aplica a la pintura, en forma patente, los principios del montaje cinematográfico…” (en: “El conocimiento cinematográfico y sus problemas”).
De ahí que en la obra mural se plasmaron escenas de la historia prehispánica, colonial, del siglo XIX, de la Revolución Mexicana y del periodo posrevolucionario. Hoy el muralismo revolucionario y emancipador se puede ver e interpretar que plasma anhelos de igualdad y reafirma que la historia es color e imágenes que nos presentan personajes cercanos a nuestra realidad. De tal manera que el muralismo sigue siendo parte fundamental de nuestra identidad nacional para la sociedad mexicana y latinoamericana, así como también es reflejo de la riqueza cultural de México hacia el mundo, convirtiéndose en un emblema para las artes plásticas y populares contemporáneas. Desde las perspectivas académica, estudiantil y creadora, podemos destacar que el legado del muralismo a 100 años de su existencia en México es la descentralización del arte hacia el espacio público teniendo como objetivo principal generar pensamiento emancipador respecto a nuestra realidad y momento actual.
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