Chile: ¿otro suicidio progresista?

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Aram Aharonian

La reciente derrota del Frente Amplio del presidente chileno Gabiel Boric  permite reflexionar sobre el derrotero de las coaliciones progresistas. Llegó al poder prometiendo cambiar la forma de hacer política y su sistema de alianzas tradicionales entusiasmando a miles de jóvenes y terminó gobernando con y como los mismos que por años criticó, abriendo el camino a un gobierno ultraderechista.Boric aseguró que en Chile los delincuentes "no la van a tener fácil"

Pero el de Boric no es un caso aislado, aunque es quien le abrió el puerta al retorno de la ultradercha pinochetista, con Juan Antonio Kast a la cabeza.  Fue la mayor derrota de la izquierda desde el retorno a la democracia, en 1990, ya que le dieron el triunfo en las 16 regiones de Chile y en 310 de las 346 comunas o municipalidades del país.

La llamada “Tercera Vía”, la socialdemocracia reformista a veces disfrazada de «progresista» ha sido presentada  décadas atrás como una alternativa capaz de conciliar crecimiento económico -incluso bajo patrones neoliberales-, con “justicia social”.

¿Se puede ir a una contienda electoral sin medios de comunicación? Se puede, pero seguramente se pierda. La izquierda fue perdiendo los medios propios, en una época donde la batalla comunicacional entronca con la batalla cultural.

No es para ensañarse con Boric,  ni con su «madrina» la expresidenta Michelle Bachelet, quien para los analistas chilenos es quien mueve los hilos y más aún cuando aspira a ser Secretaria General de Naciones Unidas. Así que no se le puede echar la culpa al aún presidente de la abultada derrota de la candidata Jeanette Jara.  Y deja en claro que unas elecciones no dan poder que la llamada Concertación no es de izquierda y Boric  -quien en las primarias se alzara con la victoria, luego que quedara en el camino  Daniel Jadue- tampoco lo es.

La prensa chilena se ensaña con Boric y resalta -tras consumarse la derrota-  algunos hechos destacados de su gobierno: mantuvo  intocada la estructura distributiva heredada, atacó a Venezuela y a Nicaragua, condenó a Cuba por los Derechos Humanos, defendió a Ucrania (y a EEUU y la Unión Europea) frente a Rusia

El progresismo, la izquierda se quedó sin medios masivos de comunicación: las televisoras entregadas a las universidades fueron vendidas por éstas a las grandes empresas. La derecha maneja el imaginario colectivo del país. Sumado a ello, sigue vigente la Constitución que delineó Jaime Guzmán, el asesinado exsenador de la ultraderecha que dio clases a Pablo Longueira, Luis Cordero y Andrés Chadwick (todos dirigentes de la Unión Demócrata Independiente) en el interior de la nazi Colonia Dignidad.

Gendarmería reprime mapuches

Asimismo, mantuvo procesos judiciales sobre manifestantes del 2019. no  indultó a los presos políticos que protestaron a su lado en 2019, mantuvo la militarización en el Wallmapu (territorio mapuche),  canceló su programa de reformas (como pensiones y tributaria), negociando acuerdos con la oposición de derecha y empresarios. Además, alentó la persecución política de líderes comunistas como Daniel Jadue.

 

En lo internacional, Boric tomó distancia de Lula da Silva, Gustavo Petro y Claudia Sheinbaum en asuntos como criticar la injerencia de Washington, las deportaciones y los aranceles, reconoció   a María Corina Machado y a Edmundo González en Venezuela y, recientemente, los más que oscuros resultados electorales en Honduras, tras establecer acuerdos con el Comando Sur de EEUU.

 

Las ambiciones progresistas quedaron pronto frustradas por ineficacias políticas y errores de interpretación del país, tras el fracaso del proceso constitucional de 2022, que erosionó no solo la gobernabilidad sino que obligó a Boric a cambiar su diseño de gobierno.

 

“El gobierno de Boric será recordado, probablemente, por dos motivos. En términos políticos, por ser la apuesta de recambio de la centroizquierda -también llamada progresismo- que finalmente terminó abrazando a los partidos tradicionales para poder administrar el país. En términos más institucionales, su legado está en haber puesto fin o pausado las voces de las reformas institucionales”, explica Mario Herrera Muñoz, de la Universidad de Talca. La generación que proponía cambiar la forma y el fondo en la política fue la que aseguró que las bases institucionales se mantuvieran intactas.

Hay aspectos de la agenda social de Boric que son importantes, particularmente la reducción de la jornada laboral a las 40 horas, la aprobación de la reforma a las pensiones  y un plan nacional de cuidados. Fue el gobierno que más normas aprobó sobre temas de seguridad, incluyendo un nuevo Ministerio de Seguridad y el reforzamiento de medidas para el control y la investigación criminal.

Ciertamente que la tranquilidad política en la calle durante el gobierno de Gabriel Boric se debió a que muchos de

los que promovieron, por ejemplo, el Estallido Social del 2019, arribaron al Ejecutivo y a la colaboración con este desde las asesorías y fundaciones que le dieron cobijo.  Se trata justamente de esa “costra parasitaria” que el gobierno de Kast se propone extirpar de toda la administración pública a partir del primer día de su gestión, recuerda Juan Pablo Cárdenas.

No se puede ignorar el inmenso apoyo popular obtenido por Kast y las colectividades de la centro derecha que también han logrado presencia en las movilizaciones callejeras: son quienes ven en la derecha la posibilidad de mantenerse en el poder en más de uno o dos períodos presidenciales. Kast,un admirador de ultraderecha del exdictador Augusto Pinochet, es el hijo menor de un exoficial nazi alemán que llegó a Chile a fines de la década de 1940 con documentos falsos.

La duda es si el nuevo gobierno mantendrá los derechos obtenidos en materia salarial y sindical, base para lograr una social, porque deberá resolver la realidad de las miles de familias que viven en campamentos a lo largo de todo del país, la situación del millón de desocupados y terminar con las largas listas de espera en los hospitales, además de enmendar el sistema previsional y atender las demandas educacionales, cuando la tensión resurge con violentas manifestaciones de los estudiantes.

De esta forma, el nuevo gobierno debiera obligarse a mantener los derechos obtenidos por el pueblo en materia salarial y sindical. Incluso en cumplir nuevos avances que aseguren la paz social. No le bastará con combatir a los grupos más radicales de la izquierda sin resolver la trágica realidad de las miles de familias que viven en campamentos a lo largo de todo del país, la situación de ese millón de desocupados y, según lo prometido, terminar con las largas listas de espera en los hospitales. Sumado a todo esto enmendar el sistema previsional y atender las demandas educacionales, donde se observa hoy un clima extremo de tensión con violentas manifestaciones de los estudiantes.

Boric, más de lo mismo

El golpe es doble. Los analistas coinciden en que la llegada de Kast al poder tendrá un doble significado: para el oficialismo será el cierre de un ciclo político que nació al calor del estallido social de 2019 y una muestra concreta de incapacidad al no poder instalar una sucesión ni sostener la continuidad. Boric llegó al gobierno prometiendo cambiar la forma de hacer política y su sistema de alianzas tradicionales, y logró entusiasmar a miles de jóvenes y terminó gobernando con y de la forma con la que lo hicieran los mismos que por años criticó.

El primer gabinete

No es un caso aislado. La llamada “Tercera Vía”, la socialdemocracia reformista ha sido presentada en las últimas décadas como una alternativa capaz de conciliar crecimiento económico bajo patrones neoliberales, pero con “justicia social”.

Sin embargo, la experiencia reciente en América Latina y Europa muestra un patrón recurrente: las coaliciones progresistas que adoptan políticas neoliberales terminan debilitadas, fracturadas y abren el camino a gobiernos de derecha o ultraderecha.

 

La evidencia muestra que el paradigma de la tercera vía ya no es operativo en esta etapa de desarrollo capitalista y lucha por la hegemonía planetaria. La historia reciente lo demuestra: las coaliciones progresistas que adoptan políticas neoliberales terminan debilitadas y abren el camino a la derecha y la ultraderecha. Se hace necesario  afirmar un polo propio, sostener la unidad desde un programa popular-democrático y apartarse de la agenda del Fondo Monetario Internacional y del sector financiero  trasnacionalizado.

 

Cuando ya está por dejar el gobierno (nunca tuvo realmente el poder) Gabriel Boric aprendió que no se construyen mayorías renunciando a los valores propios, sino atrayendo al centro político desde una identidad firme coherente con la historia partidaria. El problema de los nichos políticos de la seudoizquierda es que recitan Salvador Allende, pero nunca lo leyeron. La evidencia muestra que estas experiencias centristas son la cabecera de playa del desembarco de la ultraderecha al gobierno.

 

Para el nuevo orden que quiere edificar el presidente electo Juan Antonio Kast, tendrá que lograr acuerdos dentro de un Parlamento nuevamente dividido y tensionado, en que muy posiblemente se expresará una férrea oposición a su mandato. No logrará sacar adelante algunas leyes si no logra la mayoría que necesita, en un  nuevo Legislativo que cuenta con un número de independientes posible de ser seducido.

*Periodista y comunicólogo uruguayo. Magíster en Integración. Creador y fundador de Telesur. Preside la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)