Santiago Maldonado blow up: Las fotos de Pepe, de Sergio y del gendame
Carlos A. Villalba|
En homenaje a Santiago Maldonado
El 26 de junio de 2002 dos fotógrafos, dos profesionales, Pepe Mateos y Sergio Kowalewski, lograron imágenes extraordinarias, como son las que retratan a un muerto que está vivo. Se trataba de Darío Santillán, el compañero de MaximilianoKosteki, el otro asesinado por la policía bonaerense de los entonces gobernadores Eduardo Duhalde y Felipe Solá.
Al día siguiente y, como tantas otras veces, la primera plana les secuestró la información a los argentinos. Les dijo que “La crisis causó 2 nuevas muertes” y no los criminales, y nada se supo en ese momento sobre el fusilamiento de los dos muchachos que protestaban contra el hambre y la desocupación generados por las mismas políticas que ahora desarrolla Mauricio Macri.
Sobre el cuerpo inerte de Maximiliano, se intuye a ese fantasma de celeste, en movimiento, ¡vivo!; era Darío. Llegó la policía, en ese caso encarnada en un tal Alfredo LuisFanchiotti, y dejó de estarlo. Pero Pepe y Sergio ya lo habían registrado, captaron el corazón de dos jóvenes con sueños que palpitaban compromiso y entrega. El presidente de la Nación supo que debía bajarse del galope que lo llevaba a acusar a los propios piqueteros de las muertes, también convenció al gobernador provincial y comenzó el camino de su retiro.
No fue una película. Los muertos están muertos. Eso sí, ayudaron a parir juventud y compromiso.
Los fotógrafos desandaron el camino de la película Blow-Up de Michelangelo Antonioni, basada con mucha libertad en el cuento de Julio Cortázar “Las babas del diablo”. En ella, al revelar las instantáneas que tomó en un parque de las afueras de Londres el fotógrafo de modas descubre un cadáver en la maleza. En la versión de Mateos y Kowalewski las cámaras, ahora digitales, recorrieron el camino contrario y se toparon con un vivo. (1)
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La otra foto, la del rancho mapuche tras el cerco, tiene un autor mucho menos honorable; no es un trabajador de la imagen, un reportero gráfico, es un gendarme que no se desesperó por conocer la verdad al ver que, además de una casilla de troncos, hay tres personas; las metió en el disco rígido de la PC hasta que terminaron en un expediente judicial que el “magistrado” de turno no se dignó ni siquiera mirar, ni qué decir a analizar.
Tal vez un modesto estímulo podría recibir Sebastián Premici, el periodista de Página 12 que viene reportando “desde el lugar de los hechos” y al que acuden todos los que quieren datos fidedignos sobre la desaparición forzada. Alguien, muy probablemente él, logró que la imagen llegase a los editores del matutino o, directamente, al abogado y periodista Horacio Verbitsky para volcarla en la primera plana de la edición de este miércoles 18 de octubre y ponerle marco conceptual a los hechos.
En realidad esa portada es pura evidencia. A la izquierda, arriba, muestra de modo irrefutable que, a las 11.32 del martes 1° de agosto, un minuto antes de que comenzara la cacería de mapuches dispuesta por la Gendarmería de la ministra de seguridad Patricia Bullrich, de su jefe de gabinete Pablo Nocetti y del presidente Macri, Santiago estaba en el Pu Lof de Cushamen, no recorría la Mesopotamia, ni Cuyo, ni la Cordillera… estaba en el lugar cuando el centenar de uniformados atacó a los ocho muchachos que pedían por la libertad del líder de la comunidad, Francisco Jones Huala.
Y estaba vivo, Santiago estaba vivo. Dos realidades por las que, ahora, deberá dar razones el cuerpo de seguridad nacional y todos los negacionistas que lo conducen y lo rodean.
De celeste, se lo ve al pibe que pinta murales y tatúa pieles, al defensor de causas justas, a ese que desató una oleada nacional de cariño, de tristeza, de bronca y de rechazo como no sucedía, por una persona, desde hacía años.
Otra foto, tomada solo 13 minutos después de esta, muestra al escopetero de Gendarmería, Emmanuel Echazú, remontando la pendiente que baja al río donde el martes encontraron un cadáver 300 metros aguas arriba. Seguramente, es la “retaguardia” de la versión prefabricada del “loquito suelto” que disparó, si es que el delirio de “fueron los mapuches”, no logra prender en la sociedad, como tampoco sucedió con el “porcentaje” de posibilidades de que Maldonado estuviese en Chile.
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Fotos como las de Thomas, el muchacho de la película de Antonioni, que protagoniza un David Hemmings en alto nivel, en realidad completan la realidad. En los rollos del pasado, en las tarjetas de memoria del presente, también quedan los registros de la vida. Y los de la muerte.
Es probable que también podrían guiar la mirada avizora de quien se pregunte porqué suceden rarezas como que se filtren fotos que comprometen a una fuerza de seguridad, o comunicaciones de teléfono y whattsapp entre sus efectivos. ¿Podrá ser que unos estén molestos con otros porque estos usan sus pericias para llevarlos al centro del escenario de algún crimen que no sucedió? ¿Alguien puede creer que organismos del Estado “planten” cadáveres en tierras inhóspitas para comprometer a organismos del Estado?
¿A alguien se le puede ocurrir que la respuesta a tanto dislate surja del resultado de «focus groups» irracionales e inhumanos y que, si el laboratorio lo indica, hagan saltar por los aires a una ministra, al solo efecto de no perder dos puntos en cualquier elección?
Al menos, los fotógrafos de esta nota, reales o de ficción, ayudaron a desentrañar verdades. Solo hay que querer aceptar los hechos que están a la vista. Y apoyarse en ellos para castigar a los culpables.
Nota
(1) https://www.youtube.com/watch?v=2Xz1utzILj4
*Psicólogo y periodista argentino, Investigador asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)