Argentina, sobre rabietas en tiempos de cólera (o bronca)
Juan Guahán
Las causas de las broncas del pueblo, esa insatisfacción colectiva que abarca a la mayor parte de la sociedad no están en el centro del debate. Su lugar lo ocupan las rabias o rabietas del sistema de poder. Eso hace que los problemas reales sigan sin ser atendidos, se les responde con consignas, con buenas intenciones, pero no con acciones. Esto es particularmente grave porque hablamos de quienes tienen la facultad y la obligación -según las normas legales- de encauzar, organizar y resolver esas demandas.
Si bien es absolutamente cierto que en el ejercicio del poder no todos los gobiernos son iguales, también lo es que unos y otros están decidiendo desde su propio juego de intereses, desde una posición alejada de quienes deberían ser los auténticos protagonistas de esas respuestas. Ése es un mal de los tiempos que corren. Ello habla de las limitaciones de esta “democracia” que tenemos.
Lo que se conoce como “la política”, la misma que debería ser el instrumento para esas respuestas, da la impresión que se mueve en otra órbita. Ha sido reducida a la gestión de los problemas formales del sistema institucional y su reproducción. Esa “política” tiene su mirada puesta en los tiempos y procesos electorales y no las necesidades del pueblo.
Lo que debería ser el instrumento para asegurar la participación y protagonismo colectivo es concebido como el mecanismo para apropiarse de la voluntad colectiva, de la proclamada soberanía del pueblo, para gobernar en su nombre, para representarlo, pero sin dejar lugar para su participación.
Esta concepción, eje de nuestras instituciones, contribuyó a separar la vida política de las necesidades del pueblo. En ese marco la mayoría de las decisiones de los sucesivos gobiernos tienen la mirada puesta en el instrumento y no en el contenido de lo que deberían atender y resolver. Entre el miedo de afrontar este grave problema y las posibilidades de aprovecharse del mismo transita la práctica de los partidos y su militancia.
En la misma trampa están cayendo algunas organizaciones sociales y su militancia. Ellas han probado su capacidad de organizar a cientos de miles de desposeídos. Con sus recurrentes marchas están logrando que se atienda a algunas de sus necesidades, pero se han revelado insuficientes para dar vuelta la “tortilla política” terminando –en más de un caso- sirviendo de colchón para amortiguar los justificados reclamos de la base social de esas organizaciones.
La política del gobierno no es “moderada”
En la semana que pasó se completó el ciclo de los dos pronunciamientos, de intelectuales y artistas, que le dan forma a la exteriorización del conflicto que existe entre el Presidente Alberto Fernández y su Vicepresidenta Cistina Fernández de Kirchner. Aquí van algunas consideraciones al respecto.
A fines de la semana pasada, bajo el nombre de “La unidad del campo popular en tiempos difíciles”, fue el turno de la declaración de los defensores de la posición presidencial. Un par de días después tomó estado público, con el encabezado “Unidad del campo popular: Moderación o Pueblo”, la repuesta de quienes se identifican con Cristina.
Mientras la declaración de los albertistas adoptaba un tono formal, genérico y apaciguador (como cuadra a quien tiene mucho más para perder), la respuesta sería mucho más contundente y cargada de críticas al gobierno (como corresponde a quienes necesitan tomar distancias del mismo).
Esa respuesta daba la impresión que sus autores olvidaron varias circunstancias para sobreactuar una especie de ruptura o distanciamiento respecto de políticas que dirigentes de ese espacio paradójicamente continúan ejecutando, sin mayor voluntad de renunciar a tales puestos… “de lucha”. Ambos documentos merecen algunas reflexiones.
Los cristinistas no hacen ninguna referencia al hecho que este gobierno y el cuestionado Presidente son creación absoluta y excluyente de la propia Cristina. No hubo consulta partidaria, ni popular, el pueblo la vio pasar. No participó, ni fue consultado. El pueblo que lo votó lo hizo confiando en la decisión de Cristina, asumiendo que ella lo designó por su exclusiva cuenta y riesgo.
El otro factor a señalar es que la caracterización de “moderado”, en este crucial y divergente tema de la deuda, es demasiado benevolente. En realidad, la decisión oficial fue audaz. Lo fue para transformar una deuda tramposa, ilegal y odiosa, cuya responsabilidad legal, penal e histórica, recaía en el gobierno de Mauricio Macri, en un acto de gobierno –convalidada por el Parlamento- de una nueva deuda asumida por un “gobierno nacional y popular”.
Para colmo fue inéditamente sometida a la aprobación del cipayesco Parlamento nacional. Todo ello fue contrariado por un fallo posterior de la Justicia.
El otro aspecto significativo de este cruce de pronunciamientos gira en torno a la proclamada “unidad”. Se trata evidentemente de evitar la implosión del Frente de Todos, lo que afectaría aún más las debilidades del gobierno de Alberto y lo dejaría en una rotunda minoría parlamentaria y con escasas posibilidades de la reelección de dirigentes de ese espacio en las próximas elecciones.
En cambio, el cristinismo da señales que lo ubican diferenciándose del gobierno, asumiendo los riesgos de aproximarse a una efectiva ruptura con el mismo. De ese modo, si no logra revertir las actuales políticas de “su” gobierno, algunos creen que apunta a preservar sus fuerzas con vistas al 2027 y eventualmente confrontar con el más conservador que sucedería al de Alberto. De todos modos ello es hacer futurismo.
En lo que hace al concepto de unidad parece estar más cerca de la realidad el cristinismo cuando plantea que “la unidad por arriba puede continuar desorganizando la unidad por abajo”. Esta correcta apreciación sobre la unidad -según lo aquí señalado- tampoco fue muy respetada por el propio kirchnerismo. De todos modos es una guía para la acción donde el cristinismo, con esta enunciación, se anota un poroto frente a sus contrincantes albertistas.
En definitiva resulta claro el rol del pueblo como protagonistas de esa unidad y no sujeto pasivo de un acuerdo de dirigentes, que es la práctica más común de gran parte de la dirigencia política argentina.
Distintas recordaciones, y el peronismo atendiendo su interna
Se cumplieron 46 años del genocida Golpe de Estado de 1976, y esa fecha volvió a ser recordada en la calle, después de un impasse de dos años por la pandemia, dejando mucha tela para cortar. Además de la posibilidad de verificar la vigencia de esta fecha simbólica y sus repercusiones, eran varios los interrogantes que acompañaba su recordación, en las actuales condiciones.
Entre ellos se destacan: ¿Cuál sería la masividad de dicha movilización?; ¿cómo repercutiría en ella la crisis e interna del gobierno?; ¿de qué modo se haría notar el crecimiento de un cierto negacionismo que trae el nuevo liberalismo?
La jornada fue desapacible en gran parte del país. Hubo tormentas con vientos, lluvias y la llegada del frío otoñal. No obstante ello la fecha mantuvo el simbolismo y masividad que se venía repitiendo año tras año. En el interior del país las convocatorias centrales estuvieron en manos de los organismos de derechos humanos, fuerzas sociales, estudiantiles, políticas y autoridades locales.
Las movidas más importantes fueron en la ciudad de Buenos Aires, allí se ratificó una convocatoria multitudinaria. Usualmente había contradicciones entre los convocantes. Esa tradición, sumada a la propia interna del oficialismo, hizo temer por el agravamiento de esa tendencia. Sin embargo, una oportuna llamada del Premio Nobel Adolfo Pérez Esquivel al Presidente, pidiendo asegvurar que el palco esté a disposición de las diferentes convocatorias, permitió transitar la jornada con tranquilidad.
La mayor novedad es que este año se iba a medir la capacidad movilizadora de las distintas corrientes del oficialismo. Eso es lo que ocurrió, particularmente entre las distintas corrientes del gobierno que movilizaron a la Plaza de Mayo. Al frente de la principal movilización oficialista se puso Máximo Kirchner con La Cámpora: desde la exEscuela de Mecánica de la Armada recorrieron13 kilómetros para llegar a la Plaza.
El reaparecido hijo de Cristina, iba al frente de los militantes de la organización que lo tiene como su mayor referente y uno de los críticos de la política de Alberto Fernández.
Demostrando su fortaleza y cómo respondiendo al llamado de unidad del Presidente, estaba llamativamente acompañado por el gobernador y la vicegobernadora de la provincia de Buenos Aires, junto a los principales dirigentes, varios intendentes y simpatizantes de las estratégicas Primera y Tercera secciones electorales, donde vota el 75% del padrón de la principal provincia argentina.
Esta fue la convocatoria que aportó el mayor caudal de manifestantes al acto realizado por la tarde en la Plaza. Un volumen bastante menor reunió el también oficialista Movimiento Evita, más cercano al gobierno. Éste marchó junto a otras organizaciones sociales que coinciden con ese planteo, entre ellas también se cuenta el MTE (Movimiento de Trabajadores Excluidos) que encabeza Juan Grabois.
Al también importante acto realizado durante la mañana, convocado oficialmente por el Encuentro Memoria, Verdad y Justicia, asistieron los organismos por los Derechos Humanos, partidos y organizaciones sociales de izquierda. Su documento convocante recogió las posiciones más firmes y condenas más fuertes al Acuerdo con el FMI.
Los sectores identificados con las corrientes ultraliberales que acaudilla Javier Milei usaron esta fecha para dar su visión a través de los medios de prensa. Su objetivo, que reconoce aspecto negacionistas de aquel genocidio, es instalar aquellos crímenes en otra perspectiva. Sin llegar a negar públicamente la responsabilidad de los golpistas en las violaciones a los derechos humanos, los pretenden justificar concentrando su planteo en la crítica al accionar de las organizaciones revolucionarias.
Mientras tanto Alberto Fernández festejó que el Directorio del FMI haya aprobado el Acuerdo celebrado con la Argentina y le había adelantado a Kristalina Gueorgieva, su Directora Gerente, que el Acuerdo celebrado con el FMI es el Programa Económico de su gobierno. ¡Estamos notificados!
*Analista político y dirigente social argentino, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)
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