Boric y la larga retirada mediática de la izquierda en América Latina

Del Pato Donald a Instagram

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Leonardo Toledo Garibaldi 

La izquierda latinoamericana entendió antes que nadie que los medios son un arma peligrosa, pero lo que no entendió es que renunciar a disputar el relato es renunciar a disputar el poder
Dicen las noticias que en las elecciones presidenciales de Chile ganó el candidato José Antonio Kast y perdió la candidata Jeanette Jara, las y los analistas afirman que esa derrota se la debe al presidente saliente Gabriel Boric. Lo explican desde muchas perspectivas, desde errores en la conducción gubernamental hasta lo que llaman su falta de definición, su tibieza, su incapacidad para asumir posiciones antiimperialistas y anticapitalistas.

 

Hay también quien dice que no supo resolver las crisis que atraviesa su país, crisis que, aseguran sin temor a estar equivocados, son la inseguridad y la migración desbordada. Quiero plantear aquí la posibilidad de una dimensión quizá más o menos profunda, pero sin duda más persistente, que atraviesa no solo esta elección sino todas las del presente: las batallas en el terreno de los medios, que quizá están perdidas de antemano debido a una renuncia histórica de las izquierdas de América Latina a disputar de manera sostenida la producción masiva de sentido.

Expresidente Gabriel Boric pidió a Taylor Swift que incluyera a Chile en "The Eras Tour". Foto: RRSS
Boric pidió a Taylor Swift que incluyera a Chile en «The Eras Tour»

Mattelart y la crítica que sirve para pelear con el poder, pero no para retenerlo

Se trata de un problema que no es exclusivamente chileno ni tampoco reciente. Es una herencia larga de las izquierdas latinoamericanas. La muerte de Armand Mattelart en octubre pasado ofrece un punto de entrada privilegiado para revisar cómo se ha construido dicha renuncia, desde el homenaje, pero también desde una mirada hacia el futuro. Mattelart fue una figura central del pensamiento crítico sobre comunicación en América Latina.

En textos fundamentales como Para leer al Pato Donald (1971), Multinacionales y sistemas de comunicación (1976) y La comunicación-mundo (1992), mostró con enorme lucidez cómo los medios de comunicación son aparatos ideológicos que producen subjetividad, organizan el sentido común y naturalizan relaciones de poder. Con su obra, como dijo Marcos Roitman en un artículo de La Jornada, logró “desentrañar los mecanismos de dominación ideológicos en las formas políticas adoptadas por las clases dominantes y el desarrollo de la comunicación de masas”.

Las batallas en el terreno de los medios quizá están perdidas de antemano debido a una renuncia histórica de las izquierdas de América Latina a disputar de manera sostenida la producción masiva de sentido 

Para Leer al Pato Donald [Primera Edición] | Ariel Dorfman; Armand ...Además de Roitman, muchos autores latinoamericanos importantes del análisis de la comunicación han reconocido el gran aporte de Mattelart, que nos ayudó a desplazar el análisis del mensaje en sí para mirar al poder que lo generaba, desmontar la ilusión de la neutralidad mediática y politizar definitivamente el campo.

El libro del Pato Donald era un debe de debe para quien pretendía entender los medios, y viene a cuento porque lo escribió junto a Ariel Dorfman quien, además de un destacado ensayista y literato, fue funcionario cultural durante el gobierno de Salvador Allende y escribió ese libro desde el exilio durante la dictadura de Augusto Pinochet.

Es decir, su crítica era situada, basada en la experiencia traumática de un golpe de Estado planificado y operado desde Washington. Era un texto urgente y también necesario.

De herramienta de combate a coartada para la retirada

El problema es que, con el paso del tiempo, esa crítica dejó de funcionar como herramienta para la disputa por el poder y comenzó a operar como coartada para la retirada.

La desconfianza estructural hacia los medios masivos —electrónicos, impresos, comerciales— se convirtió en un rasgo identitario de amplios sectores de la izquierda latinoamericana. Lecturas superficiales del ensayo de Mattelart y Dorfman llevaban a concluir que ver al pato, reir con el pato, entretenerse con el pato, te transformaría en un pato instrumento del imperialismo.

Se sospechaba de los dueños de los medios, de sus contenidos, de sus aparatos que inoculaban ideas sin que sus espectadores pasivos lo notaran. Masividad era corrupción, entretenimiento era mácula invisible pero imborrable, consumir contenidos simplificados, desechables y animados era traición a la causa. Aparecer en la tele, por tanto, era causal de pecado imperialista, traición a la causa. Libro: Pedagogía del oprimido | Universilibros

Para acabarla, a esa sospecha primigenia se sumó Paulo Freire y su pedagogía del oprimido, que es hermosa, porque la educación dialógica, la horizontalidad y el uno a uno son profundamente significativas y transformaron nuestra forma de ver los procesos educativos. Las ideas de Freire de la educación popular, sumadas a las suspicacias derivadas de Mattelart-Dorfman construyeron lo que durante décadas se llamó comunicación popular: una comunicación basada en la ética, en la participación, en la narrativa real, concreta, aprehensible. Una comunicación cercana a la gente, que lograra construir diálogos entre lo global y lo local. La comunicación popular y la comunicación comunitaria han representado una amenaza para los medios regionales sostenidos por sus relaciones y vínculos con los poderes y cacicazgos locales, pero resulta limitada cuando de un país entero se trata.

Con el paso del tiempo, escrítica dejó de funcionar como herramienta para la disputa por el poder y comenzó a operar como coartada para la retirada 

No es lo mismo el paidos que la polis, pues. Idealizamos el uno a uno y demonizamos la masividad. La izquierda se refugió en medios pequeños, autogestionados, a veces comunitarios pero casi siempre autorreferenciales —que eran necesarios y resultaron fundamentales en grandes gestas, además de que son espacios llenos de amor, compartencia y ayuda mutua—, mientras que la derecha se hizo fuerte en los grandes medios. Los ocupó, los financió, los profesionalizó y los convirtió en maquinaria permanente de producción de realidad.

Esta renuncia histórica implicó que la comunicación desde una lógica de izquierda y popular quedaba reducida a una lógica defensiva y en corto. Ante la gran narrativa (el mainstream tan famoso) se explicaba, se aclaraba, se desmentía enfáticamente, incluso se matizaba, pero casi nunca se disputaba la mano o se anticipaba en la fabricación de agenda. La hegemonía mediática estaba reservada, por default, a los malos proimperialistas capitalistas represores y ocultadores de la verdad. Esa lógica llega prácticamente intacta al presente chileno.

Los datos del problema que no se resuelve con datos 

El Informe Nacional 2025: Consumo de Noticias y Evaluación del Periodismo en Chile (PUCV–Feedback, mayo 2025) ofrece un diagnóstico empírico que confirma este escenario . El estudio muestra un escenario que se comparte en casi todo el planeta: una crisis profunda de confianza en los medios tradicionales, una migración sostenida hacia redes sociales y plataformas digitales como principal fuente de información, sumado a una segmentación ideológica cada vez más marcada del consumo informativo. La fractura de Chile | EL PAÍS Chile

La ciudadanía chilena está más fragmentada que desinformada (en el sentido clásico del término, que no me gusta tanto, la verdad). Consume noticias de manera intensiva, pero en burbujas que refuerzan posiciones previas y evitan (o declaran evitar) contenidos incómodos. El informe documenta la evitación selectiva de noticias, especialmente aquellas asociadas a conflicto político, inseguridad o desgaste emocional.

Las redes sociales —especialmente desde su captura algorítmica y empresarial en la llamada “era Musk”— dominan y controlan el flujo informativo, pero hace rato dejaron de ser espacios espontáneos de deliberación. Son territorios intervenidos por estrategias profesionales de guerra cultural, influencers ideológicos, portales partidarios y campañas de desinformación. La derecha chilena y regional entendió antes este terreno. El progresismo llegó tarde, con pudor, culpa y esa fe excesiva en que los datos, la ciencia, los argumentos y las afirmaciones basadas en evidencia serían suficientes.

Idealizamos el uno a uno y demonizamos la masividad 

La encuesta en la que se basa el informe le pide a las personas de su muestra que identifiquen la orientación política de los medios más conocidos. De 22 medios, solamente a uno la mayoría (57%) lo identifica como de izquierda (The Clinic, un medio que debe su nombre al lugar donde permaneció arrestado Augusto Pinochet en Londres, pero que en los últimos años ha modificado su línea editorial más hacia posiciones de derecha).

Cabe hacer notar que en el informe no aparecen medios más identificados con la izquierda, como El Siglo (órgano oficial del Partido Comunista de Chile), Interferencia (enfocado en periodismo de investigación y temas sociales), o El Ciudadano, así como tampoco aparecen los comunitarios y autonomistas, ni siquiera los más conocidos como Mapuexpres o Radio Kurruf. En la metodología del informe no aclaran por qué solamente seleccionaron a esos 22 medios para su encuesta.

Fuente: Informe 2025 Consumo de noticias y evaluación del periodismo en Chile.

Llama la atención (y ya quedará como anécdota para el análisis de los expertos en estadística) que medios con una línea editorial de izquierda como Ciper o El Desconcierto sean identificados por un 13 y 16% como de derecha, mientras que otros declaradamente pinochetistas como El Mercurio y Emol (que son lo mismo pero el estudio los analiza por separado) sean identificados por el 8 y el 11% de las personas encuestadas como de izquierda.

Solamente 3 de los 22 medios fueron identificados por más del 40% como medios de izquierda. El panorama mediático en Chile está dominado por la derecha.

Sin embargo, como podría sospecharse, la plataforma más usada para informarse no son los diarios, ni las revistas, ni la radio, ni la tele, sino las redes sociales y los sitios web de noticias. La red social donde la mayoría de las personas chilenas se informa es Instagram, con mucho mayor frecuencia entre menores de 30 años, mientras que Facebook le compite la audiencia entre mayores de 40. Otra sospecha que se comprueba es que las personas mayores de 50 tienen a Whatsapp como una de sus fuentes principales de acceso a información (¡los tíos y las tías de Whatsapp son un fenómeno real y comprobado!).

Frente a este panorama, donde la agenda periodística es controlada de forma totalmente desproporcionada por la derecha y la principal fuente de información son las redes sociales controladas por el influencerismo al servicio del mejor postor, lo que resulta un misterio no es por qué perdió Unidad con Chile las elecciones del 2025, sino cómo logró Apruebo Dignidad su victoria en 2021.

Gobernar a la defensiva 

La composición del sistema mediático chileno y la herencia de la tradición comunicacional de izquierda fueron un reto para Gabriel Boric y la vocera del gobierno, Camila Vallejo. Su gobierno ofrece un caso empírico especialmente claro de cómo esa tradición se impone a pesar de ejecutarla con profesionalismo, visibilidad y convicción política.

La ciudadanía chilena está más fragmentada que desinformada 

Camila Vallejo “ha defendido con firmeza principios y convicciones ...La vocería encabezada por Camila Vallejo fue una de las más visibles y activas de las últimas décadas en Chile. Ruedas de prensa periódicas, presencia constante en medios, uso intensivo de redes sociales, coordinación de mensajes interministeriales y defensa pública sistemática del Ejecutivo. Logró centralizar el mensaje, reducir ambigüedades, corregir resbalones del presidente y responder con rapidez a una agenda mediática fragmentada.

Esa estrategia permitió instalar temas, ordenar versiones oficiales y conectar con públicos jóvenes acostumbrados a la comunicación directa. Pero también expuso con nitidez sus límites estructurales. La visibilidad previa y actual de la vocera, así como la militancia diferenciada convirtió a la vocería en un espacio donde darle forma o corregir la versión oficial daba pie a especulaciones sobre divisiones en la coalición gobernante; también la reactividad permanente frente a las versiones de la prensa derechista transformó la comunicación gubernamental en administración de crisis; esto fue derivando en un tono confrontacional frente a cierta prensa, que terminó reforzando narrativas de censura, autoritarismo o ataques a la libertad de expresión.

Episodios como la creación de la Comisión Asesora contra la Desinformación (2023), las críticas públicas delComisión Asesora contra la Desinformación entregó primer informe de ... presidente a la prensa escrita (octubre de 2023), o el desgaste producido por declaraciones que luego fueron desmentidas o matizadas por procesos de fact-checking (caso Monsalve, 2024), expresan una relación defensiva con los medios, más preocupada por controlar el daño que por disputar la producción de sentido.

La herencia de Mattelart y Freire de ver a los medios corporativos como amenaza y a la masividad como riesgo se hacía presente, con mucha dosis de realidad al ser casi todos los medios operadores propagandísticos de la oposición derechista. La verdad, esa ambición, ese sudario de Laertes que se construye durante el día pero por la noche se desintegra, que se teje con datos, fuentes y método, pero se desteje fácilmente con rumores, citas fuera de contexto y especulaciones. La vocería se enfrentaba cada día al dilema de tener que narrar heroicamente las acciones de un gobernante timorato y al mismo tiempo defenderlo de los pretendientes de la silla, tensando hasta el límite su arco narrativo. En esa estrategia de comunicación reactiva, era imposible atravesar las doce hachas.

La conversación está en otro lado 

Mientras la vocería intentaba ordenar el mensaje desde el Estado, la conversación pública tomaba sus propias rutas, en medios tradicionales adversos, en redes sociales capturadas en hardware, algoritmos y contenidos por estrategias de derecha y en burbujas informativas que el gobierno de Boric nunca logró atravesar.

Por eso la imagen pública de Boric terminó siendo un amasijo a merced de los vientos. Por eso la inseguridad se impuso como verdad absoluta pese a que los datos la matizan o la desmienten. Por eso le explotó en las manos la migración de un país del que desde su primer día de gobierno intentó desmarcarse. Una unidad narrativa que Boric nunca pudo estructurar, porque mientras su vocera bailaba la cueca en las calles, él cantaba en su oficina “All too well” de Taylor Swift. "Diosa": Camila Vallejo se robó las miradas en inauguración de las ...

La comunicación política no puede limitarse a la transmisión de datos e información, sino que es necesario producir realidad compartida 

Casi todas las explicaciones posteriores a la derrota —desconexión con la ciudadanía, agenda identitaria, exceso de moralismo, problemas de gestión, posturas más cercanas al progresismo neoliberal que al progresismo de izquierda— remiten, directa o indirectamente, a una estrategia mediática y narrativa fallida. De ahí que los llamados a otros gobiernos de izquierda a mirarse en el espejo de Chile me parecen faltos de tino, pues insistir en evitar los síntomas sin revisar la tradición que los produce equivale a repetir el error por otras vías.

Disputar el poder sin disputar el relato 

La izquierda latinoamericana entendió antes que nadie que los medios son un arma peligrosa. Lo que no entendió es que, si disputa el poder sin disputar el relato, la mentira emitida por las derechas será leída como una versión desde una ciudadanía que se opone a la versión oficial. Durante décadas la práctica mediática de las izquierdas ha privilegiado la denuncia, la crítica, la pureza de la causa frente a gobiernos opacos, autoritarios, improvisados y llenos de contradicciones

Al ocupar posiciones de poder los papeles parecen invertirse. La construcción de un relato mediático de las izquierdas que ocupan presidencias sigue sin lograr consolidarse. Frente a las obligaciones del ejercicio de gobierno que les limitan, terminan presentándose ante sus electores como gobernantes opacos, autoritarios, improvisados y llenos de contradicciones.

El Informe Nacional 2025 muestra con claridad que hace falta atravesar burbujas, disputar algoritmos, construir relatos emocionales y sostenidos. La comunicación política no puede limitarse a la transmisión de datos e información, sino que es necesario producir realidad compartida.

Gobernar desde la izquierda —cualquier izquierda, definida o indefinida— requiere disputar la producción de sentido. Eso implica en América Latina una revisión profunda de sus modos, formas y prejuicios comunicacionales.

Implica abandonar el fetichismo de la comunicación pequeña y asumir que la masividad no es, en sí misma, reaccionaria. Implica construir estructuras mediáticas híbridas, que articulen medios comunitarios y medios públicos con plataformas de alcance nacional e internacional. Implica ocupar medios comerciales sin complejos, sin sumisión, pero con toda la intención de tensionarlos, no para “cambiarlos desde dentro” sino para ofrecerle a sus consumidores posibilidad de elección de versiones. Implica consolidar vocerías, diversificar relatos y dejar de creer que una sola voz puede evitar una conversación fragmentada.

También implica aceptar que el fact-checking no es estrategia política, que los datos sin relato no convencen y que la verdad necesita forma, emoción, repetición y apropiación para existir en el espacio público. En la guerra cultural es fundamental una artillería bien sólida ubicada en el palacio de gobierno, pero también requiere generales y generalas luchando al lado de la tropa, generales que, si su bandera es de izquierda, tengan bien claro que esa tropa está ahí para defender sus territorios e ideales, no para sostener a ningún rey en el trono.

*Analista de medios de Diario Red