El casino sin fin o la agonía de los imperios, sus guerras, sus efectos secundarios

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Eduardo Camin

Seguimos en un mundo maltrecho, lleno de acontecimientos preocupantes ocasionando un desajuste de máxima envergadura, a todos los niveles y en varios ámbitos al mismo tiempo; desajuste climático, desajuste geopolítico, desajuste intelectual, desajuste financiero, desajuste ético.

No se trata de realizar un catálogo de las angustias irracionales del estado actual del capitalismo, y tampoco se trata de reiterar la impericia o la mala fe de ciertos hombres de Estado, que frente a las dificultades que nos avasallan, buscan sus chivos expiatorios en la migración, la droga, los vaivenes de la bolsa de valores, el medio ambiente, o las pandemias de todo tipo.

No son excesivos nuestros temores con el andar del planeta. El navío en el cual estamos embarcados va a la deriva, sin rumbo, sin meta, sin visibilidad, sin brújula en un mar embravecido y que es menester reaccionar para evitar el naufragio.

No bastará con seguir avanzando, rodeando obstáculos, en una verborragia sin retorno, de foros y cumbres de todo tipo, dejando que el tiempo solucione las cosas. El tiempo hace mucho que dejó de ser nuestro aliado; hoy es nuestro juez, nuestro verdugo y ya estamos en el corredor de la muerte, en ese instante efímero del aplazamiento –o no- de la condena.

Cada día asistimos al furor con que el periodismo con su cara de circunstancia ama las noticias bomba, simples pero contundentes. Tan simples como latigazos resplandecientes, lo que conlleva que toda información deba ser tan impactante como recurrente, y posea la restallante apariencia de lo insólito.

Toda información busca ser así, menos estadística que apocalíptica y obtener sus rendimientos por el caos que genera. Y en este sentido sin duda la guerra constituye el escenario ideal. Verdaderos o falsos reportajes, montajes publicados, la sustitución de lo real por lo efectista, el hecho por el espectáculo traza las líneas del mundo mediático, actual.

El impacto del conflicto y los riesgos en la (in) evolución económica

El impacto de la guerra en Ucrania en los precios de la energía y los alimentos está haciendo disparar la inflación en los países de la eurozona por encima del 7%, destacó la presidenta del Banco Central Europeo (BCE), Christine Lagarde. Sin dudas este escenario corresponde al peor vaticinio estimado por la autoridad monetaria, aunque se insiste que la previsión actual sitúa el índice de precios al consumidor (IPC) medio en un 5.1%.

La inflación en la zona euro ya alcanza máximos históricos en las cifras previas al conflicto armado. El IPC de febrero alcanzo 5.9% “Es probable que la presión sobre la inflación aumente. Rusia y Ucrania suponen el 30% de las exportaciones mundiales de trigo y los precios del trigo son un 30% mayores a los del comienzo del año”. Destacó Lagarde, quien agregó que “se espera que los precios de la energía estén altos durante mucho tiempo “recordando a su vez que los precios del gas subieron un 73% desde el inicio de 2022.

Lagarde reconoció que “los europeos se enfrentaran a corto y mediano plazo a mayor inflación y una ralentización del crecimiento económico”. Sin duda el conflicto en Ucrania es un punto de inflexión. Tras la reunión del Consejo de Gobierno el pasado 10 de marzo, el BCE comunicó que finalizará las compras de deuda por la pandemia y que modificará el calendario de compras de la deuda por otro programa de estímulos monetarios APP.

El BCE va a comprar deuda con este otro programa durante el mes de abril por valor de 40.000 millones de euros, en mayo por valor de 30.000 millones de euros y en junio por 20.000 millones de euros.

Los cuidados paliativos de la economía europea

Coronavirus: 10 medidas para ayudar a la recuperación en la UE | Noticias |  Parlamento EuropeoLas grandes medidas para revitalizar la economía tras la crisis financiera de hace una década, lo único que han conseguido ha sido asistir a la economía como un enfermo al que mantienen en coma inducido a la espera de que alguien encuentre la cura a su enfermedad.

En más de una oportunidad se ha destacado que el BCE estaba listo para actuar contra el coronavirus. Hoy las mismas recetas se aplican a la economía de guerra, en realidad ésto significa que están dispuestos a doblar esfuerzos para imprimir dinero, porque los tipos de interés los pueden bajar, aunque cada vez se diluye más el margen que les queda.

Hablábamos del “desajuste ético” y este es un ejemplo: que la Unión Europea y el BCE no hayan tenido la misma determinación para darle a la maquinita de los billetes con la finalidad de paliar la grave crisis de refugiados, que ha dejado (y deja) muchas más víctimas que el coronavirus en esa gran fosa común en la que se ha convertido el Mediterráneo.

Cuando se pone a funcionar la maquinita, es para aumentar el presupuesto de ese ejército europeo de fronteras llamado Frontex o para pagar acuerdos vergonzosos con líderes de dudosa moralidad. Al final, siempre el capitalismo encuentra su chivo expiatorio para maquillar sus culpas.

El coronavirus fue la de ayer. Hoy la guerra se ha convertido en la nueva excusa, para apretar los cinturones a una economía que no acaba de morir, porque su muerte significará que todo su discurso y sus políticas neoliberales, que todos los recursos utilizados para “refundar el capitalismo” mil veces sin rescatar a la gente, sin solucionar sus problemas reales, no habrán servido de nada.Lagarde (BCE) pide a los 27 que aprueben el fondo de recuperación  urgentemente

Las decisiones tomadas estos días son un nuevo puntapié hacia adelante de un sistema en crisis, pero a una muerte anunciada, al fin de una era en la que la financiarización de nuestra vida ha dado como resultado un sistema en coma profundo. Al igual que algunas gripes, los enfermos, bajos de defensas y atiborrados de medicamentos, son los que tienen un mayor riesgo de ver como su salud colapsa. Así se encuentra ahora mismo la economía mundial: profundamente enferma.

Ni todas las recetas del Fondo Monetario  Internacional o el Banco Mundial, ni las transfusiones de dinero de los bancos centrales, ni las medicinas alternativas de la nueva economía con dosis homeopáticas han sido capaces de sanar una economía que ya no encuentra dónde expandirse, dónde extraer nuevas rentas, dónde ganar algo de tiempo. El sistema económico global es un enfermo al que cualquier virus lo puede matar. Si no es este virus, la guerra será el siguiente.

Pero aún estamos en el preámbulo de la batalla, que ayer propiciaba las guerras comerciales entre EEUU y China. Hoy estamos en el punto de partida del tufo del terror. El degradado imperio estadounidense parece estar ya condenado y fuera de control en la fase ascendente del periodo de hundimiento, arrastrando a Europa a ser un peón más de un rico catálogo de acosos, y servirse una vez más de la guerra en su territorio.

Pero el enemigo real no es a quien apunta, sino a quien solapadamente se amenaza.

 

*Periodista uruguayo. Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)

 

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